Encuentro con el mago. Parte 1

El chico se agachó para recoger una de las vendas junto a su pie, luego fue por la siguiente y la siguiente. Una a una fue juntando los trozos, poniéndolos sobre su brazo, presionando contra su pecho para que no caigan de vuelta al suelo, no le importaba ensuciarse. Una vez que terminó de recoger las vendas y arrojarlas en el cubo de basura del baño, movió la silla devuelta, su lugar frente al escritorio, cambió y tendió las sábanas de su cama. Entre eso y esto, hizo lo que pudo para ocuparse de tareas, limpió la habitación sin decir una sola palabra, sin quejarse del desorden que Maika dejó, tampoco de que fue dejado atrás o que trató de borrarle la memoria, ni de la impotencia que sentía. No se quejó de nada.

Terminó la limpieza para luego dejarse caer sobre la cama que acababa de tender y observó el techo blanco sin nada, exceptuando el viejo ventilador. Estuvo inmóvil en la misma posición por algunas horas hasta que empezó a sentir algo desagradable, como su interior revolviéndose.

—Tal vez debería salir a tomar algo de aire —dijo el chico para sí mismo.

Se levantó de la cama y se dirigió a la puerta. Inconscientemente, lo movía la idea de que tal vez si salía podría encontrarse con Maika, incluso si no, sentía que no podía estar sin hacer nada en esa habitación por mucho más tiempo.

Bajó por las escaleras del dormitorio, que estaban casi en el centro del pobremente iluminado pasillo, con aires a un viejo y polvoriento dormitorio embrujado donde ocurrieron terribles incidentes hace ocho años, luego de ser reabierto por decisión del escéptico directivo de la escuela. Tal tangente, adentrándose en su imaginación de lleno, para escapar del ardor que sentía en la boca de su estómago, más que por nada, pues ni pensar en más cosas que podrían asustarlo funcionó para sofocar más sea un poco aquella sensación.

El día ya había cambiado de color, pronto iba a anochecer, Aiden se preguntaba cuánto tiempo había pasado desde que despertó, en primer lugar, ¿Qué hora era cuando se había despertado y cuánto tiempo estuvo en su cuarto sin hacer nada?

—Haaah... —Creyó ver el pesado suspiro surcar a través del cielo, llevándose cientos de pensamientos negativos consigo y aun así no fue suficiente para deshacerse de todos ellos.

«Puede que tenga razón, ¿Qué estúpido tipo de héroe intenté ser todo este tiempo?, Habiendo llegado el momento, a la hora de la verdad, solo hubiera estorbado, congelado ante el horror de hacer frente a esas criaturas… Homúnculos los llamó. Ya veo, lo que vi no era un simple mago, era una alquimista. Maldición, como suena asombroso eso.

»Ciencia o Magia, de la perversión humana, ninguna se escapa, y yo, nueva vida o la vieja, no puedo hacer nada más que saber de alguien allá fuera sufriendo, soportando todo por sí mismo. No puedo salvar a nadie. Patético… ¿Qué es lo que debo hacer exactamente para no sentirme así?»

Asociaba el sentimiento, la sensación pesaba en su cuerpo, con el fracaso de un año atrás, cuando por una serie de coincidencias ayudó a alguien a escapar de un laboratorio donde realizaban nefastos experimentos. Hoy no sabe que fue de esa persona, tal vez ya la atraparon o silenciaron, pues no era el único sujeto de pruebas. Es de preguntarse ¿cómo logró escapar esa vez y como no vinieron a tocar a su puerta? Aún hoy esa respuesta no evade.

En ese momento que Aiden contemplaba sus posibilidades y su valor, una voz desconocida llegó a sus oídos, sus instintos despertaron y cada fibra de su cuerpo se tensó, listo para responder cuál sea la nueva situación. No había entendido lo que dijo por tener su concentran hacia dentro, solo reconoció el sonido de una voz humana.

"Dije: ¿Quieres salvarla?" Lo primero que notó fue que esa voz provino de todas partes, Aiden pensó escucharla delante, por detrás, desde el segundo piso, incluso creyó escucharlo dentro de su propia cabeza.

Desde la puerta del dormitorio se extendió una sombra, que por alguna razón inexplicable encontraba aterradora, y, detrás de esta, el sonido de pasos acercándose. La figura de un hombre salió del oscuro del portón, aquel hombre alto, de casi dos metros y barba mal rasurada, vestía casual: una camiseta plana gris oscura, lucía algo vieja y desteñida, un pantalón entre café y concho-vino, y zapatos finos negros, también algo desgastados. Lo único llamativo era la bata blanca de laboratorio sobre el atuendo.

—Mucho gusto en conocerte, Aiden. Vengo a proponerte un trato. Te haría bien escuchar lo que tengo que decir, es la primera vez que nos vemos, pero sé más de ti que tal vez que tú mismo.

