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Hilos Del Pasado: Entre Recuerdos Y Sacrificios

PROLOGO

Hace siglos, en un mundo donde reinaba la paz y la armonía, coexistían dos prósperos territorios: el Imperio de Havelar, un lugar de paz y armonía entre las personas, y el Reino de Ondor, dónde habitaban bestias divinas con apariencia humana.

...***...

Estos dos reinos compartían ideales y una relación amistosa, pero un fatídico malentendido envuelto en sombras y misterio los sumergió en el caos.

Nadie sabe a ciencia cierta cómo surgió este malentendido, pero la desconfianza se arraigó en los corazones de ambos reinos. La comunicación se rompió, y las malas interpretaciones llevaron a un conflicto que se tornó inevitable. El Imperio de Havelar, en su creencia de que el Reino de Ondor se había vuelto hostil, tomó la decisión de conquistarlo para protegerse a sí mismo.

El Reino de Ondor, desprevenido y confundido por la agresión repentina del Imperio, luchó valientemente pero fue superado, pero no en número y recursos, si no en magia oscura, los humanos recurrieron a ella como la única alternativa, para poder derrotar a las bestias divinas.

La guerra desigual concluyó con la derrota del Reino de Ondor y su sometimiento bajo el dominio del Imperio de Havelar. Los estragos de la batalla dejaron a Ondor devastado y vulnerable, incapaz de resistir el poder oscuro del Imperio de Havelar.

Tras la conquista, poderosos magos al servicio del Imperio ejecutaron un hechizo inquebrantable.

Usando su magia ancestral, magos y brujas, encerraron las almas de las criaturas místicas de Ondor en collares mágicos, privándoles de su libertad y poder. Estos collares, forjados con el metal más oscuro y fundidos con la magia más antigua, se convirtieron en grilletes invisibles que aprisionaban a las criaturas en un estado perpetuo de servidumbre.

Los gritos desgarradores de las criaturas resonaron en los pasillos del palacio imperial mientras los magos ataban cadenas en cuello y manos de cada bestia divina vinculándolos a los collares.

Los collares más poderosos, eran los que tenían sangre real, ya que tenía una habilidad única y especial: podían transformarse en cualquier animal que deseara. Esto se debía a su linaje real y a la conexión profunda que tenía con la naturaleza y las criaturas del mundo.

Aunque su forma original era la de tigre albino, tienen el poder de cambiar su apariencia a voluntad, adoptando la forma de cualquier animal que imaginara. Podían utilizar sus transformaciones para moverse sigilosamente, explorar lugares inaccesibles para otros o incluso protegerse a sí mismos y a aquellos que estaban a su alrededor, lo que los convertía en la especie más poderosa y versátil.

Estos collares se convirtieron en una triste prueba del sufrimiento y la esclavitud a la que fueron sometidas las criaturas místicas de Ondor. Dónde serían controlados por un portador, así poder liberar a la bestia que este collar contenía y tenerla a su servicio. El destino de estas criaturas, una vez libres y poderosas, ahora estaba inexorablemente ligado al capricho de aquellos que los controlaban.

Con el paso del tiempo, la historia de los collares y las criaturas atrapadas en ellos se convirtió en un antiguo mito, perdido en las brumas del olvido.

La gente olvidó la verdad detrás de los collares y solo quedaron fragmentos de leyendas y cuentos. Sin embargo, en lo más profundo de las sombras del Imperio, las criaturas místicas seguían susurrando sus lamentos, esperando el día en que la luz de la libertad volviera a brillar sobre ellos.

CAPITULO 1 - Recuerdos olvidados

— ¡Despierta, despierta!, susurró una voz cerca de ella. — ¡Pensé que estabas muerta, no te movías! —

En los bosques sombríos del Imperio de Thaloria, donde los árboles susurraban antiguos secretos y los caminos escondían peligros inesperados, la vida continuaba su curso bajo la sombra de los imponentes castillos.

En un rincón olvidado de este vasto reino, en un pequeño poblado envuelto en el misterio de la noche, Zaida permanecía atada de manos y pies en un carruaje que se adentraba en la oscuridad. El latido de su corazón resonaba en sus oídos mientras la caravana avanzaba con paso lento, arrastrando destinos inciertos.

Lentamente, su visión se aclaró, revelando la figura de una mujer preocupada inclinada sobre ella. — ¿Dónde estoy? —, murmuró Zaida, sintiendo la confusión de envolver su mente como una niebla densa.

