El ruido de la máquina de café llenaba el aire con ese zumbido familiar. Tina se encontraba en la cafetería, pero esta vez como cliente; necesitaba una gran taza de cafe, ya que parecia que su dia seria muy largo.
Tenía los auriculares puestos, pero sin música. Le gustaba fingir que escuchaba algo solo para que nadie intentara hablarle.
Revisaba correos en su celular cuando escuchó un murmullo a sus espaldas. Algo cambió en el ambiente, como cuando alguien entra y de pronto todo el lugar parece prestarle atención. No hizo falta mirar para saber quién era.
Esa sensación incómoda de reconocimiento la golpeó antes que la vista: Mico.
Vestida de forma sencilla; Pantalón ancho, remera blanca y lentes de sol; intentaba pasar desapercibida, pero era imposible.
Había algo en ella, en su postura, en cómo pedía el café con voz baja pero firme, que la hacía destacar incluso en un lugar tan ordinario.
Tina suspiró, dispuesta a ignorarla. Pero el destino, o la mala suerte, tenía otros planes.
—¿Tina?—la voz la alcanzó desde atrás.
Ella cerró los ojos por un segundo. No puede ser que me haya reconocido.
Giró lentamente y la vio ahí, sonriendo con esa mezcla de seguridad y molestia que solo Mico sabía tener.
—Oh, la chica que finge no saber quien soy. —dijo la cantante, cruzándose de brazos.
Tina arqueó una ceja.
—Y la “estrella” que cree que todos deberían arrodillarse. Qué sorpresa.— Mico sonrió con ironía.
—No todos, solo los que trabajan mal.
—Entonces el problema no es el trabajo, sino tu ego.— contestó sin pensarlo demasiado, llevándose la taza a los labios.
La tensión entre ambas se podía cortar con un cuchillo.
Mico, acostumbrada a que todos le siguieran la corriente, se sintió desconcertada. Nadie la trataba así, mucho menos una chica común que ni siquiera parecía impresionada por su fama.
—Veo que sigues igual de encantadora.— soltó con tono sarcástico, sentándose frente a ella sin pedir permiso.
Tina la miró, sorprendida.
—¿Perdón?
—Digo, que no cambiaste. Todavía te encanta tener la última palabra.
—Solo cuando tengo razón.
—Qué conveniente.
El silencio que siguió fue denso, aunque ninguno apartó la mirada. Mico jugó con la cuchara del café, girándola entre los dedos. Tina notó el temblor leve en sus manos: estaba nerviosa, aunque lo disimulaba bien.
—¿Qué haces por aquí?— preguntó finalmente Mico, como si le interesara.
—Espero la hora para entrar a mi clase.—respondió Tina.— Y tú, ¿no deberías estar rodeada de cámaras?
—Hoy no. Estoy, escapando un poco.—Bajó la voz al decirlo, casi como si no quisiera que nadie más la escuchara.
Por un instante, Tina creyó ver algo humano en su expresión. Cansancio, tal vez soledad. Pero decidió no engancharse.
—Todos necesitamos un descanso, supongo.—dijo simplemente, y volvió la mirada a su celular.
Mico la observó con curiosidad. Había algo en ella que la irritaba, pero también la atraía. Era distinta a la gente que la rodeaba a diario: no la adulaba, no la temía, no intentaba impresionarla.
Solo la trataba como a cualquiera.
Y eso, paradójicamente, era lo que más le dolía.
Cuando Mico se levantó para irse, Tina respiró aliviada. Pero la cantante se detuvo a medio camino y se inclinó hacia ella.
—No deberías juzgar a la gente por lo que parece, Tina. No siempre somos lo que mostramos.—Tina levantó la vista.
—Y tú deberías dejar de actuar cuando no hay cámaras.
—Auch. —Mico sonrió, un poco divertida, un poco dolida y se marchó.
Tina se quedó mirándola salir, con la taza a medio vaciar. Había algo en esa mujer que la descolocaba, y no sabía si era odio o curiosidad. Probablemente ambos.
~
El día transcurrió sin mucho más. Tina volvió a la casa que compartía con sus padres, quienes la recibieron con una gran sonrisa.
—Tienes una cara. ¿Te peleaste con alguien o estabas pelando cebolla?
