Capítulo 1. Solitaria
Soy Alessandra Rossi, una chica italiana de veintidós años, nacida en Turin, la cuarta ciudad más poblada de Italia. Desde pequeña he estado de un lugar a otro, no por decisión propia, las circunstancias me han obligado a cambiar de hogar en más de dos ocasiones. Los primeros años de vida, bueno, supongo que los habré pasado con mi padre y abuelos, he escuchado que nuestros primeros recuerdos es a partir de los tres años y quiero pensar que es cierto. Pues no tengo recuerdos de esos primeros años, sé que mi madre murió durante el parto, porque es lo que me contaron mis abuelos, pero siento que a partir de entonces, también perdí a mi padre, Carlo Rossi.
A los tres años de edad, la responsabilidad de mi crianza cayó en mi Tío Dominic Romano y su esposa Marcella, no hay ningún lazo consanguíneo entre nosotros, en realidad solo son buenos amigos de mi padre, permanecí a su lado hasta los quince años, después fui enviada a Londres con mis abuelos paternos y desde entonces, esta ciudad ha sido mi ‘cárcel permanente’.
Lo considero así porque mi padre ha sido el responsable de esto, desde que estoy aquí solo lo he visto en tres ocasiones, la última vez fue en el funeral de mi abuela. Escogió Londres, una ciudad con catorce horas de diferencia de mi lugar natal para mantenerme alejada de él.
Me despierto al primer timbre de la alarma, mis actividades comienzan desde muy temprano con mi rutina de ejercicios de Pilates. Soy una chica autoexigente conmigo misma, mi espíritu competitivo siempre está en alerta, soy determinada en todo lo que hago y en lo que quiero lograr, siempre he sido así, creo que es algo en lo que mis tíos se esforzaron por inculcarme.
O quizás, fueron mis ganas, la necesidad que sentía por agradar a mi padre, por intentar complacerlo, por lograr ganarme su cariño y atención. La familia Rossi es dueña de la más importante compañía ferroviaria en Italia, es por eso, que en un último intento por ganarme su aprobación, estudié Ingeniería Ferroviaria, pero mi padre ni siquiera se presentó en la ceremonia de graduación.
Decepcionada con ello, terminé aceptando lo que realmente me apasionaba, cambié todas mis ambiciones por zapatos de ballet y un tutú. Desde pequeña he sido una chica hiperactiva, mis impulsivas acciones causaron varios dolores de cabeza a mis tíos, es por ello que me mantenían con una agenda bastante ocupada, probablemente he sido la única chica que ha practicado casi todos los deportes existentes, desde futbol, basquetbol, vóleibol, tennis y lo último y lo que realmente me enamoró fue el ballet, aunque, ahora que lo pienso, creo que solo intentaban distraer mi mente para que no preguntara tanto sobre mi madre.
En Londres, vivimos en una hermosa casa de dos plantas, ubicada en una de las parcelas más tranquilas y amplias de Avenue Road, lo que más me agrada del lugar, son los frondosos árboles y el verde pasto en el jardín, donde puedo hacer mis ejercicios sin distracciones. Después de terminar mi rutina, subo a mi habitación para tomar una ducha y arreglarme, voy a prácticas, por lo que no necesito perder tiempo en maquillaje y atuendos pomposos.
- Ya me voy - le dije a mi abuelo antes de tomar una tostada y beber un poco de jugo de naranja fresco.
- Espera un momento muchacha\, acabas de terminar de hacer ejercicio e irás a las prácticas. Necesitas tener algo en el estómago\, así es que toma asiento y termina de desayunar. – Mi abuelo me regaña mientras Carmen\, la señora de servicio pone un plato con fruta frente a mí.
Él continúa cuidando de mí, después de la muerte de mi abuela, Marissa Ebirini, hace dos años, se mantiene al tanto de mis necesidades. A pesar de mi edad, a pesar de que no tengo a mis padres junto a mí, nunca me he sentido sola. Mi abuelo es mi consuelo, mi dosis de paz, es quien me aconseja cuando necesito un jalón de orejas y quien me anima cuando necesito un empujoncito. Termino mi plato lo más rápido que puedo masticar, Alan llegará pronto a buscarme.
Conocí a Alan hace un año, en la escuela real de ballet en Covent Garden, un guapo chico español apasionado por la música, el baile y el arte. Desde entonces, se convirtió en mi mejor amigo, en mi cómplice y en el chico de mis sueños; en lo único que no muestro tanta determinación es en los temas del amor, hasta ahora no he reunido el suficiente valor para hablarle sobre mis sentimientos, aunque a veces presiento que él sospecha, su mirada traviesa y esa sonrisa seductora, no es como acostumbra a actuar con las otras chicas del ballet.
Escucho una pequeña alerta de mi teléfono móvil, estoy segura que es él, reviso sin que mi abuelo lo note (odia verme con el celular en la mesa) y tras verificar que él esperaba en la puerta de la casa, doy un último sorbo al vaso de jugo y tomo entusiasmada mi pequeña maleta rosa que había asentado sobre una de las sillas del comedor.
- Ya terminé abuelo\, Alan me espera. - Me acerqué para darle un beso de despedida y caminé lo más rápido posible para evitar las largas recomendaciones antes de salir de casa.
Asomo la cabeza tan pronto abro la puerta principal, pero no hay rastro de mi guapo español, camino unos pasos hacia la reja de acero y lo encuentro con un pie apoyado sobre la pared, mientras revisa su celular.
- ¡Hola\, buen día Alan! - Saludo con un beso en la mejilla\, impregnando mis fosas nasales con el olor a menta de su crema para afeitar.
- ¡Hola hermosa! ¿Lista? - Toma mi mano para ayudarme a subir a su auto\, un Vauxhall corsa en color negro.
- Rodea el auto para subirse y abrocha su cinturón de seguridad. – Tengo dos noticias que darte - dice tentando mi curiosidad. - ¿Recuerdas que estuvimos hablando sobre la academia de baile moderno que hay en Nueva York? Pues he investigado\, tengo unos amigos trabajando en la ciudad\, hay un tipo de presentación de muestra la siguiente semana y además… - tamborilea los dedos sobre el volante como si estuviera a punto de dar la noticia del año. - Pink dará un concierto en Brooklyn Steel\, Nueva York.
Bien, lo había dudado un segundo cuando habló sobre la escuela de baile moderno, las últimas semanas, algunas compañeras y nosotros dos estuvimos hablando sobre nuestro interés en el baile moderno y la idea de incursionar en él, pasó por nuestra mente, pero sabía que mi abuelo dirían un rotundo “no” en cuanto comenzara a hablar sobre el tema. Pero… ¿Pink? Admiraba a esa bella mujer, tenía la impresión de que era una mujer fuerte, valiente, espontánea, atrevida y por si fuera poco, era bailarina y acróbata.
- Alan\, sabes que mi abuelo… - Alan me interrumpió antes de que pudiera terminar de hablar\, sabía lo que me diría.
