Mi día comenzó muy normal, me levanté a las cinco con treinta de la mañana justo después de las veinte mil veces anteriores que había sonado mi alarma, ¡por fin estaba de pie!. Preparé un café muy reconfortante, le di un beso a mi hijo y me despedí de mi madre...
¡quien diría que esa sería la última vez que lo haría!. Era viernes por la mañana y aún no salía el sol, las calles eran un tanto peligrosas por mi barrio, así que siempre procuraba ser cuidadosa al caminar por las calles sin alumbrado, aún que en un lugar como en el que yo residía era muy fácil conocernos entre vecinos, así que, "Simio no mata a simio", ¿no?.
Hoy llegué al hospital y como ya era mi costumbre, saludé a mi amiga Mariana en el área de ginecología, tome mi turno y después me fui a mi área de trabajo en la sala de urgencias. Como siempre mi compañera Karla, estaba llegando tarde... pff, que raro en ella... así que los internos destinados a urgencias no estaban haciendo absolutamente nada, y tampoco podían quedarse solos, así que me dispuse a cubrirla por un rato antes de que Lucía quien era el ogro que se hacía llamar nuestra jefa, apareciera y viera todo ese desorden en aquella sala. Les di indicaciones a todos los internos y como buenos practicantes unos obedecían y otros… bueno hacían lo que podían.
Pintaba para ser un día normal o eso creí hasta que llegó ese paciente, sí, “ÉL PACIENTE”, ese paciente que todos los médicos odiamos a la hora de examinar o hacer un historial médico, ese que simplemente, ¡No te deja hacer tu trabajo!. Su aspecto físico era interesante ya que no era común poder ver con tanta claridad a un hombre desde una distancia tan considerable, el tipo era alto de mediana edad de entre unos 40 o 45 años, fácilmente podía medir los dos metros de altura (Sí, sus dos metros de altura fueron lo que más captaron mi atención) al menos esa era la altura que yo le calculaba ya que no soy del tipo de mujer que se considere de estatura baja.
Me dejó perpleja verlo de pie, él era imponente, fuerte y a pesar de ya ser un hombre "mayor" realmente era un sujeto muy atractivo, con hombros anchos y con un porte impresionante.
En uno de sus berrinches hizo de lado la silla de ruedas en la que estaba sentado como si de una sillita de juguete se tratase, se notaba que era un hombre rico y muy distinguido por la ropa que usaba y aquel lenguaje corporal que hacía que se pudiera distinguir entre la multitud de aquella mañana, además, se notaba de lejos que era extranjero y muy autoritario, era obvio que estaba acostumbrado a hacer su voluntad ya que mis internos no lograban ponerlo en cintura y los miraba incluso con desprecio, así que, entré en acción...
— ¿Qué sucede? — pregunté desentendiendo mi atención del incidente con la silla.
— ¿Alguien puede decirme si en este hospital se encuentra algún médico real que nos pueda atender?, y si es así, apúrate a llamarlo — dijo su acompañante mientras me chisqueaba los dedos en la cara.
En mi mente solo pensaba en si este idiota no lograba ver que, ¡yo soy médico!, sus palabras realmente hicieron que me hirviera la sangre, ¿cómo era posible que en pleno siglo XXI aún se vean estás actitudes tan machistas?, en fin, yo continúe como si nada hubiera pasado.
— Rivera, ¿que le pasa al paciente? — pregunté sin tomar importancia al comentario y exigencias del tipo ese.
— No lo sé doctora no nos ha dejado revisarlo, y además no habla español solo su acompañante nos traduce lo que le dice... y, a decir verdad no es absolutamente nada que médicamente nos pueda servir — dijo uno de los internos ya algo estresado, y como no, si el tipo se sentía como si fuera la maldita reina de Inglaterra y exigía como lo habría hecho el mismísimo Hitler.
— Muy bien vamos a revisar al paciente, Cáceres quédese conmigo y realice el expediente — ordené con un tono molesto.
Me dirigí al acompañante y le pregunté en un tono muy serio que era lo que le sucedía a su mal humorado amigo, a lo que él me respondió que era su jefe y que había sufrido una fuerte caída y por ende tuvo unos cuantos golpes, al parecer uno de esos golpes le ocasionó una herida al topar con una pared en remodelación (o al menos eso me querían hacer creer).
Al oírlo hablar me di cuenta de que hablaba un inglés bastante forzado y con un acento extranjero que me hacía más difícil poder entenderlo, mientras los escuchaba hablar pude entender perfectamente su opinión sobre mí.
