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La Promesa Del Rey

Cap. 1 La promesa

Dos pequeños niños fueron abandonados por sus padres, al recogerlos crecieron juntos en un orfanato, jugaban, reían, compartían su comida y se defendían de otros que se querían sobrepasar con ellos, se volvieron tan cercanos convirtiéndose en mejores amigos aún más se convirtieron en hermanos, hermanos con distinta sangre; para que su amistad fuese duradera se prometieron que pase lo que pase, ellos siempre estarían juntos y si alguno de los dos llegase a morir, su hijo o hija tendría que reemplazarlo casándose con el hijo o hija del otro, de esta manera seguirían pensando que ambos existen y nunca se olvidarían.

A los 15 años se separaron y el un niño llamado (Henry) fue adoptado por una pareja de reyes, quienes no podían tener hijos, por lo mismo nadie podía enterarse de que el no era un hijo verdadero, el niño se convirtió en el Rey mas poderoso de la nación; el otro niño nunca fue adoptado debido a su edad, se volvió muy querido en el orfanato ya que ayudaba mucho a sus cuidadoras con los niños pequeños por lo mismo lo llamaron Eduardo, al cumplir la mayoría de edad tuvo que salir del orfanato y trabajó muy fuerte para sobrevivir.

Cada uno se casó y formó su familia; el Rey Henry tuvo dos hermosos hijos, una hermosa princesa llamada Kiara quien era muy dulce, tierna y delicada, y un príncipe (Felipe) quien desde la muerte de su madre, se convierte en una persona frívola, mala, y que lo único que le interesaba era malgastar el dinero con sus amigos, se escapaba a fiestas, a tomar, a malgastar su dinero, etc, obviamente a escondidas del rey. Por el contrario el Sr. Eduardo tuvo una hija a la que la llamó Cayleen desde el significado de su nombre se convertía en pura, amorosa, obediente, generosa, la hija perfecta que siempre obedecía a sus padres.

Una noche lluviosa y temerosa por los relámpagos que resonaban y gritaban en el oscuro cielo, eran las 8 pm para ser exactos y el Rey Henry, recibe un mensaje de su más leal servidor Carlos, contándole sobre la muerte de su amigo Eduardo, pues a pesar de convertirse en el rey más poderoso de la región no se había olvidado de su amigo, lo había buscado por mucho tiempo hasta encontrarlo y una vez que lo hizo le había propuesto muchas cosas las cuales Eduardo nunca aceptó por rencor, miedo, vergüenza y un poco de envidia, claro que no de la mala pues siempre se alegró de la suerte de su hermano pequeño, pero aun así Eduardo pensaba que su amigo al ser un rey lo iba a dejar en el olvido o lo iba apartar por el dinero, la fama y el poder que tenía.

El Rey se sentó en su gran tono, con su rostro pálido, y su corazón dolido que lloraba y resonaba como aquella noche, a simple vista su físico deslumbraba tristeza pues no esperaba a que llegara ese día, o tal vez lo esperaba, pero no quería que algún día pasara.

—Su majestad, se encuentra bien? —preguntó el mayordomo Carlos al verlo así.

—No te preocupes Carlos, ve a buscar a mi hijo.-ordenó el rey.

—Por cierto... su majestad, esto le envió el doctor —dijo  Carlos inclinándose para retirarse.

El Rey se sentía devastado, entonces abrió el sobre que le había enviado el doctor y leyó la nota- "Su majestad, discúlpeme por decirle esto por este papel, pero no pude hacer presencia ante usted, en cuanto pueda me haré presente, quería mencionarle que si sigue el tratamiento correcto le quedan 3 meses de vida, su corazón está muy afectado".

—Aún te seguiré amigo mío —entre suspiros mencionó el rey hacia la nada.

Ante tales noticias el Rey pensaba y pensaba en el que pasaría con su reino si él muere, Kiara aún tenía 19 años, aún le faltaba mucho para poder ser reina y Felipe no podría adquirir el trono por su inmadurez, no estaba preparado para tanto cargo a sus 24 años, decepcionado con mucho dolor en su corazón, pensaba y pensaba, aquella noche parecía que iba a durar para siempre, de tanto pensar y sufrír entonces recordó de la promesa que hizo con su mejor amigo cuando aún eran niños, que si alguno moría sus hijos se casarían. Y entonces tomó una decisión que para él era correcta; suponía que si casaba a su hija Kiara con el hijo de su amigo él reinaría o también si casaba a su hijo Felipe con la hija de su amigo él cambiaría, se volvería más responsable y aceptaría el trono y dejaría la vida que llevaba ahora. Con todo esto tendría un nuevo sucesor en el trono y ayudaría a la familia de su amigo.

