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(Editando, No Leer)

1 Primera parte

Eran como las 4 de la tarde.

Observé los dedos arrugados de mis manos por cinco segundos. Los había introducido varias veces al agua para lavar los trastes sucios. A pesar de que ya llevaba dos años conformando la servidumbre, sentía que no estaba acostumbrada a tales tareas, sin embargo, eso no tenía sentido alguno.

—Oye, —escuché decir a alguien a mis espaldas. Cuando giré la mirada, era Gertrudis, una mujer que rondaba los 50, superior entre las jóvenes sirvientas como yo. Era la dama principal de la princesa.

—Necesito que hagas algo por mí, sígueme.

Sobre una mesa reposaba una bandeja de platillos y postres exquisitos. Se me hizo agua la boca solo de pensar que alguno era para mí. No sabía de qué estaban hechos, solo distinguía los olores de los distintos —según mi bajo conocimiento — tipos de dulces y de fritos aún calientes, listos para ser devorados.

—Son para nuestra princesa Charlotte, quiere que se lo lleven a su habitación. Se encuentra indispuesta y permanece allí desde la noche de ayer, no ha comido nada desde la mañana. Ten, llévalos con sumo cuidado.

Sostuve la bandeja entre mis brazos, miré a Gertrudis con duda en los ojos.

—¿Por qué tengo que hacerlo yo?

Ella me miró con expresión incrédula, frunció el ceño levemente y respondió:

—No lo sé. Tal vez porque aparte de Mildrette que no se encuentra disponible ahora, y Eva que está enferma, tú eres la sirvienta personal de la princesa que puede llevar este encargo.

—¿Soy la sirvienta de la princesa? —pregunté confundida.

—No puedo creer que lo olvidarás.

—No lo olvidé. —«Eso creo»—.

—Como sea, puedes irte.

Suspiré, y salí de la cocina con la bandeja bajo mi responsabilidad.

“Eso es, camina, camina por los pasillos de este palacio. Sube los escalones, procura no resbalar, mira bien por dónde pisas. Como des un paso en falso, tirarás al suelo éstas delicias. No mires tus pies, ni la bandeja, mira el camino. Sí, a la izquierda, ve por los pasillos con mucha discreción, no hagas ruido o recibirás una severa llamada de atención. No logras ver ni escuchar a nadie, pareciera que se toman el día libre, pero es ilógico pensarlo así, la servidumbre nunca tiene un día libre. Tampoco logras ver ningún guardia custodiando, es bueno y es raro para ti, al menos no van a acosarte con sus miradas. Contempla los lienzos y los adornos del palacio, demasiado lujosos, demasiado hermosos. De por sí, lo lujoso es hermoso, como el dinero, como el poder, y el amor prohibido. Sigue la ruta hasta llegar a la suite de la princesa. Sin embargo, ¿dónde está la suite de la princesa? ¿Habías hecho todo este recorrido con un destino en mente, pero no sabías cómo llegar a él?”

No podía dar marcha atrás, seguí caminando sin rumbo. Quizás encontraría alguna persona que me dijera dónde estaba la princesa, pero todo era silencioso y fantasmal.

Me quedé parada frente a una enorme puerta, lo pensé muy bien unos minutos antes de llamar.

Tardó como cinco minutos en asomarse, yo tenía las manos ocupadas. Ella era una hermosa joven rubia y de ojos rojos, con la expresión neutral y calmada de alguien que acaba de levantarse de la cama. Me miró primero por el rabillo, y al percatarse de la bandeja que traía, se alejó para abrirme una de las puertas.

—Pasa.

Ingresé al interior sintiéndome perdida, ¿qué debería hacer después? Solo tenía que dejar la bandeja y retirarme ¿verdad?

La princesa tomó un bocadillo al azar y se lo llevó a la boca.

—¿Cómo te llamas?

Abrí los ojos y la miré de frente sorprendida por dirigirse hacia mí.