— Es una mujer muy joven, ni siquiera a de saber para que sirven los instrumentos que tiene a su lado — comentó banalmente.
¿El idioma?, Gaélico Escosés (se notaba que era de la vieja escuela), tenía un tono de voz bastante severo y autoritario, no sabía si sentirme excitada o enojada, se me dificultó un poco no reírme de la emoción ya que independientemente de que el tipo era mezquino y arrogante, realmente me sentía emocionada de saber que precisamente un hombre escocés era a quien atendía en ese momento.
¡Ay Escocia!, exclamé en mi mente mientras los escuchaba hablar, ya que, precisamente ese era mi país favorito y estuve, en mis ratos libres por supuesto, aprendiendo uno de sus idiomas más antigüos así que era hora de lucirme en tremenda reprimenda que le daría a ese hombre, claro, en su idioma para hacer de esto una mejor experiencia.
— Tal vez sea un tanto joven señor, pero soy su doctora y quiera usted o no, no saldrá de este hospital sin por lo menos tener esa herida suturada y un diagnóstico que pueda llevar a un médico que...— no pude evitar mirarlo de pies a cabeza — Toleré, su mal enfocado autoritarismo, que en lo que a mí respecta es sin duda alguna el más mediocre con el que me he topado en mi vida, dicho esto “señor”, crecí y me forme en los colegios militares con el más alto prestigio y disciplina de este país, graduándome con honores — y sin dejar de hablar comencé a preparar gasas para limpiar la herida — También cuento con los suficientes conocimientos para darme cuenta de que esa es una herida causada por el roce de una bala de no más de 9 mm de diámetro — terminé diciendo mientras me sentaba en un pequeño banco frente a él — Así que, ahora que conoce mis antecedentes académicos, "señor", tiene dos opciones, una, irse con esa herida abierta hasta el hospital más cercano que no está a menos de díez kilómetros y arriesgarse a una infección, o dos, dejarme hacer mi trabajo e irse lo más pronto posible para ya no tener que vernos las caras... así que usted decide, ¿me dejará hacer mi trabajo o se irá de una buena vez? —
Podría decir que lo había sorprendido pero se notó un poco más molesto por tremendo discurso que le dí, al menos lo convencí de que me dejara curar su herida o tal vez el hecho de pensar en una infección lo hizo entrar en razón, quien sabe.
Todo terminó con un pequeño suspiro de resignación, aún así no cambió su mirada rígida hacia mí, él no dijo nada solo movió su cabeza afirmando y accediendo a qué yo hiciera mi trabajo, cuando corte su camisa me percate de que era un hombre muy bien conservado y en buena forma, a decir verdad me sorprendió el hecho de que ni siquiera respingo mientras curaba su herida con alcohol, tengo que admitir que me encantó que de ser uno de mis peores pacientes, pasó a ser uno bastante resistente y muy bien portado.
Cuando terminé de atenderlo le recete medicamento para el dolor y le di unas cuantas indicaciones, también le di su alta y ni las gracias me dió el maldito desgraciado.
Antes de irse se giró y asintió con la cabeza, para ese momento su mirada cambió, ya no tenía ese semblante seco y rígido del principio, podría decir que se notó hasta... agradable.
Jamás me imaginé que esos actos de narcisismo por parte mía, serían los causantes de los próximos acontecimientos en mi vida y que sería precisamente ese gesto de agradecimiento el que marcaría mi destino para siempre.
Cuando termine mi turno eran alrededor de las ocho de la noche, Mariana me hizo una invitación para ir a tomar una cerveza a su casa ya que había llegado un familiar del extranjero a visitarlos, cabe destacar que Mariana y yo nos conocimos cuando ambas estábamos en la escuela militar, de eso ya son casi quince años así que éramos prácticamente familia.
Acepté aún sabiendo que no podría siquiera levantarme al día siguiente, pero no importaba, todo sea por un rato de relajación después de una jornada laboral tan larga y tan pesada como la de aquel día, ¡Me lo merezco!.
Cómo toda buena hija y madre responsable, llamé a mi madre para pedirle autorización, por supuesto quien creen que cuidaba de mi hijo mientras yo salgo a trabajar diariamente. La realidad era que si ella no podía cuidar de mi hijo, significaba que yo no podría salir esa noche, pero para mi sorpresa me reprochó el hecho de que jamás salgo de casa, así que eso significaba que sí tenía su permiso, eso me hizo sentir muy bien ya que efectivamente tenía demasiado tiempo sin salir a divertirme.