Contesto la mujer — Estamos en un carruaje — respondió, su voz tensa con ansiedad. — Fuimos secuestrados. —

La respuesta de la mujer solo aumentó la confusión de Zaida. — ¿Secuestrados? ¿A dónde nos llevan? —

La mujer le dirigió una mirada compasiva. — No lo sé. —

— ¿Cómo te llamas? — pregunto Zaida. La mujer le ofreció una sonrisa débil. — Soy Lety, y ¿tú? —

— Me llamo Zaida, lo extraño es que no recuerdo nada, solo mi nombre — En la mente de Zaida resonaban voces, pequeñas visiones de lugares, un destello de familiaridad en medio del caos de su confusión. Parpadeó, confundida.

La luz de la luna se filtraba entre las ramas de los árboles, proyectando sombras danzantes en el interior del carruaje. De repente, se escuchó un grito en la distancia.

— ¡Alto ahí! ¡Suelten a esos prisioneros de inmediato! — gritó con determinación una voz masculina.

Un caballero, con autoridad en su tono de voz, desafió a los mercaderes que custodiaban el carruaje, exigiendo la liberación de los cautivos. Su voz resonó con un aire de determinación y un toque de ira contenida, transmitiendo la seriedad de la situación y la urgencia de su intervención.

Los mercaderes, sorprendidos por la repentina aparición del caballero, intercambiaron miradas nerviosas entre ellos. Uno de ellos, con gesto desafiante, se adelantó hacia el caballero, sosteniendo firmemente las riendas de su caballo.

— ¿Quién eres tú para interponerte en nuestros asuntos? — gruñó, su voz cargada de arrogancia.

El caballero no vaciló ante la confrontación. Con una mirada fría y decidida, respondió con voz firme:

— Soy el caballero de la Princesa Ariadne Thaloria, y no permitiré que continúen con este acto de injusticia. Liberen a los prisioneros ahora mismo o enfrentarán las consecuencias. —

Los mercaderes, obstinados en su afán por mantener a los prisioneros bajo su control, ignoraron las demandas del caballero y se prepararon para enfrentarse a él y su séquíto. Un murmullo de tensión se extendió entre ellos mientras intercambiaban miradas desafiantes.

— ¡Detengan esto de inmediato! — En medio de la tensión creciente, resonó la voz de una mujer, clara y decidida, cortando el aire con autoridad. Era la princesa Ariadne, hija del Emperador Magnus y la Emperatriz Elena, quien emergió entre los árboles cercanos, rodeada por sus caballeros.

— ¡Escuchen bien! — exclamó la princesa Ariadne con vehemencia, su voz resonando con autoridad en el claro del bosque. — Si liberan a los prisioneros de forma pacífica, les concederé una muerte rápida y misericordiosa. Pero si insisten en su obstinación, se enfrentarán a un destino mucho más cruel y despiadado. —

— ¿Y quién eres tú para amenazarnos, princesita? — se burló uno de los mercaderes con voz basta.

Ariadne apretó los puños, conteniendo la ira que amenazaba con desbordarse.— Vuestra estupidez no tiene límites —, espetó con desprecio.

— Como quiera, princesita —, dijo uno de los mercaderes con arrogancia. — Pero si crees que nos asustarás con tus amenazas, estás muy equivocada. —

Ariadne se mantuvo imperturbable, su mirada fija en los mercaderes desafiantes. — Que así sea — Con un gesto de su mano, ordenó a sus guardias que se prepararan para el enfrentamiento. No habría piedad para aquellos que desafiaban su autoridad.

Los caballeros, liderados por la Princesa, se prepararon para enfrentarse a los desafiantes mercaderes. Con espadas desenvainadas y escudos en alto, avanzaron con determinación hacia el grupo de mercaderes que se burlaban desdeñosamente. La tensión en el aire era palpable, como una tormenta a punto de desatarse.

Los mercaderes, armados con dagas y rudimentarias espadas, formaron una línea defensiva, desafiando a los caballeros con arrogancia. Se lanzaron insultos y amenazas de ambos lados, mientras el sonido de las armas chocando resonaba en el claro del bosque.

En medio del caos, la princesa Ariadne se mantuvo firme, su rostro sereno pero decidido. Con elegancia y valentía, se abrió paso entre los combatientes, su espada reluciendo a la luz de la luna. Con cada golpe y parada, demostraba su destreza y determinación, desafiando a aquellos que osaron menospreciarla.

La batalla fue intensa y frenética, con el sonido de las espadas chocando y los gritos de los combatientes llenando el aire. La princesa luchaba con coraje y habilidad, liderando a sus hombres con determinación. A pesar de la adversidad, nunca flaqueó, manteniendo su enfoque en el objetivo: proteger a los inocentes y hacer justicia.