- Ale\, mi pequeña hermosa amiga\, tienes veintidós años\, eres una bailarina con talento\, por si fuera poco\, terminaste de estudiar esa tonta carrera. ¿Cuándo dejarás de comportarte como si fueras una mocosa de quince años? Si no intentas abrir tus alas\, él nunca te permitirá hacerlo por miedo a perderte.
No respondí a las palabras de Alan, no es que fuera fácil tomar una decisión así, no se trababa de un viaje con fines profesionales o de negocios, aunque quisiéramos disfrazarlo usando otras palabras, en realidad era una escapada. Si bien es cierto que ya no soy una niña, no tenía corazón para causarle tal preocupación a mi cabecita de algodón.
Ambos hicieron tanto por mí desde que llegué a sus tranquilas vidas en Londres, nunca se quejaron de mí, no vi ni una sola mirada de reproche en sus cansados ojos, pudieron haber disfrutado de su jubilación viajando, pero en vez de eso, se quedaron en Londres cuidando de mí. Antes de su muerte, la única petición que hizo fue que cuidara del viejo tanto como él lo haría por mí.
- Ale\, sabes que si le cuentas sobre tu interés en la escuela de baile moderno de Nueva York\, tu abuelo sin duda te ofrecería que se mudaran. Pero… ¿te parece justo a su edad?
Bien, Alan estaba tan bien coordinado conmigo, que parecía que podía leer mis pensamientos, había dado en el punto clave, mi abuelo ha sacrificado tanto por mí.
- Al menos déjame pensarlo\, definitivamente quiero ir\, pero debo hacerlo de la manera correcta.
Alan asintió con la cabeza, el resto del viaje permanecimos en silencio; cuando llegamos al estacionamiento de Covent Garden, él me ayudó a bajar mi maleta rosa mientras yo sujetaba mi cabello con una dona. Covent Garden se encuentra en West End, un barrio de Londres donde se encuentra el teatro real de ópera, algunas tiendas de moda y artesanías.
Nos reunimos en la sala de baile, Alan dejó mi maleta en el piso junto a la suya y luego nos acercamos a saludar al grupo de amigos con el que siempre nos juntábamos, había otro grupo, del cual, yo no era la chica favorita por supuesto; podía sentir sus afiladas miradas como cuchillos.
- Muy bien chicos\, saben que estamos a dos días de la presentación\, hoy afinaremos los últimos detalles\, probaremos el vestuario y decidiremos el maquillaje. Hoy y mañana\, los llevaré al límite con la coreografía\, porque el día de la presentación dejaremos que su cuerpo esté relajado y descansado. - Dijo nuestra maestra de danza clásica.
Todos tomamos nuestros lugares, los últimos treinta días habíamos estado ensayando para la presentación de “El lago de los Cisnes” en el Royal Opera House. Al principio, nuestra maestra quería apoyarse de una coreógrafa de danza moderna, para hacer algo diferente a presentaciones anteriores de la misma obra, algo que incluyera danza aérea; pero el director de la escuela se negó. Si se hubiera dado la oportunidad, le habría rogado a la maestra de danza que me diera la oportunidad.
Aun así, esta presentación resulta particularmente especial para mí, es la primera vez que obtengo el papel de bailarina principal. Un logro personal que me ha tomado años de esfuerzo.
Capítulo 2. Una raya más al tigre
Dos días después.
Me despierto al primer timbre del despertador, son las seis de la mañana y debo prepararme. Es la presentación de la obra, los chicos de la escuela y yo nos reuniremos en el Royal Opera House; al final, la maestra Claire se dejó ganar por el nerviosismo y decidió hacer un pequeño ensayo en el teatro. Dos horas después de que terminara el ensayo, nos reunimos en uno de los cafés locales de Westminster, platicábamos amenamente, principalmente sobre la obra.
- Bueno chicos\, nos vemos en la noche. - Se despidieron las chicas.
La presentación era a las ocho de la noche, aún faltaban algunas horas y yo también quería regresar temprano a casa para descansar.
- Tomaré el autobús en la avenida\, nos vemos en la noche. - Le dije a Alan poniéndome de pie.
- Basta Alessandra\, no necesitas evitarme\, si aún no has decidido qué hacer\, está bien\, no hay problema. Ya tendremos otra oportunidad\, anda\, te llevo a casa. - Alan se puso de pie\, me quitó de las manos la maleta rosa y caminamos hasta donde había estacionado su auto. Puse mi brazo sobre su hombro\, intentando disculparme.
- Ale\, aún falta una semana\, si te decides\, avísame para hacer los preparativos. - Me dijo Alan cuando detuvo el auto frente al portón de mi casa.
- Bien\, prometo pensarlo. - Me acerqué a él para darle un beso en la mejilla antes de bajar del auto.
Cuando pasé el portón, saludé a mi abuelo que estaba sentado en el jardín leyendo el periódico.
- Subiré a mi habitación a descansar. - Le dije antes de perderme tras la puerta principal.
- Bien cariño\, pon la alarma para que no te duermas. - Gritó mi abuelo a mi espalda.
Las palabras de Alan me habían dejado pensativa, no podía negar la ilusión que me provocaba viajar con mis amigos a Nueva York, los únicos viajes que he podido hacer desde que estoy en Londres, es acompañada por mis abuelos. Me detuve a mitad de camino, antes de entrar a la casa, cerré los ojos intentando ganar valor y regresé hacia donde estaba mi abuelo sentado.
- Ale\, ¿qué pasa cariño? – Preguntó mi abuelo con expresión confundida en su rostro.
- Abuelo\, yo… los chicos están planeando un viaje a Nueva York y quiero ir. – Dije con nerviosismo.
- Sabes lo que opino al respecto Alessandra\, si lo planean con tiempo puedo acompañarte. – Respondió mi abuelo.
- Claro\, entiendo abuelo\, pero… no necesito niñero. Quiero hacer este viaje con mis amigos. Yo… - Mi abuelo me interrumpió.
- He dicho que no cariño y espero que esto no sea nuevamente un tema de conversación. – Respondió molesto.
Me alejé del lugar, subí corriendo la escalera y me encerré en la habitación molesta, lloraba con impotencia. Mi abuelo podía ser un amor cuando quería, pero era demasiado firme cuando decidía algo. Por un momento quise preguntarle sobre aquel hombre que se hace llamar mi padre, pero no me atreví, no gastaría mis ganas en alguien que hace mucho tiempo no veo y que no parece muy interesado en mí. Después de tomar una ducha y de ponerme ropa cómoda, me metí bajo las mantas de mi cama, programé la alarma de mi celular para no quedarme dormida y logré cerrar los ojos rápidamente.
