AYÚDAME
BORIS
El día habia llegado y junto con él los problemas golpeando su puerta. La luz del amanecer lo despertó unos segundos antes de que lo hiciera la directora entrando violentamente a su dormitorio.
Su acostumbrado malhumor no era novedad para el niño de 12 años que aún yacía en lo que podría llamarse cama.
— ¡Arriba holganzan! ¿Acaso crees que la comida es gratis? ¡Hay mucho por hacer!
Luego se fue. La señora de negro le decían a la directora que parecía tener alergia a los niños y a los jóvenes ya que vivía infestada de malhumor.
Boris suspiró profundo y abandonó la cama para ir al baño a lavarse. En quince minutos estuvo listo para servir el desayuno a los más pequeños. Los que tenían desde 11 hasta los 14 años debían ayudar en el orfanato.
Una vez transcurrido ese tiempo si o si debían irse ya que la ley no autorizaba seguir manteniéndolos.
Boris prefería no pensar en lo que haría o sería de él dentro de dos años cuando cumpla los 14 años. A su edad sentia que la condena estaba cada vez más cerca.
Suspirando apesadumbrado sujeto la gran olla y tomando el cucharon fue pasando uno por uno en la larga mesa sirviendo la leche o lo que parecia ser leche. Boris al ver aquella sustancia viscosa tenía sus dudas.
Media hora después todos los niños estaban sentados en sus respectivos asientos. Él tenía que esperar junto a los mas grandes que todos los pequeños acabasen de desayunar y levantar las mesas, lavarlo todo para recien poder desayunar ellos.
En verdad era algo agobiante y agotador pero no le quedaba otra.
Ese lugar era el verdadero infierno donde prevalecía la ley del más fuerte y aunque él era uno de los más fuertes nunca se hubo aprovechado de ello como sucedía con otros chicos.
Incluso se culpaba de faltas que él no cometía para encubrir a los más debiles y pequeños.
Esa día había despertado con un pésimo humor debido al castigo que recibió el día anterior injustamente. El más terrible de los chicos lo había inculpado frente a la directora sobre el robo de un paquete de pan dulce.
Recibió veinte latigazos sin poder evitarlo y todo porque ese chico lo odiaba. Todavía le dolía la espalda aunque debia cumplir con sus responsabilidades y sin chistar o volvería a ser castigado. Simplemente odiaba su vida.
Era el único rubio de ojos celestes de todo el orfanato y por tal razón los varones lo envidiaban y odiaban mientras que las chicas lo deseaban, pero él sabia distinguir a la lujuria detrás de cada linda palabra.
Todo tenía un doble sentido y eso lo tuvo que aprender por las malas. Cerró los ojos y sacudió la cabeza intentando eliminar aquellos nefastos momentos vividos.
Cuando acabó el desayuno debía empezar a limpiar los pisos junto con los demás chicos mayores. Pero su rival se hubo ocupado de romper algunos elementos de limpieza, asegurandose de que sean los únicos que quedasen para él dificultandole aún más el trabajo.
Aquello colmó su paciencia. Hecho una furia fue en busca de esa basura morena para darle su merecido. Estaba metiendose con él muy seguido maldita sea.
Lo encontró riendose junto a los demás chicos que debian limpiar. Ciego de furia se le abalanzó dandole un fuerte golpe en pleno rostro ante la atónita mirada de los demás.
— ¡Maldito! ¡Aprenderás a no meterte más conmigo! — rugía golpeándolo desde el suelo pero dos de los espectadores sujetaron a Boris alejándolo del caído. — ¡Sueltenme maldita sea! ¡Te arrepentirás el haberme provocado! ¡Sueltenme!
Pero las palmas de la directora detuvieron la pelea de golpe. Soltaron a Boris al instante quien furioso rugió mirándola:
— ¡Ésta vez no me culpes a mi!¡No fuí yo! — Señaló a su rival que apenas se mantenía en pie — ¡Ésta basura se metió conmigo varias veces!
