Aquellos Sobrenaturales. Lena De La Anti-magia
Si es posible que haya una cantidad infinita de universos, también es posible que cualquier universo creado por la mente humana sea uno de ellos. Después de todo, el infinito y la imaginación no tienen límites.
Uno de esos universos, la Tierra es muy parecida a la que ya conocemos. Tiene los mismos idiomas, las mismas culturas y es muy parecida en su tecnología.
Pero también tiene sus grandes diferencias. Su más grande problema mundial es la sobrepoblación. Mientras que en la Tierra en la que yo vivo la población mundial es de unos siete mil millones, en el otro universo es de poco menos de nueve mil millones. Las personas viven más porque la medicina está mucho más desarrollada, y porque la longevidad de algunos de ellos es sorprendentemente larga.
Pero a esa Tierra no le va tan mal por eso. La mayoría de países han implementado medidas para controlar los nacimientos, asegurar el espacio de viviendas y tener bien cuidado el suministro de comida.
Pero es la historia en esa otra Tierra lo que más cambia en comparación con la nuestra. Por ejemplo, la Segunda Guerra Mundial duró hasta el año 1949, momento en el cual una alianza de varios países puso fin a Hitler y varios de sus otros seguidores alrededor de Europa y parte de Asia. Y sin necesidad de usar bombas atómicas en Japón. Las personas de ese mundo tenían acceso a otros tipos de armas…
Eso no es tan diferente a nuestra historia, pero aquí está el punto importante al respecto: Hitler y sus seguidores no buscaban erradicar a los judíos, si no investigar (y luego matar) a los que años después serían llamados los «1,61%» o Unos, los que en ese tiempo y gran parte de la historia eran conocidos como abominaciones. Ellos fueron los que se aliaron con los humanos en contra de Hitler y sus seguidores, usando sus habilidades sobrenaturales en contra de quienes los estaban matando.
Porque la gran diferencia entre la Tierra donde estamos y la otra Tierra es que varios de los seres, que para nosotros solo son mitos, existen. Así es: los vampiros, unicornios, hombres lobo y cuantas mitologías se les ocurrió a las personas en nuestro mundo; allí son reales y siempre lo han sido.
Sobra decir que las relaciones entre los humanos y estos seres sobrenaturales ha sido tensa desde siempre. En algunos momentos de la historia antigua y en ciertos lugares, la humanidad fue esclavizada por algunos de éstos. Otras veces, amenazadas por la simple necesidad de subsistencia de las varias especies. Pero luego, más o menos en la Edad Media, los humanos se alzaron en su contra y lograron hacerlos huir y esconderse para salvarse de la extinción.
Aún no sé cómo los seres humanos comunes lograron salir victoriosos frente a seres de gran poder sobrenatural. Sé que ellos tenían el poder numérico, años de ira reprimida, maneras de conocer las debilidades de sus enemigos y, tal vez, hasta la ayuda de algunos proscritos entre los seres míticos.
Sin embargo, después de esa purga, los seres humanos se dieron cuenta de que no estaba en su destino escapar de lo sobrenatural: niños y niñas con habilidades especiales empezaron a nacer en el seno de sus mismas familias.
Al principio estos niños fueron escondidos o aniquilados por los mismos padres. Pero con la llegada de la Ilustración, esos humanos con habilidades especiales fueron investigados como si sus peculiaridades fueran enfermedades o deformaciones.
A inicios del siglo XIX un químico danés de poca monta llamado Fritz Sorensen, con ayuda de una sociedad histórica, fue el que daría a grandes rasgos con la causa de ese fenómeno de la sobrenaturalización de algunos humanos: en el mundo hay una sustancia que necesita causar las habilidades sobrenaturales en los seres vivos, y si no puede hacerlo en los seres míticos porque fueron diezmados anteriormente en la historia, lo ha tenido que hacer en los seres humanos.
Tal vez Hitler y sus seguidores trataron de encontrar, y destruir, esa sustancia entre los cientos de miles de humanos y seres que torturaron y asesinaron en los campos de concentración. Pero al final lo que se logró después de tan terrible y ardua guerra, fue que se hiciera la ONU y la Ley Mundial de los derechos y deberes de los seres con poderes.
Ahí fue cuando se dio la gran revolución cultural del mundo. Tanto los humanos, entre ellos los que tenían poderes, como los pocos seres míticos que habían sobrevivido a la purga, decidieron coexistir en igualdad de condiciones.
Esa relación se cimentó más rápido y fácilmente de lo que pudieron haber pensado. La ONU ubicó a varios clanes de seres en diferentes lugares del mundo, para que pudieran construir una nueva vida y resurgir de sus escondites en culturas donde no hubieran tenido relaciones problemáticas previas. A cambio de eso, los clanes de esos seres (al igual que los humanos con poderes) se comprometieron a ayudar a la población común haciendo uso de sus habilidades. Por eso la medicina, la seguridad alimentaria y el equilibrio ecológico tuvieron un gran desarrollo en el mundo, entre otras cosas.
En los años sesenta del siglo XX, la humanidad volvió a centrarse en la investigación científica, y mucho más ética, de estos seres y los humanos con poderes. De esa manera se conoció más y mejor de las diferentes necesidades y peculiaridades de cada una de habilidades. Se le comprendió más y eso acercó la brecha entre ellos y la humanidad, como suele suceder cuando lo extraño empieza a ser entendido.
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