‘Caminaba por los pasillos oscuros del teatro, el lugar estaba completamente vacío. Me guiaba hacia el escenario por medio de las sillas que estaban a mis costados, era la única forma para poder bajar los pequeños escalones sin tropezar. Una tenue luz iluminaba el escenario, permitiéndome ver la figura de una persona. - ¡Hola! – dije intentando llamar su atención, pero parecía no escucharme. Intenté subir los primeros escalones hacia el escenario, pero algo me lo impedía, sentía una fuerte presión en mi pie izquierdo, al bajar la mirada, me encontré con una fuerte cadena atada a mí. Caí de rodillas al piso, intentando zafar mi pie, pero mientras más lo intentaba, la cadena presionaba con más fuerza. - ¡Ayuda! ¿Pueden oírme? – gritaba con desesperación, la figura frente a mí se hacía cada vez más nítida, tenía la impresión de que había visto ese rostro en alguna parte, pero no lo recordaba. - ¿Quién es usted? – pregunté, pero no obtuve respuesta. La expresión en su rostro, esa mirada con la que me estaba observando me hacía sentir miedo, débil e insignificante. - ¡Eres tú! – grité, mientras mi rostro se humedecía a causa de las lágrimas’.
Desperté con la respiración agitada, limpié con el dorso de mi mano derecha las pequeñas gotas de sudor que se habían acumulado en mi frente. ‘Fue solo un maldito sueño’, murmuré. El tono de la alarma me tomó por sorpresa, sentía mi corazón latir con fuerza, como si pudiera evitar que se escapara de su lugar, puse mis manos sobre mi pecho, intentando controlar mi respiración.
Me senté sobre la orilla de la cama, alisé mi desordenado cabello mientras intentaba aclarar lo que acababa de ocurrir. ‘Es hora’, me dije a mí misma para ponerme de pie y entrar al baño a asearme. Debía estar dos horas antes en el Royal Opera House y quería estar lista para cuando Alan pasara por mí.
Salí del baño con una toalla alrededor de mi cuerpo, abrí la puerta del armario mientras mi mirada se perdía en las prendas que estaban ahí colgadas, pero no era necesario tomarse tanto tiempo para decidir, lo más conveniente y cómodo en ese momento estaba a mi vista; tomé unos jeans de color negro, un suéter blanco y unos flats en color negro. Bien, yo no tenía mucho sentido de la moda, mi rutina diaria básicamente consistía en ir a la escuela de ballet y de regreso a casa, ciertamente era una chica de veinticuatro años, sin mucha experiencia en el mundo.
Tomé el porta traje que había preparado antes con la ropa que usaría después de que terminara la presentación, era probable que mis amigos quisieran salir de fiesta. Le di un último vistazo a las cosas que estaban dentro de mi maleta rosa, solo para asegurarme de que no estuviera olvidando nada. ‘Bien, todo listo’, pensé.
Salí de mi habitación, la puerta del cuarto de mi abuelo estaba abierta, no quería irme estando molesta con él, debía disculparme con él antes de que Alan pasara por mí. Asomé la cabeza, parecía tener problemas con la corbata.
- Déjame ayudarte mi cabecita de algodón. – Le dije mientras asentaba mi mochila en el piso y me acercaba a él.
- ¿Alan ya llegó? – Preguntó mi abuelo.
- No\, pero no debe de tardar. – Dibujé una media sonrisa en mi rostro. – Dile a George que sea cuidadoso al manejar. Te quiero mi cabecita de algodón. – Me acerqué para darle un beso en la mejilla\, mientras el palmeaba mis hombros con sus manos\, ambos habíamos dejado atrás nuestro enojo.
Cuando salí de la casa, Alan me esperaba sentado sobre el capirote del auto; tomó las cosas que sostenía en mis brazos y las acomodó en la parte trasera del auto.
- ¿Nerviosa? – Preguntó en broma.
- ¡Para nada! – Respondí haciéndole un guiño con el ojo.
Alan y yo nos detuvimos en el estacionamiento del Royal Opera House, desde la distancia, se podía apreciar el estilo neobarroco que resaltaba en su esplendor por la elegante selección de luces. El teatro albergaba los recuerdos de innumerables presentaciones que han abierto las puertas del éxito para los que aman esta forma de expresión.
- ¿Entramos? – Preguntó Alan al tiempo que tomaba mi mano para instarme a caminar. Yo sonreí tímidamente\, el calor de su mano trasmitía sensaciones que provocaban que mi corazón latiera con imprudencia.
Alan abrió la puerta principal del teatro, algunos compañeros y maestros se agrupaban alrededor del vestíbulo. Solté la mano de Alan mientras caminaba por todo el lugar, no era la primera vez que estaba ahí, pero siempre se sentía como la primera vez, sobre el proscenio, una pantalla proyectaba la presentación que daríamos esta noche. Por mi abuelo supe que el teatro había sido reconstruido en 1990, aunque mantuvieran la arquitectura romántica basada en los diseños de otras épocas, el escenario es mucho más espacioso e imponente, al igual que el auditorio. En la sala floral Hall, el director de la Escuela Real de Ballet disfrutaba de una taza de té acompañado del director del Teatro Real de Ópera.
La maestra de danza clásica, Claire Smith, comenzó a reunirnos, todos debíamos empezar con la preparación de nuestros personajes, maquillaje y vestuario. Tras bastidores es un mundo completamente diferente, un lugar mágico. Cuando uno está tan apegado a la música, al arte y el baile, aprecia cada mínimo detalle.
Desde vestidores se podía escuchar ligeramente a la orquesta afinando sus instrumentos, nos tomó cerca de una hora terminar de prepararnos, como quedaba suficiente tiempo, los chicos y yo nos reunimos en el salón de baile para calentar. Todos estábamos nerviosos, para muchos de nosotros no era la primera vez que colaborábamos en una presentación de ballet, pero había nuevos integrantes y a esos debíamos darle especial ánimo. Algo que me encantaba del grupo, es que nos apoyábamos entre todos, nadie era más especial que otro, nos esforzábamos por igual y quien quería obtener un papel principal debía hacerlo el doble.
Quince minutos antes de que comenzara el espectáculo, nos reunimos tras la enorme cortina que divide al escenario de nosotros, aun sin las miradas del auditorio fijas en nosotros, formamos un círculo y abrazados, nos unimos en una pequeña oración.
Las luces se apagaron, los aplausos de los presentes hacían su magia dentro de nuestros estómagos y la suave melodía con que la orquesta endulzaba nuestros oídos, nos indicó el inicio del espectáculo, era nuestro momento de mostrarnos como esas encantadoras criaturas con habilidades excepcionales, capaces de transmitir un sinfín de emociones al público que nos observa, ese era nuestro principal trabajo. Un joven italiano, Alfredo Escaponte amigo nuestro, hacía el papel de Von Rothbart, el malvado brujo que lanza el hechizo a la bella Odette, cuyo papel representaba yo y el príncipe Sigfrido, el hombre que jura amor eterno por ella, era representado por mi guapo español, Alan Montero.
El espectáculo duró poco más de dos horas, estábamos exhaustos, con los músculos de las piernas adoloridos, pero todo valía la pena cuando escuchábamos la respuesta del público a través de sus fuertes aplausos. Después de regresar a los vestidores, saltamos de alegría, sentíamos que el corazón palpitaba con más entusiasmo. Nos abrazamos y felicitamos entre nosotros y tras quitarnos todo el maquillaje de nuestro rostro, nos cambiamos de ropa para encontrarnos con nuestras familias.
