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Venus Con Curvas

Capítulo I

Samay

Desde que nací soy redonda, bien rellenita y cachetona, pequeña de tamaño, pero compensada por la cantidad de roscas en mis coyunturas. Cuando eres un bebé, todos lo ven como algo bello. Si tienes cinco años, sigue siendo tierno y bonito. Pero, cuando empiezas a crecer y comienzas a fijarte en chicos, ya origina un sentimiento de fastidio que tu madre te llame “ballenita” frente a las demás personas.

Dicen que los niños son la esperanza del mundo, tan puros e ingenuos. Pues no sé en qué parte de esa descripción los críos de mi colegio se perdieron. Son tan crueles que pueden hacerte sucumbir hasta desear desaparecer de este universo. Durante años soporté la burla, los empujones y atropellos de mis compañeros de aula. Cuando trataba de acercarme porque mi madre decía que no debía rendirme, terminaba ignorada y, para que me escucharan, tenía que gritar y decir rápido lo que pensaba.

Debido a eso desarrollé un hábito de hablar alto y atropellar mis palabras al hacerlo. Esto provocó que, al ir creciendo, muchos se alejaran de mí diciendo que era una maleducada y que no valía la pena escuchar lo que tuviese que decir. Era verdad que al final no se entendía ni la mitad de lo que hablaba, pero no por eso dolía menos. Esto me creó problemas de autoestima mayores a los que ya arrastraba entrando en la adolescencia.

No lograba amistades con facilidad y la única que hice, por un tiempo, me usó para ser su recadera y alzar su belleza entre los chicos. Era la amiguita gordita que llevaba mensajes de la chica deseada por todos. Lo único bueno que salió de esa supuesta amistad fue que me apunté en un gimnasio junto con ella y me obligaba a ir a diario, al menos eso.

A pesar de no bajar como quería, al menos conseguí tonificar mi cuerpo y me divertí, pues nuestro entrenador era un hombre mayor, muy carismático. Luego de un tiempo, tuve que dejar de asistir, ya que me enfermé de la garganta gravemente. Presenté un cuadro de amigdalitis crónica, la cual me llevó a una operación a los catorce años. Como por arte de magia, el cambio se hizo presente en mi cuerpo. Como oruga en capullo, logré mostrar mi mariposa: todo en mí creció y ahora era la chica perita o pera gigante, puesto que mis curvas eran grandes.

Por primera vez el lado masculino mostró interés en mí, pero lastimosamente todo era para obtener mi cuerpo y nada más. Por suerte tenía una madre que siempre me habló, sobre todo en la vida que, como dama, debía conocer. Desde mi primer período hasta lo más íntimo, lo que me hizo tener claro un punto significativo. Ser virgen no es nada del otro mundo, lo importante es el momento de perder esa barrera, y no exactamente porque vas a ser mujer, no. Para mí, es debido a que es una acción que te marcará de por vida en esa área.

Quizás todas las mujeres no pensamos igual sobre esto, pero sí deben concordar conmigo en que es triste cuando las chicas dan su primera vez a patanes. Los chicos se sienten más hombres cuando informan a toda la escuela de sus logros. Créeme, es un momento horrible si te señalan como fácil, y más cuando es por un juego. Es peor que ser llamada hipopótamo o cosas así, no, no se compara. En fin, aunque estaba desesperada por encontrar amor, sabía perfectamente dónde dibujar el límite de ese deseo. O eso creí yo, hasta que, lastimosamente, caí en la tela de la araña, para ser otra de las víctimas de un estúpido. Déjenme contarles esta parte, en la que mi vida transcurrió en casi total soledad.

Hasta llegar al primer año de la universidad, en el cual creí haberme ganado la lotería. Pues sí, tuve mi primer novio, el cual era una persona preocupada. Me regalaba flores y decía palabras bonitas. Estaba súper emocionada y ciega. Tanto que me devastó cuando me enteré de que hablaba a mis espaldas con sus amigos, difamando sobre mí y diciendo que solo me usaba para que le ayudara a pasar el año, además de andar con otras chicas. Eso me hizo empeorar mis complejos de inferioridad y entré en un mundo total de soledad, aislándome del exterior. Recordando que fui tonta por no seguir los consejos de mamá. Bueno, no siempre funciona el sentido común y metes la pata hasta el fondo.

