El maldito celular comenzó a gritar una ruidosa melodía, marcando las cinco y media de la mañana. Ella, enredada entre las sábanas, lo buscó tanteando las frazadas. Al encontrarlo, lo silenció. Se levantó y, tambaleando, abrió las pesadas cortinas.
Se dirigió al baño, orinó y se aseó, cepilló su cabello y sus dientes. Abrió el armario, se quitó el camisón que llevaba puesto y empezó a cambiarse. Se colocó un pantalón ajustado negro, unas botas y una camiseta, sin mangas, blanca.
Ató su largo cabello negro en una ajustada coleta y apoyó el pie en la punta de la cama, para ajustar bien los cordones de la bota.
Se escuchó un gruñido desde la misma cama, las frazadas se retorcieron hasta que la cara de un muchacho se asomó desde abajo, con los ojos entrecerrados y quejándose de la luz que lo invadía. Él tenía el cabello negro, los ojos oscuros y la piel clara, era musculoso y alto, con varios tatuajes en el cuerpo. Era muy atractivo.
¿Por qué diablos empiezas a molestar tan temprano? No tenemos clases hasta las ocho, maldita.
Ella revoleó los ojos y continuó con lo suyo.
Sabes que siempre voy dos horas antes al gimnasio para entrenar. Es la única forma de seguir el ritmo y no fracasar en las misiones.
Yo nunca entreno y, aun así, nunca fracaso. —Contestó él, petulante.
Bueno, no todos tenemos esa suerte, narcisista de porquería respondió ella, harta de su actitud.
Me encanta cuando te enojas.
Ella simplemente se limitó a dejar la habitación e ir directamente al gimnasio. Él se dio vuelta en la cama y volvió a dormirse.
Ellos eran tan diferentes como el hielo y el fuego, pero, aun así, eran el equipo más fuerte y conocido de toda la academia. Les otorgaban los mejores casos y jamás fallaban. Ella se esforzaba y superaba sus propios límites todos los días, él era excelente por naturaleza.
La joven caminó por los pasillos de los dormitorios hasta salir al patio interno, que era exageradamente grande. El frío hizo que un leve vapor se escapase de sus labios. Aceleró el paso y cruzó por el centro del predio. Notó que habían puesto varias cosas del gimnasio allí afuera, así que decidió quedarse.
Dio incontables vueltas corriendo, para calentar. Hizo abdominales, saltos y varios ejercicios más para preparar su cuerpo. Luego comenzó a golpear la bolsa de boxeo con sus puños y pies. Se trepó a las firmes barras y saltó de una a otra. Enredó sus piernas en una, y se puso de cabeza. En esa difícil posición, comenzó a hacer abdominales.
Allí, pudo notar como un chico estaba mirándola fijamente. Le pareció muy raro porque a ese horario solía estar sola, todos los demás dormían. Se sostuvo de la barra con ambas manos, dio una vuelta en el aire y cayó de pie, con éxito, en el suelo.
Se limpió el sudor de la cara con una toalla que había llevado y se estiró un poco. Su respiración era irregular por todo el ejercicio y esfuerzo que había hecho. Trató de calmarse y ver con más claridad al muchacho. Tenía el cabello blanco y los ojos tan azules que parecían piedras de océano. Era tan clara su piel que lucía como alguien enfermo. Era delgado y alto, tenía una apariencia particular. Lo vio mover los labios, como si estuviese susurrando algo, pero no podía adivinar qué.
Quiso acercarse, pero él salió corriendo. Le pareció extraño, pero no lo pensó mucho y siguió entrenando. Antes de que se diera cuenta, ya era casi la hora de ir a clase. Corrió a su habitación, se duchó y se colocó el uniforme. Una falda acuadrillada, estilo escocés, color negro con violeta, una camisa blanca, una corbata con el mismo estampado de la falda, y un saco negro bordado con el mismo patrón.
Antes de salir, una mano la detuvo, sosteniéndola del brazo. Se giró violentamente y vio que era su compañero, no había notado que estaba por ahí. Él ya estaba vestido con el uniforme.