La noche transcurrió de manera fabulosa cantamos, bailamos y reímos hasta más no poder, cuando ví el reloj ya eran las dos de la mañana así que llamé a mi vecino quien llegó bastante rápido así que me dispuse a irme, me despedí y agradecí la velada. Recuerdo que me subí al asiento trasero ya que estaba muy cansada, llamé a mi madre y le dije que llegaría en aproximadamente en unos 20 o 30 minutos, avanzamos unos 300 metros por una calle un poco obscura, sentía muy pesada la vista y me quedé dormida, hacia años que no me pasaba eso, pero no me preocupe ya que a mi vecino lo conocíamos desde hacía años, prácticamente toda mi vida, de repente sentí como el auto se detuvo de golpe y alguien se subió a mi lado, lo último que recuerdo de ese momento fue ver qué de un automóvil negro un hombre asomó su cabeza me miró y asintió.
No sé cuánto tiempo transcurrió después de que me desmayé, pero de algo si estaba segura y era de que aquél hombre que se subió a mi lado me había inyectado algún medicamento para dormir.
Desperté en una habitación bastante sucia y aún ni con el miedo que me invadía pude mover alguna parte de mi cuerpo, sumando a eso me tenían atada de pies y manos, de un momento a otro ví que entró un hombre de traje y bien parecido a decir solo algunas palabras.
— Valla que es bonita —dijo mientras me quitaba el cabello de la cara — Pero un poco mayor a lo que mi jefe está acostumbrado, en fin, así son los ricos al parecer ya está cansado de lo mismo — terminó diciendo mientras se levantaba y salía de la habitación.
Después un tipo bastante desagradable entró en la habitación y me desató, me hizo sentarme a la fuerza en una silla de lámina bastante oxidada que había traído con él, también trajo otro banco, se sentó frente a mi y se dispuso a decirme que era lo que estaba pasando.
— Mi nombre es Alberto, me contrataron para traerte aquí, fue un cliente bastante especial y para serte sincero me pagaron muy bien por ti. ¿Viste al hombre que acaba de salir?, bueno, él te llevará con quién será tu nuevo dueño — me aclaró con total tranquilidad.
De verdad me comencé a aterrar de solo pensar en que estaba completamente sola y que ahora le pertenecía alguien más, era horrible y un millón de preguntas pasaban por mi mente, por que, ¿qué persona tan retorcida sería capaz de comprar a un ser humano como si de unos tenis o una camisa se tratase?, pero claro no estamos hablando de personas comunes.
Traté de mantener la calma y asimilar lo que estaba pasando, en eso, el tipo me sonrió como si de un psicópata se tratase y a decir verdad no dudé que lo fuera, se levantó pero antes de irse dijo en un tono muy cínico.
— Quedate tranquila irás a la casa de un hombre muy rico y tal vez te trate bien... aunque el problema estará en si tú serás lo suficientemente adecuada para él... tú sabes, los hombres ricos lo tienen todo, y muchas veces están aburridos de lo que la vida cotidiana les otorga — soltó una risa burlona — Ya te tocará a ti averiguar qué tan extrañas y salvajes pueden llegar a ser las necesidades de un hombre así— terminó y se fue, y con él... se llevó mi libertad.
Me quedé esperando en aquella silla, pensando y digiriendo el hecho de que de ahora en adelante tendría que "complacer" a un enfermo secuestrador para poder sobrevivir, pero sobre todo tenía que pensar en como regresar con mi hijo y mi madre, que para este momento ya deberían de estar como locos buscándome.
Pasaron un par de horas y el hombre elegante de traje regreso y se dirigió primero a los hombres que me llevaron ahí.
— ¿Podrían desatar a la señorita?, no quiero que se dañe la mercancía de nuestro estimado benefactor—
En mi mente solo retumbó la palabra "MERCANCÍA", me sentía peor que basura, aún así no tuve tiempo de seguir pensando ya que él continúo hablándome.
— Buenas día señorita, mi nombre es William y trabajo para un acaudalado caballero escocés. El día de hoy vengo a explicarle un poco de cuál es su situación actual. Primero, tiene que hacer lo que yo le ordené, ya que nosotros, o sea usted y yo, deseamos seguir con vida para el final del día, ¿no es así? — y asentí con rapidez — Por el semblante que tiene creo que ya se debió dar una idea de la clase de hombre para el que trabajo, sabrá que él no es el tipo de hombre que se anda por las ramas y que tampoco aceptará ningún desplante que usted le llegase a hacer, así que espero y tome las mejores decisiones de ahora en adelante, aclarado esto, necesito que firme estos documentos para su traslado a mi patria —
Extendió unos documentos hacia mi mientras mantenía una gran sonrisa en su rostro, definitivamente será difícil salir de esto así que lo mire fijamente, crucé mis piernas y pregunté.