Así que, me volqué por completo en los estudios. Logré graduarme con diploma de oro y uno de los mejores expedientes del año. Por suerte, algo en mi vida funcionaba bien. Pronto comenzaron a llegarme propuestas de trabajo, pero mi meta ya estaba fijada. Delvi Inc., una de las mayores empresas tecnológicas del país, con un DIRECTOR GENERAL brillante y reputación intachable, hasta el momento. Muchas revistas y medios de prensa lo ponían como el galán del misterio, pues nadie había logrado obtener fotos comprometedoras de su vida privada.

Hay algo que nunca he entendido del mundo de la fama: ¿por qué la necesidad de saber sobre alguien de renombre hasta cómo va al baño? Era obvio que no era un hombre perfecto, pero tiene derecho a tener secretos. ¿Por qué crear rumores inciertos sobre una persona? Al parecer es mejor destruir su imagen si no te da exclusivas de su vida.

Armando De la Forte estaba rodeado de chismes como que era gay o que solo prefería a modelos o actrices, pero que las escondía. Que si era un ser oscuro que andaba en pasos del BDSM y por eso se ocultaba, con una habitación igual que la de 50 sombras de Grey. En fin, cosas absurdas que hasta te hacían reír con ganas.

Lo real que se sabía era que tenía veintiocho años y había triunfado con solo veinticinco años en el mundo de los negocios, sacando la empresa de su padre adelante y haciéndola un imperio. Poseía una hermosa familia, la cual consistía en sus padres y sus hermanos gemelos, menores que él por cinco años. Eran muy unidos y se apoyaban unos a otros, eso siempre fue claro en sus entrevistas.

Armando era apuesto según mostraban las fotos que circulaban sobre él. Era trigueño, con una buena altura y claramente se ejercitaba. Sus ojos eran una de las cosas que más atraían, pues tenían un color ámbar ligado con rastros de color miel. Lo que, al combinarlo con su mirada penetrante y esa sensualidad que salía por sus poros, era realmente peligroso para el corazón. Agrégale que cuando sonríe, todo su rostro se ilumina como un bendito santo. Nada, que de seguro se crearían oraciones para adorar semejante hombre en un pedestal si se pudiese.

Y ustedes se preguntarán, para esa escultura es que quieres trabajar. ¿Cómo? Lo sé, posiblemente será difícil, pero al final soy una profesional y como tal he de comportarme. Por lo que debo reponerme a lo que venga si logro ese puesto. Quizás un babero ayude cuando se me haga agua la boca al verlo, je. La verdad era que ahora mismo solo había esa plaza disponible, pero con tal de entrar a la empresa, no importaba. Ya después me encargaría de mostrarle que me merezco un sitio en su grupo tecnológico. Además, ¿qué mejor oportunidad en la vida que laborar directamente con la fuente de conocimiento andante de tan gran negocio? Aprendería mucho, de eso estaba segura.

Desde que escogí mi carrera de administración de sistemas de la información y computación, he seguido a esta empresa. De hecho, en mis tiempos de gran soledad, tuve una etapa en la que incursioné en los movimientos que hacían los hackers. Y aunque no hice daño, tan solo leí sus proyectos y otras informaciones, al final sí me infiltré en su sistema. En aquellos tiempos no era tan poderoso como ahora que cayó en manos del CEO Armando y, por suerte, nunca supieron quién fue el infiltrado. Ahora esa persona misteriosa tenía una entrevista en tres días, para el maravilloso puesto de asistente.

Capítulo II

Lo mejor: me mudo al fin de este horrible lugar donde nací, en el cual lo único que guardo son recuerdos dolorosos. La empresa está en otra ciudad, a exactamente quinientos cuarenta y uno punto seis kilómetros de distancia, justo a cinco horas y diecisiete minutos de viaje en auto. Da la casualidad de que es el mismo lugar donde vive mi padre, el cual me obsequió por primera vez, debido a mi graduación, un pequeño apartamento allí.