- Vamos a buscar al abuelo. – Le dije a Alan tomando su mano para hacernos paso entre la multitud.
Alan vive solo en Londres, debido a los negocios que sus padres manejan en España les resulta imposible mudarse con mi guapo español. Conozco a los señores Montero por foto, parecen personas muy amables, su madre es una mujer hermosa y él tiene mucho parecido con ella.
Mi abuelo ha hecho una reservación en el restaurante D’Monti, por supuesto, había invitado a Alan. Esta era también la primera presentación en la que Alan había conseguido el papel principal como el príncipe Sigfrido.
Mi abuelo estaba sentado en uno de los palcos, durante la presentación no tuve oportunidad de echarle un vistazo pero me dijo que lo encontrara en el vestíbulo. Antes de acercarme a él, giré mi rostro en busca de mi padre, pero era más que obvio que no había llegado.
- ¡Mi cabecita de algodón! – Le dije a su espalda\, tratando de ocultar mi decepción.
Mi abuelo tiene una extraña mirada, luce pensativo; había algo extraño en su mirada cuando se giró para verme, un ligero tono rojizo pintaban sus hermosos y cansados ojos color aceituna.
- Cariño\, estuviste perfecta en el escenario\, lucías hermosa mi querida niña. – Dijo mi abuelo con la voz entrecortada. – Yo… - entendía la razón por la cual estaba así\, antes de que pudiera continuar lo interrumpí.
- No pudo venir\, ¿cierto? – Mi abuelo tenía una mirada complicada en su rostro\, no quería que notara mi decepción\, él no tenía la culpa de que mi padre no mostrara ni el más mínimo interés por mí.
- No cariño\, surgió algo con los negocios. Pero\, mira\, mandó este precioso arreglo de flores para felicitarte. – Dijo con torpeza y nerviosismo\, mientras hacía un movimiento con su mano hacia su chofer para que acercara el enorme arreglo floral.
- Basta abuelo\, no necesitas excusarlo. Ya estoy acostumbrada a esto. – Respondí molesta.
No tenía caso que arruinara este momento por Carlo Rossi, una decepción más a la lista era como pintarle una raya más al tigre, estaba acostumbrada y completamente segura que no sería la última vez. Hace mucho tiempo que dejé de esperar algo por parte de ese hombre. Lo único valioso que pudo haberme dado fue a mis abuelos. Después de la muerte de mi abuela, mi abuelo continuaba mostrándome su amor incondicional. Era solo a él a quien le debía todo.
- Las aceptaré solo porque sé que son de tu parte. – Intenté reprimir mi enojo\, no quería desquitarme con mi abuelo. – Vamos cabecita de algodón\, Alan y yo morimos de hambre.
- Alan\, muchas felicidades hijo\, ¡te luciste! – Mi abuelo apreciaba a Alan\, además de que conocía mis sentimientos por el guapo chico español.
- Sr. Rossi, buenas noches. ¡Qué gusto verlo! – Alan le dio un breve abrazo a mi abuelo y luego puso su brazo sobre mis hombros.
Mi abuelo se fue en su auto con George, mientras yo estaba sentada al lado de Alan quien conducía hacia el restaurante; él intentaba hablarme, sabía que tenía cosas que decir, pero probablemente pensaba que no era el mejor momento.
- Puedes hablar Alan\, lo que sea que tengas que decir puedes hacerlo. – Le dije al notar su vacilación.
- No es nada Ale - Alan detuvo el auto y se giró para quedar frente a mí y tomar mis manos entre las suyas. – No quiero que estés triste a causa de tu padre\, sé que escondes tus verdaderas emociones frente a tu abuelo; pero sabes que conmigo no tienes por qué hacerlo. – Él me acercó a sus brazos\, Alan siempre se preocupaba por mí\, se comportaba como el mejor amigo.
- Ya no sé qué más hacer para llamar su atención\, no entiendo por qué no me quiere. – Decía entre llanto\, mientras permanecía en los brazos de Alan.
- No tienes que hacer nada Ale\, eres una gran chica\, él se lo pierde. – Él continuaba acariciando mi cabello.
- Limpié mi rostro con las palmas de mis manos. – Ya no importa Alan\, ya debería estar acostumbrada\, no sé por qué sigo esperando algo más de él\, solo termina decepcionándome más. Ya no quiero llorar\, el abuelo se dará cuenta. ¿Se nota que lloré?
Aparté mi rostro de los brazos de Alan para que pudiera observarme, pero nuestras caras estaban demasiado cerca, podía sentir su cálido aliento sobre mi rostro. Alan acarició mi mejilla terminando con un ligero apretón en mi barbilla.
- Luces tan hermosa como siempre. – Sonreí por su respuesta\, esperando no estar sonrojada por lo que sus palabras lograban en mi interior.
Alan de nuevo puso en marcha su automóvil para continuar nuestro camino a D’Monti, cuando llegamos mi abuelo nos esperaba en la mesa que había reservado, entrecerró los ojos cuando nos vio acercarnos, esos escasos minutos que nos tomamos para charlar en el auto, hacían que mi abuelo se preguntara por qué habíamos tardado, cuando íbamos justo detrás de él.
- Estamos bien\, no te preocupes abuelo. Solo nos tocó un poco más de tráfico. – Dije mientras continuaba de pie\, observando desde el gran ventanal que nos permitía una hermosa vista de Covent Garden.
Alan puso su mano tras mi espalda para que me sentara, sabía que mi abuelo nos observaba, si bien Alan y yo éramos buenos amigos, mi abuelo pudo notar la química que había entre nosotros, él mismo descubrió mis sentimientos por el guapo español que estaba sentado justo a mi lado.
- La presentación fue realmente hermosa chicos\, los felicito de nuevo. – Dijo mi abuelo. – Saben\, en unas semanas\, un amigo en Italia hará una cata de su nuevo vino\, nos ha invitado a quedarnos en su hacienda\, ¿les gustaría venir?
Alan y yo nos observamos brevemente, mientras mi guapo español esperaba que pudiéramos viajar a Nueva York, yo sabía perfectamente por qué mi abuelo nos estaba haciendo esta invitación. Aunque parecía que nos estaba premiando por nuestro esfuerzo, en realidad solo quería evitar que viajáramos a Nueva York.
- Eso… nos encantaría abuelo. – Le dije mientras apretaba por debajo de la mesa la mano de Alan.
La cena duró poco menos de una hora, todos estábamos exhaustos y solo queríamos llegar a nuestras casa para descansar. Mi abuelo salió primero, quería fumar un cigarrillo antes de ponernos en camino. Yo caminaba del brazo de Alan justo detrás de mi abuelo.
