CAPITULO 3. CEBOLLAS

Con las pocas fuerzas que siento en mis piernas me acerco a una silla de madera que hay detrás de mí. Siento una vez más esa falta de aire, esa presión en mi pecho. Vuelvo a poner mis manos en mi cabeza y tratar de respirar profundo.

Una vez más siento una mano en mi hombro tratando de consolarme, no lo apartó si no aquel me siento cómoda con él a mí lado.

— Respira, lo necesitas -dice cerca de mí. Aunque se que esto que me dice es tonto, pero por una extraña razón me tranquiliza.

Acaricia mi espalda con delicadeza mientras tararea una canción.

Esa canción.

Levantó mi cabeza para prestarle atención a lo que tararea, pero al hacerlo él se detiene en seguir tarareando. Me mira con miedo, tal vez esperando a que yo le diga algo sobre su intento de calmar mi ansiedad, pero en vez de eso mi cuerpo reacciona sin mi consentimiento y me tiro a su cuerpo, rodeando mis brazos en su cuello y ocultando mi rostro en un costados de este. Lo abrazó con fuerza y no se si es por el hecho de escuchar aquella melodía que me hizo recordar a mi madre o sí es lo que realmente necesito ahora, un abrazo.

Juanpa tarda en reaccionar, pero en cuento lo hace me rodea con sus brazos con delicadeza y acaricia mi cabeza. Dura así unos minutos hasta que vuelve a tararear aquella melodía otra vez.

— Esa canción -digo en un susurro, el cual logra escuchar gracias a que estoy cerca de su oído— ¿Como la sabes? - pregunto alejándome un poco de él.

Juan solo me mira con una sonrisa y luego la borra, tal vez para evitar que yo le diga algo.

— Es una canción de cuna que me cantaba mi mamá cuando no podía dormir - dice con tranquilidad. Como si estuviera recordando aquellos momentos. 

Mi mamá también me la cantaba, pero eso solo ocurría cuando tenía pesadillas o por mi estúpido miedo a los truenos.

Relajo mi cuerpo al escucharlo decir aquello, pero vuelvo a ponerme rígida al saber que si esa canción la conocía él por su madre entonces mi mamá también era parte de aquel gremio u orden.

— mi mamá me la cantaba cada que tenía miedo - digo sin pensar y por unos instantes siento que me pierdo en sus ojos cafés claros.

Juanpa se aleja un poco de mí para poder darme espacio, pero lo tomo de uno de sus brazos con fuerza y aunque soy consciente de que lo hice sin pensarlo dos veces no quiero que se vaya.

— Por favor, cuéntame más -digo casi rogándole. Él solo me mira con atención por unos instantes, para después sonreír, hace un intento de ocultarlo pero no lo logra y termina riendo.

Lo miro con las cejas levantadas y por instinto hago una mueca con mi boca.

— ¿De qué te ríes? - Pregunto molesta. Él solo vuelve a mirarme y luego baja la mirada un poco.

— Eso va a ser algo complicado 

— ¿Porqué? - Pregunto. Él solo señala con su dedo el reloj que cuelga en una pared cerca y luego regresa su atención hacia mí.

— Los 10 minutos ya han pasado y no creo que en dos segundos, no, en un segundo te pueda contar todo sobre tu descendencia - dice burlándose de lo que le dije en un principio.

Relajo los músculos de mis hombros y rostro, aunque quiero parecer lo más sería posible no lo logro, una boba sonrisa se dibuja en mi rostro al escucharlo decir aquello.

Bajo un poco la mirada con la intención de que algunos de mis mechones de cabello cubran lo sonrojada que estoy.

Levantó otra vez mi mirada a él y aunque sé que me arrepentiré sonrió y digo lo que nunca creí decir.

— Por favor, cuéntame más -digo casi rogándole. Él solo me mira con atención por unos instantes, para después sonreír, hace un intento de ocultarlo pero no lo logra y termina riendo.

Lo miro con las cejas levantadas y por instinto hago una mueca con mi boca.

— ¿De que te ríes? - Pregunto molesta. Él solo vuelve a mirarme y luego baja la mirada un poco.

