El centro del pueblo

Después de casi 2 horas habían reunido lo suficiente para seguir su viaje y un poco más guardado.

Los chicos estaban muy contentos, cuando regresaron al hostal levantaron sus cosas, almorzaron los emparedados que Robert había hecho la noche anterior.

Después de eso reunieron todas sus cosas, dejaron la llave en la recepción y salieron directo a la terminal de autobuses.

En las enormes pantallas apareció el rostro de Alice, la búsqueda de su madre había llevando hasta ese lugar.

Robert fue el primero que vió la imágen en cada una de las pantallas que había en ese lugar; entre la ropa que les habían dado los pasajeros del tren había un gorro y rapidamente se lo colocó a Alice, los lentes que ella le había dado los saco de su bolsillo y también se los puso a la chica.

Alice no entendía lo que pasaba hasta que miró las enormes pantallas, no iban a poder viajar en autobús pues al subir la seguridad verifica la identidad de cada pasajero. Su madre le estaba haciendo muy difícil el poder concretar su viaje.

Soltó un enorme suspiro y jaló de la mano a Robert – Vamonos de aquí.

– ¿Entonces cómo viajaremos?

– No te preocupes, lo vamos a resolver.

Los dos adolescentes salieron a toda prisa,no podían pagar un taxi pues el costo sería muy elevado.

Alice se sentía nerviosa y comenzaba a morderse las uñas, Robert la miro con disgusto.

– No hagas eso, ¿sabes cuántos microbios tienes en las uñas?

Ella no sabía a lo que se refería hasta que el chico le dió un manotazo para que dejará de morderse las uñas.

– Lo siento, nunca me había dado que tenía este mal hábito.

– ¿Tus padres nunca te dijeron nada?

– Cuando estoy con mis padres nunca me siento nerviosa. Mi madre es una militar que me hace sentir segura por su fuerza y capacidades y mi padre siempre me hace sentir segura con sus palabras amables y su afecto.

– Entiendo, aún así no lo hagas. Te vas a comer tus microbios.

Se dieron cuenta que entraban algunos camiones de las granjas con alimentos, se subieron a un camión que llevaba algunos bultos de alimento para animales de granja.

Olía a estiércol, pero Alice no permitió que Robert se quejará.

– Es esto o quedarnos en la cuidad haciendo espectáculos todos los días hasta que reunamos el dinero necesario para rentar un auto. Tú decides.

Robeet no quería volver a ser un artista callejero así que después de soltar un enorme suspiro le dijo:

– Esta bien, vamos.

Ambos chicos saltaron a la parte trasera de la camioneta y así salieron de la cuidad.

Pronto atravesaron grandes campos de cultivo, la vista era asombrosa mientras de un lado de la carretra se veía una enorme ciudad del otro lado se abría paso una vieja cuidad con calles adoquinadas y pequeños edificios de máximo dos plantas, construcciones de estilo barroco.

Más adelante la cuidad comenzaba a perderse por completo y comenzaron a verse graneros y animales pastando: vacas, borregos y algunas cabras están por los amplios campos verdes.

Robert recordo la ocasión en que Emily los había llevado a un parque temático de granja, después de esa primera ocasión fueron varias más pero la primera fue muy significativa.

De repente extraño a su madre y a sus hermanos, dejó de platicar con Alice y sus pensamientos se perdieron.

Alice no lo interumpio, dejó que pensará en sus cosas y después de un rato el chico le dijo:

– Quiero que estes bien y quiero acompañarte pero creo que he preocupado a mi madre. En cuánto lleguemos le tengo que llamar.

Alice entendió el sentimiento del chico.

– Esta bien, en cuanto encuentre la casa del tío Thomas puedes regresar con tu familia.

– Sabes qué está no es la despedida, ¿cierto? Nos volveremos a ver – le dijo Robert en voz alta pues ambos chicos sabían que no tenían nada en común, sino fuera por el incidente del tren probablemente sus caminos nunca se habrían cruzado.

Alice no puedo evitar sentirse un poco triste, pero se aguanto las ganas de llorar.

Ambos chicos terminaron el recorrido en silencio, cuando por fin el camión se detuvo saltaron antes de ser descubiertos.

Se encontraban en el centro del pueblo y vieron pasar un tranvía.

Alice no sabía que hacer ahora, nunca había estado en un lugar similar así que Robert le tomo la mano.

– Ven, preguntemos por aquí.

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