- Esperé a que mi abuelo se acercara al auto a fumar para poder hablar brevemente con Alan. – Esta mañana hablé con él sobre el viaje a Nueva York y se negó\, por eso nos está invitando a la Hacienda de los Monte Blanco.
- Yo… no quiero ser grosero con tu abuelo\, pero prefiero ir a Nueva York con los chicos. Si tú quieres ir con tu abuelo\, no hay problema Ale\, lo entiendo. – Dijo Alan adelantándose unos pasos.
- No\, Alan – Sujeté su brazo para evitar que se fuera. – Quiero ir contigo a Nueva York… digo\, con los chicos y contigo. – Me sonrojé al darme cuenta de mis torpes palabras. – Déjame pensar en algo\, pero definitivamente iremos.
- ¿En serio Ale? – Dijo Alan mientras me abrazaba – Entonces comenzaré a organizar el viaje con la ayuda de Richard.
Cuando intentamos separamos, nuestros rostros rozaron ligeramente, si movía un poquito mi cabeza hacia adelante, rozaría sus labios. Sentía que mi corazón latía con fuerza bajo mi pecho, pero no reunía el valor para hacerlo, odiaba ser tan cobarde, aunque todo se debía a mi miedo por perder a mi mejor amigo. No quería malinterpretar las cosas o que no funcionara una relación entre nosotros y termináramos arruinando nuestra amistad; además de que mi abuelo nos estaba observando mientras fumaba su cigarrillo, apoyado sobre el capirote de su auto.
- Lo siento\, me puse torpe por la emoción – Dijo Alan intentando calmar la tensión entre nosotros.
- Sí\, yo también. Creo… creo que es mejor calmar nuestra efusividad o él podría sospechar. - Sonreí con nerviosismo.
Alan se despidió de mi abuelo con un movimiento de su mano antes de subir a su auto, yo me acerqué al anciano que mostraba una sonrisa pícara en su rostro.
- ¿Cuándo te animarás a hablarle sobre tus sentimientos? – Preguntó mi abuelo mientras abría la puerta de su mini cooper original de 1985.
- Yo… no lo sé abuelo\, supongo que no soy tan valiente como creo – me excusé.
Subimos a la parte trasera del auto, mientras George conducía hacia Avenue Road, en todo el camino de regreso solo pensaba en cómo se tomaría mi abuelo el que yo me escapara a Nueva York con mis amigos. Pero mi mente también se inundó con imágenes de Alan, aun pensaba en ese momento que tuvimos a la salida del restaurante.
Nueva York, Edificio 58 Hight Street, Piso 50, Oficina del Director Ejecutivo
Eran las tres de la tarde en Nueva York, el ambiente en las oficinas de Palmieri Entertainment Enterprise se respiraba la tensión, el Director General, Lorenzo Palmieri se encontraba en una junta con gerentes departamentales en el último piso del edificio 58 Hight Street. Su presencia provocaba escalofrías hasta al más valiente, su carácter explosivo y personalidad intimidante, mantenía a los empleados con la cabeza baja.
Mientras el director del departamento de nuevo talentos daba su informe, el Sr. Lorenzo se puso de pie, frente al gran ventanal de la oficina.
- Sr. Palmieri – se acercó su asistente – Su sobrino Matteo está al teléfono. – Dijo entregándole su teléfono móvil.
Lorenzo Palmieri respondió el teléfono móvil, escuchar a su sobrino le daba cierta tranquilidad, esperaba tener buenas noticias para su esposa.
- ¿Qué pasa Matteo? – Respondió al teléfono.
- Todo está listo tío\, viajaremos a Nueva York la próxima semana.
- ¡Fantástico\, fantástico! – Gritó el hombre emocionado al teléfono. – Sabes lo que tienes que hacer Matteo. Por cierto\, tú tía estará muy feliz con ésta noticia.
- Lo sé tío\, estamos en contacto.
Lorenzo Palmieri sujetó con fuerza el teléfono en su mano, aunque sabía que su esposa se pondría feliz con la noticia, también corrían el riesgo de que todos estos planes no sirvieran de nada si Carlo Rossi se enteraba.
Tras terminar la llamada con su sobrino, marcó al número de su esposa Mariella Palmieri para informarle las buenas noticias. Aunque no veía a su mujer, podía jurar que daba pequeños saltos a causa de la alegría que le estaba dando. Era todo lo que le necesitaba, no le importaba nada más que ver a su esposa feliz.
Capítulo 3. Nueva York Parte 1
Alan y Richard, se habían reunido para organizar el viaje a Nueva York, no sólo habían conseguido un departamento a buen precio en el que podíamos quedarnos todos, también lograron obtener los boletos para el concierto de Pink.
Yo me mantuve en casa para no llamar la atención de mi abuelo, era un viejo astuto y no quería ser pillada antes de que pudiera estar lejos de Londres. Había logrado preparar una maleta a escondidas de mi abuelo y de la Sra. Carmen, mi pasaporte e identificación personal las traía siempre conmigo, solo por si a mi abuelo se le ocurría ocultarlas antes.
Una tarde, cuando mi abuelo salió a tomarse un café con sus amigos, aproveché a sacar la maleta de la casa, en realidad la aventé por la ventana y Alan se encargó de recogerla y guardarla en su auto. Solo faltaban tres días para el viaje y aun no sabía qué pretexto inventaría o cómo le haría para salir de casa sin que mi abuelo estropeara mis planes.
- ¿Qué quieres que hagamos mañana cariño? – Preguntó mi abuelo mientras almorzábamos.
Me sentía mal por tener que mentirle, por tener que hacer las cosas de esa manera, pero no me dejó otra opción. Antes de la presentación, quizás me hubiera negado a escaparme, aun sabiendo que Alan se molestaría conmigo, pero después de cómo me sentí cuando mi padre nuevamente me dejó en claro su desinterés, me sirvió para decidirme.
El abuelo me perdonaría, sabía que lo haría porque nunca podíamos permanecer molestos entre nosotros a pesar de las muchas diferencias que teníamos.
- ¡Oh\, olvidé por completo que mañana es sábado abuelo! Estos días libres me han desorientado un poco. – Me excusé – En realidad no tengo nada en mente\, Alan y los chicos quieren que vayamos a la plaza. Si no te importa claro.
- No te preocupes hija\, puedes salir con los chicos mañana. Tendremos tiempo de sobra la siguiente semana que viajemos a la hacienda de mi amigo.
Por la noche, daba vueltas en la cama tratando de conciliar el sueño, me sentía nerviosa, mi lado blando me estaba poniendo a prueba con pequeños momentos de remordimiento. Estuve a punto de mandarle un mensaje a Alan para decirle que no lo haría, pero me arrepentí antes de presionar el ícono de enviar.
A la mañana siguiente, mi abuelo se levantó tan temprano como de costumbre. Sabía que querría que tomáramos el desayuno juntos, por eso habíamos programado el vuelo para las once de la mañana.
- ¿A qué hora te vas a reunir con los chicos? – Preguntó mi abuelo\, mientras yo mantenía la cabeza metida en el plato.