—Papá! dijo Felipe. —llegando al palacio.

—Felipe!! Cuántas veces te he dicho que no te escapes a esos lugares.

—Papá! No me escapo por que tu tienes a tus hombres vigilándome todo el tiempo y sabes muy bien en dónde estoy. -mencionó entre risas.

—No te hagas el gracioso conmigo y escúchame !!Tienes que tomar el reinado!!

—Jaja, papá, que estás diciendo, tu aún tienes una larga vida por vivir en este reino, hasta mientras yo seguiré disfrutando mi vida.

—Tienes 24 años es hora de que madures!, yo ya estoy muy viejo y tengo que retirarme, ya no puedo hacerme responsable de esto, tienes que encargarte de tu pueblo, de esta nación!.

—Déjale el reino a Kiara, también puede haber una reina, no?.

—Ella aún no tiene la edad para ser reina y lastimosamente tu eres mi sucesor!.

—Papá, yo siempre te he dicho que no quiero el reino, así que no lo voy a aceptar y si tanta lástima tienes, aunque sea déjale el cargo a Carlos y yo me encargaré de la administración del dinero.

—Te parece un juego todo esto? —gritó el rey.

—Claro que no papá! Pero no acepto tu decisión.

—Pues entonces no me dejas otra opción, tendré que cumplir mi promesa.

—Promesa? De que tontería estas hablando papá.

—Tontería?, esas palabras no son adecuadas para un Rey, y trátame con más respeto.

—Okey, su majestad —inclinando su cabeza en son de burla —de que promesa habla?.

—Ya lo sabrás, ve arreglar tu maleta que vamos a viajar y ordena que se le avise a Kiara también.

A pesar de no entender nada, obedecieron a su padre y empezaron su largo largo viaje.

Cap. 2 El último deseo.

Eran las 12 pm, y de pronto unos golpes resonaron en la puerta de la casa del sr. Eduardo, al abrirse la puerta sale una joven muy guapa que alejaba toda la tristeza de esa noche, llenándola de un brillo resplandeciente.

—Que desea? Pregunta con una voz temblorosa y los ojos hinchados del llanto.

—Soy el Rey Henry, vine en cuanto me enteré de lo sucedido.

—Muy sorprendida responde, —el Rey?

El Rey recordó que su amigo le había dicho que nunca le diría a su familia sobre su amistad, no quería que ellos supieran que lleva una amistad con el Rey, pero nunca dijo sus razones aunque claramente las habíamos comentado antes.

—Sé que ahora estás muy devastada, pero es necesario que te diga ahora ya que no tengo mucho tiempo.

—Quien soy yo para que su majestad me visite a estas horas de la madrugada y con algo que decirme.

—Ahora te diré quien eres mi pequeña —sonrió el rey.

—Estoy a sus órdenes su majestad. —la muchacha dejó pasar al rey con una pequeña inclinación.

El Rey pasó sin dejarla terminar y observó cada rincón de aquella casa, era muy bonita, aunque pequeña y pobre para el castillo del Rey, aún así era muy acogedora, en ese instante sintió culpa por haber dejado tan desamparado a su amigo y no ayudarlo, aunque de todas maneras Eduardo no habría dejado que lo ayudase.

—Su majestad desea tomar algo? —preguntó resoplando de tristeza.

—No querida gracias —mencionó el rey al verla que apenas sobrevivía por el dolor — tu madre en dónde está? —preguntó.

—Ella tomó tranquilizantes entonces dormirá hasta mañana, pero qué es lo que desea su majestad a esta hora?.

El Rey empezó comentándole... —querida, tu padre y yo fuimos amigos desde pequeños, nosé la razón por la que no te dijo nada pero es momento de que te cuente.

—Mm entonces vino por la muerte de mi padre? —palabras agonizantes salieron de su boca en especial cuando salió la palabra padre.

El rey asintió y preguntó —cual fue la causa?—refiriéndose a la razón de la muerte de su amigo.

—Cáncer pulmonar, ya llevaba 2 años luchando contra esa enfermedad —las lágrimas volvieron a correr por sus suaves mejillas.

—Lo siento mucho cariño, si hubiera sabido algo de esto..., podría haberlo ayudado.

—No su majestad , no se preocupe, aunque fuera amigo de mi padre el no hubiese aceptado su ayuda.

