capitulo 4: La obligación

El aroma del café tostado llenaba el pequeño local, mezclándose con el murmullo de las conversaciones matutinas y el sonido constante de la máquina de espresso.

Tina servía una bandeja con dos capuchinos y una porción de torta de limón, sonriendo por compromiso. Desde hacía semanas, le costaba mantener esa sonrisa. Cada vez se sentía más agotada, como si todo lo que hacía la empujara en círculos sin sentido.

—Tina, ¿puedes venir un momento?—la llamó su jefa desde el mostrador.

El tono de voz la hizo tensarse. Lo conocía bien, era el mismo tono que usaba cuando algo iba mal. Tina dejó la bandeja sobre la barra y caminó hasta ella, limpiándose las manos en el delantal.

—¿Sí, señora Rosa?

La mujer la miró con una mezcla de incomodidad y determinación. Sus dedos jugaban con un papel doblado en cuatro.

—Mira, no quiero que te lo tomes a mal, pero, he decidido dejarte ir.

Tina parpadeó, sin procesar del todo lo que acababa de escuchar.

—¿Qué? —preguntó al fin, con una risa incrédula—¿Cómo que dejarme ir? ¿Por qué?

—No es nada personal, de verdad. Pero estás distraída, te olvidas de pedidos y la semana pasada discutiste con un cliente. Ya sabes cómo es esto; necesitamos gente concentrada.

El estómago de Tina se encogió. ¿Con lo del cliente se refería a la discucion que tuvo con la cantante esa?

—No puede despedirme por eso. —Su voz se quebró un poco— Llevo un tiempo aqui señora Rosa y nunca había tenido un problema.

—Lo sé. —suspiró la mujer— pero ya tomé la decisión. Te pagaré lo que corresponde y si necesitas una referencia, puedo darte una.

Tina apretó los puños, conteniendo las lágrimas. La gente en las mesas volteaba disimuladamente, fingiendo no escuchar. El orgullo le ardía en la garganta.

—No hace falta.— dijo, quitándose el delantal con un tirón brusco— No quiero nada.

Dejó el delantal sobre el mostrador y salió de la cafetería sin mirar atrás. El viento de la calle la golpeó de lleno, pero ni siquiera lo sintió. Solo caminó, con los ojos nublados y el corazón apretado.

Cuando llegó a casa, el silencio era espeso. Su madre estaba en la cocina, preparando algo para la cena. Su padre, sentado en el sofá, miraba las noticias con el ceño fruncido.

Tina intentó pasar desapercibida, pero su madre la notó enseguida.

—¿Qué haces aquí tan temprano?—preguntó, con un tono que ya anticipaba el conflicto.

—Me echaron.—respondió Tina sin rodeos.

Su padre bajó el volumen del televisor.

—¿Otra vez? —preguntó con voz dura—¿Qué hiciste ahora?

—Nada. Solo, no les servía más. —dijo, intentando sonar tranquila.

—Siempre hay un motivo, Tina —replicó él, levantándose del sofá—En todos los trabajos pasa lo mismo contigo; o renuncias o te echan. ¿Cuándo vas a madurar?¿De donde vas a sacar el dinero para la universidad?

—¡No es tan fácil! —explotó ella.— No puedo quedarme en un lugar donde me tratan como basura.

—Entonces, ¿qué piensas hacer? —intervino su madre, cruzándose de brazos— Porque aquí no puedes seguir sin aportar. Ya tienes diecinueve años, Tina. La vida no se trata solo de estudiar y quejarse.

—Voy a buscar otro trabajo.—respondió ella, aunque sabía que no tenía idea de dónde.

Su padre resopló, incrédulo.

—¿Y quién te va a contratar ahora? Si ni siquiera duras tres meses en el mismo lugar.

El silencio que siguió fue insoportable. Tina sintió las lágrimas subirle a los ojos, pero no quiso que las vieran. Se dio la vueta y se marcho a su habitación, cerrando la puerta de un portazo.

Se dejó caer en la cama, mirando el techo. Su teléfono vibró en la mesa de noche. Era un mensaje.

Mico: ¿Ya pensaste lo que te propuse? El puesto de asistente sigue libre.

¿como consiguió mi número?

Tina bufó. Justo lo que menos quería leer en ese momento. La imagen de Mico, arrogante y provocadora, apareció en su cabeza.

No quería tener nada que ver con ella. Ni con su fama, ni con su actitud.

Pero el recuerdo de las palabras de su padre la golpeó como un eco: “¿Quién te va a contratar ahora?”

Se giró sobre la cama y suspiró, mirando el techo otra vez. No podía creer que estuviera considerando siquiera esa opción.

Tina: Aún no lo sé.

La respuesta de Mico no tardó ni un minuto.

Mico: No te apures, pero no pienso rogarte. Tengo otras opciones.

Tina rodó los ojos y lanzó el teléfono sobre la cama. “Arrogante”, murmuró. Pero en el fondo, una parte de ella sabía que Mico decía la verdad. No necesitaba esperarla. Podía contratar a cualquiera.

Durante la noche, el enojo se mezcló con la frustración. No podía dejar que su vida se desmoronara así, no otra vez. Se levantó, se miró en el espejo y vio el reflejo de su propio orgullo.

~

Al día siguiente, bajó a desayunar. Sus padres no dijeron una palabra, pero el silencio pesaba más que cualquier reproche. Tomó una tostada, sin hambre y volvió a subir a su habitación.

Se sentó en la cama, con el teléfono en la mano. Miró la conversación con Mico varias veces antes de escribir.

Tina: Acepto el trabajo. Pero solo por un tiempo, hasta que encuentre algo mejor.

Pasaron unos segundos eternos antes de que llegara la respuesta.

Mico: Perfecto. Te enviaré los detalles, nos vemos el lunes a las 9.

Y por cierto, bienvenida al caos.

Tina resopló, entre irritada y aliviada. “Bienvenida al caos”, repitió para sí misma. No podía esperar menos de alguien como ella.

Dejó el teléfono a un lado y suspiró. No sabía si había tomado la mejor decisión, pero sí sabía algo: no pensaba dejar que Mico la tratara como a una más de sus empleadas.

Si iba a trabajar para ella, lo haría a su manera.

Apretó los labios y miró por la ventana, donde el cielo comenzaba a nublarse. La lluvia parecía inevitable y de alguna forma, esa imagen le resultó familiar. Como si su vida siempre estuviera a punto de estallar en tormenta.

Pero quizá, esta vez, esa tormenta la llevaría a un lugar diferente.

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play