- Ah\, nos veremos en una hora abuelo\, Alán pasará por mí. – Respondí perdida en mis pensamientos.
- Bueno cariño\, supongo que estarás con ellos el resto del día\, solo… trata de llegar en la noche para que cenemos juntos. – Respondió mi abuelo.
- Sí\, lo haré abuelo. – Me levanté y le di un beso en la cabeza. – Bien\, subiré a lavarme los dientes antes de que Alan llegue.
Mi abuelo continuaba sentado en el comedor del jardín cuando Alan llegó, ambos nos despedimos con un movimiento de nuestras manos y nos pusimos en marcha; regresaríamos al departamento de Alan para recoger las cosas y dejar su auto en la cochera. Tomaríamos un taxi para que nos llevara al aeropuerto.
- Estás nerviosa\, ¿cierto? – Preguntó al notarme distraída.
- Bastante\, solo quiero estar arriba de ese avión. Temo que mi abuelo sospeche y evite que me vaya. Ayer por la noche estuve a punto de mandarte mensaje diciéndote que no iría\, es horrible sentir esta presión. – Hablaba tan rápido a causa de mi nerviosismo. Alan me abrazó para tratar de calmarme.
- Tranquila Ale\, todo estará bien\, nos divertiremos mucho con los chicos. Tu abuelo estará furioso al inicio\, pero se le pasará tan pronto te vea de vuelta. – Dijo Alan dándome un beso en la frente.
El taxi nos dejó en la entrada del aeropuerto, Alan me ayudaba a arrastrar mi maleta mientras caminábamos de prisa para encontrar a los chicos, quienes ya estaban en la sala de espera. Me sentí a salvo tan pronto escuchamos que podíamos empezar a abordar, fui la primera en ponerme de pie con boleto en mano y acercarme a la chica que estaba revisando los tickets de abordaje. Alan había reservado nuestros boletos, por supuesto, se aseguró de que ambos nos sentáramos juntos.
- Te toca junto a la ventana pequeña. – Me dijo mientras se hacía a un lado y me ayudaba a guardar mi maleta.
- ¡Gracias! – Le dije cuando se sentó junto a mí.
- Duerme un poco si quieres – Dijo Alan extendiendo su brazo para que yo apoyara mi cabeza en él.
No iba a rechazar tal oferta, sin dudarlo un poco, hice lo que me pidió, aunque realmente no tenía ni una pizca de sueño. Esperé las indicaciones de las azafatas para poder sacar mi reproductor de música, desenredé los auriculares y le ofrecí uno a Alan. Ambos escuchábamos ‘Make you feel my love de Adele’.
‘Cuando la lluvia caiga sobre tu rostro
Y el mundo entero esté en tu contra
Yo podría ofrecerte un cálido abrazo
Para hacerte sentir mi amor
Cuando las sombras de la noche y las estrellas aparezcan
Y no haya nadie ahí para secar tus lágrimas
Yo podría abrazarte durante in millón de años
Para hacerte sentir mi amor
Sé que aún no te has decidido
Pero yo nunca te haré daño
Lo he sabido desde el momento en que nos conocimos
Sin dudas, es mi mente a donde perteneces’
Algunas lágrimas rodaron sobre mis mejillas, Alan se dio cuenta de ello, levantó mi barbilla, me miró fijamente a los ojos, limpió algunas lágrimas con su pulgar.
- No llores más Ale\, no soporto verte así. Si quieres que regresemos\, soy capaz de pedirle al capitán que nos deje bajar.
- No\, no lloro por eso Alan. Yo… solo me siento muy feliz de hacer este viaje con los chicos y… sobre todo contigo. – Respondí tímidamente.
Alan apoyó de nuevo mi cabeza en su pecho mientras acariciaba mi cabello y apretaba con delicadeza mi mano. Quitó el reproductor de mis manos y cambió de música, iba bajando por la lista y sonrió al darse cuenta que la mayoría de las canciones que estaban guardadas en la carpeta eran tan melancólicas, que prefirió apagarlo y sacar su reproductor.
- Esto es mucho más apropiado\, queremos levantar el ánimo y disfrutar del viaje mi hermosa Ale\, no deprimirnos.
Levanté un poco mi cabeza y le di un beso en la barbilla, él se sorprendió un poco por mi repentina reacción, sonrió torpemente, con las mejillas ligeramente sonrojadas. Nos quedamos abrazados hasta que la necesidad me obligó a levantarme de mi asiento. El viaje solo nos tomaría seis horas aproximadamente, aún faltaba la mitad del camino y podía sentirme ansiosa por llegar. Cuando regresé me acomodé de nuevo en sus brazos hasta quedarme dormida. Alan continuaba acariciando mi cabello y sosteniendo mi mano, cualquiera que nos observara podría suponer que éramos pareja.
Llegamos a las cuatro de la tarde a Nueva York, los amigos de Alan nos habían conseguido un departamento con precio accesible que rentaríamos por una semana, solo habían tres habitaciones por lo que Sherlyn, Keyra y yo estaríamos en un cuarto y los chicos, que eran más, tuvieron que dividirse en dos grupos, en una habitación estarían Richard, Jayden y Alfredo y en la segunda estaría Alan con Mason.
Después de acomodarnos en las habitaciones, me cambié de ropa y alcancé a los chicos en la sala, los chicos habían revisado algunas páginas de internet en dónde las personas recomendaban diferentes lugares de acuerdo a su experiencia en Nueva York. Además, Richard era quien más conocía pues tenía familia en la ciudad y pasaban las fechas de fin de año con ellos. Por ahora, lo que más nos urgía era encontrar un buen lugar donde comer. Saldríamos a caminar por los alrededores de la zona, cuando salimos del departamento, los chicos se mantuvieron tras de nosotras para cuidarnos las espaldas.
- Ale\, no nos atrevíamos a decirte esto antes\, pero ahora… bueno\, no soporto más. – Dijo Sherlyn tomándome por sorpresa.- Es que\, Alan y tú hacen tan linda pareja\, Keyra y yo nos preguntábamos por qué no han intentado ser algo más que amigos.
- No\, nosotros no… – apenas y pude responder cuando Keyra intervino.
- ¡Oh vamos Alessandra! Hasta un ciego puede darse cuenta de la química que hay entre ustedes. Alan te trata mejor que a cualquiera de nosotras dos y también somos sus amigas. Es atento\, detallista\, educado\, caballeroso y muy tierno contigo. Además\, no puedes engañarnos a nosotras. Nos hemos dado cuenta de cómo se ven\, es obvio que los dos sienten algo. – Dijo Keyra.
- Bueno chicas\, en realidad nosotros dos nunca hemos hablado sobre ello. – Respondí apenada.
- Amiga\, tienes veintidós años y no te conocemos ningún galán. Hay muchos que babean por ti en la escuela y no se acercan porque piensan que Alan es tu novio. Ya estás en edad de experimentar nuevas cosas. – Dijo Sherlyn.
