Ria apretó más el botón del elevador para que sus puertas se cerraban.
Las contracciones tenían rato que habían dejado se ser delicadas para darle paso a las olas de dolor que salían de sus útero. Intentaba agarrar las fuerzas de donde podía, sin embargo las contracciones hacían con su pequeño cuerpo que hasta la uña de sus dedos doliera.
Ella se había sentido tan valiente hasta este momento, creía que si había aguantado a una sociedad que siempre la apuntaba con un dedo por ser madre soltera, podía con esto. Pero ni de broma podía explicar con palabras lo que estaba a punto de sentir.
Y no solo físicamente, si no también psicológicamente, era más que obvio que necesitaba a alguien, para estrangular los dedos o para algunas palabras de apoyo.
Pero no, se encontraba sola como el primer día.
Cuando finalmente las puertas se estaban cerrando, un hombre alto metió su mano para que este no fuera cerrado. Internamente Ria maldijo al hombre, necesitaba llegar al hospital y el hombre que había llegado tarde le estaba quitando tiempo valiosísimo.
Carlos había mudado hasta el último alfiler del departamento de su antigua esposa, ella le había quitado todo. Hasta aquel momento creía que los bienes mancomunados eran una magnifica idea, sin embargo, en el calor de los juzgados se conocía hasta la mujer más dulce.
Y su ex esposa era la mujer más doble cara que había conocido en su vida.
Sin olvidar los amargos sentimientos, corrió hacia el elevador, necesitaba comer, llevaba tiempo que no probaba un filete. Su ex esposa era vegana por lo que el también tenía que serlo.
Cuando las puertas del elevador se abrieron vio perfectamente a la pelirroja del fondo, su cabello era un caos y el sudor de su frente era evidente. Su pequeño y delicado rostro de porcelana se encontraba rojo por el esfuerzo.
Entonces, Carlos lo notó, su vientre era enorme.
Ria le dio una mala mirada al hombre que se había quedado afuera observandola como un experimento científico. Ella quería gritar y llorar pero se había hecho la promesa a si misma que no iba a ser de esas mujeres que había visto en YouTUBE.
Carlos al ver que otra contracción llegaba, se apresuró a entrar al elevador, presionó con fuerza para que el momento y la situación pasara rápido. Pero su acción solo hizo algo que jamás imaginó, el elevador se detuvo y las luces se apagaron, la mujer detrás de él, gemía con fuerza.
Ria creía que ya no había tiempo suficiente para llegar al hospital. Después de todo, iba a parir a su primer y único hijo frente a un desconocido. Pero el dolor le ayudaba a perder la razón. Tener a su hijo si dolía más de lo que ella creía.
Juraba entre quejidos que jamás volvería a hacerlo.
—¿Que sucedio?—Carlos le pregunto al interruptor de emergencia.
—No tengo ni la más mínima idea, pero nesesito salir de aquí, no puedo esperar más tiempo—ella agarró su vientre abultado e intentó apretarlo con fuerza.—¡ NO AGUANTO MÁS!
Carlos sin saber que hacer miro a la chica, esta se deslizó sobre la pared y abrió las piernas como si su propio cuerpo tuviera vida propia, su útero estaba a punto de sacar al ser vivo que permaneció dentro de ella solo nueve meses, en ese momento, las circunstancias y el momento no importaban.
Su único objetivo era que Jack viniera con salud a la vida.
—¿Que...que haces?—Dijo Carlos con nerviosismo cuando vio que la chica deslizaba sus pequeños pantalones sobre sus piernas.
—¡Voy a tener el bebé aquí, idiota
Carlos no supo que hacer, desde el momento que la chica informó su cometido supo que tenía que ayudar si o si, aunque no sabía el procedimiento para traer a un bebé al mundo sabía que ella no podía hacer sola. Era difícil comparar pero ni siquiera su perra Fath pudo tener a sus bebés sin asistencia de una enfermera.
Él se giró hacia el otro lado cuando la vagina de la chic quedó expuesta en la roja alfombra del ascensor. No es que fuera la primera vez que observaba una vagina cerca de él, había pasado por un matrimonio amoroso después del desastre de algunos años. Pero ahora, todo ahí se veía diferente, la pequeña abertura se abría cada vez más y aunque pareciera imposible pudo ver la cabeza del bebé como iba abriéndose paso hacia la ranura.
