Capítulo #18

Los toros se unieron a Laila más adelante, ella les pidió que vigilarán desde lejos sin ser vistos, pues asustarían a las personas del pueblo.

Por otro lado, kael se sentía enojado y triste, pero era lo que se merecía al no haber echo nada por esa gente aún sabiendo la verdad, solamente se digno a responder "se hará lo que usted dijo, su majestad."

Vió como Laila se alejaba con los bandidos y sintió que la sangre le hervía.

"Su gracia, ¿qué hacemos ahora?" Preguntó el capitán rascándose la cabeza.

"Es hora de volver." Habló firme.

Tenía que avisar al Emperador lo que estaba sucediendo.

~Dos días después~

Laila y los bandidos llegaron al pueblo, estaba sombrío y el sonido del fuerte aire predominaba, caminaron hasta llegar a un templo.

"¿Un templo?" preguntó Laila mirando hacia arriba, parecía muy grande por fuera.

Lo que más llamó su atención fue una gran estatua de una mujer.

"Aquí venimos a expiar nuestros pecados, señorita" mencionó uno.

Caminaron hacia adentro y estaba lleno de camas con personas tosiendo y jadeando del dolor, manchas negras se mostraban en sus caras, al parecer casi todo el pueblo estaba ahí.

"No solo son estas personas, hay un tipo de hogar de caridad en dónde hay más personas" hablo Ayté.

¿¡Qué!? ¿¿Más personas?? Hay al menos 100 personas y cacho, aquí.

Laila arremangó su camiseta, dejó la espada a cargo de uno de los que atendían a las personas, no parecían ser doctores y tampoco ese tipo de Santo. Todos los que cuidaban, se giraron a mirarla, por qué Laila era un santo, eso significaba que estaban salvados.

"Llevenme con los más graves, ¿la enfermedad es contagiosa?" Ellos asintieron "Entonces salgan de aquí y pásenme varios pañuelos.. tú" señaló a un chico que iba pasando. "Tráeme una tina con agua limpia."

El chico asintió y salió rápido.

Manos a la obra.

Tronó sus dedos sentándose en una silla que estaba cerca del primer paciente, estaba muy mal, su piel estaba pálida y estaba muy delgado, sudaba como si estuviera trabajando muy duro.

Le molestaba el hecho de ver a todas esas personas así, que a pesar de pensar que no tenían oportunidad, seguían luchando.

El Emperador... no hizo nada para salvarlos.

Laila apretó sus dientes y después se relajó, no era tiempo de pensar en quien tenía la culpa, era momento de lidiar con todas esas personas. Al menos ella les daba un signo de esperanza.

Tapó su boca y nariz con un pañuelo seco y largo, posó sus manos sobre el brazo de aquella persona y cerró los ojos.

Por favor, tengo que curarlos.

Todos miraron sorprendidos al ver la gran luz que salía de las manos de Laila. Ella no sabía hasta que punto podía usar ese poder, pero aún así, empujó con fuerza esa luz.

Las manchas en el cuerpo del hombre, empezaron a desaparecer. Su cuerpo dejo de sudar y respiro agitado se detuvo, su tez volvió a la normalidad y de pronto se quedó dormido.

Abrió sus ojos y miró que la persona estaba bien, aunque un poco deshidratada, pidió que abrieran las ventanas para que al menos su cuerpo estuviera en ambiente.

Ella siguió con los demás pacientes, eran las 6 y comenzaba a oscurecer, era el paciente No. 32, eran demasiados.

Pero no se detuvo, había acabado de curar a quienes estaban en mayor peligro, pero su cuerpo se estaba agotando. Era genial tener ese poder, pero también implicaba el cansancio físico.

Colocó sus manos sobre el brazo de la mujer, paciente No. 33, la luz comenzó a salir pero sintió un dolor en su pecho.

"Ugh.." Se quejó, el chico que la acompañaba todavía, la miró preocupado.

"Señorita, descanse, ha hecho mucho por hoy y todos están muy agradecidos. Por favor, puede descansar en una de las camillas"

Laila negó con la cabeza y volvió a presionar el brazo, su cuerpo temblaba y sudaba por el agotamiento y cuando terminó de curar a la chica, se desmayó.

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