— Eso va a ser algo complicado 

— ¿Porqué? - Pregunto. Él solo señala con su dedo el reloj que cuelga en una pared cerca y luego regresa su atención hacia mi.

— Los 10 minutos ya han pasado y no creo que en dos segundos, nop, en un segundo te pueda contar todo sobre tu descendencia - dice burlándose de lo que le dije en un principio.

Relajo los músculos de mis hombros y rostro, aunque quiero parecer lo más sería posible no lo logro, una boba sonrisa se dibuja en mi rostro al escucharlo decir aquello.

Bajo un poco la mirada con la intención de que algunos de mis mechones de cabello cubran lo sonrojada que estoy.

Levantó otra vez mi mirada a él y aunque sé que me arrepentiré sonrió y digo lo que nunca creí decir.

— Entonces enséñame - digo entre un susurro que él logra escuchar. No recibo una mirada de sorpresa o alguna de duda, sino una sola sonrisa, esa calidad sonrisa que recibes cada vez que haces algo bueno.

Acaricia mi brazo y con la misma sonrisa dice lo que espere escuchar.

— Lo haré - dice y se levanta para después extenderme una de sus manos— ¿Lista para aprender? - pregunta en un tono algo semejante al de burla pero también de emoción. Con una sonrisa en mi rostro tomó su mano y él me estira para levantarme y ponerme en pie igual que él.

— Siempre - contestó. Ambos nos miramos sonriendo para después separar nuestras manos.

Durante la mañana ni hablamos de eso, solo desayunamos y contestaba una que otra pregunta de su parte.

Aun me parecía algo loco lo que estaba viviendo, incluso llegó a creer que todo esto es un sueño, pero cada vez que pienso en ello Juan hace un movimiento con su magia para que entre en razón, como un pellizco pero mágico.

Limpio los platos con una esponja ya algo desgastada, debería de ir a comprar otra al igual que otras cosas que necesito para seguir sobreviviendo aquí.

Pero, si lo hago, ¿Quién cuidara de este chico herido?

— Te puedo acompañar, sí eso quieres - dice detrás de mí Juan. Casi dejo caer el plato en el suelo al escucharlo hablar. Hace un rato que no hablamos y tal vez me había metido tanto en mis pensamientos, aunque realmente no sé porque dice eso.

— ¿Qué? - trato de preguntar pero él me interrumpe.

— Pensaste en voz alta - añade tomando una naranja que estaba en una charola de fruta de mi lado y la comenzaba a pasar de mano a mano.

Me quedo callada, sosteniéndome del lavamanos con fuerza para tomar un respiro del susto que me dió.

Duro así unos segundos hasta que me incorporo y comienzo a terminar de lavar los platos sucios. Noto de reojo como él va pelando la naranja y la divide en gajos.

— No tienes que hacerlo, solo iré a comprar unas cosas y ya - digo dejando. Un plato en su lugar— Aunque - añado mirándolo una vez más. Se que lo acabo de conocer, y aunque me ha dicho mucho sobre cosas que desconocía aún siento esa desconfianza de dejarlo aquí.

— Aún no confías del todo en mí - agrega metiéndose un gajo de naranja a la boca. Vuelvo a quedarme callada y aunque sé que eso es algo maleducado él toma mi silencio como un sí, como si me leyera el pensamiento.

Juanpa asiente unas dos veces la cabeza mientras mágica otro gajo de naranja y con una sonrisa se levanta una camisa vieja que era de mi papá y me muestra su dorso vendado, el cual no sangra como antes.

— Estoy mejor, y una caminada no me vendrá mal - dice lo último en un tono de burla. Sonrió al escucharlo decir aquello, aunque no sé si me río por lo que dijo o por como su voz suena cuando tiene la boca llena.

— Está bien, tiene que me explicas más sobre el mundo mágico y unas que otras dudas me las aclaras - digo secando los manos con una pequeña toalla que cuelga a un lado del refrigerador.

— ¿Por qué siento que será un gran día? - vuelve a ironizar.

Lo miro a urgida por unos segundos para después sonreír de nuevo.