— ¿No tengo opción, cierto? — con una mirada cínica negó con la cabeza y al final me dispuse a firmar los documentos sin decir alguna otra palabra.
— Me alegra que los haya firmado por voluntad propia, ahora, la llevarán a otra habitación para asearse y le darán otra clase de ropa, después iremos al aeropuerto y espero que mantenga la calma y no cometa ninguna... estupidez — no es necesario aclarar el énfasis que hizo en que evitará hacer algún intento por escapar, así que pues... solo obedecí.
Después de ducharme me dieron ropa muy femenina y ligera, William volvió y me dió más papeles, le pregunté si tenía que firmarlos también y solo me dijo que serían las respuestas a algunas preguntas que me harían en el aeropuerto llegando a Reino Unido, las demás hojas solo describían mis labores en casa del señor Phillip Gunn. Eran bastantes tareas pero tendría tiempo de estudiarlas en el vuelo a Escocia, no tengo que recordar que William volvió a increpar la importancia de no llamar la atención en el aeropuerto así que solo dijo que me comportará como su esposa, eso solo hasta que llegáramos a nuestros asientos en el avión.
Nos dirigimos al aeropuerto y realmente me sorprendió ver como le cambió hasta la mirada con tal de hacer bien su trabajo, hizo que lo tomara del brazo izquierdo, mientras que en el otro llevaba una maleta bastante pesada. Pasamos los filtros como sin nada y subimos al avión, mi asiento estaba justo en la ventana, realmente me sentía muy triste y frustrada por no poder regresar con mi hijo.
¡Mi querido hijo!, él solo era un pequeño de cuatro años y ahora no solo se quedó huérfano de padre si no también de madre, su abuela por otro lado, ¿cómo podría mantenerlo, o trabajar y atenderlo a de manera adecuada?, ella ya era una mujer mayor y la gran parte del tiempo se la pasaba enferma y yo era quien compraba sus medicamentos, pff tantas cosas pasaban por mi mente a medida que el avión sobrevolaba mi ciudad.
Un par de horas pasaron y lo único que podíamos ver era la inmensidad del mar, no voy a mentir, realmente fue el viaje más largo de mi vida pensando en mi hijo, mi madre, mis amigos y mi trabajo, todos esos pensamientos se juntaban en mi cabeza mientras que lo único que quería era salir corriendo, una enorme desesperación me inundaba y hacia que sintiera que me sofocaba, ¡me quería morir!.
|Entrando a territorio Escocés|
— Estamos llegando, prepárate y espero que hayas memorizado todas las respuestas que te di estando en tu ciudad — solo asentí con la cabeza — Sonríe un poco, recuerda que tienes que parecer una esposa amorosa y feliz — me dijo el muy desgraciado, realmente quería hacer un escándalo pero recordé lo que me dijo cuando entramos al aeropuerto de mi ciudad.
...----------------...
(Recuerdo)
|En el aeropuerto en México|
— Si haces algún movimiento estúpido iremos a visitar a tu querido hijo, ¿cuál era su nombre?, ah sí, Alexander... el pequeño Alexander — afirmó con una mirada casi diabólica y con un tono de voz bastante tétrico.
...----------------...
|Territorio Escocés|
Cuando bajamos del avión nos interceptaron unos guardias, me imaginé que algo que llevaba la maleta había llamado su atención y que por fin podría hacer algún movimiento para escaparme pero para mí sorpresa lo único que hicieron fue darnos la bienvenida a su país.
Un hombre me pidió que lo acompañará mientras William solo me decía de forma muy amable que nos veríamos en un par de minutos y que les contestará lo que me preguntarán sin ningún problema.
Como él dijo me hicieron casi exactamente las misma preguntas que venían en las hojas que él me dió el día que nos conocimos, lo cual me hizo darme cuenta que esto era solo una formalidad para que nadie sospechara de mi estadía en este país.
Yo estaba muy nerviosa, las manos me sudaban y mis piernas temblaban, cuando creí que ya había pasado todas sus preguntas con éxito llegó el gerente del aeropuerto, se sentó frente a mí y con una mirada muy seria y una voz muy amable comenzó a hablar conmigo.
— Tu nombre es Elisa, ¿cierto? —
— Asi es señor — conteste algo nerviosa.