—¿U-usted no lo sabe?

Se situó en la alfombra del medio en posición India. Como no llevaba vestido, se le hacía más cómodo hacerlo así.

—Lo sé, pero ahora no lo recuerdo, por eso te pregunto.

Me quedé meditando de pie durante unos segundos en los que la princesa me miraba a los ojos esperando respuesta.

Desvié la mirada con timidez.

Sus ojos eran tan terribles y acechantes. Nadie podría soportar mirarlos por mucho tiempo.

Desvié la mirada con timidez…

No deseaba mantener contacto visual más segundos de los que me eran posibles. No recuerdo dónde había oído que aquellos que desviaban la mirada y no mantenían contacto visual con sus interlocutores, su autoestima era de las más bajas.

—Soy… —entrelacé mis manos detrás de mi espalda—. Charlotte de Duvier.

La princesa abrió los ojos.

...****Nota: Este pequeño relato es invención mía**** estoy en camino de corregir algunos aspectos, pero tomará tiempo....

2

—¿Quién? 

—Charlotte Duvier. 

—¡Ja! Charlotte, lo había olvidado por completo. Era como si pensara que nadie más se llamara Charlotte. Qué tonta. —Se sirvió un vaso de agua y lo bebió con elegancia. Se relamió los labios y dijo—: Dime, ¿sabes cómo me llamo? 

—¿Charlotte? —La miré con timidez. 

—¿Y mi apellido? 

—No lo sé. 

—¿Lo has olvidado? Garuh, Charlotte Garuh. Perteneciente a la familia Garuh, heredera al trono, pero no muy pronto, pues mi madre es muy joven todavía. Por si deseas. Saberlo. 

«Charlotte Garuh» Mascullé en voz muy baja para mí. Se sentía la elegancia tan solo con decirlo en ese tono: 

Charlotte Garuh. 

Ga-ruh.

—Sí, le agradezco por recordármelo. Me retiro… —dije de manera que sentí que mis palabras eran ridículas, palabras de las que en alguna ocasión me habría reído. Me sentía… ¿Avergonzada? 

¿Por qué? 

—¿Te vas tan pronto? ¡Quédate! Charlemos un poco. Ayúdame a mejorar mis ánimos.

Y dada mi posición.

—Lo que usted ordene… 

—¿Ordenar? ¿Cómo así?

La miré fugazmente y desvié la vista agachando la cabeza tímidamente tan pronto como nuestras miradas se cruzaron. 

—¿De verdad? —Sentí la mirada de la princesa sobre mis hombros, arqueando una ceja y cruzando los brazos. —¿Cuántas veces más lo tengo que repetir? 

Mi silencio se prolongó por un momento. 

—¿Por qué no me miras de frente ah? Responde, y sé sincera, sabes que amo la sinceridad, ¿o lo has olvidado?

Dudé. 

—Su presencia es intimidante.

Y por alguna razón supe que no estaba intimidada… solo nerviosa. ¿Estaba nerviosa de verdad? O estaba confundida. Me hacía falta un contexto al que aferrarme, algún recuerdo. Pero no era una confusión como tal, sí tenía recuerdos, recuerdos dudosos. Sabía mi nombre, el… el nombre de mis padres… 

Recordaba mis antecedentes y mi posición actual, pero nada de eso despertaba sentimientos en mí. Es como si estuviera medio viva, o como si esta vida no me perteneciera.

"¿Qué haces aquí?" 

—Oh, ya veo. Suele pasar. No te preocupes. No tienes por qué sentirte así, cuántas veces más tengo que repetir que no soy como mi hermana Camille. Mejor es no mencionar a esa tonta inservible, en verdad, ¿en qué época se cree ella que estamos? 

—Lo entiendo su majestad. 

—Es bueno saber que lo entiendas. Ahora ven aquí —soltó una sonrisa afable del cual no me fiaba— siéntate a mi lado, charlemos un poco sobre nuestras vidas.

