– ¿Quién es esa?
–Mi empleada, se llama Mónica.
–Que grosera el haber entrado sin tocar la puerta.
–Ahora vete.
– ¿Cuándo me darás el nombre de ella? ¿Acaso no extrañas tomarme?
Sol intenta seducirlo, intenta tentar a Edwin con su sensual cuerpo. Edwin sabe que su esposa es realmente guapísima, es sensual, tiene todo lo que un hombre desea. Todo su cuerpo parece haber sido esculpido por el mismo dios del arte. Se traga su propia saliva ante las ansias de este delicioso bizcocho pecador. Siente que su aroma lo está embriagando, lo embriaga a un mundo de lujuria. Sus labios quiere alcanzar, sus pechos quiere tocar. Tiene ganas de hacer cosas sucias con ella.
–Vete antes que se me ocurra mandar a traer mis guardias de seguridad.
–Tsk. Tienes que regresar a casa, ¿o prefieres que empiecen rumores en que somos un fracaso de familia?
– ¿Y no lo somos?
Esta pregunta molestó a Sol. Edwin se lo dijo como fracaso de matrimonio, se lo dijo como la realidad exacta de lo que son las cosas, acepta que no son mentiras.
–Yo no sé por qué se te ocurrió buscarte una indignante mujerzuela. Nosotros ya éramos felices, teníamos una feliz familia, éramos una familia unida, pero no... El señor Edwin sintió que era hora de probar carne de la calle, carne sucia y podrida antes que esta carne deliciosa como la mía.
– ¿Cuántas veces te lo tengo que repetir? Yo no tengo ni una amante. Lo de la familia feliz y unida es completamente falso, es algo de tu imaginación. Tú sabes claramente que nos casamos sin una gota de amor. Nuestros padres nos obligaron a casarnos, entonces deja de mentirte y culparme a mí de todos tus problemas.
Sol no quiere aceptar la realidad. Sabe que tiene razón, pero sabe que están casados, es un matrimonio donde se juraron amarse eternamente, donde juraron compartir sus vidas el uno para el otro. Está claro que este matrimonio fue arreglado, pero su familia pensó en su bien, pensaron en el futuro de ella. Un futuro donde nunca pueda sufrir de pobreza y sólo gozar de los placeres que ofrece el dinero.
Ella no le importa los sentimientos cuando se tiene dinero, pero le preocupa su reputación ante la infidelidad de su esposo. No puede imaginarse lo que dirán sus amigas cuando sepan de esto, terminaran burlándose de ella, y más si esta amante es una vaga y fea. Será la burla de todos, y esto es algo que no puede dejar así. Quiere que el matrimonio siga, quiere deshacerse de esa amante lo más pronto posible.
–Termina con ella.
–No salgo con nadie.
–Entonces deja esa rabieta y regresa con tu familia.
–Lo haré cuando decidas cambiar.
– ¿Entonces no quieres esto?
–Deja de tentarme con tu cuerpo.
– ¿Crees que te estoy tentando?
– ¡Basta! Ya que terminamos de hablar, mejor vete.
Edwin le abrió la puerta a su esposa. Se nota que quiere que se largue.
–Juro que te arrepentirás por esto.
–No te preocupes. Ya lo estoy haciendo. Me arrepiento el haberme casado contigo.
Se enfureció, le dió una fuerte cachetada en su rostro. No era cualquier cachetada, esta cachetada era de las que tienen filo escondido. Edwin soporta su furia.
– ¡No vuelvas a decir idioteces de nuevo!
Sol se largó toda furiosa. Edwin tiene ganas de gritarle sus verdades, se lo quiere decir mientras sangra su rostro. Está furioso como una bestia con ganas de matar. Mónica regresó del baño, vió desde lejos sangrar a su jefe del rostro. Corrió hacia él. Edwin cerró la puerta, no se había dado cuenta de la presencia de Mónica, se dio cuenta poco después. Casi la golpea por error. Pensó por un momento que era su esposa regresando a molestar
– ¿Mónica?
Ella comenzó a limpiar sus rasguños, comenzó a tratarlos con gentileza. Él comenzó a sentirse feliz, olvidó el enojo hacia su esposa. Acarició los cabellos de Mónica, acarició los cabellos cercas de su rostro. Se pregunta el por qué su esposa no puede ser como su amiga, por qué siempre tiene que ser así de agresiva con él. No lo entiende. No encuentra una respuesta. Abrazó de repente a Mónica. Esto no lo esperaba. Mónica está nerviosa. Cada vez la está abrazando con más fuerza, ella tiembla como un cachorro preocupado.