— Quiero que me expliques como llegó ese hombre que te acompaña a tu vida — me preguntó con una voz muy firme pero con una mira muy benevolente, realmente me causo muchísima confianza, aún así no pude responder su pregunta — Escucha, yo sé quién es él y para quien trabaja y puedo apostar a qué no lo conocías hasta apenas unas cuantas horas, Elisa, saliendo de este aeropuerto y estando en sus manos yo ya no podré ayudarte así que está es tu única oportunidad de salir de este país y regresar al tuyo sana y salva —
Juro que quería gritarle toda la verdad pero la voz no me llegaba y el solo hecho de recordar que ellos sabían dónde encontrar a mi hijo y a mi madre hacían que mi corazón y mi cerebro trabajarán a un ritmo tan desorganizado que lo único que pude decir fue.
— No, no puedo — con una voz temblorosa —Ellos saben dónde encontrar a mi familia — estaba al punto del llanto.
— Te entiendo, y es una lastima que te tengan atada de manos — dijo levantándose de la silla.
Se encaminó a la salida pero justo antes de salir, me miro fijamente y continúo.
— Te daré un consejo, gánate su confianza y probablemente sobrevivas. Tengo entendido que le fascina la compañía de mujeres inteligentes y que no tengan miedo de dar su opinión, claro dejando en claro que el dueño de la casa a dónde irás es un hombre narcisista y sin un apice de bondad en su ser, así que espero que seas lo suficientemente suspicaz y elocuente para que logres sobrevivir a él... aún que, tal vez — me miró de arriba a abajo — Tu si tengas la suerte de ganarte su confianza y sobrevivir en esa casa —
— ¿Y por qué está tan seguro de que sobreviviré a él y a su gente? — le pregunté algo escéptica.
— Sólo.... te daré el beneficio de la duda — y se fue no sin antes desearme suerte.
Para cuando llegamos a Escocia ya era domingo por la mañana así que las calles estaban muy tranquilas, de verdad pensé que llegaríamos pronto al lugar final pero aún después de viajar por más de díez horas en el avión, tuvimos que viajar en auto por por un par de horas más hasta alejarnos por completo de la ciudad.
Recuerdo que pasamos por un pequeño poblado, y el semblante que tenía la gente al ver el vehículo en el que viajamos era realmente sorprendente, veían el auto como si una carroza lúgubre estuviera pasando frente a ellos, solo recorrimos varios kilómetros más y entramos a un bosque no sabía si sacado de un cuento de hadas o de una película de terror ya que a dónde quiera que volteaba no había más que sólo árboles enormes y maleza.
El silencio por fin desapareció y William dejó de leer el periódico de la ciudad, eso solo para explicarme un poco de lo que yo estaba a punto de ver.
— Estamos llegando a la mansión Gunn, está casa ha estado aquí por más diez generaciones, y ha sido heredada solo por el hijo varón de la familia, en este caso el señor Phillip Gunn —
Mientras William hablaba, pude recordar ese nombre... Ese era el nombre de aquél sujeto e. El hospital Phillip Gunn.
—El señor Gunn es una persona muy especial y le gusta que su casa siempre esté en silencio y bien ordenada — William continúo sin percatarse de que en mi rostro solo había asombro y pánico —Por lo que está por demás mencionarte que habrá cero tolerancia a cualquier acto de rebeldía de tu parte, ¿quedó claro? — salí de mis pensamientos de forma abrupta para solo asentir ligeramente con la cabeza ante aquella mirada fulminante — Muy bien, tu trabajarás con el médico de la familia, vas a asistirlo en cualquier momento que él te lo solicite, además, serás quien se encargue de hacer los chequeos mensuales de todas las compañeras del señor Gunn—
— ¿Co...compañeras? — ¡WTF!, ¿compañeras?, ciertamente no pude evitar sorprenderme y en mi cabeza solo pensaba en si acaso este señor se sentía el sultán de sultanes. Realmente mis expectativas sobre este "señor" eran bastante bajas, me imaginaba a un hombre narcisista y con un sentido del humor bastante malo como para que no pudiera senturse satisfecho con una sola mujer... y hablando de una sola mujer no pude evitar preguntar — Aún teniendo... — titubie pero aún así continúe — Compañeras, este señor me imagino que tendrá esposa y me supongo que también hijos, ¿no? —
— Imaginas mal, el señor Gunn es viudo y su esposa jamás le pudo dar hijos — me miró extrañado — ¿Por qué estás interesada en saber?, acaso... ¿piensas en ganarte el corazón del señor Gunn? — dijo burlándose de mí.
— ¡No!, yo me voy a limitar a lo que me pidan que haga y si me mantengo más lejos de ese mons... —
Justo antes de terminar de decir esa palabra sentí como sus manos rodeaban mi cuello con una fuerza impresionante mientras que el chófer ni se inmutaba ante aquella escena.