—Siempre fue muy testarudo no? —sonrió el rey al igual que la muchacha. —Como te llamas querida?

.

—Cayleen... —mencionó cortante.

El rey al escuchar tan magnífico nombre sabía que ella sería la mujer ideal para su hijo, estaba tan convencido que no importaba si fuese la hija de su amigo o no, pero sabía que era ella digna de manejar el reino junto con su hijo.

—Cuántos años tienes?

—21 su majestad..

—Tienes más hermanos?

—No su majestad, soy la única hija.

—Y Eduardo y tu madre a qué se dedicaban? y estás estudiando?.—comenzó con el interrogatorio.

—Teníamos un restaurante su majestad, y yo estaba siguiendo pediatría pero desde que mi padre enfermó solo me he dedicado a ayudar a mi madre y a cuidar de mi padre.

—Y el restaurante?

—Desde que mi padre enfermó, las cuentas empezaron a bajar y mi madre se ha ido endeudando, ahora con el seguro de mi padre pudimos cancelar pero no fue suficiente, nos embargaron el restaurante y en unos días nos quitarán la casa —contó entre lágrimas.

—Mira Cayleen, si quieres ayudar a tu madre tienes que aceptar mi propuesta.

—Propuesta?.—preguntó sorprendida.

—Tu padre y yo hicimos una promesa cuando éramos unos niños, nunca pensé que me acordaría de ello y peor aún que la cumpliría pero ahora que Eduardo no está tengo que cumplirla, no puedo dejarte desamparada a ti y a tu madre... —Cayleen solo escuchaba la fluidez de las palabras del rey, hasta que llegó a escuchar algo que congelaría todos los sentimientos que en ese momento habitaban en su cuerpo.

—!Tienes que casarte con mi hijo, el príncipe!.

Inmediatamente Cayleen intentó negarse, nunca había tenido una pareja y mucho menos quería una, además eso sería venderse, pensaban sus revoloteadas neuronas.

—Escucha Cayleen, se que tu padre no te contó de esta promesa, pero tienes que cumplirla, de esta manera tu madre nunca volverá a trabajar a esforzarse tanto y también salvarás su restaurante y esta casa, no pasará hambre ni sufrirá por nada, tu podrás estudiar y ser el orgullo de tu padre, y yo... —el rey suspiró .

—Que ganaría usted su majestad?

—Cambiaría a mi hijo...

—No acepto su majestad, la promesa que mi padre hizo con usted fue en el pasado puede dejarla en el olvido, mi padre lo entenderá y descansará en paz. — inclinando su cabeza por la vergüenza de rechazar al Rey.

—No permitiré que la rechaces, yo ni siquiera pude despedirme de tu padre Cayleen, si no lo aceptas de esta manera entonces será una orden del rey, no te atreverás a desobedecerme o si ?.

—Su majestad, no rechazo una orden del Rey, pero no quiero dinero, no me importa si tenemos que esforzarnos por conseguir comida, pero no estaré para siempre al lado de un hombre al que no conozco y mucho menos si se trata de un príncipe. —mencionaba entre súplicas colocando sus rodillas ante los pies del rey.

—Cayleen, te ofrezco dinero, pero a cambio tu te esforzarás por cambiar a mi hijo, es como un trabajo, sé que no es fácil pero quiero que me ayudes a cumplir la promesa de tu padre.

—Su majestad entiéndame no puedo hacerlo, se lo suplico no me ordene esto por favor puedo trabajar en su palacio, puede ayudarme con eso, se limpiar se cocinar puedo ayudar en eso, su majestad.

—Y quien me ayudará a mi Cayleen? Tu necesitas de lo que te ofrezco y yo te necesito a ti, sé que tú eres igual a tu padre y serás la única que puede ayudarme.

—Como sabe si ni siquiera me conoce?

—Mi instinto nunca se equivoca Cayleen, tus tiernos ojos me lo dicen.

En ese instante salió la Sr. Sofía, la madre de Cayleen.

—Cayleen querida, no quería que esto pasara, pero tu padre, me dejo esto si alguna vez llegara el momento, — mientras decía eso hizo una reverenda venia para saludar al rey, y prosiguió a darle una carta a Cayleen, la cual abrió enseguida.

..." Cayleen mi dulce niña, espero que este momento no llegue y perdóname por hacer esto sin tu consentimiento, pero espero que cumplas con mi voluntad, cuando era niño te comprometí con el hijo de mi amigo el Rey, si el te llega a buscar, acepta su oferta como mi último deseo " te ama tu padre....