Verán, mis padres se separaron cuando cumplí un año y, luego de eso, volvió a casarse con una mujer rica. Solo me llamaba para mis cumpleaños y fin de año o enviaba postales con fotos de su nueva familia. Así que solo los conozco por fotos o videollamadas a él y a mis hermanas menores por un año y dos años.

Bueno, agradecerle que al menos tengo dónde vivir, aunque estoy segura de que esto es gracias a mi madrastra. Todo con tal de que no viva en su casa. Debe haberle sugerido comprarme el lugar. En realidad, no planeaba vivir con ellos. La única que me importa en esa familia es mi pequeña hermana Leila. Solo ella ha sido sincera y siempre me ha llamado desde que crecimos. Somos unidas a pesar de la distancia.

Leila es una chica cálida y pura, al contrario de mi hermana Aylin, que es como su madre: un témpano de hielo, egoísta y creída. Gracias a mi madrastra, mi padre me dio la espalda, ya que ella no quería que entrara en su vida perfecta. La verdad es que mi padre es un imbécil interesado y arrastrado por las faldas de una mujer, no un verdadero padre, pero es el que me tocó, ni modo.

Aunque fue difícil vivir sin un progenitor y soportar el llanto de una madre que a veces se veía perdida y sin rumbo en la vida, crecí bastante bien. Y a pesar de que amo a mi madre y le agradezco todo lo que ha hecho por mí, no veo la hora de dejar todo atrás. Voy a luchar por tener una mejor vida, por crecer y amarme a mí misma. Lograré tener lo mío y reunir una buena suma de dinero, para que mi madre tenga una vida tranquila y llena de cosas nuevas. Es momento de retribuir su sufrimiento y de que, por qué no, rehaga su vida con algo bueno.

Muy bien, ya todo está listo, mis maletas están en el carro y en la otra ciudad mi hermanita Leila ya preparó mi apartamento. Voy a conducir mi viejo auto hasta allá, se puede decir que es el amor de mi vida. Lo conseguí antes de entrar a la universidad, trabajando duro durante varios años y gracias también a la ayuda de mi madre. Recuerdo cómo tuve que limpiar pisos y servir mesas como loca, pero la experiencia valió la pena. Aunque tuve que soportar críticas y burlas junto a rechazos en esos lugares, ya todo estaba en el pasado. Y gracias a esas situaciones en las que me vi envuelta, logré romper mi cascarón de timidez.

Incluso antes de adquirir experiencia laboral era gritona, hablaba rápido y tartamudeaba si estaba nerviosa. Ahora, luego de haber combinado el trabajo con la atención de un psicólogo y mi otorrinolaringólogo, el cual me atendió desde la operación, todo ha mejorado. Primero, pienso antes de hablar, lo que me permite no atropellar las palabras. Segundo, me escucho para controlar mi volumen y tercero, me trato de relajar para que mi lengua no se trabe. Aún no es perfecto, pero lo hago todo a pasos de bebé.

¡Ay, por Dios! Mi madre no deja de llorar, eso me aprieta el corazón, pero no hay nada que hacer. Sé que va a sentirse sola y extrañará decir a mi ballenita esto o aquello, pero este lugar me ahoga. Es momento de vivir distinto, de ver si realmente puedo sobrevivir por mí misma. Luego de media hora entre abrazos y lágrimas, además de asegurarle que la llamaría, logré empezar mi viaje de cinco horas.

Estaba tan feliz y emocionada por escapar de mi triste pasado y descubrir un lugar nuevo que el viaje se me hizo eterno. Cuando llegué, ya estaba oscureciendo, pues, mi madre me hizo pasar casi todo el día con ella y no me dejó ir hasta tarde.

—¡Al fin llegas!

Alguien se lanzó sobre mí y casi me tumba al piso, si no es por el auto, sosteniendo nuestro peso. Era la primera vez que nos conocíamos cara a cara.

—¡Hey, Lei! Es bueno conocerte al fin.