No respondí nada. Me limité a obedecer sus mandatos y me senté a la misma altura que ella. 

—Bien, Charlotte, dudo que quieras plantear un tema de conversación, así que empezaré yo. Charlotte ¿qué es de tu familia? 

—Bien, están… Bien. 

—¿Bien? No te oigo segura de ello. Sé sincera conmigo, ten confianza. 

—Está bien, su majestad la verdad es que… no sé qué hago aquí… 

"Es como si me acabará de levantar y no recuerdo nada de mi vida pasada, es decir… sí, soy consciente de quién soy y de que las personas que he visto hoy son parte de mi día a día, recuerdo mi supuesto pasado, pero no me siento yo. No soy yo.? Es esto a lo que llaman reencarnar?"

—Creo que he perdido la memoria de un momento a otro, me siento muy confundida y nerviosa con todo.

—¿Huh? ¿Has perdido la memoria? 

—Eso creo, no lo sé… 

—Eso suena bien interesante. 

—Sé que puede sonar ridículo con mi comportamiento anterior y por el hecho de recordar ciertas cosas…

—¿Ridículo? Suena bastante ridículo, es como una excusa para tomarte en consideración. Pero… Ver esa convicción en tu mirada me hace dudar, me hace creerte inevitablemente.

Se levantó dejando la bandeja a medio comer. 

—Ven conmigo, te enseñaré todos los rincones del palacio. 

—¿Por qué haría eso? 

—¿No es evidente? Voy a ayudarte a recuperar la memoria. De las tres de mis sirvientas personales, eres tú la que menos atención le he prestado estos años. Pero ahora, es la oportunidad perfecta de cultivar lazos. 

¿De qué está hablando su majestad? 

—Vamos, sígueme —. Insistió la princesa—. Siento que muchas cosas entretenidas van a suceder ante mis ojos. Deseo descubrir aquello que me hace sentir inquieta justo ahora. 

3•

...•Tres•...

•—Ingrid Ducreux—•

...…....

Si pudiese retroceder el tiempo, me habría suicidado antes que nada, o, habría evitado que Eloísa arruinara todo lo que tenía planeado para ser libre completamente. 

...~•~...

Sentí un bicho por la espalda. Al entrar en mi alcoba el escozor empeoró, cesó, y volvió a empezar. Era cuestión de darme una ducha. Hoy venía de visita mi prometido, hoy iba a pedir mi mano en matrimonio. El solo hecho de imaginarlo tomando mi mano, me daban náuseas. Ya de por sí, imaginarme su cara era lo peor.

Medité sentada en mi escritorio, ¿alguna salida?, no, no era posible. Este casamiento era necesario. Y nada lo iba a impedir.

Interrumpieron mi ensimismamiento, cuando tocaron la puerta. El trío de mis sirvientas entró, liderado por Gestrudis, mi dama de compañía. Cada una de las sirvientas sostenía una bandeja de plata repleta de postres deliciosos, de fresa, chocolate, vainilla y manjares adicionales.

Observé a cada una de ellas: la menor de todas ellas, Dupain, era naturalmente las más bonita de las tres; la mayor de todas ellas, Clark, a la que había guardado más confianza al ser la más experimentada por estar más tiempo a mi servicio; y la del medio, Duvier, a la que conocí apenas momentos antes.

 Comí de forma gustosa y a solas.

...«Huye»...

Un susurro en mi mente me hizo pausar la merienda. Continué comiendo.

...«Huye»...

—No puedo —dije en voz baja.

...«¡Huye!»...

—Como si fuera demasiado fácil irse de una vida tan cómoda como ésta. No tengo oportunidad de sobrevivir. Huir es de tontos.

...«¡HUYE!»...

Abrí los ojos como platos. Empecé a sentir un fuerte dolor en la cabeza. Luego empezó a escocer, y sin dudarlo destruí mi peinado de rizos rubios. Sin dudarlo dos veces, ordené un baño de flores.