Corrieron unas cuántas lágrimas por las mejillas de Cayleen, pues como era el último deseo de su padre, tenía que cumplirlo, ésta carta no la había convencido por completo, las únicas respuestas que daba eran las gotas que salían de sus ojos.

—Cayleen, me estoy muriendo... —mencionó el rey con forma de convencimiento —no me queda mucho tiempo de vida y mi hijo no es el príncipe perfecto que he querido, ni siquiera desea aceptar el trono, por esta razón te pido cumplir la promesa, por esta razón es que te necesito, no tengo más hijos que puedan heredar, mi dulce Kiara aún no tiene la mayoria de edad.

—Su majestad, pero... su hijo está de acuerdo?

—No se lo he comentado todavía, y no estará de acuerdo pero tendrá que obedecer las órdenes del rey.

—Pero su enfermedad...

—Respecto a eso no sabe nada, no se lo he dicho por que no quiero que él acepte la promesa por obligación por que simplemente voy a morir, quiero que el acepte por que él quiere y por que madure y se que tú una dulce niña lo puede cambiar.

—Su majestad, usted no me conoce...

—Créeme pequeña, ya te lo dije con solo verte sé que eres como Eduardo. —por eso te pido que aceptes por favor...

—Está bien su majestad acepto, pero no por el dinero, solo por que fue el último deseo de mi padre y por que usted está enfermo. — dijo Cayleen entre lágrimas.

—Dulce Cayleen te lo agradezco mucho y sé que mi Dios te recompensará por esto, también te pido perdón por someterte a tal cosa, pero sé que es lo correcto, ahora me iré y vendré a verte con mi hijo a las 10 de esta mañana.

—Hoy mismo su majestad?

—Se que es difícil para ti, pero no me queda más tiempo.

Cap. 3 La orden del Rey

La oscura y triste noche empezó a brillar con un resplandeciente cielo azul, El Rey Henry salió del hotel con un grupo de escoltas y 3 carros que lo acompañaban, en los cuales iba Felipe y la princesa Kiara.

—A dónde va mi padre? —preguntó Felipe a Kiara quien se encontraba con sus ojos dilatados de la emoción, pues no había salido del castillo en mucho tiempo, además de que el lugar era muy bonito.

—Su alteza, el Rey no ha mencionado nada. —dijo cortante la princesa.

—Porqué lo llamas así, acaso no es tu padre?

—Simplemente le guardo respeto, usted como mi hermano mayor y príncipe heredero debería hacer lo mismo. —Kiara sin duda era una verdadera princesa, seguía adecuadamente las reglas del palacio, obedecía cada pequeña orden del Rey y se dirigía a su familia con todo el respeto que le habían enseñado, sin duda podría gobernar sin ningún problema, era todo lo contrario a el príncipe.

—Hayy pero quién te educó niña. —respondió de manera burlona

Entre la conversación de hermanos amados  los carros se detuvieron ante un pequeño y pobre hogar, los dos observaron desde la ventana a una joven humilde que el rey saludó amorosamente al bajarse del auto. De pronto se observaron las maletas de la joven, el rey ordenó que las subieran a su auto y aquella humilde muchacha también subió en el auto del rey.

—Quién es ella? ahora que estará planeando mi padre —se preguntaba un poco admirado y fastidiado.

Bajaron de los autos y se dirigieron hacia Cayleen, inmediatamente Felipe quedó hipnotizado por los hermosos ojos color miel de Cayleen, y su dulce rostro.

Al presentarse el Rey ordenó que continuarán con lo planeado.

Llegaron al palacio, el rey ordenó el descanso de todos por el viaje y citó una hora para decirles algo muy importante.  Felipe se dirigió a su habitación pensando en aquella hermosa joven y en ese momento llegó la princesa Astrid, una amiga muy cercana a Felipe, era con quien desde niños habían compartido de todo, Felipe la adoraba hasta mas que su propia hermana.

—Felipe!! —dijo entusiasmada mientras corría abrazarlo.

—Astrid la pequeña y mas hermosa alteza de todas, que hace aquí mi dulce alteza? —correspondió al abrazo para luego besar la mano de aquella dama.

—Su alteza vine a visitar al príncipe, como se encuentra su majestad?.

—Astrid, no se siento que mi padre está tramando algo no ha dicho nada, pero lo presiento.

—A que se refiere príncipe? —preguntaba dudosa mientras caminaban hacia el jardín.

