Villa hermosa.

Estados Unidos, unas horas después.

Rizos rubios perfectos, semblante impenetrable, ese es Benjamín.

Pasos fuertes y ojos grises de infarto, labios simétricos y altura envidiable.

— ¡Dime donde está tu hija ! dijiste que sería mi esposa— Un golpe va a la boca de Casanova, que tiembla tirado en el suelo, mientras su ojo derecho sangra del golpe que recibió antes.

— Ella... está con Lizzi, Benjamín, sobrino yo no sabía que ellos se conocían lo juro.— el rubio de rizos se sentó a horcajadas en una silla y encendió un puro, dió un suspiro y se quejó con rabia antes de dar la primer calada.

— ¡No me digas sobrino carajo! bien sabes no...

—¡ Lo ... lo sé... lo sé! es sólo la costumbre.— el de traje negro manchado con sangre se pone de pie para acercarse al tremendo rubio que tiene frente a él.

—¡Te doy una semana! de lo contrario puedes irte despidiendo de tu elaborada mentira... Ya estoy harto.— el rubio se puso de pie y se marchó, dejando a Casanova en la sala del departamento de Salvador, lugar que había sido destruido por la ira del hombre mayor.

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...Salvador...

Villa hermosa, la ciudad donde mi madre creció. Es segunda vez que vengo a caer en mis raíces, la primera cuando cumplí mis diez años, y hoy once años después.

La verdad fue el único lugar donde se me a ocurrido escapar con ella, ¿Por qué? simplemente nadie sabe nada sobre mi madre, así que es poco probable que nos encuentren aquí, al menos por un tiempo.

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La ayudo a bajar del avión, ella está un poco asustada, llegamos a la mansión Lizzi, herencia de mi "querido" padre Héctor. Paredes lisas de un color crema, con incrustaciones en cerámica colorida, pisos negros, brillantes y sofisticados, con ventanales enormes y cortinas blancas pesadas hasta el piso, resalta de las casas de lujo destacadas del vecindario, pues en nada se parece a las fachadas típicas mexicanas de aquella época en que ellos eran jóvenes . Un jardín lleno de flores y árboles frutales, con senderos de piedra que te conducen por todos los alrededores.

—¡ Esto es bellísimo Salvador ! — ella habla por fin, después de horas de viaje, sonrío al darme cuenta de sus fachas al andar, usando mi camiseta para dormir y un pantalón negro de algodón que es fácil cuatro talles más grande que ella, medias blancas y un par de pantuflas enormes, las mías... Me lanzo una carcajada y ella me devuelve la mirada.

—¡ Juro que puedo acostumbrarme a usar tu ropa! - se sonríe y mi corazón palpita como un loco, cuando la miro sonreír mientras mira sus pies, que flotan en la goma negra de las pantuflas. Esa mirada denuevo me recuerda a la niña de mi adolescencia, tan bella y sonriente, es como un dejavú que me enamora el corazón. Un recuerdo de un amor sano e inocente, que pronto fue roto y destrozado en añicos por unos ojos grises.

Miro al frente y me encuentro con la mirada de Minerva, la encargada de este lugar, jefa de servidumbre, aunque no me gusta mucho eso de que hagan todo por mí, sólo quiero a mi lado a Alfonso y nada más.

—¡ Joven Salvador! han sido muchos años para volver a verlo.

— Ella me da una reverencia sonriendo con sus ojos azules y nos guía por la sala, después de pasar la escalinata de la entrada.

—Minerva, nos quedaremos bastante tiempo por aquí, por favor prepara la habitación principal. — miré a Ángela que me ve algo nerviosa, y me toma de la mano par a apretarme.

—¡ Muy bien señor! — Minerva se gira para dar órdenes a tres mujeres que están en el pasillo.

— ¿ Sólo una habitación? ¿Dormiremos juntos?— La voz de Ángela se siente apretada en su garganta, y está roja de pena.

_¡ No voy a arriesgar que pase denuevo algo como lo de hoy, no te librarás de mí de ahora en adelante! — ella lanzó un suspiro de nervios, mientras mi corazón late enloquecido.

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