Vampiros y Humanos reunidos en una sola sala, mirándose con una pizca de amenaza, ambos grupos con cientos de personas fuera vigilando que todo estuviera bien.
Los humanos tuvieron una época en la que temían a los vampiros, tras el pacto de sangre que hicieron ese temor se desvaneció, estuvieron en paz durante años, hasta ese día, ese día en el que iban a hacer otro pacto.
Hace más de tres mil años solo vivían los vampiros, había algunos humanos pero eran exterminados por los vampiros de sangre negra, eran unos de los vampiros más peligrosos en la faz de la tierra.
Tanto los humanos como los vampiros en más de una ocasión tuvieron que luchar contra ellos, perdiendo en batalla a mucho de sus hombres, dejando un gran vacío en sus corazones y vidas.
En una de esas guerras el rey vampiro perdió a su hijo mayor Ladislas, fue un gran guerrero, dio su vida por el reino, los humanos también lloraron su pérdida, dejando a muchos de los vampiros desconcertados.
En la batalla de “Arsenum” fue cuando Ladislas cayó, pronunciando las últimas palabras "volveré por ella" el padre desconcertado y aún más dolido besó su frente y vio como los ojos de su hijo iban pasando a ser de un color totalmente blanco.
Desde ese día no dejó pensar en las últimas palabras del chico, pero ahora comenzaba la guerra y tenían que actuar rápido.
Su hijo menor Adem es el que les salvará del desastre de la guerra junto a May la única hija del presidente humano.
No está de más mencionar que los hijos no saben nada, fue el presidente humano a quien se le ocurrió tal idea.
Esa misma tarde tendrían la reunión para hablar sobre ello, no asistirán los hijos, pues cada familia le iría con el cuento en privado.
May es una chica alegre, pero hay algo que la diferencia de todas las humanas e incluso de algunos vampiros, y es que siempre sueña con gente muerta o que va a morir, es algo normal o al menos a eso le dicen a ella.
Esa tarde cuando sus padres iban a la reunión ella estaba en su habitación, estaba viendo la televisión, hasta que escucha que la puerta se cierra de golpe y la televisión se apaga, se queda mirando fijamente a la televisión asustada.
Se acerco y la quitó de la luz, pero seguía encendida, fue corriendo a su cama y se quedó mirando a la televisión, pero de un momento a otro volvió a funcionar.
Suspiró y se tumbó en la cama intentando tranquilizar su reparación.
Su teléfono empezó a sonar y ahogó un grito de susto, lo cogió y vio que era su mejor amiga, escuchó la voz de su amiga.
—¿Puedes salir?
—Ahora no, mis padres han salido —escuchó como su amiga suspiraba.
—Cuando lleguen avísame.
—Vale nena, voy a recoger mi habitación, hablamos luego.
Colgaron la llamada y como había dicho se puso a recoger lo poco que tenía tirado por el suelo.
Pero otra vez la televisión volvió a hacer lo mismo, una imagen de un chico sonriendo apareció.
May se quedó mirando la foto embobada, le había cautivado la sonrisa de ese hombre, tenía los ojos marrones, su pelo era algo rizado tirando a rubio, tenía un poco de barba.
La imagen desapareció e hizo que May saliera de ese trance, salió a la ventana y respiró hondo.
A lo lejos de pudo ver como su familia se acercaba a casa, fue a abrir la puerta y de paso fue a la cocina para tomar un vaso de zumo.
Los padres entraron y se quedaron sentados en el sofá esperando a su hija para hablar con ella.
—Hija tenemos que hablar de algo.
La chica con una sonrisa asintió sentándose frente a sus padres.
—¿Pasó algo malo? —Dijo borrando su sonrisa al ver que sus padres tenían mala cara.
—Como ya sabes estamos pasando por un momento... Malo, puede que se acerque la Cuarta Guerra, debemos solucionar esto —habló su madre frotándose las manos nerviosa.
