— Estas son las llaves de su casa – Le entrega el funcionario de la municipalidad unas llaves a la joven profesora – Si necesita algo más, por favor acérquese a las dependencias de la alcaldía.
— Muchas gracias – dice la joven
— Se me olvidaba, en el Restaurante Matareka se realizará una bienvenida para todos los nuevos empleados públicos, espero pueda asistir.
— ¿Será en la noche?
— Así es, a las 21 hrs. Espero disfrute su nueva vida aquí – se despide el hombre y se retira.
Elisa se graduó recientemente como profesora de Ciencias. El campo laboral para un profesor era escaso, así que decide buscar trabajo, aunque sea en el fin del mundo, y literalmente ahí se encontraba, en las Islas Primavera, un conjunto de islas en la Polinesia. Apena deja su currículum fue llamada, ya que al ser un lugar alejado nadie postula y la necesidad de funcionarios en distintas áreas es creciente.
La isla mayoritariamente vive del turismo, llegando miles de visitantes durante todo el año, es por eso que quienes decidan ir a vivir permanentemente, el gobierno les entrega casa, gastos comunes gratuitos y otras prestaciones, ya que estas islas dejan muchas ganancias netas tanto local como al país y por eso es necesario mantener cómodamente a sus habitantes para evitar la migración.
Elisa miraba su nueva casa. Era pequeña pero acogedora y completamente amoblada, tenía dos habitaciones, una cocina amplia y un living comedor de buen tamaño, una casa ideal para una soltera como ella. Ya era de noche y se prepara para ir al Restaurante indicado que quedaba a tan solo dos calles. Se mira en el espejo tocador y peina su cabello castaño, lo recoge en una coleta, tenía ondulaciones naturales que le daban una apariencia adorable, pero era una apariencia que quería evitar si sería la profesora de estudiantes adolescentes, puesto que si la veían como un igual no tendría el respeto que merecía. Maquilla sus párpados con un poco de color café tierra, puesto que sus ojos eran de ese color, y delinea sus pestañas. Se coloca un vestido rosa pálido sencillo, unos zapatos de tacón y se perfuma antes de salir.
Cuando llega, es recibida por las autoridades y algunos locales. Además de ella, se le estaba dando la bienvenida a un médico, dos trabajadores sociales, un arquitecto y un funcionario de obras públicas, todos con sus parejas o familias, ella era la única soltera que había llegado y pensándolo bien, era muy triste su situación.
— Hola señorita, soy Nani – se acerca a Elisa una mujer de edad media con una fuente con distintos aperitivos — ¿desea alguno?
— Gracias – dice Elisa probando uno – está delicioso
— Me alegra. Soy la dueña de este restaurante junto con mi esposo. Sé que vive cerca de nosotros y que ha venido sola hasta aquí, si necesita lo que sea, háganos saber.
— Es usted muy amable y se lo agradezco. También, si necesita algo, dígame… estoy para servirle
Elisa charló con muchas personas esa noche, bebía algunos cocteles de fruta y conocía a distintas personas que serían parte de su mundo ahora.
Ya habían pasado unas horas y le dolían los pies por los tacones, así que se dirige a la barra del bar a sentarse en una de las sillas mientras miraba como el barman que atendía el lugar preparaba los tragos de manera muy rápida para ser servidos. Estaba envuelta en sus pensamientos, cuando le acercan una copa decorada exquisitamente con una sombrillita y frutas locales.
— Gracias – le dice al barman
— ¿Aburrida?
— No, solo algo cansada
— ¿Es la nueva maestra?
— Así es… soy Elisa
— Soy Hori – le dice el barman sonriente – disculpe que se lo pregunte, pero ¿no es demasiado joven para ser una maestra?
— Tengo 23, pero me veo muy joven aún, creo que debe ser porque vivía en un lugar poco soleado.
— jajaja… probablemente, aquí se aburrirá del sol. Nuestros inviernos son solo temporadas de lluvia y viento, pero nunca bajamos de los 20 grados.
Elisa se entretuvo charlando con Hori, era simpático y se le era fácil hablar con él, tendría aproximadamente su edad, de piel bronceada y cabello negro, pero tenía muchos rasgos occidentales. Hori le comentaba que sus padres eran los dueños del Restaurante, su madre Nani era maorí y su padre Felipe llegó al igual que ella como un empleado público que decidió echar raíces en el lugar.
Ya se estaba haciendo tarde y todos ya se habían marchado.