Ato mi cabello en una coleta la cual enrollo para convertirla en una cebolla y ponerme la gorra de tela delgada encima.

Juanpa me observa desde una esquina con el ceño un poco fruncido, tal vez está pensando lo mismo que Carlos, ¿Por qué oculto mi cabello si es "lindo"?

— ¿Por qué haces eso? - pregunta cerca de mí. Lo miro con un poco de duda y prestando un poco de atención a su rostro y luego a mi reflejo de un espejo que cuelga detrás de él.

Bajo un poco la mirada y luego la vuelvo a levantar.

— No me gusta mi cabello, a parte es muy rebelde con este clima - contesto con una sonrisa burlona. Ladeó un poco mi cabeza y luego me dispongo a caminar a las escaleras para ir por dinero para comprar lo que necesito.

— No deberías odiarlo - dice detrás de mí, logrando que me detenga en subir el primer escalón— No deberías odiar ninguna parte de tu cuerpo - comienza a decir. Me giro un poco sobre mi eje para encontrarlo a medio metro de distancia de donde estoy. Sus ojos marrones mirándome con atención y creo llegar a notar una pizca de admiración en ellos.

— Así que como primera lección, hoy no usarás está gorra - comienza a decir y me quita de un tirón la gorra que cubre mi cabello, logrando que la cebolla improvisada que hice antes se desata y terminé mi cabello largo caer por sobre mis hombros aun cuando mi cabello está atado en una coleta demasiado alta.

— ¡Oye! ¿Qué haces? ¡Regrésamela! - chillo tratando de quitarle la tela de sus manos. pero como era de esperarse él es más alto que yo y por cierta lógica sus brazos lo son más largos.

— No, a partir de hoy soy tú mentor, tu tutor y tú mejor amigo. Y como esos tres personajes que soy te digo que dejaras de usar esta tela corriente - dice riendo mientras que yo trato de quitarle la gorra de sus manos. Terminó rindiéndome, dando un gran suspiro.

— ¿Es necesario hacer esto? - pregunto cansada de querer quitarle mi pertenencia.

Juan solo sonríe más y con un movimiento de mano convierte mi gorra en un plato.

— Si es para que te aceptes tal y como eres, sí - añade dejando a un lado aquel plato en una mesa cerca.

Miro asombrada lo que ha hecho con mi accesorio de cabello y aunque me enfada que haya hecho aquello no puedo ponerme enfadada con él si tiene razón en todo.

A duras penas me alejo de él y aunque me cuesta el hacerlo, subo las escaleras para ir por el dinero.

Cuando lo tomo de mi escondite, uno de tantos, me encuentro con el retrato de mis padres y de mi en brazos teniendo de paisaje el jardín de mi casa.

Tomo entre mis manos aquel cuadro el cual es iluminado por la luz del sol que pasa por la ventana. Aún no puedo creer que esto me pasará y no me refiero a lo del mundo mágico, sino que me refiero a no tenerlos conmigo. 

Vuelvo a dejar el cuadro en su lugar, tratando de olvidar por unos instantes el que ya no están conmigo, aunque sé que ese vacío que dejaron en mí no se llenará con nada en el mundo.

Llevo un rato comprando cosas que necesito en un mercado cerca de casa. Juanpa me sigue de cerca y aunque no lo pueda creer se ha enamorado con la botana típica de este país.

Escucho a lo lejos las campanas de la catedral que está cerca y por primera vez en mi vida ahora no me siento cómoda con ellas.

— Aquí tiene - me llama el hombre de la fruta, a quien le compré un poco de manzana y zanahorias, logrando sacarme de mis pensamientos.

— ¡Ah! Si, gracias - digo ya pagándole lo que corresponde y guardando las cosas en mi bolsa ecológica.

A mí lado se encuentra Juanpa, quién se quedó entretenido viendo unas cuantas cosillas de un puesto de Barajas.

— Juan, es hora - lo llamo de dónde estoy y él en seguida me sigue. En su hombro cuelga otra de mis bolsas ecológicas la cual está más pesada que la mía. Le preste una ropa de mi papá, la cual le quedó casi a la perfección, si no fuera por el hecho de que es un poco más delgado de como lo era mi papá.