Finalmente, la determinación y la valentía de la princesa y sus caballeros prevalecieron. Con un último esfuerzo, lograron derrotar a los mercaderes.

La princesa Ariadne se abrió paso entre los escombros de la batalla, su espada en alto y su determinación palpable en cada paso que daba. Cuando finalmente llegó al carruaje, donde estaban todos los prisioneros junto con Zaida y Lety.

Su espada desenvainada y con un golpe certero, hizo añicos las cadenas que sujetaban al carruaje, liberando así a los prisioneros de su confinamiento. Los destellos de acero brillaban bajo la luz de la luna mientras la princesa cortaba las cadenas con precisión y fuerza, mostrando su destreza en el combate.

La princesa no vaciló en su tarea, enfocada en su objetivo de liberar a los cautivos y llevarlos a un lugar seguro. Finalmente, con un último golpe de su espada, las cadenas cedieron por completo, el chirrido metálico de las cadenas rompiéndose resonó en el aire, dejando el carruaje abierto y listo para que los prisioneros pudieran salir.

Zaida, aún confundida por la situación y tratando de procesar lo que estaba sucediendo, observó cómo la princesa se acercaba a ella con decisión. La luz de la luna iluminaba el rostro de Ariadne, resaltando su belleza y su coraje en medio del caos.

Con un gesto decidido, la Princesa cortó las cuerdas que ataban a Zaida y a los demás, liberándolos de su cautiverio.

Zaida todavía luchaba por comprender la situación en la que se encontraba. La princesa extendió una mano hacia Zaida, ofreciéndole ayuda para salir del carruaje. Sus ojos reflejaban compasión y determinación, transmitiendo un mensaje de esperanza en medio de la oscuridad.

Los prisioneros se postraron en reverencia ante su salvadora. Ariadne, con voz compasiva, anunció que ahora formarían parte del servicio del palacio, bajo su protección y cuidado. — Se les dará un lugar en el palacio y serán tratados con dignidad —, dijo la princesa, mirando a los prisioneros con gentileza. — Nunca más tendrán que sufrir el yugo de la esclavitud —.

Los rostros de los prisioneros se iluminaron con esperanza ante las palabras de Ariadne.

Sin embargo, mientras ella continuaba hablando, Zaida divisó un objeto brillante entre el polvo. Era un collar adornado con una gema roja en el centro y extraños símbolos tallados alrededor.

Con cautela, Zaida tomó el collar y lo ocultó entre sus ropas, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda como si alguien la fuera a ver.

Ariadne subió a su caballo, hizo un gesto con su mano, dando a entender que era hora de retirarse.

Los caballeros reales se apresuraron a seguir el ejemplo de su princesa, montando con destreza para formar una escolta alrededor de ella.

Los mercaderes, arrastrados por los guardias, comenzaron a moverse hacia el castillo bajo la luz plateada de la luna, sus pasos resonaban en el silencio de la noche.

Zaida observó cómo Ariadne se alejaba, su figura destacándose contra el paisaje nocturno mientras desaparecía en la oscuridad.

Con un suspiro de alivio, Zaida se volvió hacia Lety, apretando su mano con fuerza para transmitirle su agradecimiento por estar a su lado en ese momento de incertidumbre. Juntas, siguieron el camino hacia el castillo.

CAPITULO 2 - Las leyes del collar

El carruaje se detuvo frente a las imponentes puertas del Castillo de Thaloria, donde la princesa Ariadne aguardaba con sus caballeros y uno de ellos grito — ¡Abran las puertas! — los guardias que estaban cuidando el castillo desde lo más alto, abrieron las puertas del castillo sin dudar, listos para recibir a los prisioneros liberados.

Con gesto decidido, la princesa descendió de su montura, — Lleven a los prisioneros al calabozo, mañana veré qué hacer con ellos — dijo mientras los veía con desdén.

Después se acercó a sus criadas entre ellas, Aris, que estaban en la puerta esperando, ellas también se acercaron rápidamente a la princesa, se notaba la preocupación que tenían hacia la Princesa.

Caminaron hasta lo más profundo del castillo, hasta llegar al palacio de la princesa. Se dió cuenta de que necesitaba más sirvientas a su disposición por lo que elegiría entre los recién liberados.

Observo con cuidado, pero vio a Zaida y a Lety, mientras se tomában de la mano , '¿Tal vez son hermanas?' pensó la Princesa, señaló a ambas y a la otra mujer, — Ustedes, acérquese — dijo.

