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¡Ya Basta, Porfavor!

Prólogo.

Su mano tembló al tomar la manija de la puerta de su habitación. Giró la perilla con lentitud, tenia que averiguar que habia sido ese ruido.

¿Que tal que un intruso habia entrado y ahora buscaba la manera de matarlos a todos y poder robar sus pertenencias?

¿O que tal que era algún animal salvaje que habia entrado por descuido de sus padres al cerrar las puertas y ahora estaba desorientado buscando como salir?

¿O que tal si...?

Un sonido nuevo erizo el vello de su nuca.

Bueno, ahora confirmaba que no era un animal. El sonido lo reconoció como el choque de una palma contra la piel ¿que era?

Bajo las escaleras lentamente, caminando de puntillas. No queria llamar la atención de lo que habia abajo, tampoco queria despertar a sus padres.

Su papá se enojaría mucho si la veia fuera de la cama a esa hora, le reñiria y despues le gritaría a su madre por no asegurarse de que se durmió antes de dejarla en su habitación.

Otro sonido diferente hizo que detuviera sus pasos temblorosos.

¿Alguien lloraba abajo? ¿porque?

El sonido de los sollozos amortiguados de alguien y las palabras entrecortadas por el llanto hicieron que la pequeña niña se cuestionara si era buena idea o no el bajar a averiguar lo que pasaba. Tal ves seria mejor si iba a la habitación de sus padres y los despertaba para que su madre la abrazara y su papa iba a revisar lo que habia abajo, si, eso era un mejor plan.

La pequeña niña de apenas 5 años dio media vuelta dispuesta a volver sobre sus pasos.

- ¡Basta, porfavor! - el sonido de otro golpe interrumpió el grito de suplica.

- ¿Mami? - se pregunto la niña deteniendo sus pasos.

Si, esa voz era la de su madre ¿acaso estaba siendo atacada por alguien?

No, no podía ser verdad, nadie podía tocar a su amada y dulce madre sin que ella hiciera algo al respecto.

Con mas valentía de la que cualquier niña de 5 años podría tener, la dulce pequeña dio media vuelta y camino decidida bajando los escalones, giro su vista hacia el piso de abajo que podía verse a través de los barrotes de madera y fue entonces que se arrepintió de no haber subido hasta su habitación y taparse hasta la cabeza con las mantas.

Su madre, su amada, dulce y delicada madre estaba tirada en el suelo, con el cabello despeinado, el vestido de noche que le habia visto hace algunas horas antes de salir y que se le veia precioso, hecho trizas, las piernas cubiertas de moretones en los muslos y el rostro hinchado con rastros de sangre saliendo de su boca.

- ¡Callate! - la voz rasposa de su padre hizo que la pequeña sintiera un escalofrío. Conocía bien ese tono mal sostenido, su papi habia bebido de esa botella que lo ponía de mal humor de nuevo, por eso estaba discutiendo de nuevo con su mami - eres mi esposa y vas a hacer lo que yo diga cuando yo diga.

La pequeña fue testigo de como su padre abría por la fuerza las piernas de su madre, ignorando sus gritos.

La niña cayo sentada en los escalones, atónita, viendo con terror como su padre le daba un puñetazo en la cara a su madre cuando ella comenzó a patear. Se cubrió la boca para no gritar cuando él hizo unos movimientos entre las piernas de su mamá y se metió entre ellas para bajarse el pantalón.

Se cubrió los oídos en un intento desesperado de acallar los gritos de su madre cuando su papa comenzó a empujar hacia adelante. Cerro los ojos llenos de lagrimas cuando vio como él la seguía golpeando mientras la empujaba y le gritaba que se callara.

Unas manos la tomaron por los hombros asustandola, alzo la vista pensando que su papá la habia descubierto, pero no, era su hermano mayor, Carlos.

El chico de 12 años tomo a su hermanita por los hombros la levanto de los escalones, haciendo uso de toda su fuerza de voluntad para no intervenir en lo que sucedía en el piso de abajo, ya sabia las consecuencias de intervenir en esas situaciones, no por nada habia terminado en cama durante 3 días despues de la golpiza que su padre le dio hace dos años por tratar de defender a su madre.

El niño tomo y abrazo a su hermanita quien ya temblaba y lloraba completamente traumatizada. La solto para dirigirla a su habitación, esta noche dormirían juntos como cuando eran mas pequeños.

- ¡YA BASTA, PORFAVOR! - fue el último grito que escucho la niña antes de que su hermano cerrara la puerta tras de si.

Capitulo 1.

Los ojos de la chica abrieron de golpe.

Todo habia sido un sueño, o mas bien el sueño de un recuerdo. Sus manos tallaron sus parpados con pereza, tratando de alejar el sueño de si misma. Un bostezo salio de su boca, miro a un lado al reloj despertador, se habia despertado antes de que la alarma sonara.