Cuando comencé a sentir que la vida se me iba, por fin me soltó, arregló su corbata, alisó su saco y como si nada hubiese pasado siguió con sus indicaciones mientras yo trataba de incorporarme y dándome cuenta de que tenía que tener mucho cuidado con como me expresaba de la gente que trabajaba ahí pero sobre todo de como lo hacía del dueño de ese... ¿castillo?, tuve que tallar mis ojos para cerciorarme de que lo que veía era real, y sí, ese definitivamente era un castillo, parecía ser sacado de alguna película de época medieval, se veía bastante viejo pero muy bien cuidado, con enormes ventanas de cristal que dejaban entrar la luz natural a las diferentes habitaciones, era extraño, tomando en cuenta que estábamos en Escocia y no en Inglaterra, este lugar también contaba con una gran puerta por la que fácilmente podría pasar un gigante de más de cinco metros de altura, unos jardines preciosos que parecían no tener final.
Desgraciadamente un sentimiento agridulce me inundó al ver tan bello paisaje, como quisiera poder regresar a casa, a mi casa que aún que era pequeña y definitivamente no era igual de bella que ese majestuoso castillo, era mi hogar, un hogar que compartía con mi amado hijo y mi leal madre, esa casa que con tanto esmero nos hizo el padre de Alexander, Alejandro, mi esposo.
— ¡Por fin llegamos! — exclamó William muy emocionado — Ahora, cuando entres saludaras a todos de manera educada y cuando aparezca el señor Gunn no te atrevas a mirarlo fijamente a la cara —
Sí, sí, ya nos dimos cuenta que este protagonista será bastante narcisista y con complejo de superioridad casi casi se sentirá un dios... a lo que sigue.
Nos bajamos del auto y no pude dejar de admirar la inmensidad de ese castillo, me preguntaba si... ¿Así de inmenso sería el poder que ese hombre tenía en este país?, ¿o solo estaría compenzando algo que las mujeres llamaríamos educadamente como "deficiencia física"?, o tal vez solo necesitaba una casa lo suficientemente grande para guardar el ego que se cargaba aquel hombre.
Cualquiera que fuera la respuesta, era hora de entrar.
Cuando entramos, lo primero que vimos fue el recibidor que era bastante amplio y con una decoración clásica respetando la antigüedad del castillo, cuando entré creí que me recibirían como si fuera una criada, pero realmente fue muy distinto, en mi bienvenida se encontraba la ama de llaves Carlota Campbell, el mayordomo, Victor Glenn, seguido de algunos miembros de la servidumbre con más antigüedad en la casa.
— Señora Campbell, señor Glenn, ella es la señorita Elisa Jacobs, ella será la segunda médico y se encargará de la salud de todas las damas que atienden al señor Gunn y parte de la servidumbre de este hogar, por favor hagan que se sienta cómoda y como en su casa. Señora Campbell, por favor acompañe a la señorita a su habitación — ordenó William con mucha naturalidad.
— Si señor — dijo mirándome con un gesto amable.
— Pero no tarden mucho, el señor no tarda en llegar a casa y quiere que todos estén listos para recibirlo — dijo con una etiqueta impecable.
— Señorita, acompáñame para que puedas refrescarte, tienes que estar impecable para cuando el señor llegué — dijo con una expresión de tranquilidad.
No pude evitar recordar cuando mi madre me recibía de la escuela justo antes de que llegara mi padre a casa, por qué sí, teníamos que estar impecables para cuando el señor llegase.
— Si señora — solo obedecí.
— Me alegra que hayan traído a una mujer educada y madura, creo que así no tendré muchas cosas que enseñarte —
Seguía hablando como si de verdad creyera que estaba aquí por mi voluntad, aún que todos en esa casa sabían que cuando llegaba una mujer aquí, no era precisamente por voluntad propia, me preguntaba si a ella también la habían traído a la fuerza o con engaños como a mí.
— ¿Este es mi cuarto? — pregunté sorprendida al ver tan bella e iluminada habitación.
— Así es y espero que sea de su agrado ya que al señor Gunn no le gusta que le hagamos cambios a su casa — dijo en tono de advertencia pero sin tratar de asustarme.
— No tengo problema de hecho es bastante linda y acogedora — y de hecho si lo era.
— Me alegro, entonces te dejo, regresaré en diez minutos, tu ropa está en aquel closet y el vestido que está sobre la cómoda es lo que te pondrás el día de hoy para recibir al señor Gunn, igualmente los zapatos los dejo a tu consideración y están en aquel estante, ¿correcto? — dijo con una sonrisa en su rostro.