–Gracias.
Dijo Edwin susurrando al oído de ella. Mónica dejó de sentirse nerviosa. Decidió dejarse abrazar ante el cariño de este hombre tímido.
–Llegó esto. ¿Pasa algo?
Maritza interrumpió un momento importante. Los dos se separaron justo a tiempo. Mónica salió de su oficina, él siguió trabajando. Mónica siente que el corazón se le iba a salir por el gran susto que le dió Maritza, siente que se le iba parar. Maritza siente que algo pasó aquí, no quita su mirada sobre Mónica
–Déjalo aquí.
–Señor, ¿está bien?
Maritza apenas se acaba de dar cuenta de la marca de su rostro. Vio papeles sucios en la basura. Se da cuenta que Mónica estaba limpiando las heridas del jefe. Lo que no entiende es el por qué salió huyendo de esa manera, si no hizo nada malo.
–No es nada.
–Esta vez su esposa se pasó, debería demandarla por maltrato doméstico.
– ¡¿Yo?! ¡¿Demandarla?! ¡Estás loca! No puedo hacer eso, ella es la madre de mis hijos y sería la vergüenza de mis padres el ser la víctima. ¡Todos se burlarían de mí!
–Entonces al menos use la fuerza el no dejarse lastimar, usted mismo se hace ver el payaso dentro de esta relación.
Le molesta el consejo que le dió Maritza, tiene toda la razón, es muy sabia dando consejos, pero la realidad lo aplasta. No quiere demandar a su esposa. Si lo hace, todo el mundo se reirá de él. Si, cómo no. Él es todo un hombre de pies a cabeza, tiene un cuerpo muy fuerte y su esposa tiene el cuerpo de una frágil mariposa. Su tamaño y su fuerza superan a la de ella.
Él puede ponerle un alto a su comportamiento agresivo, pero no lo hace. Su madre le enseñó a respetar a las mujeres al nunca levantarles una mano encima, y menos crear conflictos. Cada vez que se pelaba con alguien, recibía la visita de la varita mágica de su madre. Nunca le enseñó a defenderse, ella veía malo si él lastimaba. Pero honestamente esta mujer se pasa, necesita ponerle un alto antes que sea demasiado tarde.
–Lo pensaré.
–Debería hacerlo pronto, antes que sea demasiado tarde.
Maritza se fue, regresó a su área de trabajo. Edwin se quedó pensando. Sabe que tiene razón su recepcionista, pero no es tan fácil hacerlo. Es más fácil decirlo que hacerlo. Esto es una locura. Si se atreve ponerle un alto, ¿cuál será la verdadera reacción de su esposa?
–Me despido.
– ¡Mónica!
– ¡Si!
– ¿Te gustaría cenar conmigo?
– ¿Ce... Ce... Ce... Cenar con usted?
–Sí, ¿por qué no?
–Yo...
Mónica no sabe si darle un sí o un no. No sabe que decir. Edwin espera un sí, espera cenar con alguien esta noche.
–Di que sí.
Hizo la cara de un niño inocente rogando obtener un beneficio egoísta, pero al mismo tiempo desea cariño. Igual al rostro de un lindo gatito esperando el cariño de su amo en ser consentido.
–Está bien.
Mónica siente que hizo mal el darle un sí, sabe que está casado, está pasando por problemas con su esposa, interrumpió un momento importante en su relación y ahora la está invitando como si nada. ¡¿Qué le pasa al señor Edwin?!
Espera no perder la cordura, espera poder controlar los sentimientos que lleva dentro. Mónica sabe que el señor Edwin está pasando por algo delicado, su relación con su esposa está demasiado frágil y al mismo siguen amándose. Sabe que en este momento sólo son amigos, sólo amigos, solamente amigos. ¡Son amigos! Él no siente nada por ella, ama a su esposa a pesar que dijo que no la ama. Con lo que vio, está más que claro.
Bajaron del auto. Mónica no esperaba esto. Pensó que iban a ir a un restaurante a cenar, pero no... Esto fue algo inesperado. La llevó a su departamento, a un lujoso departamento. Y creo que Edwin será quién cocine.
– ¿Vive aquí?
–Si.