—¿Y? ¿Necesitáis mi ayuda?
Los padres asintieron.
—Tú eres la solución hija.
May frunció el ceño sin comprender la situación.
—Debes casarte con el hijo menor del Rey vampiro.
May se empezó a poner pálida tras escuchar eso.
Negó varias veces seguidas levantándose del sillón en el que estaba sentada.
—No padres, no puedo hacer eso.
Su madre se levantó.
—Si no lo haces los humanos morirán hija, no podemos luchar contra los vampiros, tienes que casarte con el príncipe —May seguía negando.
—No, no puedo —se llevó las manos a la cara nerviosa —no puedo lo siento.
Fue hacia su habitación y se sentó en la cama.
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—Hijo debes entender que no podemos comenzar una guerra —hablaba el padre del príncipe.
Este estaba de pie frente a ellos con los brazos cruzados.
—Me da igual padre, es mi vida privada, ni siquiera conozco a esa mocosa.
El padre frustrado se levantó.
—Debes hacerlo, no podemos recibir un no por respuesta, la boda será el mes que viene, lo harás y no te quejaras, si no lo haces te meteré en la mazmorra para que nunca vuelvas a ver la noche —dijo furioso mirando a su hijo —no obtendrás sangre.
Su hijo al escuchar eso los ojos se le tornaron rojos.
—No lo haré padre —dijo para luego salir de casa e irse a buscar comida.
Los padres del chico se miraron enfurecidos.
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—Debes hacerlo —apareció escrito en la televisión.
May miró la televisión asustada, apartó la mirada para ver si eso se iba, solo quería comprobar que no era producto de su imaginación y evidentemente no lo era, esa frase seguía ahí como si fuera parte de una serie que echan en la televisión normalmente.
—No me puedo casar —dijo como si estuviera hablando realmente con alguien.
Para su sorpresa hubo respuesta.
—Debes hacerlo, todo acabará con la boda.
May se sorprendió tras la respuesta.
—No conozco a ese hombre, no puedo hacerlo —volvió a hablar.
—Todo acabará pronto.
Ella seguía mirando la televisión sin despegar la vista.
—¿Cómo puedes responderme?
La televisión se quedó en negro, la chica pensó que ya no iba a tener respuesta pero estaba equivocada.
—Te puedo escuchar.
May abrió la boca sorprendida y miró a todo su alrededor por si había alguien.
—¿Por qué no te puedo ver?
Se volvió a poner en negro la pantalla.
—No estoy "vivo".
La chica se llevó las manos a la cabeza.
—Genial, me estoy volviendo loca. ahora hablo con fantasmas.
Rió nerviosa y llevándose las manos a la cara.
—Loca no, yo diría que es un don, a muchas chicas les gustaría hablar conmigo.
May sorprendida se tumbó en la cama.
—Esto es el colmo.
Suspiró.
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Adem había vuelto a casa, había pensado en todo y estaba dispuesto a casarse con una condición que esa boda fuera falsa, no podía casarse con alguien a quien no ama y más si esa mujer era humana no podría casarse con una humana, perdería el control.
Ese chico nunca sintió lo que realmente era el amor, tampoco lo quería experimentar.
Tras la muerte de su hermano quedó destrozado, era su mejor amigo, la persona en la que más confiaba, habían pasado tantos años y aún podía recordar cada facción de su cara, su olor a limón, recordaba que podía a llegarse a comer un limón entero sin siquiera hacer muecas, el más de una vez lo intento y era imposible no desencajarse la cara tras el sabor a agrio.
Sonrió tras el recuerdo de su hermano y subió a su habitación, allí la vio como la última vez que estuvo ahí, habían pasado más de 29 años y todavía había olor a él, cogió su colonia.
—Limón.
Sonrió limpiando una lagrima de su mejilla.