Ria no podía más, quería pujar con fuerza pero temia lo peor, hasta ahora se había dado cuenta que sus clases prenatales habían mentido sobre este asunto, nada te preparaba para dar a luz en un elevador.
—Mira mi vagina, por favor y dime que vez.
—No quiero hacerlo—Susurro Carlos, era una completa desconocida por el amor de Dios.
—¡HAZLO, MALDITA SEA!
Y entonces esas palabras le dieron la suficiente valentía al hombre para observar con mayor claridad, ella extendió su espalda hacia atrás y pujo con todas sus fuerzas. Solo ella esperaba que el pequeño Jack viniera con salud y que pudiera aguantar lo suficiente como para salir de aquí.
El hombre, se quitó la chaqueta cuando vio la cabeza del bebé salir poco a poco, no sabía como poner sus manos pero cuando la cabeza estuvo afuera, el la tomó. El rostro del niño se veía morado y los ojos no se abrieron enseguida, la chica hizo aún mayor esfuerzo cuando los hombros del bebé pasaron por el canal de parto.
Lo siguiente fue demasiado rápido para él, por un momento tenía solo la cabeza y ahora, tenía un bebé que no respondía a ningún estímulo. El pánico se apoderó de él y lo envolvió con su chaqueta y evitando vomitar presiono de nuevo el botón de emergencia del elevador.
Ria se sentía emocionada, lo había logrado. Pero las circunstancias no eran las que había soñado, ni siquiera había podido conocer a su bebé porque la persona que lo tenía en sus brazos hablaba con alguien que no supo reconocer.
—Mi bebé...— Pidió pero sus fuerzas estaban drenadas, por lo que solo salió un leve susurro.
Carlos despertó de su desesperación y vio por primera vez como el bebé abrió los ojos, cuando ambos conectaron el pequeño salto un grito de llanto que hizo suspirar al chico. Por fin, aquello era buena señal.
Ria quería a su hijo pero sus pies no respondían, quería sacar fuerzas pero su lucha era en vano. Lo único que podía hacer era hablar.
—¡DAME A MI BEBÉ!—Era imposible negar el temor que la hacia temblar.
Carlos hizo lo que le pidió, el niño era hermoso, con piel blanca y unos ojos cafés bellísimos, su nariz era pequeña y unos grandes ojos que cautivaban. Él agradecía que Dios le hubiera dado la oportunidad de ver el milagro de la vida con sus propios ojos.
Él hizo lo que la pelirroja le pidió, deslizó al pequeño bebé que lloraban desconsoladamente y finalmente cuando llegó a sus brazos, ella se dio cuenta que por fin tenía a su pequeño Jack estaba en sus brazos
—Es hermoso— Dijo sin pensar, sus ojos estaban en el pequeño que abría la boca llevando su puño en las manos.
—Tiene hambre— Bajo su blusa y dejo expuesto un pequeño pezon rosado.
Carlos reprimió su Primitivo deseo, él no quería ser inoportuno, pero su pene respondió a la exposición de la chica, su piel, se veía deliciosas, sus largas piernas se encontraban abiertas y la dejaban expuesta.
El ver aquello lo hacía despertar sentimientos que él creía que habían dormido con su antigua ex esposa.
Se había vuelto un psicópata, en aquella escena no había nada sexual. Él no iba a negarlo, la chica era preciosísima, su marido era muy afortunado.
En un momento a otro, se sintió ajeno a la situación. Como si estuviera viendo la televisión de algo que no estaba participando.
Las puertas se abrieron lentamente y Carlos intentó cubrir la desnudez de la chica, ella estaba demasiado ocupada sin perder de vista a su bebé.Los paramédicos se dirigieron directamente a la chica que se encontraba atrás de él, intentó escabullirse para no estorbar.
Pero algo lo sacó de sus pensamientos, la enfermera lo miro.
—¿Usted es el padre?
—Sí—Dijo rápidamente Ria, ella no quería que nadie le arruinará el momento con preguntas tontas.
Carlos, nervioso se limitó a asentir y sin mirar a la chica espero pacientemente a que ella saliera por la camilla y se escabuyera a su departamento. Quizá no era momento de comer.
Ser madre era lo más difícil para Ria y más aún, con millones de reportajes sobre la bandeja de recibidos. Ni siquiera ella misma recordaba cuando se había dado un baño decente.
El niño era todo lo contrario de lo que ella se imaginaba.