— Boris, compórtate -- fue la tajante respuesta de ella y recién él lo vió.
Apareciendo detrás de la directora para colocarse a su lado, un hombre de blanca piel, negros y sedosos cabellos, ojos oscuros. Vestía un elegante traje negro con tapado y galera negra.
Sostenía un finísimo bastón en su mano derecha con el tallado de una plateada serpiente. El recién llegado le clavó la oscura mirada y sonrió divertido.
— El señor Ugarte vino a verte y planea adoptarte — prosiguió la directora.
— ¿Qué?
Boris y los demás chicos quedaron en una pieza tras oír aquello ya que las adopciones eran muy escasas y pasados los 11 años directamente inexistentes.
Pero Boris le clavó la mirada al extraño y tras levantar una ceja se cruzó de brazos diciendo:
— ¿Por qué haria tal cosa? Aquí hay niños que bien podría elegir ¿cierto?
— ¡Boris! — dijo la directora roja de la vergüenza.
—¿Por qué a mi?
— Porque así se decidió — fue la simple respuesta del Ugarte — Bien, termina con ésto porque partiremos cuanto antes. — Le dijo a la mujer.
Así Boris fue conducido a su habitación donde lo obligaron a bañarse mega bien como si quisieran arrancarle la piel. Aún tenía las cicatrices del castigo de ayer por lo que acabó muy adolorido.
Le dieron las mejores ropas que tenían y una hora después se despedía de todos.
No era que él sintiera deseos de despedirse porque nunca se sintió a gusto en ese lugar ya que era vivir en un continuo infierno. Por tal razón ni se molestó en saludar a nadie.
El carruaje que afuera los esperaban era súper lujoso al punto que dejaron al niño con la boca abierta. Los caballos tenían un porte finísimo.
Era más que evidente que el señor Ugarte era muy pero muy rico. Le recordó cuando aún vivía con su madre.
Aquel recuerdo lo volvió a golpear. Suspiró hondo dejándose conducir por ese extraño, quien le abrió la puerta y lo miró con una sonrisa.
Sin mostrar emoción alguna Boris entró seguido del extraño y se pusieron en marcha.
Una vez dentro, Boris se limitó a mirar en silencio a quien sería su tutor a partir de ese momento cruzándose de brazos. Por su parte, el señor Ugarte colocó su bastón en el suelo sin mostrar ningun sentimiento tampoco ni molestarse a mirarlo.
Más bien miraba por la ventana. El carruaje seguia en marcha y cuando no pudo más Boris rompió el silencio.
—¿Y bien? ¿Cuál es la trampa? — el señor Ugarte lo miró en silencio pero con frialdad — ¿No me dirás nada?
— ¿Por qué supones que hay una trampa? — fue la tranquila pregunta del Ugarte.
— Nadie me adoptaría a mí edad, eso lo sé perfectamente no soy tonto — El extraño sonrió mirándolo fijamente hecho que incomodó aún más al rubio — ¿Por qué me adoptó?
— Te equivocas, yo no te adopté.
— ¿Qué? — Boris en verdad fue sorprendido ante ésta afirmación — ¿Entonces....?
— Solo soy el gestor, por decirlo así. Me envió tu verdadero tutor con todo los papeles legales para hacer el tramite.
— ¿Y quién me adoptó?
El señor Urquina y por el momento no te diré nada más. — En ese instante se detuvo el carruaje y el señor Ugarte sujeto su bastón para luego abrir la puerta — Baja, iremos de compra.
Boris se limitó a mirarlo sin salir del asombro total.
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Comments
Elizabeth Moreno
buen comienzo un orfanato no es nada agradable veamos que nos depara la historia
2024-11-10
0
Alba Hurtado
me encanta tu novela buenisima felicitaciones bendiciones para ti eres increible me encanta 💖 😍 💕 ♥️ 💜 👏 💖 😍
2023-07-31
2
Pampam
🥰🥰🥰
2022-10-17
0