—Lo primero —respondió Tina, tirando la mochila sobre la mesa.
—¿Con quién ahora?
—Ahí una cantante, se llama Mico. eEsuna molestia.
Su madre la mira llena de sorpresa
—¿Con Mico? ¡Tina, esa mujer podría comprarse medio país!
—Y aun así sigue siendo insoportable. —Se dejó caer en la silla— Por su maldita culpa mi jefa me tiene bajo vigilancia.
—A lo mejor le gusta molestarte, porque tu te enojas rápido.— Tina bufó, pero no lo negó.
Mientras hablaban, su celular vibró sobre la mesa. Un mensaje en la pantalla:
Ian: “Hey, solo quería saber cómo estás. Hace mucho no hablamos. ¿Seguís enojada?”
Tina lo leyó en silencio. Ian había sido su pareja hacía un par de años. Un chico tranquilo, de esos que cocinan pan casero los domingos y odian discutir. Con él, todo había sido fácil, demasiado fácil.
Pero ya no estaban en el mismo punto. Ella había cambiado, y aunque no lo admitía, algo dentro de ella buscaba una intensidad diferente.
—¿Quién es?— preguntó su papá asomándose.
—Ian.
—¿El simpático?
—El mismo.
—¿Y? ¿Qué paso?— pregunta, interviniendo su mamá.
—Y nada, capaz que quiere hablar.
.
—O volver.—Tina se encogió de hombros.
—Somos amigos, el sabe que eso no va a volver a pasar.
Esa noche, mientras intentaba dormir, su mente no se detenía. Pensaba en Ian, en cómo la había tratado siempre con calma y respeto. Y sin quererlo, la imagen de Mico se coló en medio de esos recuerdos: su mirada desafiante, la forma en que su voz bajaba cuando hablaba en serio.
Eran polos opuestos, pero de alguna manera, ambas despertaban en ellas cosas que prefería no analizar.
ella se sentó de golpe en la cama, algo asustada por sus pensamientos. Ella no podía sentir nada por ella, ¿no?. Es decir, ella no era lesbiana.
A la mañana siguiente, Tina salió temprano. Caminaba distraída cuando una voz familiar la detuvo.
—Vaya, si esto no es una coincidencia, no sé qué lo es. — exclamó Mico desde el otro lado de la calle, con una sonrisa ladeada.
Tina frunció el ceño.
—¿Me estás siguiendo?
—No, pero si lo hiciera, serías la primera en saberlo.— Mico se acercó, con las manos en los bolsillos—¿Vas al trabajo?
—Sí, y tu deberías estar en el tuyo.
—Ya terminé por hoy, bueno casi. —Se encogió de hombros— El director está buscando una asistente de producción.
—¿Y?
—Dije tu nombre.
Tina la miró sin comprender.
—¿Qué? ¿Por qué harías eso?
—No lo sé. Tal vez me gusta ver cómo te enojas. —Mico sonrió, divertida.— O tal vez me enteré que tu jefa esta por despedirte.
Tina parpadeó, confundida. No sabía si estaba bromeando o hablando en serio.
—No necesito que nadie me consiga trabajo.
—No fue por lástima.— dijo Mico, más seria— Eres buena en lo que haces.
—No me conocés.
—Te vi y eso me bastó.
es raro que ella diga que soy buena en mi trabajo cuando por culpa de ella estoy por ser despedida.
Hubo un silencio. Las palabras quedaron flotando entre ellas, cargadas de un significado que ninguna quiso reconocer. Finalmente, Tina se dio la vuelta.
—Gracias, pero no. No necesito favores.
—No era un favor.— repitió Mico, casi en un susurro.
Tina siguió caminando sin mirar atrás. Pero mientras avanzaba, su corazón latía más rápido de lo habitual. No sabía si de rabia, de nervios o de algo mucho más peligroso.
Detrás de ella, Mico la observó marcharse. Una sonrisa leve se le escapó sin querer.
No entendía por qué, pero esa chica lograba hacerle sentir viva de una forma que ni los escenarios ni los aplausos podían.
Y así, sin saberlo, ambas acababan de abrir la puerta a algo que ninguna estaba preparada para enfrentar.
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