– ¿Desde cuándo?
–Antier.
– ¡¿Antier?! ¡Pensé que tenía semanas!
–No, apenas decidí vivir lejos de ella.
– ¿Y sabe por lo menos cocinar?
–Sólo es cortar esto y lo otro, y luego agregarlo dentro de la olla.
–Nunca ha cocinado, ¿cierto?
–Aaaaaaah... ¡Voy a preparar palomitas!
Edwin está nervioso, está claro que no sabe cocinar, quería presumir, pero no sabe cocinar. Lo único que puede hacer son palomitas, sopa de verduras y café, es lo único que puede hacer.
– ¿Cómo se ha alimentado?
–Verdura.
– ¿Sólo ha comido verdura?
–Es lo más fácil de cocinar.
– ¿Quiere que le ayude a cocinar?
– ¿Me ayudarías?
Edwin tiene un rostro de emoción, mientras Mónica expresa tranquilidad y preocupación.
–Si.
Mónica fue dándole unos consejos a Edwin, él estuvo muy atento a la sabiduría de su amiga. Fue anotando y ayudando a cocinar. En una mesa llena de platillos, se sentaron a comer. Edwin no podía creer, no podía que todo esto se podría hacer con todo lo que tenía dentro del refri. Pensó que sólo se podía hacer sopa de verduras, pero no fue así, aprendió una gran variedad de platillos teniendo de maestra a Mónica.
– ¡Esto está delicioso!
Mónica se asombró ante la expresión de felicidad de Edwin, su corazón comenzó hacer dum, dum, a gran velocidad. Se sonrojó.
No debo fijarme en este hombre, no debo mirarlo como hombre. Debo seguir firme, tengo que ser fuerte. Él sólo está pasando por un proceso delicado con su esposa, ellos pronto volverán y yo quedaré atrás. Me duele el corazón el saber que sigue amando a su esposa. ¿Pero qué puedo hacer?
Ellos se aman. No puedo reclamarle que sea mi amante, el trato quedó nulo la vez que decidió huir. Está claro que las veces que me tentó, sólo fue el estrés y los problemas con su esposa. Me hubiera gustado que él me hubiera dicho que éramos amantes, en vez de terminar todo esto. Extraño sus labios, extraño sus caricias. Desearía ser su alimento y bebida, así besaría sus labios todos los días.
Mónica no deja de ver a Edwin comer, siente dolor y amor al mismo tiempo. Edwin es un despistado, no se da cuenta que Mónica le está echando ojitos. Le importa nada más comer, tenía tiempo que no probaba algo así de delicioso. Terminaron de cenar. De pronto Mónica se acercó a Edwin. Él le sorprendió su cercanía.
–Tiene una mancha aquí, señor Edwin.
Ella en vez que quitársela con una servilleta, decidió quitársela con el dedo, se la quitó con una mirada atrevida moviéndose de manera provocativa. Edwin está paralizado ante la mirada de Mónica. Ella se comió la pequeña mancha de Edwin, se la comió de manera que te da ansías de saborear, y no me refiero a la mancha. Sintió por un momento una sensación extraña, una sensación perversa y no me refiero a su corazón. Sin quitar su mirada de él, se acercó más y más.
Edwin comenzó a sentirse nervioso ante el comportamiento de Mónica. No sabe lo que le está pasando. Son amigos, pero si esto es una broma, no es nada gracioso. Siente que eso se la va a parar de la emoción. Mónica acercó sus labios a Edwin, él siente que algo está mal, bueno siente la culpa el haberla molestado desde un principio, quizás se esté vengando. Decidió cerrar los ojos, está temblando, tiembla por soportar lo de abajo. ¡No quiere que se le pare! ¡No quiere que se levante enfrente de ella! Mónica se detuvo. Se alejó de él.
–Tengo que irme.
– ¿Ya te vas?
Mónica le dió la espalda a Edwin, el ambiente se volvió tenso. No puede verlo sintiéndose así. Edwin está preocupado. Se da cuenta que desde un principio no debió haber propuesto algo así a su mejor amiga, probablemente desea vengarse.
Mónica intenta mantener la seriedad de su rostro, sabe que estaba a punto de hacer una locura. Casi lo besa, estaba a punto de besarlo, pero no pudo... La expresión de su rostro no la dejó hacerlo, estaba más que claro, mostraba que no quería, se notaba que no deseaba su beso.
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