— Creo que debo irme también
— Iré contigo – dice Hori
— Mi casa queda cerca, no creo que nada pase
Interviene Nani
— Es mejor que te acompañe Hori, los locales somos todos conocidos, pero no podemos asegurar si un turista se propasa.
— Esta bien. Gracias por su preocupación.
Mientras caminaba con Hori por la calle seguían charlando hasta que llegan a la casa, pero Elisa no entra, puesto que seguían entretenidos con la plática y realmente no quería dejarlo ir, había algo en él que le gustaba mucho, tal vez su apariencia, su espalda ancha o sus labios gruesos que ahora estaba mordisqueando en señal de que quería hacer o decir algo que no se atrevía.
— Bueno, ya voy a entrar
— Si, que descanses – le da un beso en la mejilla
— Gracias – se da la vuelta para ingresar a la casa, pero nuevamente Hori le habla
— Elisa, estaba pensando… que como no tienes a nadie aquí, tal vez te gustaría que te enseñe la isla.
— Eso me encantaría – se lo dice de manera alegre y coqueta
— Bien, vendré por ti mañana
— Te esperaré
Elisa había llegado un mes antes de que empezaran las clases para solucionar los trámites de su traslado, pero no se sentía sola, le encantaba que en ese tiempo la estaba acompañando Hori y le mostraba los alrededores de la isla, pero sabía que lo hacía para acercarse a ella, se notaba que la atracción era mutua, desde el día en que se conocieron.
— ¿Dónde iremos hoy? – pregunta Elisa
— A la playa, así que ponte un bañador – dice Hori mientras sacaba una gaseosa del refrigerador.
Ya Hori y Elisa se tenían suficiente confianza, prácticamente Hori pasaba sus días en la casa de Elisa, que ya era como suya propia.
— ¿A cuál?... ¿la que está cerca del casino? – decía Elisa desde su habitación mientras se colocaba un bikini
— Sorpresa. ¿Lista? – pregunta Hori cuando la ve salir
— Si
Salieron en dirección al puerto y fueron a la sección de lanchas rápidas. Un hombre saluda a Hori de manera afectuosa y le entrega unas llaves. Hori le indica a Elisa que lo acompañe y sube a una de las embarcaciones.
— Wow, ¿sabes conducir estas cosas?
— Como notarás, aquí es mejor saber conducir estas lanchas en vez de conducir un vehículo
— jajaja... es verdad
Viajaron en la lancha durante unos 30 minutos hasta que llegaron a una pequeña isla solitaria. Inmediatamente Hori salta del bote y ayuda a bajar a Elisa, mientras reían con la conversación que tenían.
Luego de sacar las cosas que traían para comer y dejarlas en la sombra de un árbol, ambos se quitan sus prendas y corren en bañador hasta el mar. Nadaban, jugaban y cada tanto Hori se sumergía para sacar alguna pequeña tortuga que se encontraba por el lugar, posándola en su mano hasta que se escapaba. Ya cansados regresan a la arena y beben los jugos que traían, sentándose en la arena para merendar.
— Preparé este cóctel especialmente para ti – le dice Hori ofreciéndole una botella de vidrio
— ¿Quieres que esta ebria tan temprano?... –ríe Elisa muy divertida
— No tiene alcohol, pero debí haberle puesto. Si estas ebrias puedes desacerté de tus inhibiciones y podría aprovecharme de mi
— ¿Realmente quieres que me aproveche de ti?
— Eso me gustaría – lo dice con voz ronca ya sin reír
Elisa se muerde el labio inferior para controlar sus emociones cuando ve acercarse a ese chico de gruesos labios que estaba segura debía de besar muy bien. Hori acerca su mano a la mejilla de Elisa y con el pulgar frotaba suavemente sus labios, ambos se miran, estaban sonrojados por la emoción del momento y respiraban agitados, hasta que ambos se unen en el centro para encontrar sus labios en un beso tímido que poco a poco se hacía más intenso. Hori pasaba suavemente su lengua por sus labios y la hundía ligeramente para encontrarse con el de ella. Elisa quería estar más cerca de él y posa las manos en su pecho a lo que inmediatamente Hori la abraza y acaricia su espalda.
— Me gustas – dice Hori separándose un poco para verla
— También me gustas
Vuelven a besarse, pero ahora de manera más apasionada, Hori atraía el cuerpo de Elisa al suyo, posaba sus manos en su cintura y le acariciaba los muslos. Ya sin aguantarlo más, Elisa se sube a las piernas de Hori y deposita sus manos en su rostro para poder seguir besándolo, lo había ansiado tanto que estaba feliz de que esté ocurriendo, amaba su rostro sonrojado y las expresiones inocente que mostraba.