Se sentó en la cama y cogió una foto que estaba ahí, eran él y su hermano día después de que ganarán la primera guerra, lo habían celebrado a lo grande, ese día se pusieron las botas a base de sangre.
Suspiró y se tumbó en la cama, miró hacia el techo y puso la mano en su pecho junto con la fotografía.
Entraron los padres y se quedaron mirando a su hijo pequeño, echaban de menos ser la familia que eran antes, una familia feliz.
La partida de Ladislas los dejó casi sin vida, en parte odiaban a los humanos por su pérdida, por eso es que Adem no podía casarse con esa mujer.
—Lo haré, pero será una boda falsa, no puedo compartir mi vida con esa humana —dijo de la nada.
—Hablaremos con Jeff.
Jeff era el padre de la chica.
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Tanto la humana como el vampiro estaban de acuerdo con la boda falsa, ninguno quería casarse verdaderamente, quedaban tres semanas para la boda.
Para que esa boda pareciera real May se tendría que ir a vivir al palacio de los Nemett, el castillo de los vampiros donde solo había una humana.
¿Saldrá bien?
Esa misma noche se había organizado una fiesta donde humanos y vampiro asistirán, pues esa noche May y Adem harán pública su “relación”. Todo tenía que salir bien, pero las caras de esos dos adolescentes no eran de muy buenos amigos.
—Por dios cambiad esa cara —dijo Martah la madre de May.
—Claro mamá como tú no tienes que hacer este paripé —dijo fastidiada mirando su vestido suspirando.
—Serán unas horas, incluso menos —dijo Clarisse la madre de Adem.
—Espero fuera —dijo sin ganas Adem.
A los pocos segundos la madre de la chica y del chico salieron dejando a May nerviosa y sin ganas de querer hacer eso.
Miró hacia el espejo y escuchó una voz.
—Estás preciosa —May se giró pero no encontró a nadie.
—¿Ahora hablas en alto? —Se escuchó una risa.
—Me cuesta, pero aquí no tengo una televisión —May suspiró.
—No quiero hacer esto —dijo sentándose.
—Debes hacerlo, salvareis muchas vidas —dijo esa voz seria.
—¿Por qué no me cuentas algo de ti? —La voz no se volvió a escuchar.
—Después de la fiesta, ahora ve y haz el paripé como tú dices.
May rió y salió.
Estaban encima de una tarima, Adem y ella se agarraron las manos, Adem la besó la mano y esta sonrió incómoda y nerviosa.
—Espero que lo estéis pasando bien —habló primero May.
—Yo también lo espero, hemos realizado esta fiesta para dar un comunicado —habló Adem —esta señorita de aquí y yo estamos juntos – se empezaron a escuchar murmullos —y dentro de muy poco la convertiré en mi esposa —sonrió y luego le dio un beso a su “novia”.
—Que empiece el baile.
Los dos sonrieron a la gente.
Bailaron un poco y May se fue a la misma habitación en la que estaba antes de salir, se sentó en la silla y suspiró mirándose en el espejo.
—Estuviste espectacular, hasta yo me lo creí, eso sí ese beso debía ser un poco más duradero.
May suspiró.
—No tiene gracia, esto es una mierda.
Lrisa del chico resonó en la habitación.
—Hay que luchar por el reino.
May suspiró.
—Soy una humana, yo no vivo en el reino, vivo en el pueblo.
Esperó respuesta.
—Ahora vivirás en el reino.
May negó.
—No puedo —dijo suspirando.
—Podrás con ello. Hace años yo viví una injusticia muy grande, me costó la vida.
May miró hacia todos los lados intentando encontrar algo en vano.
—¿Qué fue esa injusticia?.
Escuchó un suspiró.
—Los vampiros de sangre negra, atacaron el reino y la aldea, quitando muchas vidas —May escuchó atentamente —yo morí en esa guerra, entre tantos otros vampiros y humanos, fue la primera guerra en la que las dos razas luchaban juntas, en la que dejaban a un lado el odio, y lucharon por lo que todos querían. La paz total.