— ¿Y ahora, a dónde vamos? - pregunta emocionado llegando a mi lado, es como un niño pequeño quién se divierte en un parque de diversiones.

Volvemos a caminar.

— Solo falta comprar unas cosas de limpieza y... -comienzo a decir mientras leo la nota que hice como guía para comprar lo que necesito. Cuando cerca de mí escucho como unas señoras empiezan a hablar.

— ¿Ya la viste? - pregunta en susurros a la otra.

— Sí. Yo siempre dije que esa muchacha escondía algo, ¡Y mírala! ¿Quién diría que su madre era alguien de la vida ligante? - añade la otra. Por instinto pongo mi atención a ellas, quienes aun así siguen hablando y no es necesario tener a un adivino o genio a mi lado para saber que hablan de mí.

— ¡Ya lo sé! Y muy seriecita que se veía esa mujer, pero ¿De quién crees que es hija? Nadie de por acá tiene ese aspecto - vuelven a hablar. Hablan, hablan, hablan y hablan; por unos instantes creo marearme con sus palabras y aunque estoy casi a punto de caer al suelo, saco fuerzas de mi interior y sigo caminando.

— Señoritas, perdón que las interrumpa - comienza a hablar Juanpa detrás de mí, logrando que me detenga en seco y lo observé con duda.

Casi podría jurar que mi mirada a él le grita el ¿Que estás haciendo? , Pero él no hace más que solo mostrar una sonrisa como lo hace siempre.

— Acerca de ¿Quién estás hablando? - pregunta estando cerca de aquellas dos mujeres de unos cuarenta y tantos años. Ellas lo miran embobadas, como si estuvieran viendo a un galán de telenovelas o algo por el estilo.

Ambas mujeres se quedan calladas por unos instantes al escucharlo preguntar aquello, cuando al final una de ellas decide hablar.

— De esa chica, debes de cuidarte mucho de ella joven, no sabes lo que podría hacerte ya que dicen que es bruja. Y ¡Dios santo! ¿Como es que dije eso? - se detiene de hablar aquella mujer. Tapándose con una mano su boca, como si lo que dijo antes deseara no haberlo dicho.

Casi me da algo cuando escuchó que la otra dice casi lo mismo, pero cuando me doy cuenta de lo que está haciendo Juan detrás de su espalda, con unos movimientos leves de dedos me doy cuenta que está usando su magia.

— Saben señoras, es curioso eso que dicen, pues no fue gracias a aquella mujer y su marido que usted - señala a la más baja— ya no tiene ese problema en la espalda, ¡y usted también mujer! No es gracias a esta chica que su hijo no salió herido de aquel casi accidente automovilístico - señala a la otra. Ambas mujeres se quedan calladas al escucharlo decir aquello. 

Miro a ambos lados, con la esperanza de que nadie note el espectáculo que ha generado Juanpa y para mí sorpresa así es, es como si la gente que me rodea no se percatara de estas personas, es como si fueran invisibles.

— Juanpa, tenemos que irnos. ¡Juan! - Lo llamo casi a gritos. Él aún sigue mirandolas con burla pero a la vez con lástima. Lo tomo del brazo, arrastrándolo calle abajo para alejarlo de ellas y es entonces cuando me doy cuenta que se está riendo.

— ¿Que estás haciendo? - Pregunyo con brusquedad al llegar a unas calles más lejos y cerca de aquella catedral.

Juan me mira con duda, como si lo que acabo de preguntar fuera una tontería.

— Solo les hice entrar en razón 

— ¡Pues no lo hagas! - Contesto casi a gritos. Juan me mira con el entrecejo arrugado, como si no entendiera lo que estoy diciendo, me tomo el puente de la nariz con una mano y luego vuelvo a mirarlo— Mira, Juan. Este es el mundo real, donde si alguien es cachado de hacer magia o lo meten a un manicomio o lo matan, ¿Es que quieres eso? - vuelvo a preguntar enfadada. Juan trata de permanecer serio, pero después eso se borra con una sonrisa amarga, como si se estuviera burlando de lo que acabo de decir.