Jack permanecía en su cuna, como siempre, llorando desconsolado, el niño era considerado de "alta demanda" para cualquier pediatra de la ciudad. Ella había hecho de todo para consolar a su pequeño bebé, pero sus intentos eran en vano.
—Ya pequeño, Jack, mamá necesita un momento de paz.
Pero el niño lloro aún más desconsoladamente y ella estalló junto con él, ya no aguantaba más. Su control tenía un límite y ahora mismo no podía controlarlo. Por lo que se tiro al piso a llorar junto con el niño.
Ella no contaba con una madre para ayudarla, ni siquiera tenía una amiga la cual le pudiera ayudar a mantener a Jack en silencio un momento. Ella solo era una mujer exitosa con un sueño que en realidad se cumplió pero jamás pensó que fuera de esta manera.
El golpe de la puerta, detuvo su llanto pero no el del bebé. Ella limpio el desastre de mocos y lagrimas con el dorso de su mano y sin importarle su atuendo, camino hacia la puerta.
Carlos jamás se había acercado al apartamento 106, desde el elevador, el había permanecido lejos de la chica por el último inconveniente, pero ahora, necesitando visitarla, no tenía más remedio que tocar la puerta y esperar a que su esposo saliera y evitar tener que verla.
Pero la suerte no estaba de su lado, la chica apareció frente a él, su cabello era un completo desastre, incluso parecía que no lo había lavado desde hace mucho tiempo. Su ropa se conformaba por una blusa de tirantes y pañales para adultos, la blusa, tenía manchas frente a los pezones.
El olor a leche descompuesta fue lo primero que olió.
Las lágrimas de Ria, que permanecía escondidas se desbordaron cuando vieron al chico. Ella no sabía porque estaba siendo tan abierta con un desconocido pero el momento ni la situación lo ameritaban.
—¿Estas bien? —Fue lo único que podía decir Carlos.
—No, no estoy bien.
Entonces el comprendió todo cuando el niño adentro lloró incluso aún más fuerte, el recién nacido estaba inconsolable.
Él volvió a observar a la chica y sabia que necesitaba ayuda, pero no esperaba a que estuviera completamente sola. Ella debía tener un esposo. La chica no era la virgen María para procrear un bebé sola.
—¿Quieres que te ayude?
Ria cuando escucho aquellas palabras, sintió como el alivio inundó su cuerpo, pero una parte de ella la hizo sentir incómoda. No conocía para nada al chico y dejarle a cargo a su bebé era algo tonto de su parte.
Pero su parte irracional necesitaba unas horas de sueño y quizá si desaprovechaba el momento, jamás volvería a dormir unas horas hasta que el bebé tuviera suficiente edad para sentarse solo.
Pero Carlos no espero a que ella le diera un "si", se auto invito hacia el departamento y corrió hacia donde estaba el niño en su cuna. Su rostro angelical se encontraba rojo del esfuerzo, sus manos se agitaban en el aire con los puños.
El corazón del chico se encogió al ver al niño y sin pensarlo lo tomó en sus brazos y mágicamente el niño guardo silencio.
Lo que Ria observaba era algo que en un mes no había logrado, el sentimiento de alivio inundó su cuerpo.
—¿Como lo hiciste?
El ejemplo de su hermana florecía, el estuvo presente en todo el embarazo y los primeros meses del niño. No porque quisiera, su hermana menor era una más del porcentaje del embarazo adolescente.
—Viví de cerca con un recién nacido—Dijo sin revelar ninguna información más, Carlos se le conocía por ser un hombre reservado. —Ellos son tan sensibles que cualquier sentimiento tuyo, se refleja en ellos.
Ella detuvo el pedazo de pizza entre su boca y lo observó con asombro.
—Me estas diciendo que si yo me siento mal, ¿Él también lo sentirá?
Carlos solo se limitó a asentir, el pequeño niño se acomodó perfectamente entre sus brazos y sus grandes ojos grises lo observaba con atención.
—Vaya, no se absolutamente nada de un bebé— Ria reprimió sus lágrimas.
Jamás pensó que ser madre iba a ser más difícil de lo que ya era, el mundo lo pintaba de manera diferente y el darse cuenta que no era así, solo demostraba que había caído redondita en la mentira.