—Déjenme sola. Que nadie entre mientras me aseo. Cualquiera que ingrese sin mi permiso, será castigado. —Dije. Las palabras parecieron salir por sí solas. Yo no tenía ningún problema en que mis damas me acompañasen.

Pero allí mismo, en plena soledad, el malestar empeoró. Sentí que algo subía por mi espalda desnuda, rosé el tacto por ese lugar. Nada. De un momento a otro un terrible dolor de cabeza, más intenso que el anterior, invadió mi sistema. Sentí que algo se revolvía entre mis sesos, ¿un insecto?. 

Mi cuerpo se revolvió en la bañera. Nadie que pudiese ayudarme se encontraba al lado mío; entré en desesperación. Quería gritar, pero solo salían quejidos de mi garganta. Empecé a hundirme, a tragar agua, a ahogarme. Sentí algo meloso resbalando por mis mejillas, era sangre. Algo entumecedor me hizo ensordecer. Lágrimas brotaron de mí. Como si se tratara de algo cómico, una bolita negra con cuernos cayó flotando a la bañera. Un escarabajo. 

Hice ademán de ir a matarlo...

«No. Si me matas, te condenas a tí misma».

Era comúnmente normal, que una princesa pudiera hablar con los animales, pudiera llevarse bien con los pajarillos y las demás especies; cantar melodiosamente; ser objeto de hechizos; tener dones ocultos… 

—¿Qué?, cómo… por qué saliste de… de mí. —a mi alrededor todo parecía dar vueltas.

«Soy un bicho maldito, me comió a su propia dueña»

Miré a ambos lados. Me toqué la oreja. ¿Cómo? ¿Un escarabajo salió de mis oídos? 

¡Agh!

«Yo... me alimento de humanidad; Seth sacía su satisfacción con caos; y  Tana quería usarme para ganar más años de vida, para ser joven eternamente y Ganarse el favor de Seth».

—No entiendo nada. Qué es lo que quieres.

«Quiero ayudarte, solo escúchame».

Tomé al pequeño animal entre mis palmas y escuché.

...~•~...

Adom, el escarabajo de Tana.

Para un simple insecto, su vida se resume en: nacer, crecer, sobrevivir, reproducirse, morir.

Tana.

Tana tenía un don desde que nació. Usar el aura del mundo que la rodeaba. Al principio pensó que cualquiera era capaz de ello, de alterar ciertas situaciones, de visualizar el futuro. Conforme fue creciendo, esta idea cambió, porque nadie más aparte de ella, tenía una enorme "X" en el pecho, a comparación de los demás, que no podían ver éstas marcas.

Con el pasar de los años, Tana dejó de lado sus obligaciones para dedicarse a fortalecer sus dones. Consiguió hacer posible lo imposible, pero, no solo ella notó este progreso; su entorno empezó a darse cuenta de ello. Se esparció el temor de lo que pudiera causar.

La práctica de hechizos que conformaban su día a día, requerían de una concentración mutua, a tal punto de obligarla a no dormir. Su poder creció bajo el costo de tener una vida demasiado corta. 

Cuando llegó la sequía, el desorden y la muerte. Culparon a Tana de haberlo causado. Sabían que ella podía hacer algo y solucionar el problema. Porque era una bruja. Tana no tenía otra salida, y usó una cantidad incalculable de energía que acabó con su juventud. 

A los 27 años, Tana tenía el aspecto de una anciana pronta a cumplir los 117 años. El chico del que estaba enamorada le dió la espalda con cara de espanto.

Más tarde, cada habitante recurría a ella para pedir favores: acelerar las cosechas, sanar a un enfermo, vengar la muerte de alguien. Lo que colmó la paciencia de Tana al punto de huir.