— Así no funciona la magia, María - dice en un tono demasiado tranquilo que me hace enfadar más. Pero aquel enfado se convierte en duda al razonar aquello que dijo.

— ¿Qué? - Pregunto estupefacta. Juan tarda un poco en contestar mientras se acomoda la bolsa ecológica en su hombro.

— ¿A qué te refieres con eso? - vuelvo a preguntar.

— Como ya sabes, algunos integrantes de la iglesia mataron a algunos de nuestra especie y por eso nos escondimos por un tiempo, pero eso no significaba que no tendríamos traidores a nuestro lado - comienza a contar. Lo escuchó con atención, tratando de entender un poco lo que dice y aunque sé que me cuesta hacerlo debo de hacer por lo menos el intento.— Desde antes de que se creará el mundo mágico ya teníamos traidores en nuestra "población", gracias a uno de ellos fue que nos encontraron. Así que lo que es el gobernante, o en aquel tiempo lo llamábamos padrote, hizo unas tipos leyes para convivir, así como la que tiene tu país. Dependiendo de lo que hace el traidor es el castigo - comienza a contar. Hace una pausa mientras observa a su alrededor, lo imitó y me doy cuenta que algunas personas se nos quedan viendo algo raros y no sé si es por el tono de mi cabello o porque estoy con un chico, aunque siendo sincera parece más mi hermano mayor o tío.

— Algunas veces, si el traidor hace algo pequeño el castigo es mandarlos a las tierras del olvido, donde si no se olvidan de él ahí, él se olvida de él mismo en ese lugar, es un sitio en donde no te gustaría estar nunca. - vuelve a contar mientras comenzamos a caminar.— Otras veces, si el castigo es algo mayor se les prohíbe la entrada a su pueblo natal y a los otros pilares, se queda vagando en la nada; pero el castigo mayor es este - dice señalando el suelo, pero entiendo un poco a lo que se refiere.

— ¿La tierra? - pregunto mirando el suelo y luego a él. Juan niega con la cabeza.

— Ser desterrado - lo dice tan serio que llegó a ponerme nerviosa al escuchar aquella palabra — Quienes son desterrados del mundo mágico son mandados a este, al tuyo y al mío también - añade lo último con algo de burla.

— ¿Tú naciste aquí? - pregunto casi a gritos, pero bajo la voz al final al saber que estamos en un lugar público.

Juan sonríe un poco y luego borra aquella sonrisa como si hubiera recordado algo.

— Sí, nací en París, Francia. Sí, el país del amor - dice lo último en un tono de ironía.— Mis padres estaban en este mundo para una misión cuando a mi mamá se le rompió la fuente en aquel país, no podían mandar a mi madre al mundo mágico porque podría afectar la magia en mi nacimiento y al final terminé naciendo aquí- dice con algo de melancolía, y aunque sé que es un tema lindo de conversación puedo notar que a él no le agrada mucho hablar de ello.

— ¡En fin! Te decía, el castigo superior es ser desterrado, con eso es quitarle al mago su fuente de poner y que no lo usé en este mundo, y ahí te preguntarás ¿Como es posible entonces que exista gente que haga magia? - me detiene al preguntar aquello, una vez más como si leyera mi mente— Es sencillo de explicar. Te lo diré cómo un ejemplo, cuando estabas en la escuela tal vez te pidieron que trataras de prender un foco con la ayuda de otra cosa que no sea una fuente exacta de energía, se usaba una verdura o fruta como conector de energía, ¿Cierto? Así es la magia, a ellos le quitaron su fuente de energía, más no su poder mágico, es por eso que buscan otras alternativas para activar su poder, algunas son más detallistas que otros, pero buscan otras maneras de activar su poder para poder vivir 

— Como la magia negra - digo sin pensar.

— Así es, ¡Vaya! Estás entendiendo mejor que otros alumnos que he tenido y eso que ellos nacieron en el mundo mágico - dice lo último en ironía. Sonrió al seguirle el juego a su broma pero vuelvo a ponerme sería al escuchar de nuevo esas campanadas de la iglesia que ahora está delante de nosotros dos.

Me acerco a un puesto donde venden golosinas y frituras y compró unas papas fritas con salsa y dos botellas de agua.