—Estoy feliz de que ya estás aquí, ahora todo irá súper genial. Déjame verte. —Se alejó para observarme—. Eres más hermosa que en cámara, qué envidia me dan tus bellas curvas.

Ah, sí, mi hermana es delgada y para mí tiene un cuerpo hermoso, pero ella dice que quiere curvas como las mías. Que todo en mí está en su sitio y del tamaño correcto. La verdad, adoro que diga esto y así levante el ego que no tengo. Me emociona oír que en sus planes está pasar todo este tiempo juntas. Según ella, no nos separaremos y ahora menos que era su modelo. Bueno, mi hermana estudia diseño y es muy buena en eso, la verdad, aunque no sé por qué escogerme a mí como modelo. Se empeñó en que a partir de ahora ella me vestiría, pues según su opinión yo no tenía ningún sentido de moda. No me ofendía, soy una chica nerd que, si por mí fuera, vestiría pantalones, pulóver y calzado Converse por siempre.

Lo que sí no tenía gracia era que este domingo tendría que ir a una función de gente rica con ella. No sé andar en tacones y es algo obligatorio, así que he tenido que usarlos todo el sábado y luego de varias torcidas y ampollas, algo los domino, je, je. La buena noticia es que nadie sabrá quién soy, pues hay que usar antifaz, aún no sé ni por qué acepté. Quizás la curiosidad me hizo aceptar toda esta locura.

Capítulo III

Armando

—¿Es necesario participar en esa fiesta, Alexis?

—Hermano, ya nuestros padres se comprometieron con que participaremos. Sabes cómo se pone mamá si no cumplimos. Una de sus mejores amigas es la organizadora, así que la tenemos negra si se nos ocurre faltar.

—¡Seh! Muy bien, estaré allí a la hora indicada.

—Bien, nos vemos allá. Deja ya de trabajar, el lunes vamos a contratar a un asistente finalmente.

—Espero que esté resuelto por ti y los Recursos Humanos para la semana que viene sin fallo.

—No te preocupes, maniático. Yo mismo haré la entrevista. Ahora me largo, nos vemos.

Miro a mi escritorio y parece que algo explotó. Dios, de verdad necesito a alguien en esta oficina o me volveré loco con tanto trabajo. Mejor me alejo o sé que voy a amanecer como siempre, enterrado en esta loma de papeles.

Es domingo:

Realmente estoy enfermo, al final es domingo y no debería estar trabajando hoy también, me he vuelto un adicto a la faena. Mejor ponerme en camino, no quiero ver a mi madre con mala cara. Para mí no hay nada más importante que mi familia y ahora que ya tengo 28 años, comienzo a sentir que es hora de encontrar algo formal. De sentar cabeza y multiplicarse, je.

A diferencia de mis amigos, siempre he sido un chico responsable, pero para mi desgracia no he tenido suerte con las mujeres. Si he tenido que cambiar de relación constantemente, no es porque soy un playboy, sino un romántico empedernido, quizás. Es que me he casado con el ideal de mis padres, quiero lo que ellos tienen, un amor sin igual. Pero es como si en estos tiempos, eso fuera pedir lo imposible. Todos solo quieren divertirse y nada de responsabilidad.

¡Seh! En serio estoy agotado, necesito relajarme y disfrutar la noche. Escogí un traje azul oscuro rayado con líneas finas blancas, una camisa blanca sin corbata, con un pañuelo color ámbar en el bolsillo delantero del saco. Y para terminar no puede faltar mi colección, sí, me doy mis gustos caros. Mi reloj Rolex con mi manilla de oro y algo que me encanta usar en el cuello de mi camisa: un prendedor con mis iniciales en cada esquina de una fina cadena de oro.

Acomodo mi cabello hacia el lado, dejando que casi tape mi ojo izquierdo. No uso perfume, me gusta oler al jabón que utilizo. Listo para partir, solo debo coger mi máscara de color azul y nos vamos. Llegué a la fiesta y ya mi familia me estaba esperando.

—Hola, mamá.

Beso sus dos mejillas y la abrazo, soy el niño de mami sin dudar.

—Hijo, qué apuesto te ves.