"Genial" pensó la joven con sarcasmo.

Se giro sobre si misma con un quejido inaudible, se sentó en el borde de la cama y se quedo inmóvil.

El dolor de su espalda era insoportable ¿como iría asi a la escuela?

La chica se levanto y se dirigió a su espejo de tamaño completo, se volteo de espaldas y levanto su blusa hasta sus omóplatos.

Ahi estaban, un montón de moretones hechos a causa de golpes de cinturón, todas las marcas recientes, otras de hace algunos días, zurcaban de extremo a extremo la espalda delgada de la joven, algunas incluso llegaban hasta sus brazos.

- No debí meterme esta vez - se reprendió a si misma mientras bajaba despacio su blusa.

Esa noche sus papas habían discutido, como siempre, justo cuando ella estaba a la mesa comiendo cualquier cosa por orden de su madre.

Él habia llegado a casa en estado de ebriedad, de nuevo, y comenzó a gritar ordenes que su madre acato temblando como una hoja. Fue hasta que en un temblor de miedo la mujer tiro parte de la bebida que él le pidio al suelo y este comenzó a golpearla en castigo por ello.

La joven no soporto mucho, ya no respetaban ni el hecho de que ella estuviera ahí enfrente, se levanto dispuesta a parar la pelea pero solo consiguió que su padre la atara de manos a la columna principal de las escaleras y descargara su frustración dando de azotes con el cinturón contra su delgada espalda.

- Pero ahí vas a sentirte la heroína, estupida - se regaño aun mas la chica entrando al baño de su habitación - Carlos te lo dijo ¿no? "nunca te metas, nunca la defiendas" pero ahí vas pensando que puedes tu sola - continuo murmurando mientras se desvestia lentamente y con muecas de dolor.

La imagen de su hermano mayor el día que se fue a la Universidad del estado azoto su mente.

La habia abrazado con fuerza mientras le susurraba que desearía poder llevarla con él para poder estar tranquilo, pidiendole que se cuidara y que no hiciese nada imprudente.

- Nunca interfieras, Samantha - le susurro mientras la apretaba aun mas fuerte, su voz sonaba seria, apremiante - jamas te metas a defenderla, créeme, ella no lo agradecerá, terminaras siendo golpeada por él y ella no lo evitará.

- Pero, Carlos...

- Pero nada, Sam - le interrumpió él - entiende, ella no quiere dejarlo y esta dispuesta a soportar todo eso por lo que ella llama "amor" pero tu y yo no entramos en esa ecuación. Entre mas rápido lo entiendas, mejor.

Y era verdad, pensó Samantha mientras permitía que el agua caliente mojara su espalda relajando sus músculos, su madre nunca interfería en las palizas que le daba su padre, prefería ir a la cocina, a su habitación o simplemente salir al jardín que hacer algo mientras él descargaba su ira contra el cuerpo de su única hija. No importaba cuanto gritara ella por piedad y ayuda, su madre siempre hacia la vista a un lado.

La joven se ducho con tranquilidad, sabiendo que tenia tiempo de sobra para llegar a la escuela, salio a su habitación envuelta en una toalla cuando termino y miro con sorpresa el borde de su cama, ahora recién tendida.

En el borde estaban unos jeans de mezclilla, acomodados pulcra mente al lado de una blusa blanca de de algodón y manga corta y una camiseta de manga larga de color azul con cuadros negros. Justo encima del conjunto estaba un frasco con pomada.

Lo habia hecho de nuevo, su madre de nuevo habia entrado en su habitación para prepararle la ropa y dejarle una pomada que aplacara el dolor y la hinchazón de los golpes. Siempre lo hacia. Era una rutina que la mujer seguía despues de que sus hijos eran golpeados, entraba sin tocar a sus habitaciones, les dejaba la pomada y salia sin decir nada para despues hacer como si nunca hubiese pasado cuando los veia cara a cara.

Samantha se confundía cuando esto pasaba, ella siempre creía que a su madre no le importaban en lo absoluto sus hijos, desde que permitía que su padre los maltratara y golpeara frente a ella sin decir nada lo habia confirmado, pero luego iba y les dejaba una pomada para el dolor y les preparaba el desayuno al día siguiente como si fuese una amorosa madre y ellos no podían decirle nada ni reprocharle porque ella comenzaba a llorar y se iba en lagrimas a otro lugar haciendo que sus hijos se sintieran culpables por reclamarle cuando el culpable por golpearlos era el alcohólico de su padre.

Samantha suspiró, mejor dejar de darle vueltas al asunto. Tomo la pomada y comenzó a colocarla con cuidado en las zonas que alcanzaban a tocar sus mano; dejo secar un poco la sustancia en su piel antes de comenzar a vestirse.