Le extiendo las frituras a Juan y el las acepta, aunque sé espera a que yo abra las mías 9ara comer el también. Nos sentamos en unas bancas que están en un parque cerca y dejamos las bolsas a un lado para descansar, hemos caminado demasiado tiempo y aunque yo estoy acostumbrada a esto él no lo está.

— ¿Puedo hacerte una pregunta? -digo mientras miro a lo lejos como gente sale de aquella catedral. Juan hace un sonido con su boca de aceptación, me giro para verlo y noto como está encantado con la comida rápida que compré.

— Si la iglesia fue la causa de que ustedes desaparecieran, cuando se casan... Ya sabes, ¿en nombre de quién lo hacen? - Juan me mira con sorpresa por unos instantes mientras muerde una papa frita, luego lanza una carcajada— ¿Qué? ¿Qué pasa? - pregunto algo enojada al verlo riéndose de mí.

— La iglesia no tuvo la culpable, fue su gente, María. No sé si has escuchado la frase que dice que el poder ciega a la gente, así mismo paso con quiénes eran parte de la iglesia. En aquel entonces la iglesia tenía poder y eso cegó a muchos ministros, pero la religión no tiene la culpa de los actos que hacen sus seguidores - dice metiendo una papa frita a su boca— Claro que así como existen personas que son... - se detiene un Segundo.

— ¿Religiosas? - pregunto tratando de darle una idea de a lo que se quiere referir.

— Emmm, yo prefiero llamarlos creyentes pero si tú los quieres nombrar así - añade encogiéndose de hombros— pero como te decía, así como existen personas creyentes o religiosas como tú lo dices, también existen personas que van en contra de la iglesia, pues dicen que eso sería traición a nuestro mundo - Me quedo callada un buen rato, tratando de analizar lo que acaba de decir y a la vez escogiendo bien la siguiente pregunta que quiero hacerle.

— Tengo otra pregunta - digo dándole un mordisco a una de las frituras que compré.— Si dices que a los que mandan al mundo, bueno a mí mundo, son castigados en no usar poderes ¿Que pasa con las personas que no son castigadas y por ciertas razones nacen en este mundo? - Pregunto al Verlo Comer.

— Ah, bueno. Verás, como yo, tú naciste aquí por ciertas razones que desconozco pero en nuestros casos el uso de la magia se "encierra" en nuestro interior hasta que llega al límite. Algo así como ir llenando una botella de agua hasta que llega al límite y se comienza a derramar.

— ¿Entonces en algún momento va a salir mi poder? - Pregunto con algo de miedo.

— En realidad ya salió - comienza a decir en un tono de tranquilidad. Levantó una ceja al escucharlo decir aquello y él se da cuenta de ello— La noche que me encontraste en tu cocina - dice dándole un gran énfasis a las palabras "tu cocina"— Cuando me curaste una luz salió de tus manos, esa fue la prueba de que dentro de ti hay magia, de la magia verdadera no de esa de cartitas y esferas de vapor - agrega burlándose de los charlatanes que vimos hace rato, unos señores tratando de leerte el futuro con cartas y usando una esfera. Reímos al recordar eso pero en seguida Juanpa se detiene en reír y apoya una de sus manos en mi hombro izquierdo.

— Pero siendote sincero, el tipo de magia que tienes nunca lo había visto antes - al escucharlo decir aquello de alguna manera me provoca nervios y no de los buenos. Bajo la mirada con timidez— No te pongas así por eso, si lo digo no es porque sea malo, no siempre es malo que seas diferente, digo - comienza a titubear. Se pasa ambas manos por su rostro, olvidando que la otra estaanchada de la salsa de las frituras y enbarrandose el rostro de ella.

— Argh, ahora estoy sucio, me lleva y ¡tú deja de reírte! - se queja de mí. He lanzado una buena carcajada al verlo así, parece como si un pájaro le hubiera encima.

Quiero pedirle perdón por reírme, pero por más que quiero relajarme no puedo. Juanpa se da cuenta de ello y al final se rie junto conmigo.