May suspiró.
—¿Pero de qué sirvió si sigue habiendo guerras? Está a punto de suceder la cuarta.
—Pero tú y Adem la vais a detener.
—Es que tampoco sé por lo que tengo que luchar, me han dicho que me case y yo me caso, pero no sé el porqué —dijo frustrada.
—El Reino no está repartiendo bien las riquezas, a los más lejanos del Reino están sin recursos para vivir. Vosotros sois la salvación, tras vuestra boda el príncipe y la princesa tendrán el deber de repartir bien esa riqueza, ni los humanos ni los vampiros podrán quedarse más de lo que se debe.
May asintió.
—Tras hacer eso, cuando la revolución cese me podré divorciar ¿no?
Escuchó un “ajam”
—Pero no será fácil, vendrán muchas cosas, tanto malas como buenas, tendréis que superarlas los dos.
May frunció el ceño.
—¿Qué tipo de cosas?
—Eso es algo que no te puedo decir yo, y debes salir el novio te busca —dijo burlándose de ella.
—Si te tuviera enfrente te mataría.
El chico rió.
—Ya estoy muerto.
May negó sonriendo y salió.
—Te estaba buscando, debo hablar contigo —habló Adem mirando a la chica.
—Yo también.
Volvieron a entrar a la habitación.
—Escuché a un grupo hablar, muchos de ellos no están contentos con el pacto que hicieron nuestras familias —May asintió – esto todo se debo a…
May lo paró.
—A la mala distribución de las riquezas.
El chico asintió.
—¿Cómo lo sabes?
May negó.
—Eso no importa, debemos hacer que todo esto pase, debemos unirnos aunque no queramos, es necesario hacerlo.
El chico asintió.
—El día después de nuestra boda, cuando todos piensen que estamos en el viaje de novios debemos comenzar.
May asintió.
—¿Cómo lo haremos?
Adem suspiró.
—Eso es un plan en el que debemos pensar, no sé exactamente cómo lo haremos.
May suspiró frustrada.
—Eres el príncipe del Reino, algo puedes hacer para distribuir bien esa riqueza.
Adem negó.
—No es tan sencillo como parece, May, debemos pensarlo muy bien, sé que mi padre está haciendo las cosas mal, pero él no tiene la culpa del todo.
May lo miró sin entender.
—¿A qué te refieres?
Adem la miró a los ojos.
—A qué no solo mi padre es el que lleva la riqueza, el teniente Juseff también lleva las riquezas del reino, es el que las distribuye por así decirlo.
May lo miró.
—Ese hombre se puede estar quedando con más de la mitad de todo el oro.
Adem asintió.
—Si eso es cierto se le puede acusar de estafa y robo, pueden condenarlo a muerte.
May cerró los ojos.
—Debemos averiguarlo cuanto antes, la guerra se acerca y debemos pararlo.
Adem asintió.
—Bien, esto lo empezaremos el día después de todo, cuando todo acabe podemos separarnos y cada uno hacer nuestra vida.
May asintió.
Los dos sonrieron y salieron de esa habitación, todos miraron a los novios con una sonrisa, Adem y May se pusieron a bailar al ritmo de la música.
Horas después toda la fiesta había acabado, solo quedaban las familias de los dos “novios”.
Estaban sentados en los sofás alrededor de una mesa circular mientras algunos bebían, vino, té o café.
—May debes quedarte aquí, nadie puede sospechar que esto es una farsa.
May asintió.
—Lo sé, padre.
Tranquilizó a sus padres tras dar esa respuesta.
Minutos después las familias se despidieron, al igual que la familia humana se despidió de su hija, se fueron del palacio dejando a la chica con gente desconocida para ella.
—Ven, hija, te enseñaré tu cuarto —dijo Clarisse.
May la acompañó hasta la habitación y allí la dejó sola para que se acomodara.
