Libre.

...Salvador...

Es la octava vez en la noche, y ésta mujer me ha dejado destrozado, deshidratado y seco casi ... pero aún así deseo más de ella, me da satisfacción plena saber que esos gemidos que escuché tantas veces a través de la pared, ahora yo los provoco. Puedo ver la fina capa perlada que la cubre, se ve tan linda y sensual a la vez que estruja mi corazón... y hace que mi sangre corra, para hacerla detenerse bruscamente cuando siento sus labios contra los míos. Puedo jurar que ya los tengo ardiendo de tantos besos interminables que la noche propició.

—¡Eres increíble Salvador ! — murmura en mis labios jadeante y siento una ola de calor en mi interior, quiero salir de ella, pero sus manos me aferran a su entrepierna, haciéndome terminar junto a ella en lo más profundo de su interior con la última estocada.

Por primera vez en mi vida una mujer me ha dejado temblando después del sexo. Sin duda alguna ella es la increíble aquí.

Me lancé a su lado, dejando un beso casto e inocente en su frente y miramos a la ventana, el sol está saliendo poco a poco en un cielo de tonos naranjas y azules.

— ¡Quiero esto otra vez ! — confieso y ella me abraza sutil y tranquila, entonces otra vez ese sonido molesto arruina el momento, quito sus manos suavemente de mí y tomo el móvil, que está aún sobre el sillón... miro a la pantalla y una vez más es ella... más de treinta llamadas perdidas y cincuenta mensajes, los cuales ignoro, de más está decir.

—¡ Atiende! — dice dulce Ángela cubriendo su busto con la sábana, hago lo que pide y la voz quebrada de María se oye ... y por primer vez, al oírla de esa forma ... no siento nada, ni un gramo de sentimiento, ni pena, ni rabia .... ni dolor... nada.

📱❗— ¡Dime que no es cierto! dime que no lo hiciste con otra.—llora en un desconsuelo, que me hace dudar si es fingido o genuino. Miro a Ángela sonriente y mi corazón palpita fuerte, mientras el llanto de María me confunde por un instante, entonces recuerdo todas esas veces lloré por ella, todas esas veces que supe como mi mejor amigo le hacía lo mismo que yo hice anoche; las palabras que nunca creí poder decir en mi vida, salieron de mi boca.

— ¡Ya no te amo María! ¡Déjame vivir! — de golpe el nudo que había tenido en mi corazón por años desapareció, la culpa de engañar a mi amigo se borró y tengo tan claro que ya no siento nada... tan claro que entiendo que ya no era amor si no costumbre... de esa mujer.

—¡ Esto no puede quedar así, tú me amas!— grita y protesta, como si yo tuviese que rendirle pleitesía. Eso me molesta.

— ¡Olvídate de mí, ya tengo una mujer a la que amar, incluso más que a ti! — dije sin darme cuenta que aún Ángela me observa desde la cama, la vergüenza me toma y cuelgo el teléfono para después bloquear el condenado número. Y me siento al fin libre, con la fuerza para amar a alguien más.