Episode 6

    CULPA.

El norte

Nos refugia.

Micol estaba acostada en su cama, sola, en su cuarto en el corazón del palazzo Vendramin. No había nada inusual en ello, solía hacer eso. No había mucho que hacer, ya que no tenía permitido salir, y pasear alrededor del palacio realmente no estaba bien visto por los millones de sirvientes que la familia Vendramin parecía tener.

Estudio el fresco techo: un cielo azul con nubes blancas y ángeles bebés gordos sentados sobre ellas. El lugar parecía un museo. Pronto sus pensamientos se dirigieron a sus hermanos cuando vinieron por primera vez al palacio y los meses que le siguieron.

Habían llegado en bote, en medio de la noche. Micol había estado encantada con las luces en el agua y la red de canales que había tenido que recorrer para llegar. A pesar de su situación desesperada, ella se había quedado muda con la belleza de la ciudad en la que se había refugiado.

Pero luego amaneció y pudo ver la decadencia en los edificios, oler la suciedad del agua y ver cómo todo se estaba pudriendo, como todo se estaba cayendo a pedazos. Decidió que odiaba Venecia. " El lugar más hermoso del mundo*, dijo Vendramin en la mesa del desayuno, y sus hermanos estuvieron de acuerdo por qué tenían que ser amables, suponía Micol.

Había querido, desesperadamente, estar de vuelta en casa, con el campo de la Toscana, sus colonias bañadas por el sol y el escenario verde, sin ningún canal a la vista. Se había sentado en la enorme mesa antigua con un  pedazo de pan con mermelada en las manos, sin querer ponerlo en la mesa en caso de que Tancredi se inquietara por qué no estaba comiendo, pero era incapaz de darle una mordida. No podía llorar, por supuesto, aunque quisiera.

Justo en ese momento, Ranieri había empezado a desvariar sobre como la ciudad era hermosa ahora, pero un día estaría llena de pretroleos e incendiada por ratas escupiendo fuego. El arranque de su delirio siempre era repentino, inesperado. La primera vez que sucedió fue en una iglesia. Después, su madre había llorado. Micol vio que su madre sabía lo que significaba ese episodio, que el Azasti había empezado a expandirse en la sangre de su hijo mayor y que no había forma de detenerlo.

Sus crisis eran cortas, pero horribles. Era muy raro ver a su hermano (sensible, sabio y fuerte) gritar tonterías, y en los peores momentos, gritar, llorar y arrancarse el cabello. De todos los síntomas alarmantes que estaba sufriendo ( las uñas azules, el sangrado copioso de cualquier herida, la perdida de peso que había acabado con sus músculos y que lo había convertido en una sombra), la locura era lo peor. Parecía co si su hermano se estuviera desvaneciendo y dejará a un extraño en su lugar.

Tancredi había empezado a persuadir a Ranieri de ir a su habitación. Mientras salían del comedor, Vendramin les dijo que un sirviente tocaría su puerta más tarde con lago para tranquilizarlo. Micol jadeo imperceptiblemente. ¿Que le iba a dar? ¿Alguna medicina nociva? Tal vez por eso es que Lucrezia estaba así, la joven silenciosa a la que había visto sólo de reojo cuando llegaron la noche anterior. Había estado acostada en su cama, pálida e inmóvil, sus labios se movían en silenciosos e indiscernibles susurros. Les habían dicho que Lucrezia estaba enferma pero, ¿Habría sido su familia la que la dejo así o algo más? Sabían poco sobre los Vendramin, después de todo. Se habían unido por el sacrificio de sus herederos, pero no se habían conocido antes y, a pesar de que los Vendramin los habían rescatado, Micol no confiaba en ellos.

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