Ella siempre aceptó que el mundo la cuestionara por elegir este camino, el mundo entero no creía que fuera capaz de sacar a un niño adelante sola. Pero ella lo deseaba y la edad era su próximo impedimento.
Ria aceptaba que la edad de 30 años era completamente aceptable para traer al mundo a un ser vivo. Estaba en el punto máximo de su carrera, tenía solvencia económica para darle lo que necesitaba, pero jamás se imaginó que tenía que trabajar en su salud mental.
Porque si, el desgaste físico y mental era algo que ella jamás imaginó. Y ahora, que un completo desconocido había calmado a su bebé, la hizo desmoronarse.
Ella podía aceptar la crítica del mundo, pero el rechazo de su propio hijo era algo que más le dolía.
Por lo que guardo su poca cordura y evito mirar a la escena, intento distraerse limpiando. Su casa era un completo desastre, la última vez que había limpiado había movido todo lo de la casa, pero ahora con el bebé, ni siquiera habia tocado el lavavajillas.
—¿Quieres que te ayude a algo más?
Exasperada, por la intromisión ella se giró hacia él.
—No, gracias — Intento ser lo más educada posible pero poco a poco la ira fue creciendo.
Hasta que explotó.
—¿Sabes en que me puedes ayudar?— Ria subió señalo su pecho con su uña— ¿Puedes hacer que un niño de un mes me ame? Por el amor de Dios, es mi propio hijo. No me quiere— Su corazón se rompió y las lágrimas salieron sin aviso— Me odia y yo lo amo con todo el corazón. Pero no puedo más, esto es demasiado para mí.
—¿Y tu esposo?— Carlos hablo imprudentemente, el no era ese tipo de persona, pero ni siquiera entendía porque tenía que pasar ese sufrimiento sola.
Pero ella bajo la mirada, no quería ser juzgada. No por aquella persona que en ese momento necesitaba, así que intento por todos los medios buscar una manera de explicarlo. Pero la sinceridad era lo que caracterizaba a la chica y mentir la hacia perder su personalidad.
Aquella personalidad que tanto necesitaba en ese momento.
—Jack fue concebido por invitro.
Carlos se arrepintió de haber hecho esa pregunta, lo menos que quería era hacerla sentir como ahora mismo ella se estaba sintiendo. Él no era nadie para juzgar el estilo de vida de la chica, pero su corazón lo hizo sentirse mal por la chica.
—No quiero compasión, amigo. Solo quiero una ducha, comida caliente y que mi bebé me ame ¿Es mucho pedir para mi?
Ella ignoro completamente los ojos del chico que la miraban con fuerza, no quería ver aquella mirada que se había acostumbrado a lo largo de su embarazo. No ahora que su estabilidad emocional dependía de un bebé de un mes.
—Creo que la comida caliente jamás llegará
Ella lo miró de mala manera y camino hacia la sala, necesitaba aprovecha del momento de paz. para hacer todo lo que su mente le decía que hiciera. Pero algo lleno su mente cuando vio sus preciosos sillones persa, algo que jamás en sus cabales había permitido.
Dormir era una buena opción.
Pero no confiaba plenamente en el chico que sostenía a su bebé.
—¿Como te llamas?
—Carlos...—Dijo sin perder de vista al niño en sus brazos.—Carlos Smith.
—Bueno, Carlos, debo agradecerte que hayas calmado al pequeño Jack pero ¿Como sé que no eres un asesino que vino por nosotros?
—Soy tu vecino desde hace un mes.
—Eso no quita que seas un asesino— Ella se acercó alerta, ideo rápidamente un plan para quitarle al niño y huir sin el menor daño a nadie.
Pero Carlos miró alerta a la chica, sus intensos ojos brillaron con ideas que el miro con claridad, ella sospechaba de él y eso lo hizo sentirse ofendido. Pero por una parte, sintió que tenía razón. Él se había presentado a su puerta.
— Vine a buscar a un hombre para que me ayudará a subir una gaveta. Pensé que estabas casada, lo siento.
—¿Y piensas que una mujer no te puede ayudar?
La chica estaba claramente a la defensiva, consecuencia de su momento. El era liberal, pero la gaveta claramente necesitaba el tamaño de un hombre.
—No, pero al menos que crezcas veinte centímetros de un momento a otro, quizá puedas ayudarme.
Ria lo miro y sintió vergüenza. Ella estaba siendo una perra, por lo que lo dejó ahí, riendo solo.