Suspiró al sentirse sola y miró por la gran ventana, desde ahí se podía ver casi todo el reino, era una maravillosa vista, sonrió al ver niños jugar.
Le encantaría poder viajar en el tiempo y volver a ser pequeña, preocuparse solo de cuando sus padres le compraban o no chuches, ahora todo se complicaba muchísimo, la vida era tan difícil que las personas la complicaban aún más.
Se sentó en la cama y deseo estar en ese momento en su habitación con su familia. Siempre habían sido una familia feliz, nunca tuvo una bronca con sus padres, la única vez que no estuvieron de acuerdo en algo fue cuando la hablaron de la boda, pero siempre habían estado juntos, ayudándose en todo.
A sus 18 años de edad veía la vida tan jodida, cuando iba al instituto muchas veces las profesoras le decían: “¿Qué problemas tendrá un adolescente?” ella muchas veces se preguntaba si en realidad ellos habían sido adolescentes.
Pues los adolescentes y hablando de ella en este momento… Los problemas que ella tenía no solo era los dolores de ovarios cuando le baja la menstruación, no a sufrido por amor algo que de verdad agradece pero si a sufrido mucho.
Dinero, su familia nunca fue de tener una riqueza muy grande como la que tenía la familia Nemett, las discusiones sin sentido de sus padres o incluso la que más le dolió fue la pérdida de su abuelo, esa persona en la que tanto confiaba y tanto amaba.
Limpió una lagrima tras recordar a su abuelo, se tumbó en la cama y lloró, siempre le pasaba cuando no dormía en su casa, en su cama, con su familia.
Siempre recordaba cosas que no quisiera recordar en esos momentos, pero era necesario hacer eso.
No querían que la guerra acabará con todo el Reino, se tendrían que sacrificar.
Lo que May no sabía es que tras ese sacrificio venía una recompensa muy grande, algo que le haría no arrepentirse nunca.
Las horas pasaban y May no podía conciliar el sueño, daba vueltas sobre la cama y suspiraba, ya rendida por no poder dormir se levantó y miró por la ventana, no había luces todo estaba oscuro.
—La noche es bella —May dio un salto del susto y se llevó las manos al pecho.
—Joder me asustaste —escuchó como reía y May suspiró.
—Creo que en estos días has suspirando más que en toda tu vida —May rió y negó.
—Me quiero ir a mi casa.
—Yo también —May frunció el ceño.
—Pero si estás muerto —se escuchó un gran silencio.
—Gracias por recordármelo, no lo sabía —May rió.
—¿Dónde está tu tumba?
—Menuda pregunta, de tantas que tenías haces esa —volvió a reír y May lo siguió.
—En serio te lo pregunto.
—En la montaña.
May se puso las zapatillas y salió del castillo.
—No sé si ahora me escuchas, pero te voy a visitar —dijo con una sonrisa corriendo hacia la montaña.
—Te escucho, pero vas a tener que buscar muchísimo por qué no te sabes ni mi nombre —May se paró del golpe.
—Cierto, pero buscaré igual —la voz rió.
Minutos largos después May había llegado, había tres filas de tumbas.
—Ya sé cual es la tuya —dijo con una sonrisa.
Se acercó a una gran “casa” admiró la belleza de esa tumba, era preciosa.
Tanto humanos como vampiros habían ido a dejar flores y estatuas, era preciosa.
—Se nota que eras querido —se escuchó una risa.
—También era muy odiado —May se acercó más y tocó la ventana que podía ver para dentro.
—¿Cómo eras antes de morir?
—¿Siempre tiras las preguntas así? No tienes tacto —May rió.
—Lo siento —sonrió nerviosa.
—Era un chico alegre, luchaba por el reino, mi padre y mi madre siempre contaban conmigo para lo que ellos necesitaran, me pedían consejos para todo —May sonrió.
—Huele a limón —dijo cerrando los ojos y aspirando el aroma.