— Si gracias, estaré lista en menos de cinco minutos — trate de responder de forma amable y no sonar muy forzada.
— Escucha, yo sé que puedes estar asustada yo también lo estuve cuando llegue aquí — me confirmó lo que ya me imaginaba — Pero... si eres del agrado del señor y cumples con tus tareas al pie de la letra, podrás ganarte la confianza del señor —
Ella trató de reconfortarme pero realmente no podía dejar de pensar en como en tan solo dos días había perdido todo, en ese momento solo pude sonreír para agradecerle el gesto que ella estaba teniendo conmigo.
— Te daré un consejo — tomó mis manos — No cometas los mismos errores que han cometido muchas al llegar aquí, tu solo haz tu trabajo, sé una mujer leal y todo saldrá bien para ti... Me voy, regresaré por ti en unos minutos, permiso —
Se fue dejándome completamente sola, pero decidí que esto no me iba a derrotar y para ser sincera la señora Campbell me dió la esperanza que tanto buscaba, por qué quizás y solo quizás pudiera ganarme el beneficio de ver a mi hijo o por lo menos mandarle algo de dinero para que puedan vivir bien, así que me dispuse a cambiarme de ropa por ese vestido que me habían indicado, realmente no era nada fabuloso pero era un lindo vestido en color crema y con un corte muy elegante, era discreto y nada provocativo, podría decir que hasta aburrido, abrí el estante para elegir mis zapatos y solo había cuatro pares: color crema, blanco, negros y rojos, ¡siiii rojos!, eran preciosos y estaba muy tentada a usarlos, además, si por cualquier nimiedad podían lastimarme pues que sea por una razón que verdaderamente disfrute, aparte ese vestido era muy aburrido como para elegir unos zapatos igual de aburridos.
Después de un rato la señora Campbell tocó a mi puerta y yo abrí, ella me vio de cabeza a pies quedando algo aturdida con mi elección pero sólo se limito a sonreír y pedirme que la acompañara. Cuando llegamos al recibidor ahí estaban los mismos empleados pero había una hilera de cinco señoritas, bastante lindas a decir verdad, se veían de entre unos veinte o veinticinco años, con rostros muy dulces y figuras delgadas pero muy bien formadas (compañeras), el señor Glenn nos llamó a todos para salir a recibir al señor Gunn.
— Salgan todos por favor, señorita Jacobs usted estará a un lado del doctor Anderson quien es el médico del Señor Gunn, señorita por favor —
Él me indicó mi lugar, que de hecho era bastante preferencial, me di cuenta de que la señora Campbell tenía razón y tal vez yo podría conseguir buenos beneficios si hacía bien mi trabajo. Al fin y al cabo solo venía como médico de la familia, ¿no?.
Los minutos pasaban y yo sentía como si mi corazón intentará salirse por mi boca, realmente latía con una rapidez impresionante, pero algo captó mi atención y era el hecho de que las chicas estaban muy emocionadas por la llegada de este sujeto como si se tratara del sultán de sultanes, era exasperante saber que estás chicas lo idolatraban como a un dios, entre su cuchicheo por su llegaba se alcanzaba a oír como hablaban de mí entre dientes.
— ¿Ya viste los zapatos que está usando? — dijo Angela una de las chicas más jóvenes del grupo ella era dulce e "ingenua", o al menos eso era lo que hacía creer ya que a mí parecer fingía bastante bien para agradar, me percaté que tenía que mantenerme muy atenta con esas chicas.
— Si ya la ví, esperemos y el señor Gunn no se percate de tan desatinada elección — dijo la mayor de todas en un tono bastante despreciativo.
Ella era Addison era la abeja reina del lugar y como no, si era la favorita del señor Gunn, era "especial", ella era la que más libertad tenía, incluso tenía el beneficio de salir de la mansión con solo pedirlo, era engreída y superficial pero bastante culta.
— Debemos ser sinceras Addison, el señor se puede fijar en todo menos en nuestros pies, él... no tiene esos fetiches, aparte es su primer día y es médico apuesto a que no sabe mucho de etiqueta y para serte sincera se le ven bastante lindos con ese vestido hace un buen equilibrio — dijo la siguiente a Addison, Catalina.
Ella era la más inteligente de todas y se mantenía al margen de las habladurías, además, era a quien el señor Gunn más le tenía confianza.