No tenían idea de lo que estaba sucediendo," ¿por qué nosotras? ", pensaron, pero aún así obedecieron, asintiendo con respeto y se acercaron, sintiendo una mezcla de curiosidad y nerviosismo ante la solicitud de la Princesa.

— Aris —, dijo la Princesa con voz firme, — Llevarlos a sus nuevas habitaciones — señalando a los esclavos que ahora eran sirvientes, —Mañana se les asignarán sus labores como sirvientes de la familia real, y gozarán del sueldo correspondiente. Estoy segura de que servirán con honor y devoción —.

Las palabras de la princesa fueron recibidas con alegría y alivio por parte de los prisioneros, cuyos rostros se iluminaron con esperanza ante la perspectiva de una nueva vida bajo la protección de la familia real.

Con paso firme, Aris junto con dos sirvientas, acompañadas de los guardias de la Princesa, guiaron a los prisioneros hacia las pequeñas cabañas que servirían como sus nuevas habitaciones. El aire fresco del anochecer llenaba el patio del castillo, mientras el bullicio de la vida cotidiana resonaba en el aire.

A pesar de las adversidades que habían enfrentado, ahora tenían la oportunidad de comenzar de nuevo, gracias a la generosidad de la Princesa Ariadne.

Mientras la Princesa seguía en la entrada junto con otra sirvienta llamada Lia, llamo a las mujeres para que entraran junto con ella al palacio.

Ariadne entro primero a su sala, era enorme, con un gran candelabro colgando en el techo, cuadros que al parecer eran sus antepasados y muebles preciosos. Dirigió su mirada hacia las mujeres, con una mezcla de compasión y determinación.

— Me he dado cuenta de que mis sirvientas no pueden ellas solas, a veces necesito que me ayuden y creo que no les doy el descanso que se merecen —.

Lia que estaba detrás de la princesa, se conmovió al escuchar eso.

— Necesito que estén aquí conmigo, para lo que necesite, por eso las elegí a ustedes, gozan de buena salud, pero sobre todo, son jóvenes — ante las palabras de la princesa, aceptaron con gratitud, al menos tendrían un lugar donde descansar.

Ariadne, queriendo asegurarse de que se sintieran cómodas, preguntó — Antes de ser secuestradas, ¿tenían una vida allá afuera? — negaron con la cabeza, — Pueden irse si así lo desean, no las detendré —. La princesa no tendría problema dejarlas partir si así lo deseaban.

Sin embargo, Lety hablo, — princesa, nosotros eramos libres, pero no teníamos vida — respondió con humildad. — Para nosotras sería un gran honor servir a la princesa —

Estaba agradecida por la oportunidad de tener un techo y un propósito noble por el cual trabajar. Mientras Zaida, no estaba del todo convencida, lo único que hizo fue asentir con la cabeza, pero quería irse de ese lugar, tal vez no recordaba nada, pero sentia que tenia un lugar al cual volver.

La princesa ordenó a Lia, una de las sirvientas de confianza del castillo, que se llevara a las mujeres a sus nuevas habitaciones.

— Estarán en habitaciones separadas por el momento, mañana Lia les asignará una nueva habitación dentro de mi palacio — dijo la princesa.

Después de despedirse con cortesía, se retiraron del palacio, Lia las llevó a sus habitaciones temporales.

— ¿Te veré mañana? — pregunto Lety.

— Claro que sí — respondo Zaida abrazándola, ambas se fueron a sus habitaciones.

Zaida cerro la puerta de la pequeña habitación con un suspiro de alivio. El lugar era modesto pero acogedor, con una pequeña cama cubierta por sábanas limpias y una ventana que dejaba entrar la suave luz de la luna.

Mientras estaba sola en la nueva habitación, se sentó al borde de la cama y saco con cuidado el collar que había guardado en su bolsa. La gema roja en el centro brillaba débilmente , estaba sucio, era de esperarse, estaba en la tierra, noto los extraños símbolos tallados alrededor parecían susurrar secretos que aún no comprendía.

Busco un espejo y decidio ponérselo para ver cómo lucía puesto, de repente, el zafiro rojo comenzó a brillar, de el salió una mujer de cabello blanco con ropas livianas.

Se sorprendió tanto que estuvo a punto de gritar, pero la chica de cabello plateado le dijo con calma, — Tranquila, no le haré daño — intento acercarse a Zaida, — Por que siempre que un portador se pone el collar, siente la necesidad de gritar — rezongo en silencio, — pero no tema, estoy aquí para servirle —.