—Mira primero me habló de tomar el reino, algo que por supuesto no lo voy hacer, y luego me dijo algo de una promesa y por último viajamos al hogar de esa joven, —al decirlo recordó sus hermosos ojos.

—Que jóven? —preguntó Astrid curiosa.

Entonces Felipe prosiguió —mi padre la trajo y ordenó que se le diera una habitación.

—Una joven? —volvió a preguntar dándose cuenta de que su pregunta anterior había sido ignorada.

—Si Astrid, nose que está pensando el rey.

—No se preocupe alteza, todo saldrá bien. —intentó darle ánimos.

—Oh talves... es una amenaza de mi padre, no quiere que vaya a esos lugares en los que me divierto.

—Sigue yendo ahí? Sabe que ahí solo hay mujeres indecentes, hay peligros y mas aún para usted que es un príncipe.

—Indecentes dices? Jaja, ahí hay mejores mujeres que en este castillo, yo no quiero a una de estas princesitas mimadas, lo sabes muy bien.

Astrid se sintió mal por la respuesta de él así que solo se quedó callada, mientras tanto el príncipe seguía parloteando.

Todos ya estaban reunidos esperando al Rey en la sala del palacio, Felipe, Astrid, Kiara los sirvientes alrededor, de pronto el mayordomo Carlos menciona — El Rey está aquí!. Se abren las puertas del gran castillo y entra el Rey, y detrás la joven que él había llevado.

Todos se inclinaron saludando al rey y enseguida la curiosidad dijo a gritos.

—Papá! no vas a presentarnos a la joven? —lo dice en son de burla pero al verla queda nuevamente hipnotizado por la belleza, por sus claros ojos, su piel cálida, su aura tierna e inocente.

—Están todos aquí presentes por que quiero presentarles a Cayleen, de ahora en adelante ella vivirá con nosotros y se la respetará como si fuera el mismo Rey.

—Claro quien no quiere vivir en el castillo del Rey —vuelve a mencionar Felipe burlándose, pensaba que era una interesada.

—Felipe! Está mujer vivirá en esta casa por que será tu esposa.

Todos quedaron perplejos ante tales palabras del Rey, los sirvientes, Kiara aunque también estaba feliz, pues sabía que de esa manera su hermano cambiaría, Astrid estaba mucho más sorprendida, y no hablemos de Felipe que se negaría rotundamente.

—Que! Creo que estás terminando de enloquecer padre mío.—dijo entre carcajadas.

—Tomalo como quieras pero está es mi orden Felipe.

—Claro que no, yo no pienso casarme, no quiero tomar el maldito trono!, por qué haces esto sin mi consentimiento?, —gritó furioso.

—Mas respeto Felipe! recuerda que soy el Rey y está decidido, te casarás en una semana!.

—Papá! Siempre hago lo que se te da la gana, no voy a casarme y menos con esta mujer de poca clase.

Cayleen solo apretaba sus dientes y sus manos muy molesta.

—No hables de esa manera si no conoces a esta joven!

—No hace falta conocerla, con esto es suficiente para saber quién es. —dijo esto mirando con odio y desprecio a Cayleen.

—Si no sabes nada es mejor que no hables Felipe! Solo quería informarles esto pueden retirarse!.

—No no, no creas que es tan fácil papá por qué quieres hacerme esto, acaso no soy tu hijo?

—Vete que no quiero hablar más de esto!—dijo el Rey mientras gritaba.

Felipe dirigió una mirada amenazadora hacia Cayleen y salió muy molesto, Astrid hizo lo mismo y corrió tras él.

Todos los sirvientes siguieron en sus labores por órdenes del Rey, dejando a solas a Kiara y a Cayleen.

—Bienvenida! —mencionó Kiara con una gran sonrisa. Cayleen solo correspondió la sonrisa y no dijo nada.

—Vivir aquí, acostumbrarte a otra vida va a ser muy difícil, sobre todo por mi hermano, pero tienes que ser fuerte, y cualquier cosa estoy para ti al igual que su majestad.

—Gracias su alteza, mencionó Cayleen.

—No hay de que.

—Creo... Que a su hermano nunca le voy a agradar con todo esto.

—El es bueno ya lo verás, deja que el acepte está orden del rey.Tengo una idea! —mencionó con picardía, sígueme te arreglaré como una princesa.

—Su alteza no soy una princesa, apenas acabo de llegar.

— Ahora que estás comprometida con mi hermano ya eres una. —sonrió.

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