Que Elisa estuviera en esa posición hizo que despertaran todos los instintos de Hori, le gustaba acariciar ese cuerpo femenino y ya no podía controlarlo, pasaba sus manos por los muslos a su cintura y las sube hasta alcanzar sus pechos, hábilmente mete un dedo bajo el brasier del bikini para acariciar un pezón que responde inmediatamente a su tacto, haciendo lanzar un gemido de placer a Elisa quien le acariciaba el cabello y bajaba sus manos hasta el pecho y nuevamente a su cabello atrayendo más su cuerpo al de él.
Las caricias estaban estimulando demasiado a Hori y se denotaba en la dureza que estaba en su bañador presionándose contra ella. Ya había subido el brasier y acariciaba con sus manos los pechos de Elisa, pasando sus pulgares y formando círculos con ellos, presionándolos delicadamente, pero con fuerza. Las caricias comenzaron a subir de intensidad y Hori trata de introducir sus dedos bajo del bañador para tocar mejor sus nalgas, pero Elisa la retira cuando comienza a comprender que se estaba elevando demasiado la temperatura entre los dos y pasarían a hacer el amor en la arena de esa playa si continuaban así. Si bien ella lo deseaba, no quería que Hori se llevara una mala impresión, ya que le gustaba demasiado como para que su relación fuera solo física. Se regresa a su lugar y comienza a acomodar su bañador avergonzada.
— Disculpa, te he incomodado – dice Hori que sale de su hipnotismo
— No... es solo que vamos muy rápido
— Eres hermosa, quería besarte de hace mucho, pero traté de contenerme pensando que podría molestarte
— Hori, realmente me gustas
— También me gustas, demasiado – se acerca para tomarla por los hombros ya que estaba dándole la espalda y sabía que era porque estaba avergonzada
— Pero te conozco tan poco
— Mañana dejaré mi hoja de vida en tu puerta – bromea y lanza una risita — ¿Tienes miedo que juegue contigo y luego me haga el desentendido?
Elisa asiente con la cabeza
— Creo que, sí... deberíamos conocernos más, si supieras todo de mi sabría que eso nunca ocurrirá
Elisa se sorprendía que Hori fuera tan maduro y supiera lo que ella quería, era un conquistador nato o tal vez lo era solo con ella.
— Si... bueno, el tiempo ayudará a conocernos – dice Elisa
— Entonces ¿Serás mi novia?
Elisa estaba gratamente sorprendida ante esa propuesta.
— Solo si me vuelves a besar
Hori sonríe y se acerca para darle nuevamente un beso que fue muy tierno y marcaba el inicio de su relación.
Elisa estaba emocionada, no esperaba que llegando a esa isla ya hubiera conocido a un chico maravilloso, apuesto y cariñoso que ahora era su novio... un "Novio", que lindo sonaba eso. El último novio que tuvo fue hace 2 años y no lo consideraba una buena experiencia, realmente fue una relación aburrida y muy alejada a sentir mariposas en el estómago. En cambio, con Hori todo era muy distinto, desde la primera vez que lo conoció sintió un lazo muy fuerte con él, no quería apresurarse, pues sentía que todo iba demasiado deprisa, pero sabía que se estaba enamorada, puesto que su piel se erizaba al solo sentir su perfume. Este pensamiento la acompañó durante la noche y no podía dormir de la emoción de lo que ocurrió ese día.
Por la mañana se despierta cuando siente que alguien toca a su puerta. Estaba aún dormida, pero sale a abrir en su pijama de mangas cortas.
— Hola... vaya, que linda. ¿Así despiertas por las mañanas?
Elisa se sorprende cuando ve a Hori en su puerta a las 9 de la mañana, pensaba que era alguien que venía a dejar alguna correspondencia, se suponía que con él se vería más tarde y le habría gustado estar más presentable.
— ¡Hori! – exclama – te esperaba a las 11. ¿Por qué estás aquí tan temprano?
Hori entra sonriente, tenía cargada una bolsa, pero eso no le impidió tomarla desde la cintura y darle un beso que la termina de despertar. ¿Por qué todos los besos de Hori tenían que ser tan exquisitos?, su pie y su aliento siempre olían delicioso, como a una combinación de frutas. Elisa pensaba que estaría bien solo desayunar esos labios.