—Como siempre, mamá. No por gusto soy uno de los galanes más cotizados.

—Didi, ¿no piensas que tu papá también se ve bien?

Todos reímos, papá siempre está celando a su princesa, mi hermana Didi.

—Papi, pero sí, Mandy es tu copia.

—Claro, por algo es tan apuesto.

Todos seguimos riendo.

—Así mismo, papá. —Apreté su hombro para asegurarle que tenía toda la razón—. Bueno, ¿cómo va la fiesta?

—Aburrida, nada interesante. —En eso llega la familia Tadeus—. Ja, se va a poner mejor, llegó la acosadora de Mandy.

—Y la mujer que te vuelve loco a ti, Alex, mi querida Leila.

—No la veo ahí.

—Vendrá más tarde de seguro. Y señores, haciendo entrada, Aylin.

Respiré con fuerza y todos comenzaron a burlarse de mí. Esa chica era un pegote, tan plástica como la estirada de su madre. Y aún no entiendo cómo diablos hacen para reconocernos, aunque tengamos máscaras.

—Buenas noches, familia De La Forte.

—Buenas noches, Fernando. ¿Cómo anda todo?

—Aquí, trayendo a la familia a disfrutar un rato.

Enseguida la hija se colgó de mi brazo.

—Qué bueno verte, Armando. ¿Por qué no has ido por la casa a hacernos la visita?

—Tengo demasiado trabajo acumulado.

—Claro, hija, es un hombre con muchas responsabilidades, pero espero que pronto nos visite.

—Um… claro.

Traté por todos los medios de no rodar mis ojos en disgusto, ante el claro objetivo de la madre tras su comentario: obligarme a ir a su casa. Ja, en sus sueños.

—¿Y tu hermana dónde está, Aylin?

—Debe venir dentro de un rato, está ocupada con molestias.

—¿Molestias?

—Ah, cosas sin importancia, Alex.

La cara de mi hermano al oírla acortar su nombre fue un poema. A ninguno nos agradaban estas mujeres, pero nuestra madre nos educó bien.

—Ah, muy bien. Bueno, me voy a dar una vuelta, familia. Nos vemos.

Y así se va el traidor de mi hermano. En vez de ayudarme, huye de la situación. Mi hermanita simplemente da la espalda y decide que el salón es más interesante. Nuestros padres siguieron hablando de temas de trabajo y demás. Mientras tanto, tuve que respirar y escuchar todo el bla, bla, bla de esta chica. Ya el techo me lo había aprendido, así que bajé mi vista y comencé a recorrer el lugar, hasta que perdí los ojos en la entrada de la fiesta. Dos jóvenes entraron, pero solo una se llevó mi respiración. Vestía un vestido azul oscuro. ¿Coincidencia? No creo. La parte de encima de su ropa comenzaba en tirantes que descendían hasta un corte en uve en su pecho. Tenía brocados de rosas sobre tela color piel y estaba tan bien trabajado que las hojas de las rosas terminaban en el mismo corte de manera irregular, combinando con el color de su piel. Toda la parte superior hasta su cintura estaba adornada con el mismo patrón de flores. Luego, caía la parte baja en una tela lisa que mostraba un corte ligero sobre su pierna izquierda, mostrando su morena piel. Su pelo color chocolate estaba recogido en un moño alto y mechones caían por los lados hasta sus hombros. Sus ojos a través del antifaz se mostraban color verde con gris, su nariz era chata, sus cachetes llenos y sus labios eran gruesos. Pero lo que más loco me volvió fue su cuerpo. Dios, era perfecto. Solo imaginarla en mis brazos, tanta perfección provocó casi una erección en mí. Sentí mi respiración entrecortada: "Diablos, Armando, contrólate". Tragó en seco, tratando de que el nudo en mi garganta bajara. Quiero a esa mujer, debo saber su nombre, debo conocerla y así mis sentidos se pierden, hasta que vuelven. Caigo en que ahora mismo me era imposible escapar de la medusa que está a mi lado, así que disimuladamente la seguí con la vista en lo que avanzaba la noche.

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