Hombre bueno.

...Salvador...

Con un poco de miedo me fui a mi departamento. La verdad sería muy feo despertar sabiendo que ese bastardo volvió para hacerle algo a esa hermosa mujer. Nada se oye, parece que todo va bien.

Quedé dormido tan profundo que agradezco hoy sea sábado para no ir al trabajo. Me giré en la cama y lo primero que vino a mi mente fueron los ojos de María; duele tanto que no lo puedo superar, mi cuerpo tiembla y me quedo sin aliento culpa del dolor que siento. No quiero abrir, hoy no quiero a nadie cerca, pero el timbre insiste en gritar.

—¡¡ Maldita sea !! — musito y abro la puerta sin ningún interés. Unos hermosos ojos verdosos descolocan mi alma con lágrimas incesantes, desde lejos se ve su temblor corporal.

—¡ Sa- Salvador! mi padre... mi padre me está buscando, descubrió que .... el departamento. —Señala la puerta contigua, y bajando mi mirada apenas y caigo que la chica está cubierta por ligero pijama corto color rojo, sin brassier y muy, muy sexi. Mis ojos cayeron vergonzosos, y sí, noté que estoy frente a ella sólo en un ajustado bóxer negro, que más que obvio ella ni siquiera nota por el llanto. Trago saliva y la halo hacia adentro lo más suave que puedo.

—¿ Qué hago Salvador? no sabía a donde ir... yo ...— indefensa y dolida. Lo único que pude hacer fue abrazarla con sutileza, a lo que ella se aferró a mí, soltando su miedo con su cara en mi hombro, haciendo que me incline a su altura. Toda una duende ardientemente sexi.

—¡Escucha linda ! vamos a calmarnos un poco y hablemos claro. — quiero sonar seguro, eso es lo que ésta mujer necesita ahora, y digo "vamos a calmarnos" por que justo ahora mi idiota corazón me está jugando una mala pasada que no entiendo. Eso y mi desgraciada entrepierna volviéndose loca. La tomé de los hombros y la hice verme a los ojos, sequé sus lágrimas y coloqué mi dedo índice debajo de su mentón para subirlo a mi altura, es que ella apenas y me alcanza por debajo de mi pecho. Sus ojos brillaron y mi estómago se revolvió de nervios por tan sólo ver sus ojos así de expresivos. Ella asiente y se ve como sus labios aún tiemblan de miedo... ¿ Tan aterrador ha de ser ese hombre para ella? .Todo el deseo que empezaba a surgir en mí se apagó al ver su temor.

La solté por momento y ella dio un sutil gemido, corrí a la cocina y le traje un vaso de agua, su pecho sube y baja aún un poco descontrolado. La miré y me señalé...

—No tengo ropa, así que iré a vestirme antes de que pienses que soy un loco depravado.— ella sonrió y negó. Corrí al cuarto y me coloqué lo primero que encontré, una camiseta negra y un pantalón corto gris. Me senté junto a ella y me lanzó un suspiro tan hondo que caló en mis entrañas.

— Y bien bella, dime — puse mi mano en su pierna, como señal de apoyo, sin ninguna otra intención; aunque debo decir, su piel es suave y delicada..

— No lo sé bien, pero parece que Rafael fue donde mi padre y le contó todo lo que yo tenía planeado hacer. Mi padre enloqueció y quiere... quiere... — su voz tiembla denuevo, y se abraza con fuerza como temiendo lo peor, cerrando sus ojos cuando comienzan a sollozar. Denuevo la abracé, pero ésta vez ella se puso de pie recargandose en mi regazo, se acurrucó cuán niño con temor y suspiró. Luego de un rato de lágrimas que yo mismo sentí mojar mi camiseta negra, me atreví a hablar:

— ¡No tengas miedo Ángela yo estoy aquí! - susurré, es lo único que pude decir al ver sus ojitos tiernos aguados e hinchados. Ella se acercó y dejó un tierno beso en mi mejilla. Aquí estoy, siendo el heroico vecino que no puede ni con su vida, y aún así ofrece algo que quizás no se pueda ni cumplir.

— Gracias por ser un hombre bueno —me dijo en un hilo y esa frase se clavó en mi pecho como una estaca... ¿ Un hombre bueno? ¿Qué quiso decir con eso?