Secuestro.

...Salvador...

Ya diez días pasaron desde que estamos en México, y para ser sincero, cada noche muero por hacerle el amor una vez más, aunque me deje maltrecho. Es como una nueva adicción que descubrí. Ni siquiera la mujer de grises ojos me hizo sentir esto que fluye a gritos en mi interior ...¡Jamás! en todos los años que la amé.

A mi lado me observa con ojos pacíficos, y una sonrisa tierna, Ángela tiene el poder de iluminar mi oscuridad con sólo su mirar. Lleva un trozo de fruta a su boca, mientras yo enciendo la televisión de la cocina y Minerva sirve el café del desayuno.

" La única hija del magnate Casanova ha desaparecido bruscamente, se la busca intensamente... y muy probablemente el señor Lizzi tenga protagonismo en su secuestro"

El titular de la noticia altera a Ángela.

— ¿ Magnate? ¿secuestro? ¡Qué pedazo de mierda tengo por padre, tuvo que poner una puta foto mía en televisión internacional!— grita frustrada y termina por golpear el plato de porcelana tan fuerte que un corte en su mano me alerta. Me pongo de pie para detenerla y se da cuenta de la sangre en su mano.

—¡Tranquila nena no pasará nada, pero no te lastímes así, por favor! — voy a la gabeta de un mueble de roble que está en el pasillo, y traigo un botiquín de primeros auxilios, trato suavemente su herida y le coloco una gasa en su lugar.

—¡Si me tratas de ésta forma, realmente voy a querer ser tu novia Salvador ! — advierte y mi piel se eriza al escucharla.

—¿Quien dijo que no podemos intentarlo? — una vez más me sorprendo de mis propias palabras, pero no me arrepiento de nada, ésta mujer me ha mostrado la otra cara de la moneda, me ha hecho ver que no todas las mujeres son como María... que no todas buscan dinero y fama, aunque aún muy dentro de mi corazón, ese amor que le profesé yace en lo más profundo.

— No puedo cambiar tus sentimientos de la noche a la mañana, ni tú los míos — me mira algo perdida al decirlo.— Pero cuando estemos listos... ten por seguro que te lo haré saber.—habla para terminar posando un dulce beso en mi mejilla.

El dulce momento termina, cuando un golpecito sobre la mesa de madera nos asusta a ambos, levanto mis ojos y el adorable Alfonso me ve sonriente, con unas maletas en mano.

—¡ Mi señor, a su servicio!— habla, a la espera de una orden como siempre, si no fuera por este hombre no sé que habría hecho después del ataque que Ángela sufrió, realmente ha sido él quien salvó la situación. Me pongo de pie y voy a su encuentro con un cálido abrazo a lo que él no sabe cómo responder.

— ¡Bienvenido a casa, mi querido Alfonso! — hablo al soltarlo, pero noto su perdida mirada hacia un rincón... el rincón donde está Minerva.— ¡Bien ! a partir de hoy está será también tu casa. — lo llevo del hombro justo en dirección a la mujer y los observo juntos, hacen una buena pareja después de todo.—Minerva, por favor enséña para él la habitación a un lado de la tuya, esa será para él— digo y lo miro sonriente, sólo para ver el tenue color rojo en sus mejillas un toque arrugadas.

—¡Mi señor! hay algo que retrasó mi llegada y creo debería de saberlo... — Alfons habla tomando sus maletas para seguir a Minerva que callada y tímida comienza a guiarlo.

— Bien, quiero que vengas a la oficina una vez te instales y descanses unas horas, te espero.— asiente y lo veo irse un poco inseguro. Después de todo lo que ha pasado en este corto tiempo, soy capaz de esperar cualquier cosa.