Tienes el cabello mojado, ven, siéntate que te lo secaré rápido. Llegaremos bien.
¿Travis, estás loco? Mira la hora, faltan veinte minutos. No tenemos tiempo. Vámonos ya.
Emma, escúchame. Llegaremos a tiempo, así que te vas a sentar en esa silla y dejarás que te seque el cabello. Está helando afuera, si sales así te enfermarás y si estás enferma ¿cómo haremos nuestro trabajo?
Emma (como su madre la había llamado, ya que ese nombre germánico significaba «grande», «fuerte», «inmensa», «poderosa») analizó la situación, se relajó y decidió ceder. Silenciosamente, se sentó en la silla y dejó que el aire caliente del secador se entrelace con su cabello.
Emma era la cazadora del equipo y Travis, el familiar. Así se conformaban los grupos de la academia. El cazador se encargaba de exterminar a los demonios peligrosos y el familiar protegía al cazador a toda costa. Los familiares tenían sangre de demonio en ellos, así que solían poder transformarse en alguna figura demoníaca.
El vínculo era extremo, ambos eran uno. Sus sentimientos, sensaciones, recuerdos, compartían prácticamente todo.
Emma estaba acostumbrada a que Travis esté cuidándola y atendiéndola. Después de todo, era el trabajo de un familiar.
Cuando terminó de secarle el cabello, salieron disparados a clase.
La Academia Gehena era una construcción milenaria, de una inmensidad imponente y una histórica composición de gigantescas columnas de miles de años de antigüedad. Su decoración era de tema gótico y no muy iluminado. Paredes altísimas y techos casi imposibles de ver.
Entraron corriendo al salón y se sentaron juntos en sus lugares habituales. Los bancos eran de cemento, al igual que las mesas, largas y gruesas. Estaban colocados en doble fila hasta llegar al banco inmenso del profesor.
Tenía gigantescos ventanales con vidrios de colores y formas ancestrales. Por suerte, habían llegado antes que el profesor. La clase era la de Dominación Demoníaca.
Todos estaban en sus lugares cuando la puerta se abrió de par en par al llegar Mr. Dragon. Era un hechicero de reconocido nombre. Mientras caminaba, observaba atentamente a cada uno de sus alumnos, cerciorándose de que nadie estuviera ausente.
Emma y Travis siempre se sentaban adelante, por decisión de Emma, si fuera por Travis, estarían atrás. Al llegar, dejó sus libros en la mesa y se acomodó en el medio, para tener una mejor visión. Fijó la mirada en uno de los alumnos.
Buen día alumnos, hoy tienen un nuevo compañero. Póngase de pie y venga aquí —lo señaló—. Mr. Dawn, preséntese.
El muchacho de apellido Dawn obedeció y Emma se sorprendió al ver quién era. Era el mismo chico que había visto cuando estaba haciendo ejercicio. Su delicada y alta figura llamaba la atención, las chicas ya estaban hablando de lo tierno y lindo que era.
Me llamo Luke Dawn, soy un familiar y tengo 16 años. Espero que nos llevemos bien.
Todas las chicas comenzaron a saludar y caer rendidas a la ternura del chico. Las cazadoras susurraban entre ellas y deseaban poder hacer equipo con él, ya que se podía tener más de un familiar.
Bueno dijo Dragon, siéntese con la alumna Guerrero.
Esa era Emma. Luke caminó silenciosamente y se sentó del lado derecho de Emma, sin decir una sola palabra. El profesor Dragon comenzó la clase, retomando donde lo habían dejado en la anterior. Emma anotaba frenéticamente todo lo que podía, Travis levantó los pies sobre la mesa y se quedó mirando por uno de los ventanales que estaba abierto.
