Como perros

Raúl tomo algunas fotos en la montaña, algunas del grupo otras solo con su pareja.

En particular tenía fotos de Miranda para las cuales ella no había posado, las había tomado sin que ella se diera cuenta.

La mejor de esas fotos era una donde Miranda estaba a la orilla del río recolectando agua en un balde.

Raúl dejó a su novia en su casa, fue a su departamento, se sentó a descansar sobre un sillón en la sala de estar, sacó su móvil y comenzo a ver las fotos del paseo a la montaña.

Miraba las fotos de Miranda, le hubiera gustado ser él a quien ella amará, pero fue cobarde por no ser fuerte frente a su amigo e ir tras ella años atrás, cuando ella era joven y aún creía en el amor.

Tal vez al final ella no lo hubiera elegido pero en su corazón él sabría que hizo algo, pero ahora años después él ya no puede acercarse a ella, sólo pensar en lo que pudo ser y no será le causaba dolor.

Estaba muy cansado física y emocionalmente, dejó su celular en la sala y fue a la cocina a prepararse algo de cenar antes de irse a la cama.

Paso alrededor de 20 minutos cuando de repente escucho que algo se rompió en la sala, tal vez dejó abierta la puerta y entró algún ladrón. Tomó un bate y corrió a la sala de estar a ver a que había sucedido.

Lo que encontró fue a Eduardo con su teléfono celular en la mano, había arrojado a la pared un florero que estaba en la mesa.

Sus ojos estaban rojos e irradiaba rabia y furia.

-¿Por qué tienes estas fotos?, ¿cuándo las tomaste? - Eduardo estaba tan furioso que sus palabras parecían gruñidos.

Raúl estaba igualmente molesto. Se acercó a Eduardo y le arrebato el móvil.

-¿Quién te dijo que podías tomar mis cosas?

-¡Te pregunté! , ¿¡por qué tienes fotos de Miranda y de mi hijo! ?, ¿¡Quién es el otro tipo!?

-Si quieres saber corre a preguntarle a ella, yo no te diré nada.

Eduardo se acercó a su amigo y le dio un par de empujones, Raúl le respondió los empujones.

Ambos hombres se gritaban, Eduardo pedía una explicación mientras Raúl se negaba a dársela.

De repente Eduardo le lanzó un golpe a Raúl, su puño aterrizó en la mejilla izquierda dejando muy roja su cara.

Comenzó una gran pelea Raúl se defendió, ambos hombre habían destrozado la sala de estar, ambos estaban muy golpeados y jadeando, sin embargo Raúl hacia ejercicio mientras que Eduardo llevaba una vida sedentaria, tenía músculos y buen cuerpo pero no tenía agilidad.

Raúl tenía en el piso a Eduardo, el peso de su cuerpo estaba sobre su amigo, de forma que lo inmoviliza por completo.

-Te soltaré, pero si me lanzas un golpe más no tendré piedad, ¿escuchaste lo que he dicho?

Eduardo tenía fuego en los ojos pero no tenía de otra que aceptar.

En cuanto Raúl se levantó Eduardo se levantó muy rápido, acomodo su ropa y limpio con el dorso de su mano la sangre que le escurria de la parte de arriba del ojo y del labio.

Mientras que Raúl no tenía golpes en la cara más que el primero que le lanzó Eduardo.

Raúl fue a la cocina, regresó con dos bolsas de hielo, le arrojó una a Eduardo que ya había levantado un sillón y se había dejar caer en el.

Raúl, coloco la otra bolsa de hielo en su propia mejilla izquierda.

-¿Estas loco o que mierda te pasa?, te voy a cobrar todo lo que se haya roto.

Eduardo solo miraba a su amigo, después miro alrededor.

Rompieron la mesa de café, tiraron la pantalla de 60", además de artículos que hacían de adordo, como piezas de cristal y marcos de fotografías.

-Soy demasiado pobre para pagarte.

-Eres demasiado avaro.

-Miranda no está con sus padres, ha puesto la demanda de divorcio

-Te lo advertí, pero tu confíabas demasiado en ti mismo. Dijiste que tus suegros no permitirían el divorcio.

Eduardo se sobo el puente de la nariz.

-Mi suegro ha pedido a todos los abogados importantes de la ciudad que no intervengan en este asunto. Él aún tiene confecciones importantes y también congeló las cuentas del bufete.

-¿Qué vas a hacer?

-Es claro, no le daré el divorcio, y haré que regrese a casa con mis hijos.

-Lo siento, pero creo que lo mejor que puedes hacer es darle el divorcio y dejar que ella rehaga su vida.

-Eso nunca, ella es mía, así me odie y ese odio nos pudra a los dos pero ella tiene que regresar conmigo.

-¿Realmente la odias tanto?

-Ya no sé que siento. - el semblante de Eduardo cambió drásticamente, sus ojos se veían vacíos.

Raúl le dio una palmada en la espalda

-Anda, admite que no la quieres dejar por que la amas.

- Jajaja, amarla, no eso nunca, no la amo, solo quiero que pague por dejar morir a mi hermano

-Si ella no dejo morir a tu hermano entonces que pasará.

-Ya te lo había dicho eso es imposible, mi investigación dice que ella era la que estaba de turno, ella era la pasante de medicina que atendió urgencias ese día, ella y su negligencia me quitaron a mi hermano.

-Esta bien, lo que tú digas.

-¿Ya me piensas decir dónde y cuando tomaste las fotos?

-Eduardo, somos amigos hace muchos años, pero en esta ocasión yo no me quiero meter en sus asuntos, Miranda es una mujer integra y prefiero no ser parte de tu revancha.

-No te estoy pidiendo que hagas una estrategia de guerra, ni que hagas nada que afecte tu puesto en la policía, solo te estoy preguntando donde y cuando la viste. No logro encontrarla, quiero verla.

- Ella ha tomado su decisión, si querías verla debiste conocer más sobre tu propia esposa.

-¡Rayos!, lo sé, si tan solo hubiera puesto atención a sus aburridas pláticas, tal vez me sería más fácil encontrarla ahora.

-¿Cuando la encuentres que le diras?

- Nada, la arrastraré a la casa y la encerraré si es necesario.

-Estas loco... Si haces eso cometeras un delito y su familia no te dejará ir. Te harán pagar cualquier daño que le hagas.

-Mmm... Tienes razón, la volveré a enamorar, si una vez funcionó volverá a funcionar, las mujeres son tan tontas, son como perros callejeros, que golpeas y regresan a ti de nuevo en busca de una caricia.

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