- ¡Por supuesto! – Intervino Keyra – Te lo dice la que se ha montado a media escuela de baile. – Se burló.
- Idiota – respondió Sherlyn fingiendo estar molesta – No me he montado a media escuela\, pero sin duda voy a vivir y a disfrutar de mi vida antes de que sea momento de tomar nuevas responsabilidades. – Se excusó.
Keyra y yo reíamos por la relajada forma en que Sherlyn decía las cosas, aunque sus palabras tenían algo de cierto, habría que disfrutar cada momento de nuestra vida. Inconscientemente giré mi rostro para ver a Alan, que bromeaba con los chicos, él me sonrió cuando se dio cuenta.
Moríamos de hambre, pero al final decidimos para en un puesto callejero de perritos calientes y aprovechar el tiempo paseando por Times Square, Richard conocía mejor el lugar pues tenía familia en Nueva York y las fiestas decembrinas las pasaban en la ciudad. Caminábamos tomados de la mano cómo cual niños de preescolar cuando los llevan en grupo al baño, las calles estaban infestadas con personas que iban y venían de todos lados. Para quienes viajábamos por primera vez, estábamos fascinados con sus carteles publicitarios, sí, solo eran carteles publicitarios, pero la luz neón de estos es lo que los hacía llamativos.
Por supuesto, las fotos de recuerdo no podían faltar, molestábamos a algunas personas que pasaban por el lugar o que encontrábamos sentados tomando una taza de café mientras contemplaban el andar de los demás.
Fue una noche larga, recorrimos cada lugar del Times Square, al final de tanto caminar, terminamos cenando en un McDonald’s para luego tomar un taxi en la avenida y regresar al departamento. Tomamos turnos para ducharnos, el departamento contaba con dos baños pero aun así eran insuficientes para las ocho personas que compartíamos el departamento. Cuando por fin pude acostarme en la cama, saqué mi teléfono móvil de bolso y lo encendí.
Había cientos de mensajes de voz y de texto, sabía que pronto comenzarían a entrar las llamadas de mi abuelo, preocupado porque aún no había regresado a casa. Sí, parecía ave de mal agüero, a penas había terminado de pensar eso, cuando ya estaba entrando una llamada de mi abuelo. Corrí de prisa a la habitación de los chicos sin tocar antes de entrar, todos estaban acostados revisando sus teléfonos, mientras Alan acababa de salir del baño con una toalla envuelta en su cintura, Alan sostuvo la toalla, mientras los chicos me observaban como si fuera un bicho raro.
- Perdón – me disculpé mientras me daba la vuelta para permitir que se cambiara de ropa. – Mi… Alan\, mi abuelo está llamando\, ¿qué se supone que debo hacer? Si contesto ahora y le digo dónde estoy\, estoy segura de que vendrá él mismo a buscarme. Pero si no contesto\, lo preocuparé.
Alan se acercó por la espalda y me hizo girar para quedar de frente, solo tenía un pantalón puesto y el torso completamente desnudo. Lucía tan atractivo que a penas y lograba enfocarme en su rostro.
- Sabías que eso iba a pasar\, será mejor que contestes la llamada. Tranquila\, yo estaré contigo. – Me tomó de la mano y salimos hacia la pequeña sala del departamento para responder a mi abuelo.
Me senté en el sofá, sentía que las manos me sudaban a causa de los nervios, ni siquiera sabía qué le iba a decir a mi abuelo. Pero también me parecía ridículo tener que inventar excusas para poder viajar sola con mis amigos.
- ¡Hola abuelo!
- Me puedes decir dónde estás Alessandra\, desde la tarde te he estado marcando\, he mandado tantos mensajes que a penas y puedo recordar la cantidad. – Gritó mi abuelo furioso al teléfono.
- Abuelo\, yo… - Me interrumpió de nuevo.
- No te atrevas a inventarme otra excusa\, sé perfectamente dónde estás\, estaba tan preocupado que recorrí todo el centro comercial buscándolos\, hasta que llamé al padre de Richard y me contó sobre su viaje. ¿No habíamos quedado en que no irías?
- No abuelo\, yo no acordé nada contigo\, fuiste tú quien lo decidió y no me diste oportunidad de decir más nada. Escucha abuelo\, estoy bien\, ya no soy una niña de quince años a la que tengas que estar cuidando para que no se pierda. Por favor\, déjame disfrutar de este viaje con mis amigos\, prometo regresar el siguiente fin de semana. – Le imploré a mi abuelo.
- No señorita\, tu padre está enterado de esto. No te sorprendas si nos ves en Nueva York mañana mismo. – Advirtió mi abuelo.
- Ahora que escapé está dispuesto a venir por mí. ¡Vaya abuelo! Si hubiese sabido antes que esta era la forma de llamar su atención\, me habría escapado mucho antes. – Me bufé – No estoy haciendo nada malo\, aunque decidan venir\, yo no regresaré a Londres con ustedes y lo que es más\, no quiero ver a ese tipo.
Colgué el teléfono, estaba completamente furiosa por las amenazas de mi abuelo, Alan me abrazó para tratar de calmarme.
- Tranquila Ale\, no tiene caso que pensemos en eso ahora. Vamos a dormir\, ya mañana buscaremos la forma de evitar que nos encuentren.
El domingo por la mañana, nos despertamos muy temprano, queríamos visitar la mayor cantidad de lugares posibles, si todo salía bien, estaríamos una semana en Nueva York. Cepillaba mis dientes en el baño mientras Alan esperaba apoyado en el marco de la puerta.
- ¿Estás bien? – preguntó.
- Enjuagué mi boca y sequé con un pañuelo desechable antes de responder.- Si bueno\, no pude dormir bien después de lo de anoche\, estoy un poco nerviosa\, pero… intentaré calmarme y divertirme.
- Alan sacudió la cabeza – Esa es mi Ale. – Se acercó a mí y me abrazó – Solo quiero verte feliz Ale\, no quiero verte llorar de nuevo\, ni por tu padre ni por nada ni nadie más. Prométeme que lo intentarás – Dijo mientras acariciaba mi espalda.
- Lo prometo. – Respondí mientras continuábamos abrazados.
Sherlyn nos encontró abrazados y sonreía pícara y cínicamente frente a nosotros, Alan alborotó mi cabello y se metió al baño, cerrando la puerta tras él. Mientras yo tenía que soportar sola, a la imprudente Sherlyn. Caminé a un lado de ella, evitando su mirada pues sabía que me sonrojaría fácilmente.
- Aunque lo sigan negando\, no pueden evitar estar lejos el uno del otro. – Dijo Sherlyn tomándome del brazo.
- Basta Sherlyn\, si las cosas entre nosotros están destinadas a suceder\, entonces\, supongo que tarde o temprano buscaremos la forma de estar juntos. – Puse mi brazo sobre sus hombros – Será mejor que nos arreglemos rápido\, los chicos siempre terminan antes que nosotras. – Cambié de tema\, de lo contrario Sherlyn le contaría a Keyra sobre lo que vio en el baño.