Se miro al espejo una vez terminada.

Su cuerpo no era ni muy delgado ni muy robusto, mantenía sus curvas naturales por lo que la ropa le quedaba bien, el pantalón de mezclilla ajustaba sus piernas como todos los demás que tenía en su clóset, la blusa blanca le quedaba pegada al torso y la camiseta azul le quedaba holgada, justo como le gustaba. Su cabello ondulado y castaño claro a la altura de sus hombros, se esponjaba conforme se secaba, se paso el cepillo un poco para peinarlo y acomodarlo. Se miró completa, bien, no habia rastros de golpes a la vista.

Luego subió la vista a su rostro, maldición.

Su tez era blanca comunmente, algunas pecas encima de su nariz le daban ese toque de ternura, como decía su madre cuando Sam era una niña. Sus ojos estaban envueltos por unas profundas ojeras y cubiertos por unos hinchados párpados que no se habían desinflamado durante la noche luego de que ella llorara hasta dormirse a causa del dolor. Lo único bueno es que sus pupilas casi no se veían, las odiaba.

Esa extraña mezcla de color almendrado con lineas verdes cubriendo su retina habían sido herencia de su progenitor. Verlos en un espejo solo hacian que recordara el rencor y odio con los que la miraba a ella y a todos en general, por eso prefería cubrirlos siempre con gafas de sol, aun cuando el clima afuera fuese el inapropiado para estas, ella siempre las cargaba sobre su rostro.

Tomo sus pertenencias de la mesa de noche y salio de la habitación dejando la pomada en el mismo lugar donde la habia encontrado, para cuando volviera a casa, esta habría desaparecido de su habitación, como siempre.

Bajo los escalones con tranquilidad, sabiendo que su padre estaría dormido a esta hora, completamente noqueado por el alcohol y la resaca.

- Buenos días, Sam - la saludo su madre desde la cocina - ven a desayunar.

"Ahí vamos de nuevo" se dijo a si misma la castaña.

Se acerco a la cocina y se sentó a la mesa en el centro de esta donde habia un plato con tostadas, huevo frito, jugo de naranja y un poco de fruta picada. Su madre siempre se lucia en los "desayunos de disculpa" como les habia llamado la chica a aquellos detalles.

- Te levantaste temprano hoy - le dijo su madre sin mirarla, parecía muy ocupada maniobrando con las hoyas vacías de la alacena como para dejar de darle la espalda a su hija.

- Desperté antes de la alarma - respondió la chica comiendo - pesadillas.

- Ya veo - la mujer seguía viendo hacia el otro lado - tal ves deberías colocarte audífonos para que duermas oyendo musica y asi no sueñes feo o tal ves deberías dejar de ver esas películas y videos de terror que te gustan tanto.

- Hmp - "o tal ves deberías dejar al monstruo que tienes por marido que provoca peores pesadillas que los de las películas y videos, madre" se dijo la joven en la mente.

Terminó de desayunar en silencio mientras su madre seguía moviendo trastos vacios en la cocina, Sam se había dado cuenta que no quería voltear a verla a la cara, le estaba dando la espalda a propósito. "Sus razones tendrá" pensó la joven con ironía.

La chica tomaba con tranquilidad el último sorbo de su jugo, eran pocas las veces en las que podía desayunar tan tranquilamente, estaba segura de que hoy no se le revolvería el estomago antes de llegar a la escuela.

Pero no todo lo que deseamos se vuelve realidad.

- ¡LUISA! - el grito de su padre en el piso de arriba pertrifico a ambas mujeres que dejaron sus extremidades congeladas en sus acciones mientras sus ojos se abrían cubiertos de terror y un escalofrío azotaba sus columnas. Su padre había despertado con resaca y muy mal humor - ¡LUISA! ¿DONDE CARAJOS ESTAS?

El sonido de la puerta de la habitación abriéndose de golpe hizo que Samantha se levantará de su asiento rápidamente, era un gesto involuntario, su instinto le rogaba por huir de ahí cuanto antes.

- ¡LUISA! - el grito se escuchaba mas cerca ahora.

- Vete ya, Samantha - le dijo la mujer a su hija mirándola porfin a la cara, Samantha vio como la parte izquierda del rostro de su madre estaba completamente deformado por la hinchazón, la piel inflamada tenia un tono rojo brillante con puntos morados, su padre la habia golpeado la noche anterior al parecer.

- ¡CARAJO, TE ESTOY HABLANDO MUJER!

- Vete, ahora - apremio la mujer mientras salia de la cocina dispuesta a retener al hombre y darle tiempo a su hija de salir de ahí. Sabia que él estaba molesto con su pequeña, si la veia estando en ese estado seguro la golpeaba de nuevo y sin razón.