—Así olía yo —la puerta se abrió y May miró asustada la puerta
—Pasa —May nerviosa pasó y se puso al lado de una tumba.
Por alguna razón empezó a llorar, acarició la tumba y el nombre.
—Ladislas que bonito nombre —sonrió —. Tú… Eras tú el de la foto de la televisión —dijo sorprendida viendo la gran foto que había al lado de la tumba.
—Sí, era yo —May sonrió acariciando la foto.
—¿Por qué hablas conmigo? —dijo seria mirando la foto.
—Es una larga historia —May suspiró.
—Por alguna razón no me quiero ir de aquí —sintió como alguien acariciaba su mejilla y se dio la vuelta asustada.
—He sido yo tranquila —May suspiró.
—Avisa, por dios, vas a hacer que me muera también —Ladislas rió.
—Lo siento —May sonrió.
Apoyó su cabeza en la tumba y miró la foto. Se sentía protegida estando allí, sentía algo por dentro que no podía explicar, estiró la mano y acarició el nombre.
—Te vas a quedar dormida, es mejor que vayas a Palacio —May negó.
Cerró los ojos y los volvió a abrir para admirar la foto, sentía como su corazón poco a poco se iba vaciando, por alguna razón necesitaba verlo de verdad, estar con él mirándolo a los ojos.
—¿Por qué puedes hablar y no puedes aparecer?
—¿En forma de fantasma? —May asintió.
—Puedo hacerlo, pero por alguna razón me quedo sin fuerzas y luego ya no puedo ni hablar —May asintió.
—¿Eras vampiro?
—Si —May asintió.
—¿Y si bebes sangre? —Se escuchó una risa.
—Estoy muerto, May —un escalofrío recorrió toda su columna vertebral al escuchar su nombre salir de los labios de ese chico.
—¿Cómo te mataron? —Ladislas suspiró.
—Me clavaron una espada —May rió.
—¿Moriste por eso? Pensé que los vampiros solo morían clavándole una daga o cosas de esas.
—La espada era algo especial —May negó.
–No sé por que me estoy comiendo tanto la cabeza, te conozco de dos días… Pero algo me dice que… Que no estás cien por cien muerto —hubo un silencio.
—¿A qué te refieres con que no estoy cien por cien muerto? Llevo muerto casi 30 años, ahora vienes tú a decir eso, no, May, no —May asintió.
—Parece una locura, pero es lo que siento, no me hagas caso, pero no sé —dijo mirándose las manos.
El silencio se hizo presente, May se levantó y miró por última vez la foto.
Se fue hacia el palacio y entró en su habitación poco tiempo después se hizo de día, no había pegado ojo en toda la noche, Ladislas no había hablado más en toda la noche.
Pues él estaba pensando en lo que May había dicho, ¿y si tenía razón? ¿Y si de verdad no estaba muerto? Igual solamente necesitaba sangre.
Quitó esos pensamientos de su cabeza, no podía ser, llevaba muchos años muerto, ahora no podían llegar y decirle que igual estaba vivo.
—Mi hermano es Adem —dijo Ladislas haciendo que May se atragantara con su propia saliva.
—¿Qué? —Dijo en un hilo de voz.
—Lo siento por soltártelo así, pero tenía que decírtelo —May salió de la habitación y fue a buscar a Adem.
Lo encontró en la sala, se acercó a él y se quedó mirándolo.
—¿Tenías un hermano? —Adem la miró.
—Sí, murió, ¿por qué? —May se cruzó de brazos.
—¿Se llamaba Ladislas? —Adem frunció el ceño.
—¿Cómo sabes eso? —May negó.
—Ayer, cuando mis padres me dieron la noticia de la boda en la televisión apareció una frase “debes hacerlo” después de eso siguió comunicándose conmigo, hasta me habla en voz alta —Adem la frenó.
—Con esto no se juega, May —se levantó enfurecido.