Así continuaron hablando hasta que el señor Glenn las silenció, nadie tenía más autoridad sobre la casa y sus decisiones como ese sujeto, era un hombre mezquino y muy orgulloso que sin duda alguna era capaz de entregar la cabeza de alguien con tal de salvar la propia y su autoridad solo lo superaba obviamente el mismísimo señor Gunn.
— Dejen de parlotear, vuelvan a sus lugares y mantengan la postura, deben por lo menos actuar como si fuesen unas damas, no como una vulgares criadas, y... ¿tu? — mirándome con frialdad — ¿Cómo se te ocurrió usar esos zapatos?, son horrorosos — más horrorosa era su cara, pero en fin — ¡Carlota!, ¿acaso no acompañaste a esta mujer a cambiarse de ropa? — tratando de retarla.
— Victor tranquilízate es su primer día, dale un poco de libertad — uy si libertad... si como no — Además, tú sabes que ella no viene como criada, ¿por qué no te relajas tomas tu lugar y hacemos lo que hemos hecho por tantos años?... nuestro trabajo — respondió tranquilamente mientras fijaba su mirada al frente y erguía su espalda, ahora sabemos quién llevaba realmente las riendas de esta casa.
— Muy bien mujer, pero si Phillip me interroga por tan desagradable elección, te culpare a ti, ¿Estás de acuerdo? — dijo levantando su ceja.
— Sí, sí, Victor, no te estreses, si el señor pregunta le diremos que yo la autoricé a usar esos zapatos, ¿contento? — dijo en tono burlesco.
Transcurrieron tan solo dos minutos hasta que un criado hizo una señal... ya había llegado.
El auto se detuvo a tan solo dos metros de nosotros, mi corazón de poco en poco aceleró su latido, realmente no entendía por qué estaba tan alterada, incluso por un momento sentí que me desvanecía pero no tenía tiempo de eso por que cuando sentí que caería desmayada, la puerta del coche se abrió y de el salió ese estúpido paciente, sí, ese enorme caballero de algunos dos metros de altura que había atendido hace un par días.
Fue ahí cuando realmente entendí todo... tal vez mi excentricidad, nula tolerancia al desacato y completa falta de empatía al autoritarismo era lo que me tenía en ese lugar, yo misma guíe mi destino hasta esa casa y lo hice solo llamando un poco su atención, tal vez esa era su manera de elegir, al parecer él simplemente tomaba lo que quería, siempre buscaba una cualidad especial ya sea la dulzura, la belleza o la inteligencia, si había algo que llamara su atención ya sabían cómo terminaría todo.
No pude evitar verlo con tanto rencor como si de un monstruo se tratase, lo odiaba quería saltar en él y descargar toda mi furia contra él... pero se me adelantó.
— Valla, llegaste primero que yo — dijo con total tranquilidad e ignorando a todo el mundo a nuestro alrededor — Espero hayas tenido un buen viaje — seguía hablándome.
— ¡Mujer contesta que te está hablando el dueño de esta casa! — me habló con severidad el señor Glenn.
— No te preocupes Victor, dentro de poco se adaptara a nuestras costumbres — dijo tomando otra dirección — Todas lo hacen, ¿no es así? — dijo acercándose a Addison y abrazándola.
— Por supuesto señor — respondió con sumisión el abrazo.
— Me alegro que haya vuelto señor, realmente extrañamos su presencia en esta casa — dijo Catalina mirandolo con tranquilidad mientras el besaba su mano.
Su semblante era distinto ya que realmente se notaba que ella sentía un verdadero cariño y respeto hacia él.
Seguido de eso con una mano acaricio el rostro de Ángela y le dió un beso en la frente, ella solo lo abrazo con fuerza y expreso lo mucho que lo extrañaba (claro extrañaba no hacer lo que Addison decía).
Y así saludo a sus otras dos chicas que eran las más jóvenes y las que menos tiempo llevaban aquí, se notaba a kilómetros quienes eran sus tesoros más preciados.
Él no dejaba que nadie les hiciera daño así que tenía que tener a gente de confianza para cuidar de ellas, lo que me lleva a preguntar, ¿que habrá pasado con la médico anterior a mí?, y, ¿acaso puedo llegar con la misma suerte que él o ella?.
Cuando pensé que ya había terminado su desfile de bienvenida y se disponía a entrar a la casa, se paró frente a mí y sin siquiera mirarme a los ojos me dijo.
— Te espero en mi despacho — miró su reloj — En veinte minutos... por cierto — mirando hacía el suelo y regresando a encender su puro — Lindos zapatos no esperaba menos de ti, excelente elección — terminó con media sonrisa y se fue.
Download MangaToon APP on App Store and Google Play