Salimos del departamento, todos habíamos optado por movernos en el transporte público o taxi, para evitar molestar a los amigos de Alan, nos era suficiente con que hubieran encontrado un lugar accesible dónde hospedarnos durante la semana que estaríamos en Nueva York.
- ¿Qué dicen si desayunos otros perritos calientes? – Se burló Mason.
- ¡Obvio no! – Nos quejamos las chicas – Richard, nos gustaría comer algo rico y saludable, ¿qué nos recomiendas? – Pregunté.
- Si quieres algo rico y saludable\, mis primos y yo visitamos la última vez que vine The Butcher’s Daughter\, es una cafetería vegetariana. Pero\, estaba pensando en algo que estoy seguro les va a encantar\, Ellen’s Stardust Diner es una cafetería ambientada en los años 50\, donde los camareros bailan y cantan.
- ¿Está muy lejos de aquí? – Preguntó Jayden.
- Muy cerca del Times Square. –Respondió Richard – Ya nenas\, vamos. – Les dijo a los chicos en tono de burla\, eran quienes no parecían muy convencidos.
El Ellen’s Stardust Diner fue todo un espectáculo, sin duda Richard había acertado con el lugar. Los camareros no solo bailaron y cantaron sino que también hicieron una especie de pasarela sobre una banda que cruzaba las mesas del restaurante. Lo siguiente en nuestra lista de lugares por visitar, fue el puente de Brooklyn donde las chicas insistieron para que Alan y yo posáramos para la cámara, Alan se puso delante de mí y me hizo señas para que me subiera en su espalda, la foto salió increíble y me encantó la idea de tener una foto solo con él.
Un día más que terminamos agotados, estábamos seguros de que una semana no sería suficiente para recorrer todos los lugares que queríamos. Por lo que optamos por eliminar algunos nombres de nuestra lista, para ser más realistas. En este punto, llegué a pensar que lo que había dicho mi abuelo al teléfono, no fue más que una sucia treta para hacer que regresara a Londres. Hoy no había tenido noticias de él, ni él ni yo nos habíamos comunicado, ni mandado mensaje y tampoco tenía noticias de Carlo Rossi.
El lunes a las diez de la mañana debíamos estar en el Alvin Ailey American Dance Theater, la escuela de baile moderno que daría una presentación de baile como muestra. Cuando llegamos, fuimos recibidos por el codirectora de la escuela y otro grupo de jóvenes interesados, entre los cuales destacaban tres pequeños de aproximadamente diez años. La escuela aceptaba estudiantes de tres a veinticinco años, había programas increíbles para todos y me parecía fantástico, a excepción de que yo ya contaba con veintidós años; pero no sería un impedimento para mí.
El escenario, con tenues luces daba la bienvenida a seis jóvenes de diferentes razas que coordinados con distintos pasos y acompañados de música, transmitieron un mensaje basado en la poesía abrigo, que habla acerca de la privación física y emocional de las personas sin hogar.
La presentación duró aproximadamente veintidós minutos y para entonces, muchos teníamos los ojos llorosos, fue increíble lo que nos transmitió, las emociones que una serie de movimientos y una buena selección de baile pueden lograr en los espectadores. Los bailarines se acercaron a nosotros con una cálida sonrisa y aun agotados por lo que acababan de hacer, se presentaron y nos hablaron acerca de su experiencia en la escuela.
La codirectora nos entregó algunos folletos con información sobre la escuela y los programas que ofrecían. Sin duda todos estábamos interesados, pero había que organizarnos. Era un cambio completo que debíamos hacer, no solo porque íbamos a pasar de ballet clásico sino porqué también debíamos mudarnos.
- Eso fue increíble\, no sé ustedes pero yo sí lo estoy considerando. – Dijo Keyra.
Después de salir del Alvin Ailey American Dance Theater, compramos algunas cosas para pasar un momento en Central Park. Algunos estaban acostados, apoyados sobre los codos en el pasto, otros estábamos sentados y Alan reposaba su cabeza sobre mis piernas, mientras yo acariciaba su lacio cabello color castaño.
- Sí\, en realidad me encantó. – Dijo Jayden pensativo.
- Bueno\, ya tendremos tiempo para pensar en ello. – Dijo Richard – Aún nos quedan cinco días en Nueva York\, debemos pensar qué otras cosas hacer; porque el miércoles sin duda perderemos tiempo haciendo fila para el concierto.
- Si continuas haciendo eso\, vas a lograr que me duerma. – Murmuro Alan para mí.
- Perdón\, – sonreí burlonamente – Entonces\, ¿dejo de hacerlo? – pregunté alejando mi mano de su cabeza.
- No te atrevas – sonrió – puedes continuar\, solo avísame cuando te sientas incómoda.
Los chicos continuaban hablando sobre cualquier cosa, por lo regular nuestros temas de conversación estaban basados en la música y el baile. Ninguno había caído en cuenta o probablemente no quería aceptar el hecho de que ya estábamos en edad de tomar nuevas responsabilidades. A todos nos apoyaban nuestros padres, solo Mason y Keyra tenían un trabajo de tiempo parcial. Yo trataba de involucrarme en sus temas, pero Alan me distraía constantemente, su rostro lucía tan hermoso cuando tenía los ojos abiertos, pero mientras dormía, lucía tan atractivo y natural.
Acariciar su cabello había causado el efecto que el temía, dormía plácidamente y no quería despertarlo, pero comenzaba a sentir un ligero hormigueo en las piernas. Bajé mi cabeza, dejando caer hacia al frente mi largo cabello. Me acerqué lo más que pude hasta que los mechones de cabello rozaban sobre su rostro causándole cosquillas. Alan intentaba alejar con su mano, lo que estaba interrumpiendo su sueño; hasta que mi risa y el de nuestros amigos, lo despertó. Alan abrió los ojos y los posó sobre mí, estábamos más cerca ahora y comencé a sentir un ligero hormigueo en el estómago.
- Lo siento\, ya se me están entumiendo las piernas. – Dije tímidamente.
- ¡Oh! Lo siento Ale\, te dije que me dormiría. – Se levantó lentamente hasta quedar sentado frente a mí y comenzó a estirar su espalda y a masajear su cuello - ¿Qué sigue chicos? Si continuamos aquí\, temo que me dormiré de nuevo.
Después de quitarnos de Central Park, nos dirigimos a la Quinta Avenida, habíamos viajado con suficiente dinero pero había ciertos lujos que no podíamos darnos, comprar en las grandes tiendas comerciales de ese lugar era quitarnos algunos dólares que podíamos emplear en cualquier otra cosa. Y yo en realidad no necesitaba nada, tenía suficiente ropa en casa.
El lunes pasó lo mismo, ni mi abuelo ni mi padre se comunicaron conmigo, comenzaba a sospechar que algo estaban planeando los dos. Quería dejar de preocuparme, había tomado la decisión de viajar con mis amigos para divertirme y disfrutar por primera vez de un viaje junto a ellos.
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