—No te va a creer —dijo la voz de Ladislas.
—¿Solo te puedo escuchar yo? —Adem la miró como si estuviera loca.
—Si, únicamente tú puedes hacerlo.
—Genial.
—¿Con quién hablas? —dijo con los ojos rojos.
—Me dijo que no me creerías —Adem frunció el ceño.
—No juegues —dijo agarrándola del cuello.
—Ayer fui a su tumba, antes de morir él olía a limón ¿cierto? —Adem la soltó.
—Cállate —la gritó y ella negó.
—Tenía el cabello algo rizado, tirando a rubio —Adem la miró más enfurecido.
—Dile que la primera batalla que ganamos nos pillamos una borrachera muy grande —May abrió la boca sorprendida.
—Dice que la primera batalla que ganasteis os pillasteis una borrachera muy grande— Adem sorprendido asintió.
—¿Cómo está?
—Dile que estoy bien.
—Dice que está bien —Adem derramó una lágrima que borró al segundo.
—Si él se puede aparecer así, puede que no esté muerto del todo – Adem la miró.
—Lleva muchos años muerto —May asintió.
—Años en los que no ha bebido sangre —Adem la miró.
—¿Qué quieres decir con eso? —May sonrió.
—¿Dónde te clavaron la espada? – esperó la respuesta.
—Un poco más arriba del abdomen —May sonrió aún más satisfecha con esa respuesta.
—Le clavaron la espada más arriba del abdomen, por muy especial que sea la espada un vampiro solo puede morir cuando le clavan la daga en el corazón ¿no? —Adem asintió —puede que al clavarle la espada lo debilitara mucho como para pensar todos que estaba muerto, pero… ¿Y si en realidad no lo está? ¿Y si lo único que necesita es sangre? —Adem la miró atentó.
—¿Por qué te importa tanto si mi hermano está o no muerto? —May apartó su mirada de Adem.
—Ni yo lo sé, pero reflexiónalo —May se volvió a cruzar de brazos.
—¿No estarás pensando en profanar la tumba y darle sangre verdad? —May sonrió.
—Dicho así suena muy mal —se mordió el labio.
Adem rió y negó. La llagada de May a sus vidas estaba siendo una bomba, estaba poniéndolo todo patas arribas, y no en el mal sentido de la frase, el pensar que su hermano estaba vivo y que ella ayudara, que le importara salvarlo la hacía ver muy diferente a muchas chicas, tanto humanas como vampiras.
—¿Vamos? —Preguntó a Adem.
—No podéis profanar mi tumba estoy descansando en paz ¿entiendes el sentido de la frase? —May rió.
—Ladislas si es cierta mi teoría podrías descansar en tu cama y no comiéndote los gusanos —Adem rió.
—Pero al menos podías decírselo a mis padres ¿no? —May frenó.
—¿Deberíamos decírselo a tus padres? —Adem sonrió.
—Te está comiendo la cabeza para que no profanemos su tumba, no quiere que le veas mal —May rió.
Llegaron a la tumba de Ladislas, Adem y May se miraron y suspiraron.
—Creo que esto está yendo muy lejos —dijo Adem mirando a May.
—Debemos abrirla —Adem asintió.
—Dejarme que me colocó un poco —May rió llevándose una mirada de Adem.
Al abrirla pudieron ver el cuerpo de Ladislas, estaba intacto, como si solo hubieran pasado horas, tan solo estaba pálido, pero pareciera que estaba vivo y solo estuviera durmiendo.
—¿Y qué sangre le damos? —May se hizo un corte con una piedra que encontró en el suelo. Adem al oler la sangre humana sacó los colmillos.
Salió fuera y May hizo que la sangre cayera en la boca de Ladislas.
—No siento nada —May suspiró.
Hizo que cayera más sangre pero nada pasaba.
Apartó la mano y suspiró, no había funcionado, se había equivocado.
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