El hombre con aspecto de caricaturesco y descuidado de escolar, había algo de él, no era solo su vestimenta, su forma de hablar, la presión que emitía su voz, sus ojos que lucían como los de alguien agotado, pero desprendía un aura tan dominante, su instinto le decía que no debía seguir cruzando palabras con ese hombre, pero él estaba bloqueando su camino.

—Déjame adivinar. Leíste mi expediente y quieres usar mi caso para tu tesis o algo esas líneas. Esta es la primera vez que veo a alguien tan perturbador como para esperarme fuera del dormitorio. Lo siento, pero vuelve otro día, ¡Ahora vete!

Algo como esto ya había pasado antes, por esa razón Aiden pudo decirlo con tanta seguridad, a pesar de sentirse inseguro frente a ese hombre. Desafortunadamente, para él, juzgó mal con quien estaba tratando, la siniestra figura siguió acercándose.

—¿¡Que más quieres de mí!? ¡Te digo que no tengo tiempo!

—¿Ehh? Lo has entendido todo mal, no estoy aquí por tu pasado, todo lo contrario. Lo que vas a hacer, eso es lo que me interesa.

En el momento que terminó de pronunciar esa última palabra, vagamente inspeccionó el pasillo y susurro algo; entonces, dirigió su mirada a Aiden, provocando en él una sensación enfermiza. Humo negro apareció a su alrededor, alborotando como nunca había visto, parecía miles de insectos retorciéndose, convulsionando, tratando de emitir un chillido sordo.

—¿Cómo me veo ante tus ojos?

No había duda alguna. Se refería al humo negro que solo él puede ver, del que la ciencia nunca dio explicación.

—Es decepcionante que aún necesitas de un input para ver. Oh, bueno. Es cuestión de experiencia, supongo —dijo, sin darle apropiado tiempo para asimilar todo aquello—. ¿Ahora entiendes, Aiden?

—¡Tú…!, ¡Eres un mago!

Con esa conexión cada palabra de aquel hombre llevó un peso mucho mayor que antes, Aiden podía sentir ese peso acumularse y convertirse en miedo.

No sabía lo que había hecho, pero la puerta había desaparecido, al voltear, la escalera al segundo piso, por la que acababa de caminar, tampoco estaba. Un pestañeo, después las paredes que hasta hace poco los rodeaban no estaban más. Una dócil brisa que le recordó al mar, por alguna razón, alborotó su cabello. Pronto no se reconocía arriba de abajo, era una extraña sensación, como estar hundido en una cámara trasparente en el mar.

El ¿suelo? Se extendió como goma a los pies del mago y no tardó en tomar la forma de un par de sillas y una pequeña mesa redonda. Tomó asiento y chasqueó sus dedos flojamente. El espacio frente su mano hizo combustión, dando vida a una flamante roca del tamaño de una pelota que se alzó y levitaba un par de metros sobre la mesa ondeantemente, como si estuviera en la superficie, resistiendo el hamaqueo de las olas. El espacio dio grata bienvenida a la luz, al igual Aiden.

Hizo un gesto invitando a Aiden a la silla junto a la suya. Aun procesando la situación y cauteloso del hombre, lo ignoró. Habiendo tomado su silencio como un "no", acto seguido metió la mano en uno de los bolsillos de la bata y colocó sobre la mesa lo que parecían mini auriculares.

No era extraño o innovador en absoluto, tal vez el hecho que no usaban cables te haría pensar en comprarlos cuando los viste en la vitrina de una tienda mientras ibas por la calle. Pero pensándolo bien, un modelo tan pequeño se perdería con facilidad. Una vez puestos dentro del oído serían prácticamente indetectables a menos que los observes con mucha atención. De hecho, Aiden estaba seguro de tener unos iguales si no mejores en algún lugar en su habitación. Se adherían, así es adherir, no colocar, cerca del orificio del oído y las vibraciones eran transmitidas por el cartílago y los huesos del cráneo hasta llegar al tímpano donde se convierten en impulsos eléctricos. ¿Cuál era el propósito de eso? Dárselos para utilizarlos con su propio teléfono definitivamente no tendría sentido y sin ningún dispositivo no servían ni para tapones para los oídos.

—Estoy seguro de que a esta altura debes saberlo. Milésimas de segundos antes de pronunciar una palabra, el cerebro emite unas ondas determinadas para esas palabras. Hoy en día podemos destruir las voces que oyen los esquizofrénicos con simple pulsos magnéticos, otros afirman que las intenciones pueden ser leídas directamente mediante la actividad eléctrica en una cierta parte del cerebro, y yo, que a diferencia de ellos, entiendo mejor cómo funciona el mundo. Digo que con esas mismas ondas cerebrales, la entrañada complejidad ocurriendo a todo momento dentro de un cráneo, tanto como el mismísimo cosmos, se pueden desarrollar y controlar poderes psíquicos.

—... ¿Qué?

