Buena obra del día

El chico caminaba por un Boulevard comercial, acababa de salir de una cafetería y llevaba una bebida caliente en su mano derecha cuando encontró una de las dos cosas que más detesta: un indigente, arapiento y de mal olor.

El indigente se levantó del sucio cartón que tenía como cama, le exigió dinero o alimento. A su lado tenía un perro.

- Dame dinero o mi perro te va a morder.

El joven de ojos verdes lo miro con desprecio y asco.

El indigente lo tomo del brazo, derramándose su bebida, quemando el brazo del chico y con sus largas y sucias uñas le hizo un rasguño.

El joven haciendo un esfuerzo para contener su gran enojo, le dijo — Señor, no traigo cambio pero acompañeme y le compraré algo de comida.

– No quiero comida, dame dinero.

— Está bien, vamos a mi auto. Lo tengo estacionado aquí adelante.

El arapiento hombre comenzó a seguirlo, el ojiverde vio una camioneta estacionada y haciendo gala de sus múltiples conocimiento en robar autos la abrió con facilidad.

Reviso en la guantera y ni un dólar, el chico volteo a ver al indigente — Me equivoqué, no tengo dinero. Ya vete. — dijo con indiferencia.

El indigente se molestó y comenzó a ordenar a su perro atacar.

El chico simuló estar asustado y le pidió al indigente subiera a la camioneta para acompañarlo al cajero automático para sacar algo de plata.

El indigente ordenó a su camino subir a la camioneta y enseguida subió él. No tardó mucho en qué el vehículo se puso en marcha.

Avanzaron hasta que salieron de la cuidad y encontraron las instalaciones de una fábrica abandonada. El indigente comenzó a exigir una explicación del por qué se encontraban ahí y no en el cajero automático.

— No se alteré, yo soy el guardia de seguridad de este lugar. Vamos a la cabina de seguridad, ahí seguramente tengo dinero y comida.

Juntos entraron a una pequeña recepción, limpia pero desvencijada.

— Jajaja, este lugar es peor que mi calle, ¿qué cuidas aquí si no hay nada que se pueda robar?

— No cuido que se roben algo, si no que evito que los drogadictos entren aquí y lo tomen como guarida.

El azabache se acercó a un viejo frigorífico y saco una botella de agua y los ingredientes necesarios para preparar un sándwich. Le arrojó unos trozos de carne al perro que los había comprado hasta ese lugar.

El hombre se comió el sándwich y bebió el agua, pero en algún momento perdió la conciencia, cayendo de manera inesperada al piso.

El perro observó a su dueño caer y corrió a su lado a lamerle la cara, el chico tenía una cuerda en su mano que ato en el hocico del perro después lo arrastró hasta una habitación donde lo encerró.

Cuando él sucio indigente abrió los ojos, estaba desnudo sobre una mesa de metal. Sintió el frío y la piel se le erizo, con fuerza intento liberarse de las correas de cuero que lo mantenían pegado a la mesa metálica.

Al no poderse liberar comenzó a maldecir y gritar llamando a su perro.

— ¡Tobby! ¡Tobby! ¡Ven acá! ¡Toby, ¿dónde estás?!

El perro no se veía por ninguna parte, el eco de su voz se escuchaba por todas partes.

Después de que el hombre se percató que el perro no acudiría en su auxilio, se resigno y dejo de gritar.

Alrededor de media hora después, se escucharon pasos acercarse hacía su dirección.

Sintió agua fría sobre su cuerpo y después una voz escalofriante se escuchó.

— Maldito mugroso, te atreviste a tocarme con tus sucias manos y me heriste. — dijo con resentimiento y le mostró los rasguños que tenía en el brazo.

El hombre atado comenzó a gritarle insultos.

— ¡¡Hijo de p**a, te vas a ir al infierno!! ¡¡Liberame o te arrepentirás, maldito!!

Después de maldecir le lanzó un escupitajo, lo que enfado aún más al chico.

Con una correa más detuvo su cabeza en la mesa, el hombre luchaba queriendolo golpear con la cabeza, sin embargo, sus esfuerzos eran inútiles.

El contrario le coloco unas pinzas para abrirle la boca, tomo un envase de jabón y lo virtio sobre la boca del indigente mientras le repetia:

— Tienes una boca muy sucia, ¿Así le hablabas a tu madre?

Después arrojó el envase vacío al piso, tomo unas pinzas que se encontraban en otra mesa que no estaba tan alejada de dónde se encontraba el indigente atado.

Se acercó nuevamente y comenzó a arrancar una a una las uñas de los dedos de sus pies. El hombre gemía por el dolor, lo que parecía causaba regocijo en su verdugo.

Cada una de las uñas cayó al piso ensangrentada, al terminar con los pies, fue directamente a las uñas de las manos y repitió el proceso.

Tranquilamente le dijo — Espero te sirva de lección para que no toques a las personas sin su permiso.

Después el joven salió, el ambiente olía a sangre y detergente, pronto un grupo de ratas se reunió alrededor del cuerpo del indigente que había sido dejado a su suerte.

El verdugo miraba desde el segundo piso con una sonrisa macabra como el hombre se retorcía de dolor ante cada mordida de los roedores.

Recordó que había encerrado al perro y fue por él, le coloco una correa y salió caminando de ahí con el animal pero cada que el canino se resistía, él chico jalaba la correa de castigo que el animal al sentir el dolor comenzaba a caminar sin oponer resistencia.

— Te llevaré a un refugio, tu y tú asqueroso amo deberían estar agradecidos. Al fin y al cabo los saque a ambos de la calle... Esta es mi buena obra del día.

...********...

Zoe entro nuevamente a la habitación con ensalada de pollo y dos cafés.

Comieron juntos en silencio, al terminar Zoe le pidió a Erick que por favor continuará con su relato a lo que el accedió asistiendo con la cabeza.

— Camine hacía la Avenida Principal para tomar un taxi, de la nada salió un tipo gordo que pretendía amedentrarme, me exigía dinero pero no entendí mucho de lo que decía porque mi cabeza aún giraba debido al alcohol.

Zoe le acercó una botella de agua para que le diera un sorbo, una vez hidratado Erick continuo.

— Ese hombre gordo era mucho más grande que yo y decía que lo había lastimado. Me pareció algo tan estúpido en el momento pero no pensaba de forma adecuada y no sabía que responder, lo único que quería era salir de ahí.

Erick se quedó callado por unos segundos como si de repente recordara algo — Cuando el tipo gordo comenzó a exigirme dinero, se acercó un chico, me saludo de una forma familiar y realmente pensé que era uno de mis amigos pero no logré identificarlo... no se sentía frío pero él hombre estaba cubierto, me impedía verle el rostro.

El tipo gordo empujó al chico que había llegado para ayudarme, él era más o menos de mi estatura y aunque pensé que iba a derribarlo con el empujón, el desconocido permaneció de pie sin moverse ni un centímetro.

Me llevo a la Avenida y pidió un taxi, me dio una palmada en el pecho y me dijo que fuera a casa a descansar. Creo que me quedé dormido porque el conductor del taxi me despertó cuando estábamos frente a mi departamento.

— ¿No recuerdas algo más de él chico? ¿cómo lucía? ¿algo en particular, color de cabello o de ojos? ¿si era joven o viejo?

Erick entrecerró los ojos, tratando de recordar.

— Tenía una suave voz, se veía normal como un chico universitario.

— ¿Recuerdas suficiente para hacer un retrato hablado?

— Lo siento, no lo creo. Estaba muy ebrio y como estaba te dije, el chico estaba completamente cubierto.

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