Al final, después de un rato y de haber terminado de comer las frituras y limpiado el rostro Juan regresamos a casa.

Es extraño el abrir la puerta de la casa y que entre con alguien que no sea mi padre o Carlos.

Pero bueno, por lo menos tengo a alguien que me haga recordarlo a mi lado. 

Sé que sonara loco, pero el tener a Juanpa aquí hace que al hogar le regresé ese ambiente que le daba mis padres cuando estaban vivos, esa "magia" que faltaba.

Pero vamos, María. No te ilusiones, tal vez al final termina siendo un psicópata que solo dice esas cosas lindas para engañarte, como sea debo de estar alerta siempre.

— Déjalas en la mesa, por favor - le ordenó eso a Juanpa para que pase y ponga las bolsas en la cocina.

Juan solo asiente y camina a la cocina para dejarlas y yo, después de haber dejado las llaves en plato que está en la entrada más llaves, camino a la cocina para acomodar las cosas.

— ¿Te ayudo? - me pregunta al comenzará abrir una bolsa de las que yo cargaba. , es la naranja.

Extiendo mi mano con rapidez a esta y lo detengo en abrirla, la mirada curiosa de Juanpa no tarda en aparecer en su rostro y estoy segura que mi rubor tampoco tarda en aparecer, pues siento mis mejillas calientes.

— Emmm, con esa no. De esa yo me encargo... - digo quitando la bolsa de su lado uy pasándola al mío o más bien a mis brazos.— tú,acomoda mejor la verdura, estan en está bolsa - agrego dándole la bolsa verde del supermercado.

Juanpa me mira dudoso por unos cortos segundos para después tomar las bolsas y decir un largo y dudoso "Ok".

Yo corro escaleras arriba para dejar esto en mi habitación y aunque sé que de la cocina la mirada de curiosidad de Juanpa me sigue, no quiero que vea que aquí llevo toallas femeninas y unas que otras cosas más que necesito.

Finalmente llegó a mi habitación,cerrando la puerta detrás de mí y abriendo la bolsa para inspeccionar que esté todo aquí.

Bueno, están los diarios, desodorante, shampoo íntimo, toallas higiénicas y... ¿Un kilo de cebolla? 

— ¿Qué carajos? - digo casi en un susurro. Mis ojos se abren al recordar que a medio camino i tercampie bolsas con Juanpa y terminé hechando la verdura en la bolsa de mi persona y las toallas....— ¡Hay, por Dios! Las toallas están en la bolsa de verdura - chillo para mis adentros mientras me pasó ambas manos, en una aún con el kilo de cebolla, por el cabello.

Maldita sea, María, ni eso sabes hacer.

La puerta suena detrás de mí y por instinto dejo a un lado la bolsa naranja y escondo detrás de mí espalda las cebollas.

— ¿Sí? - pregunto para asegurarme de que no escuché mal y si tocaron.

— Soy yo, Juan; Emmm... Creo que tengo algo que es tuyo — dice detrás de la puerta.

Me auedo sin palabras por un instante hasta que recuerdo que tengo que abrir la puerta.

— Mandé - digo al abrir la puerta un poco y asomar la cabeza. Veo a Juan serio por unos segundos, pero al verme una sonrisa se le dibuja en el rostro.

— ¿Porque te escondes?

— ¿Porque sonríes?

— Yo siempre sonrió

-— pues yo siempre me escondo

— María - me llama como mi padre lo hacía cuando sabía que mentía. No digo nada, pero él al contrario solo ríe y le extiende una bolsa alargada negra con azul, las toallas femeninas 

— No sabía que las cebollas se transformaban en esto -dice con un tono de burla. Lo miro sería y tomo las toallas para abrir después un poco más la puerta y darle la bolsa de las cebollas.— Gracias, ahora ya te dejo en paz para que te escondas mejor - vuelve a burlarse y aunque quiero quejarme y permanecer sería, cuando se va logra dejarme en el rostro una sonrisa de gracia por lo que dijo.

En serio, María solo a ti te pasa esto.

Download

Like this story? Download the app to keep your reading history.
Download

Bonus

New users downloading the APP can read 10 episodes for free

Receive
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play