A los habitantes no les gustó esta resolución, y acusaron a Tana de todas las muertes por enfermedades y pestes que se avecinaban. En tanto a Tana, no le quedaba mucho tiempo de vida; redujo todas las fuerzas que le quedaban a la de un escarabajo macho, quien consumiría la energía humana y devolviera la juventud de Tana. Esto no era tan simple, porque se requería de un sinnúmero de vidas humanas. Pero Tana no iba a tener piedad ésta vez. Le hizo una ofrenda a Seth, para ayudarla con su objetivo, aceptando éste la propuesta.

Una vez que Tana regresara a la vida, era cuestión de un solo pisotón para matar al insecto. El escarabajo desarrolló conciencia propia. Seth, tuvo compasión del insecto, rompiendo su favor con Tana y desapareciendo su ser de la faz del mundo.

Seth, le puso de nombre al escarabajo, Amón. Para rendirle sacrificios cada vez que acabara con una vida humana. Amón, aduló a Seth para permitirle generar caos y desastres; de modo que muchas vidas humanas se perdieran a modo de sacrificio y solo quedarse con una vida humana en cada desastre.

Amón adquirió la habilidad de transmitir egoísmo en las personas. Expandir ésta enfermedad psicológica de humano en humano. Porque el egoísmo genera caos, destrucción y muerte.

Amón sentía cansancio, no era suficiente para saciar de satisfacción a Seth. Solo era uno en todo el mundo… y requería mucho esfuerzo.

Al principio, entró en la conciencia de la princesa hermana de Ingrid, Camile. Pero con ella, apenas impulsó que el caos inicie…

...~•~...

—Debería matarte y el caos termina.

«Si me matas, de igual manera el caos ya ha iniciado su ruta. Debes casarte con el príncipe Hans y todo se arreglará, porque yo habré desaparecido. Pero las deidades de la lujuria, la enfermedad, el odio... y las otras maldades seguirán dominando el mundo. No tardará en venir alguien más que domine el egoísmo. El caos en tu vida continúa».

—Qué tienes planeado…

«No tengo nada planeado. Solo tengo un instinto que me indica lo que sigue después de cumplir la indicación anterior. Mi instinto me dijo que necesitaba de tí, de tu cooperación».

—Sabes que no quiero casarme con ese monstruo.

«Lo sé. En tu vida has tenido amoríos secretos con caballeros nobles, entiendo que odies que te comprometan».

—Te odio, porque eres la causa de mis problemas.

«¿Crees que me importa lo que te pase? ¿Crees que si no tengo piedad con un grupo de niños hambrientos, la tendré contigo?»

—Que te brinde mi ayuda, implica la destrucción total del la nación...

«Sí, y qué. No debería importarte lo que suceda después. A ellos no les importa lo que sufras a manos del príncipe Hans d'Arpagen» 

Exalé todo el aire que sin querer había contraído en mis pulmones.

—Qué hago.

«Necesito un humano diferente a quien habitar, y del qué alimentarme, lo más pronto posible».

—No será un problema. Tengo tres sirvientas, la mayor de todas no, es demasiado útil, así que… puedo darte a Mildrette o Eloísa. —esbocé una leve sonrisa, hundí mis hombros en la bañera carmesí, y acerqué la mirada al insecto—, te daré a Mildrette, puedes comerte todo de ella, sus entrañas, su cerebro. Hazla sufrir por pasarse de lista conmigo.

«Sí, sé el porqué de tu resentimiento hacia ella».

Salí desnuda de la bañera, decidida a empezar mi liberación. 

Luego del encuentro desagradable con el príncipe Hans, al que tenía que mostrarle una sonrisa de oreja a oreja, mandé llamar a Mildrette, con la excusa de que mi habitación necesitaba arreglos. Pero mi madre la estaba ocupando y mandaron a Eloísa en su lugar. Quién diría que ésta me impacientaría. Mi enojo instintivo controlado por el escarabajo, me impulsó a cambiar de víctima. 

Porque Amón acrecentó mi egoísmo y no lo había notado. Controló mis movimientos, y lo peor de todo es que pude haberlo contrarrestado con simple resignación.

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