El cuerpo de Ria permanecía inmóvil en el sillón y Carlos se quedó a media palabra. Ambos estaban hablando de cualquier cosa hasta que la chica había silenciado sus labios por el sueño.
Carlos entendía perfectamente porque se había quedado dormida, sus ojeras le daban un incentivo que necesitaba. Y aunque era atrevido de su parte, se sintió en la confianza de ayudar a la chica que necesitaba su apoyo.
Por lo que tomo al recién nacido y plácidamente lo dejo en su cama.
Vio el caos de la ropa y se puso en marcha, él amaba los quehaceres del hogar, con su trabajo le permitía realizarlos y disfrutar de ellos. Sin embargo, su ex esposa se aprovechaba de la situación, hasta ahora se había dado cuenta que él había puesto todo para que la relación funcione, pero al final, quien daba todo era quien terminaba mal.
Así que rompió su frustración con la ropa, metió todo el cesto de ropa y se dirigió hacia su próximo cometido, la sala.
Y así pasaron las horas para él, limpio, sacudió, incluso hizo una buena comida para que la vecina se levantara con todo el ánimo. Carlos se sintió en la responsabilidad y aunque ni el mismo comprendía porque ayudaba a una desconocida, se sintió perfectamente bien ayudando a los demás.
Entonces, terminando todo, se sentó en un sillón y observo con detalle a la chica frente él. No iba a negarlo, la chica era preciosa, su cuerpo ya no estaba hinchado como la última vez que la observo, ahora sus anchas caderas le daban el aspecto sexy de una mujer madura.
Por primera vez en todo el tiempo, el corazón de Carlos latio con fuerza, Ria se sentía indefensa, como si fuera una niña pequeña apretando con fuerza su cojín. Pero el mismo sabía que aquella indefensa mujer tomó el mejor riesgo para tomar sus sueños por delante.
Eso hizo que Carlos admirara a la mujer desconocida.
Él tenía que obtener su nombre al momento que despertara.
Ria abrió los ojos y se regañó a si misma. No debió quedarse dormida, eso era algo tonto de su parte y el silencio la puso en alerta, se levantó enseguida y lo primero que pudo observar fue a Carlos, tomando una copa de vino y ahí fue donde ella se dio cuenta de que su vecino era atractivo.
Su cabello era una maraña en su cabeza, el cabello negro no era su mejor fuerte. Su nariz chata y sus labios delgados solo lo hacían que sus ojos color miel resaltarán. Su cuerpo era atlético, pero no como un hombre que se ejercitará, más bien era de un hombre trabajador.
Y aún más se dio cuenta que lo era cuando el desastre que había dejado antes de dormir había desaparecido. Incluso su ropa colgaba en el perchero del balcón.
El rubor apareció en sus mejillas, la pena inundó su mente y no sabía como proceder, él había hecho todo lo que le correspondía y ella solo se había dedicado a dormir.
Definitivamente necesitaba un ayudante.
Pero cuando su bebé se quejó, toda la pena abandonó su cuerpo, ella se levantó enseguida y tomó al bebé en sus brazos. Por vez primera, el pequeño Jack abrió los ojos hacia su madre y ella solo se dedicó a sonreír.
Carlos tenía razón, ambos necesitaban unas horas de sueño y ahora que lo tenían, el se demostraba dulce. Ni ella comprendió como los pediatras jamás le habían informado de aquello.
Miles de dólares tirados a la basura.
—Muchas gracias por hacer esto— Dijo sinceramente.
—No hay de que, lo necesitabas. No sientas pena de pedir ayuda, es necesario.
Ria arrugó el entrecejo y Carlos reprimió un claro deseo que resurgia de su cuerpo. Si, sentía aquella atracción que hacía que su miembro despertara de su sueño de belleza.
—No se como agradecerte, pero al menos permíteme pagarte...
Ria dejó al bebé en sus brazos y camino hacia su bolso, saco la chequera y comenzó a garabatear algo más que unos simples centavos.
Pero Carlos la detuvo, tomó entre sus manos la pluma e invalido el cheque con un enorme rayón que llenaba la hoja. El no quería su dinero, ni siquiera quería un agradecimiento por algo que él había hecho de buen corazón y ni hablar del placer de sentir que todavía podía hacer algo por una mujer.