—"Sincronización de Frecuencia con la Realidad", la tecnología que puede crear psíquicos. Uno de esos métodos se lo conoce como software de frecuencia evoca; piensa en ello como un tipo de música muy especial.

"Poderes psíquicos, ondas cerebrales, entendimiento del mundo" Absolutamente nada de lo que hablaba aquel hombre hacía sentido para Aiden.

—Por supuesto, para hacer una conexión en las frecuencias, esa tecnología no es suficiente por sí sola para que desarrolles poderes. Sé de lo que hablo, llevamos trabajando mucho tiempo en esto.

Estaba demente. Debía estarlo, de eso se convenció. Todo lo que decía aquel demente carecía de sentido. Aiden es solo un estudiante de preparatoria de segundo año y que le digan de repente cosas como crear psíquicos, ondas cerebrales y aparte de eso en el centro de todo, y de alguna forma relacionado, magia. Todo esto era simplemente demasiado para que alguien como Aiden pueda entenderlo. ¿Acaso tiene algún sentido seguir escuchándolo? Pensó Aiden varias veces en el proceso de darle vueltas en su cabeza.

—Espera, espera. Sigo sin entender ¿Por qué me explicas esto? —dijo Aiden rechazando el gesto del hombre.

—¿Conoces el término 'ESP'?

Titubeo un poco, pero por temor enojar al mago frente a él respondió sin pensarlo. Eso lo hizo enojar un poco.

—Es como comúnmente llaman a los fenómenos de poderes psíquicos, cualquiera que haya leído alguna novela de ciencia ficción lo sabe. Más importante, a qué te refieres con que ya debería de haberme dado cuenta, ¿Dado cuenta de qué? ¡Deja de decir cosas sin sentido y habla claro de una vez!

Sabía que lo que decía era un acto temerario, no, bien podría ser considerado un acto de suicidio. Nadie comprendía mejor que él, lo veía como él, con solo estar parado cerca de esa persona, el horror que le provocaba su existencia. Solo saber que una persona como esa exista era aterrador. Esa persona observó a Aiden por unos segundos y luego dijo.

—Ya deberías de haberte dado cuenta por ti mismo, no eres ordinario como creíste serlo hasta hace poco, en realidad eres alguien muy especial.

«¿Yo?, ¿especial?, seguramente es error, esa vez que usa magia solo fue un error. ¿…? ¿Qué más pudo ser si no es un error?».

—'Extra Sensory Perseption' y 'Effective Sensory Projection'. Son los significados aplicables a esas siglas. Y no, no eres alguien con poderes psíquicos, a nivel fundamental eres diferente.

Aiden sintió que con solo su mirada aquel hombre ya le había aplicado una autopsia.

—Voy a explicarlo de una forma que puedas entender: Un ejemplo común de un ESPer sería una persona que puede controlar el fuego, incluso generarlo con las partículas químicas del aire y el fósforo de su cuerpo que percibe con su sexto sentido, a ese tipo se le llama 'Pyrokinesis'. Un psíquico es capaz de exteriorizar su versión de la realidad alterando la del mundo. Del otro lado está la magia, que siguiendo sus propias reglas llega al mismo fin. Como dos caras de la misma moneda, ambas distorsionan la realidad, pero de diferente manera, casi antagónica. Y al otro extremo de ambas… El decadente sistema que mueve al mundo decide quienes tienen un rol que cumplir, ni los Dioses tienen un dicho ello, y de los elegidos, tú eres el siguiente. Tal vez el más especial de todos.

—¿Qué significa eso? ¿Que mi cerebro es especial, dices? No me hagas reír. No lo digas ni de broma, lo único diferente en mí son esas molestas alucinaciones mías.

—En tu caso yo diría que tú eres el especial, todo lo que te conforma es lo que te hace especial. No distorsionas la realidad, es este mundo el que te distorsiona, esa diferencia lo hace todo. El mundo te escogió, afectando tu cuerpo, y necesito que hagas tu parte, para ello haré uso de ambas, ciencia y magia para despertar tu particularidad. Mis poderes debieron ayudarte a ver la verdad de este mundo. Te estás limitando, lo has hecho todo este tiempo. Ahora que lo has visto es tiempo de que aprendas a controlarlo. Aiden, te preguntó de nuevo: ¿Cómo me veo?

Incluso ahora la caótica escena continuaba ante los ojos de Aiden. Esa ilusión que tanto detestaba, el humo negro, no daba señales de calmarse, aunque permanecía quieto, en todo momento esa persona mantenía su presciencia peligrosa que hace difícil el respirar y que sudor frío recorra el cuerpo y empape su ropa. El acto era un completo sin sentido. Después de haber visto verdaderos monstruos y sentir miedo de esta forma algo no era normal, incluso para un mago, lo que sea que eso signifique, frente a este hombre no podía pensar con claridad. Muchas preguntas rondaban su mente, pero estas y otros pensamientos fueron interrumpidos por el misterioso hombre.

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