Capítulo 4

Duvan regresó con una botella de champán y tres copas, la emoción en el aire era palpable.

Las luces del club brillaban intensamente, reflejándose en el vidrio de las copas. Me quité el blazer, sintiendo cómo la noche comenzaba a picar en mi piel, en una mezcla de anticipación y diversión.

Le agradecí a Duvan mientras él servía el champán, y luego se marchó, dejándonos a solas con nuestra burbujeante celebración.

—Hoy, chicas, es una de nuestras mejores noches— anuncié con picardía, sintiendo que la energía se intensificaba mientras las tres nos poníamos de pie. —Tenemos que celebrar porque estamos juntas y porque necesitamos conseguir algunas parejas para pasarla bien—

Camila, siempre lista para seguirme el juego, alzó su copa con entusiasmo. —¡Salud!— gritó, con su risa resonando en el aire.

Sofía, por otro lado, solo rodó los ojos, pero no pude evitar notar la pequeña sonrisa que se asomaba en su rostro.

—¡Salud!— respondí, y las tres chocamos nuestras copas. Levantamos el champán hacia el cielo, y al unísono, nos lo tomamos hasta el fondo.

Ese siempre había sido nuestro brindis, un ritual que simbolizaba nuestra unión y nuestra promesa de disfrutar cada momento juntas.

La emoción burbujeaba dentro de mí, y no quería quedarme sentada. Necesitaba liberar todo lo que sentía, y la mejor manera de hacerlo era bailando.

Tomé a Camila y a Sofía de la mano y las llevé hacia el frente de nuestra mesa, donde el gran espejo reflejaba nuestras sonrisas y la luz del club.

Al principio, comenzamos a movernos suavemente, pero pronto la música nos envolvió, y no pude resistir la tentación de dejarme llevar.

Mirarme mientras bailo es lo mejor; es como si cada movimiento contara una historia, y esta noche estaba decidida a escribir la nuestra. Con cada paso, cada giro, sentía que el ritmo de la música se conectaba con mi corazón.

Camila se unió a mí, moviendo sus caderas con gracia, mientras Sofía, aunque más reservada, no pudo evitar dejarse llevar por la energía del momento.

Era un espectáculo vernos: tres amigas, unidas en el baile, riendo y disfrutando de la libertad que solo una noche así puede ofrecer.

Las luces del club iluminaban nuestros rostros, y el sonido de la música vibraba en el aire. Cada nota parecía empujarnos a bailar más intensamente, y el mundo exterior se desvanecía. No había preocupaciones, solo risas, diversión y una conexión profunda entre nosotras.

Mientras bailábamos, noté algunas miradas de chicos cercanos, pero no me importaba. Esta noche era para nosotras, para celebrar nuestra amistad y disfrutar de la vida. La pista de baile se convirtió en nuestro escenario, y cada movimiento era una declaración de libertad y alegría.

Con cada sorbo de champán y cada paso de baile, me sentía más viva. Esta noche prometía ser inolvidable, y estaba lista para aprovecharla al máximo. Sabía que, sin importar lo que sucediera, siempre tendríamos esos momentos juntas, y eso era lo que realmente importaba.

POV DIEGO

Estaba en mi sala privada, disfrutando del ambiente vibrante del club. A mi lado, la mujer que había elegido para mí me acariciaba suavemente, su toque era cálido y seductor.

Mientras tanto, un grupo de chicas bailaba para nosotros, llenando el espacio con su energía y sensualidad. Pero, a pesar de la diversión a mi alrededor, algo fuera de la sala atrajo mi atención.

De repente, noté a unas mujeres frente al cristal, pintándose los labios con un aire de confianza. Una de ellas, en particular, captó mi mirada. Sin embargo, mi atención se desvió rápidamente cuando la mujer a mi lado me besó frenéticamente, llevándome a perderme en ese momento. Cuando volví a mirar hacia el cristal, la mujer que me había intrigado ya no estaba.

La conversación siguió fluyendo entre nosotros, pero mi mente no podía evitar regresar a ese reflejo en el cristal polarizado. Pasaron unos minutos y, al volver a dirigir mi mirada hacia afuera, vi a tres mujeres bailando entre ellas.

Y ahí estaba ella de nuevo, con un jodido y exquisito vestido negro ajustado que acentuaba su figura y unas botas altas que le daban un aire de misterio y diría yo que sexualidad.

La forma en que se movía era hipnotizante; era como si estuviera bailando solo para sí misma, absorta en su propio reflejo.

Sus movimientos eran lentos y llamativos, con sus manos que se veían delicadas se tocaba cada parte de su cuerpo, movía su cabello mientras también movía sus caderas al compás de la música.

Me relamí mis labios sintiendo lo que ella trasmitía.

Placer y sensualidad.

Sin pensarlo, le hice señas a mi amigo Marcos, quien inmediatamente captó la escena. Las mujeres en nuestra sala se detuvieron, claramente notando que las chicas de afuera les estaban robando el espectáculo.

Me reacomodé en mi asiento, separándome de la mujer a mi lado, y me acerqué a Mateo.

—¿Sabes quiénes son?— le pregunté al oído, tratando de que pudiera escucharme sobre el ruido de la música.

—No, pero no parecen mujeres comunes— respondió él, observando con interés a las tres mujeres.

—Tráelas para que me bailen— dije, sintiendo una mezcla de emoción y curiosidad. Marcos asintió y, con una determinación en su mirada, se levantó y se dirigió hacia ellas.

Mientras lo veía alejarse, no podía evitar sentir que esta noche iba a ser diferente. La forma en que esa mujer bailaba había dejado una impresión en mí, necesitaba que viniera a mi quería conocerla. Sentía que había algo especial en ella, algo que iba más allá de la superficialidad de la noche. Era un magnetismo que me atraía, y estaba decidido a descubrir de qué se trataba.

Mientras tanto, la música seguía sonando, y el ambiente en la sala se mantenía al rojo vivo. Las luces parpadeaban, y el ritmo se intensificaba. Pero mi mente estaba enfocada en una sola cosa: la mujer del vestido negro. ¿Quién era? ¿Por qué me había atrapado de esa manera? La curiosidad crecía en mí, y estaba listo para averiguarlo...

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