— Tenía ganas de verte, así que pensé que sería lindo desayunar juntos
— Creía que dormirías hasta tarde, ya que trabajas en el bar del restaurante – lo dice acariciando sus brazos mientras aún Hori la tenía por la cintura y cerraba la puerta con un pie.
— El Restaurante cierra a las 12 de la noche, por eso es que la barra cierra a las 11:30... no somos nocturnos, así que puedo dormir muy bien. ¿No querías verme?
— Claro que sí, pero me hubieras avisado, podría haberme vestido
— Siempre te vez linda... muy linda – da un suspiro – Ay, qué suerte tengo
— jajaja... eres muy dulce – estaba avergonzada y nerviosa, se sentía plena de alegría
Hori la suelta y se dirige a la cocina
— Bien, ve a cambiarte de ropa, yo por mientras prepararé algo para el desayuno
— Okey, me daré una ducha y ya regreso
— ¿No quieres que froté tu espalda? – dice Hori con una mirada que no sabía Elisa si hablaba en serio o era una broma
— Hem... quizás otro día – dice lanzando una risita nerviosa
— Entonces esperaré ese día
Elisa entra en el baño y cierra la puerta, su corazón estaba agitado y sus mejillas sonrojadas, nunca había tenido estos juegos de seducción con ningún chico, quizás era el ambiente caliente de esa cálida isla, pero había algo en Hori que no lo podía explicar, era sincero y tierno, muy inocente algunas veces, pero en otras era un depredador y sentía que ella era su presa.
Esa mañana desayunaron y luego salieron a dar un paseo por la ciudad. Caminaron por una galería de artesanías y Hori le compró a Elisa una flor ornamental típica de la isla para decorar su cabello.
Fueron al oceanario y disfrutaron con el espectáculo de tiburones y delfines, además de ver las distintas especies que conforman la extensa fauna marina del lugar.
Tomaron un descanso en las mesas del patio de comidas del lugar. Hori había ido por unos helados. Para cuando regresa a la mesa en el que se encontraba Elisa, la ve hablar con un hombre, ella hace un gesto con la mano en una dirección y el hombre se marcha.
— ¿Quién era? – pregunta Hori al llegar a la mesa
— Un turista que preguntaba dónde estaban los baños, ¿Celoso?
— De un turista no, de alguien de la isla... podría ser – se sienta y le entrega el helado a Elisa
— No deberías preocuparte por eso – ríe divertida
— Nunca te lo he dicho, pero soy muy celos y ahora más que entrarás a trabajar en la escuela
— ¿Tienes miedo de que me fije en un maestro? – se lo dice risueña y provocadora
— Y también de los estudiantes
— Eso puedo asegurarte que nunca pasará
— ¿Estar con un estudiante?
— Exacto. Esa línea nunca podría cruzarla
— Pero, ¿Nunca has tenido un sueño erótico de estar con uno de tus alumnos?
— ¡Cielos No!... los adolescentes son niños aun, más que pervertida seria perversa ¿No lo crees?
— Pero los adolescentes, no todos son niños. Los chicos de los últimos cursos prácticamente son hombres
— Aun así, yo los veo como niños en cuerpo de adultos, así que por ese lado no deberías de preocuparte – Vuelve a reír Elisa dándole una lamida a su helado
— ¿Entonces debería preocuparme por los maestros?
— Por ninguno... yo te quiero a ti, no perdería esta relación por nada del mundo – Se acerca para darle un beso a Hori que realmente se veía preocupado. Con el beso y lo último que dijo le volvió a ver sonreír, le encantaba que Hori la quiera tanto que hasta este preocupado por posibles amenazas.
— Eso me deja más tranquilo – dice Hori tomándole la mano y acariciándola
— Hablando de eso... nunca te pregunté qué edad tienes
— ¿Tienes miedo que pueda ser un niño?
— Claro que no, sé que eres un adulto. Por eso trabajas con tus padres como Barman y no hablarías de todo lo que hablamos de ser un niño.
— ¿Cuánto crees que tengo?
— Yo pensaba que mi edad
— Hmmm... tengo 21 – dice Hori dando una mordida a su paleta
— Bueno, eres más joven que yo por 2 años- ríe alegre Elisa
— Si, demasiado joven... ¿quiere decir que estoy en peligro de que rompas conmigo por serlo?
— Jajaja... claro que no, eso quiere decir que yo puedo pervertirte – lo dice ella mordiéndose el labio inferior
— Eso me gustaría mucho – ríe y se acerca para volver a besar a su novia.
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