Su ex esposa había dañado toda autoestima que sus padres habían forjado a lo largo de su vida. Ahora, se sentía una alma solitaria y llena de inseguridades por el sexo opuesto. Pero con Ria, el sentía que era totalmente diferente, su aura demostraba ser una mujer de carácter fuerte y con buenas intenciones.
Pero Carlos no sentía que Ria podía ser algo más que su simple vecina.
—No, solo... invitame la cena ¿Que te parece?
Ria se sonrojo por la invitación, nadie a su alrededor había logrado tal atrevimiento. El mundo entero le temía y no era para más, era jefa editorial de la mejor empresa del país, ella solo sabía cómo ladrar órdenes y cuando el mundo entero se enteró que Iba a ser madre, siempre se lamentaron del recién nacido.
Pero Ria por dentro era todo lo contrario, cuando se quitaba el traje, ella era todo lo contrario. La dulzura y los buenos modales que sus padres les enseñaron florecía. Pero debía mantener el ceño fruncido y la mala cara para que el mundo respetara a la mujer que era.
Y peor aún cuando creían que por simplemente no tener un miembro no podía hacer absolutamente nada.
Ella levantó la mirada y asintió al hombre frente a él, el había visto la peor versión de ella, por lo que sintió la necesidad de demostrarle que también podía ser una mujer guapa y con buen gusto.
Carlos quería gritar a los cuatro vientos cuando la chica asintió frente a él, por un momento sintió que de ella no merecía ni los buenos días, pero ahora que ella había aceptado una cena con él, hizo que su corazón golpeara de prisa.
Aunque la situación era muy fácil para ambos era un paso muy grande que los hacía unirse aún más.
Ria observo al bebé que por vez primera observo los muñecos que ella había mandado a hacer especialmente para él, su hijo necesitaba una figura paterna y aunque no podía decir con rapidez que Carlos era su objetivo, el abrir su corazón era un buen paso para lograrlo.
Ahora más que nunca se dio cuenta que si, necesitaba un hombre a su lado. Por un lado ella se decepcionó de si misma, creía que podía lograrlo, sin embargo, el ejemplo que su vecino le había demostrado solo le daba a entender lo obvio, que tenía que ceder en esto.
—Por cierto ¿Como te llamas?—Su voz sono patética, la había invitado a comer pero jamás había sabido su nombre.
Ria sonrió hacia el chico, sus ojos eran intensos y ni hablar de sus manos, a ella le atraía esa parte del cuerpo.
—Ria—Dijo timidamente— Ria Miller
Carlos asintió y ella esperó pacientemente a que el la identificara, aunque dudaba que el chico conociera sobre revistas sobre moda. Pero si su nombre estaba pegado en algunos edificios. Cuando el chico solo levantó su mirada y nada pasó, ella suspiro de alivio. No quería que el primer chico que se atrevía a invitarla a comer juntos la juzgara de la manera que el mundo entero lo hacía.
—Bueno, Ria Miller, no sabia que preparar y lamentablemente tu refrigerador necesita una limpieza por lo que hice mi mejor esfuerzo y prepare— El camino hacia la estufa y abrió la gran olla frente a él— Sopa.
Sin darse cuenta, Ria arrugó la nariz. Ella odiaba la sopa, sus padres siempre intentaban dársela a la fuerza, pero ahora, no podía poner ningún pero. El gesto del chico la conmovió solo un poco.
Pero Carlos no fue ajeno a su gesto, enseguida su rostro decayó.
—¿No te gusta?—Sus sentimientos cada vez lo hacían sentir ajeno. Él nunca se había comportado de esa manera.
—No, si me gusta, gracias.
—No, veo tu rostro y dice lo contrario. No debemos obligar a alguien a que coma algo que no le agrada ¿Que te parece Comida China o algo mejor? ¿Como una gran hamburgesa?
Carlos la observo, él mismo sentía que estaba tomándose muchas atribuciones, pero otra parte de él no le importaba, sentía que aquella visita estaba destinada y no debía desaprovechar la situación.
La espera lo alertó cuando ella pensó un poco, posiblemente ella era vegetariana y su ánimo cayó un poco más. Él necesitaba una gran hamburgesa, pero respetaba los gustos de los demás.
—Creo que una Hamburgesa me parece bien, aunque debe de ser una de menor cantidad, mi estómago esta algo sentido de no comer a tiempo.
El suspiro aliviado y camino hacia la puerta, definitivamente Ria Miller era una chica que si le interesaba.
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