Abrio los ojos de par en par, tratando de comprender lo que estaba sucediendo. De repente un dolor punzante en la cabeza, empezo a recordar una historia que alguien le había contado en el pasado, cuando era niña, pero ¿Quien?, no podía recordar quién, escuchaba la voz de una mujer en sus recuerdos, 'Reino de Ondor' 'Collares magicos' 'Bestias divinas'.

Tanto fue el dolor que estuvo a punto de caer al suelo mientras trataba de recordar quién le había hablado de los collares mágicos. La chica de cabello plateado, rápidamente la atrapó para evitar que se lastimara. Se encontraba en los brazos de la chica, sintiendo su apoyo y protección.

Después de un momento, me reincorporo rápidamente, tomando una vela que estaba cerca como arma improvisada. Miro a la mujer extraña con cautela y le preguntó, — ¿Quién eres tú? —

La chica de cabello plateado respondió con voz suave pero firme — Me llamo Anika, Princesa del Reino de Ondor, y estoy a su servicio, mi señora — terminando su oración con una reverencia.

Las sospechas de Zaida lo confirmaron, tenía un collar mágico, y ahora estaba cara a cara con una criatura mística atrapada en él, pero no era cualquier collar, era la princesa, era uno de los collares más poderosos de entre todos los collares.

Anika se esforzó por explicarle cómo funcionaba el collar que ahora era suyo por derecho. Observo el objeto con fascinación, pero también con temor, era consciente de su poder y las implicaciones de tenerlo a su disposición. Mientras tanto, Anika comenzó a hablar sobre las restricciones y leyes que regían los collares mágicos.

Anika asintió con seriedad. — Mi señora, es importante que entienda las leyes que rigen los collares, ya que tienen un impacto significativo en nuestra interacción y nuestras vidas — explicó.

Con cuidado, Anika enumeró las leyes de los collares, cada una más intrigante y complicada que la anterior.

—" La Primera Ley establece que un collar puede dañar a un humano, pero no puede dañar a un portador. " Al tener el collar, la incluye usted mi señora — explicó Anika, con voz firme.

Zaida asintió aún procesando la información. — Eso quiere decir que si un portador intenta lastimarme, el collar ¿no obedecerá? — pregunto.

Anika asintió feliz, continuando con su explicación. — Exactamente. Ahora, la "Segunda Ley establece que un collar debe proteger y obedecer las órdenes dadas por su portador, a menos que estas órdenes entren en conflicto con la Primera Ley." Que es lo que usted acaba de preguntar, — haciendo una ligera pausa para después continuar.

— "La Tercera Ley establece que un collar no puede desarrollar sentimientos hacia un humano o portador que pongan en peligro su seguridad." Y la "Cuarta Ley establece que un collar debe proteger su propia existencia, sin importarle que entren en conflicto con las leyes anteriores" —explicó Anika, completando su explicación sobre las leyes de los collares.

Asientio nuevamente similando la información. — Entiendo. Pero... ¿Qué pasa si desobedeces las leyes? — pregunto curiosa.

— Tenemos una muerte lenta, al desobedecer las leyes, tenemos un tiempo determinado de vida, después de que se acaba ese pequeño tiempo, nos convertimos en piedra lentamente — respondió Anika, pero no estaba triste por su situación, al contrario respondió tranquilamente, 'Cómo puede responder así, si se trata de su propia vida' penso Zaida.

Cualquier persona se hubiera puesto feliz al tener semejante tesoro en sus manos, pero Zaida... Se sentía triste por Anika, recordaba un poco la leyenda que le habían contado, donde las bestias divinas habían sido sometidas a la fuerza, para obedecer al humano, una especie que ellos no odiaban, pero al final terminaron haciéndolo.

— Anika, hay alguna forma de poder liberarte... — no había terminado de hablar cuando de repente tocaron la puerta.

Anika que ya había escuchado los pasos acercándose se convirtió en un gato blanco, subiéndose a la cama.

Zaida vio que Anika se había convertido en un gato, ¿Cómo era eso posible?, pensó, rápidamente el collar que se había puesto, lo tapo con su delgada ropa, sin decir nada más, me dirigió a la puerta y pregunto, — ¿Quien es? — mientras abría la puerta.

— Buenas noches, por órdenes de la Princesa se nos ordenó traerles comida — dijo un sirviente mientras llevaba una pequeña canasta en sus manos. No dudo en tomarlo ya que Zaida tenía hambre, — Muchas gracias — haciendo una pequeña reverencia despidiéndose del sirviente haciendo que este se retire.

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