Emma, con un movimiento de mano y sin despegar los ojos de su cuaderno, obligo a Travis bajar los pies. Él exhaló con fuerza, pero continuó mirando por la ventana. A la mitad de la clase, Travis desvió la mirada a Emma y notó como el chico nuevo la observaba. Emma estaba tan absorta en la clase que ni lo notó. A Travis le invadió una rabia que no pudo explicar. Le dio un fuerte golpe a la mesa, que asustó al chico.
—¿Qué mierda estás mirando, rarito? —gruñó.
Emma lo miró, desconcertada, y luego miró al chico. Sus ojos se encontraron y ella sintió algo extraño, no supo describirlo. Él la miraba. Ella sintió la necesidad de protegerlo.
—Perdón, yo no quise molestar —susurró Luke.
Emma tocó su hombro y a Luke le dio una electricidad tan grande que tuvo que cerrar los ojos. Al abrirlos, se encontró con la dulce sonrisa de ella.
—Discúlpalo, es un poco bruto. No molestas, estaba demasiado concentrada en la clase y no me di cuenta de que aún debes estar adaptándote. Si tienes alguna pregunta solo hazla. Te ayudaré en lo que pueda.
Travis quedó boquiabierto. Emma jamás había sido así de amable y educada con nadie, ni siquiera con él. Hasta compartían la misma cama. Eso lo molestó demasiado, pero decidió cerrar la boca, sabía que si continuaba por ese camino ella se enojaría. Se limitó a mirar hacia otra dirección y guardarse el odio.
Luke, al escuchar las suaves palabras de Emma, sintió como las mejillas le ardían. Repitió una y otra vez esa dulce voz en su cabeza las veces que pudo. Abrió la boca, pero nada salió de ella, así que solo miró al suelo y asintió. Emma asintió también, quitó la mano de su hombro, y volvió a concentrarse en la clase. Luke, por otra parte, no pudo prestar atención ni a una sola palabra de lo que decía el profesor. Solo podía mirarla escribir y observar su preciosa letra. Todo pequeño movimiento que Emma hacía era gloriosamente hermoso para él.
Travis lo miraba de reojo, con odio, deseando estrangularlo por ser el primero al que su dueña había tratado bien. Odiaba cómo la miraba, con esa cara de estúpido. La única cosa que lo detenía de abrirle la garganta era Emma, que estaba sentada en el medio de los dos.
Al sonar la campana, terminó la clase y todos salieron tranquilamente del salón. Era la hora del almuerzo. Emma sintió que alguien pellizcó su chaqueta, se giró y era Luke. Era tan alto que ella tuvo que levantar la mirada para poder llegar a sus ojos. Él intentó decirle algo, pero no salió nada de su boca. Ella entendió inmediatamente.
—No sabes dónde está la cafetería, ¿cierto? No te preocupes, ven con nosotros, te llevaremos.
Travis no pudo contenerlo más, la agarró de un brazo y la tironeó hacia él.
—¿Por qué diablos eres amable con él? Esta no eres tú. ¿Qué te pasa?—preguntó harto.
Ella lo miró a los ojos con severidad, obligándolo a tranquilizarse. Su conexión era tan fuerte que solo una mirada era suficiente para saber lo que el otro quería decir. Emma lo tomó del brazo y lo obligó a agacharse hasta llegar a su altura, ya que ella era pequeña, y acercó sus labios a su oído.
—Luke vendrá con nosotros, no quiero escuchar más quejas tuyas. ¿Está claro?—le susurró.
Travis, como todo familiar obediente, asintió y obedeció a su dueña.
Lo soltó, se dio la vuelta, y le sonrió a Luke.
—¿Vamos?
Luke asintió y los siguió.
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Comments
Maria Hernandez
más fino la chica es ama y sueña de 2 chicos son sus sirvientes que tal jajajajajajajajaja jajajajajaja 😂😂😂😂😂😂😂😂
2022-07-06
0
Marina Hinostroza
Hay algo que no cuadra con Luke.
Está empezando muy interesante tu novela. 🙂
2021-07-29
0
Ayelen V.🏄♀️
tu historia captó mi atención...🌠
2020-11-10
1