Samantha no lo pensó dos veces, tomo sus cosas y salio por la puerta de la cocina hacia el patio trasero, dio vuelta a la casa y camino hacia la acera mientras escuchaba los gritos de su padre adentro.

El sonido de un vidrio rompiéndose fue lo último que escucho antes de ponerse sus audífonos en los oídos con la musica a tope.

Camino lentamente por la acera, en dirección a la escuela.

Cápitulo 2.

Un edificio de un solo piso, con varios metros cuadrados de longitud, con jóvenes de distintas edades entrando y saliendo por la puerta principal, hora de entrada, Lunes por la mañana, era hora de ir a clases.

Samantha caminaba sin mucho animo en dirección al edificio, su mochila rozando su espalda a cada paso hacia que sus dientes se apretaran contra si mismos, aun dolía sin importar que se hubiese puesto esa pomada.

- ¡SAM! - incluso con los audífonos puestos la castaña pudo escuchar el grito eufórico de aquella chica con la que compartía grupo, un suspiro cansino salio de entre sus labios disimuladamente antes de sentir como la tomaban de un brazo efusivamente para jalarla a un abrazo que la hizo soltar una mueca de dolor que rápidamente disimulo - ¿como estas? ¿que tal tu fin de semana?

- Bien Sofi, bien - dijo Samantha soltandose del abrazo con calma - ¿y tu?

- ¡De en sueño! - grito la chica mientras tomaba el brazo de Samantha y caminaba con ella hacia el instituto sin importarle que esos gestos no fueran del agrado de su amiga - Cass organizo una cita el Sabado y mi padre me permitió quedarme a dormir toda la noche en su casa, ya te imaginarás lo que paso - dijo en tono pícaro antes de soltar una ruidosa carcajada.

Sofía era la compañera de salón de Samantha, alta, rubia, ojos verdes, vivaz y extrovertida. Todo lo contrario a la castaña quien prefería pasar desapercibida en la escuela oyendo musica o en el gimnasio de la escuela que charlando con la exorbitante cantidad de conocidos que parecía tener la rubia.

Ella parecía tener ese algo que hacia que todos la adorarán y no se pudiesen enojar con ella, una de estas era la misma Samantha quien a pesar de que el caracter vivaz de la rubia le parecía aprehensivo para con ella, no podía apartarla cuando se empeñaba en pasar el rato a su lado.

- ¿tu padre dejo que durmieras con Cass? - se pregunto extrañada la castaña, en sus sueños podría ella pasar una sola noche fuera de su casa, su padre siempre iba a revisar su habitación para ver si estaba en casa o no, ebrio o sobrio, era una costumbre que el hombre tenia.

- Si, no le vio problema - río Sofía alegre - despues de todo "chica con chica nunca deja consecuencias" - imito el tono de su padre mientras repetía las palabras con las que él mismo se convenció de dejar a su hija pasar la noche fuera.

Una pequeña risa salio de la garganta de Samantha, siendo la primera en 3 días seguidos. Era por eso que no apartaba nunca a la rubia, ella era capaz de sacarle sonrisas y hasta pequeñas carcajadas con sus ocurrencias y esto ella lo agradecía.

- Me alegro de que te dejaran disfrutar tu fin de semana Sofia - dijo Samantha cuando dejo de reir.

- ¿Y tu que hiciste estos dias? - pregunto la rubia.

- ¡Bebé! - el grito de una chica de cabello largo peli negro, ataviada con un hermoso vestido de color azul con puntos blancos, llamo la atención de ambas chicas.

Se acerco a ellas, tomo a la rubia de un brazo y la atrajo hacia si misma con mas fuerza de la necesaria, tomo el mentón de la rubia y le dio un beso demandante que la oji verde respondió un poco desorientada - te extrañe.

- Nos vimos ayer - río Sofia sonrojandose.

- Hola Cass - saludo por mera cortesía la castaña, los lentes sobre sus ojos evitaban que se viera la mirada confundida ante la actitud de la peli negra, ya que esta le habia mirado desafiante durante el beso con la rubia.

- ¿Nos vamos? - dijo Cassandra ignorando por completo el saludo de Samantha haciéndole fruncir el ceño aun mas confundida. La joven no espero respuesta de la rubia y tomando de la mano a su novia camino dandole la espalda a la castaña que no se animo a decir absolutamente nada.

- ¡Te veo en clase Sam! - grito Sofía agitando la mano en el aire dando vuelta para mirar a su amiga.

- Adios - susurro la chica castaña alzando el brazo a medias pues sabia que su amiga no lo veria ya que la peli negra la jalo de nuevo hacia su cuerpo para voltearla hacia el frente mientras la abrazaba por la cintura.

"Bien, eso fue raro" se dijo a si misma Samantha mientras se dirigía de nuevo a la entrada del edificio, faltaba muy poco para que sonara la alarma que anunciaba el comienzo de clases.

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