Capítulo 4 : El “presagio” ...

El silencio de la mañana siguiente era abrumador, no había reunión con los consejeros como de costumbre, y la Reina se encontraba desayunando en el jardín, es un día soleado y sereno, Adrián quien siempre evitaba verla decidió que era momento de hablarle de este pequeño tema. Así que se preparó con su mejor atuendo y caminó hacia donde se encontraba la Reina… Al llegar la vio tan relajada y descansada que se molestó.

— Lo he visto… Rafaela… ¿Es enserio que este palacio está embrujado?...

La Reina solo pudo girarse para verlo a los ojos, su cara pasó de seriedad a confusión. — Buenos Días Adrián… ¿Sucedió algo?...

— Enserio te haras la loca… —murmuro para si mismo. — Los fantasmas de tu padre y madre, los he visto, merodean por los rincones de tu palacio, ordenó que nos cambiemos de lugar, mi padre tiene una mansión entre ambos reinos.

Rafaela arqueo una ceja.

— Pero… ¿De qué se supone hablas ahora?

Adrián chasqueó la lengua en señal de molestia. — Esa sirvienta me lo contó todo, las almas en pena de tu madre y padre vagan por aquí… Y tú solo ignoras eso… Increíble… ¿Es esta la Reina?.

La Reina apretó los labios aún confundida y ahora sumamente molesta, luchando por no perder la poca paciencia que tenía.

— Adrián… ¿Por qué crees esas cosas? ¿Crees en los fantasmas?... Cuando una persona deja este mundo se va para siempre… Solo se queda lo que hicieron en vida... A veces no entiendo como el rey de Moon Blanc te crio. —se levantó lentamente mientras lo miraba llena de ira.

— Por supuesto que creo en estas cosas, los fantasmas son espíritus y si se han mostrado ante mí es por qué hay un motivo oculto. En mi familia siempre se decía que los espíritus nos acompañaban diariamente no importa a donde fuéramos, ellos estaban incluso en nuestros momentos más duros así como también en nuestros momentos más felices. —exclamó Adrián con una firmeza que Rafaela noto.

La Reina lo miraba con molestia, directamente a sus ojos hasta que recordó que está pequeña confusión fue obra del pedido a su sirvienta Anna. Suspiró y contó hasta diez tratando de formular sus palabras correctamente, pues Adrián no parecía mentir o titubear por este relato. Volvió a suspirar diciéndole que mejor se calme, que rezará para que sus padres dejen el palacio en paz, que si tal vez vinieron para ver qué sucedía en su antiguo hogar.

Después de este encuentro la Reina continuó evitando a Adrián tal como acordaron desde un inicio, su palacio vacío sin todos los sirvientes que antes tenía le daba escalofríos. Seguía sin recordar cómo fue que llegó a firmar una compra tan grande como para dejarla endeudada… Ella no es de las que iba a fiestas a emborracharse y perder la noción de su realidad, lo cual se le hizo extraño… “Si no me emborraché, ni bebí, ni salí de este lugar en todos estos años, ¿qué fue lo que sucedió realmente?”. Se preguntaba una y otra vez dirigiéndose a su estudio.

Adentro en el estudio, decidió revisar todas las facturas que había guardado pero ninguna mostraba señales de que hubiera tomado una decisión tan arriesgada, entre sus manos revisó una carta que le habían dejado sus padres en las facturas, la dedicatoria era para Rafaela. Sin dudarlo abrió la carta y leyó su contenido.

“Querida hija mía, que alegría que estés leyendo mi carta. Como tú madre y Reina en estos momentos quisiera felicitarte por tu cumpleaños número veintidós, ya sabes que siempre te he felicitado de esta manera y que siempre te he llenado de regalos pero hoy quisiera ser la primera en felicitarte, espero hayas disfrutado tu cumpleaños junto a nosotros. Con amor, tu madre”.

Rafaela solo se quedó releyendo la carta una y otra vez, con añoro casi llorando, pero… por que hasta ahora… Casi después de un año, era extraño y las piezas no encajaban del todo, “¿Tendrá algo que ver con todo lo que está pasando actualmente?” murmuró para sí misma. Quería consultar con su mano derecha sin embargo, él había desaparecido cuando empezaron a ocurrir los problemas en la vida de Rafaela, y solo recuerda la cara burlona que tenía ese día por qué al final se fue de su lado al ver todo este problema. No podía preguntarle a sus consejeros por qué la mayoría son nuevos, todos los anteriores fueron o despedidos o huyeron de una posible revolución. Y cada que lo analizaba llegaban más y más preguntas sin respuesta a su cabeza. Adrián por su parte seguía inquieto por todo lo que había visto anoche y ahora el comportamiento de la Reina que dejaba mucho que desear.

En la noche, mientras cenaban, se sentía una tensión distinta entre ambos, tenían el señor fruncido, más que todo porque Rafaela considera a Adrián un niño que necesita modales y una enjuagada de boca con jabón… Adrián considera a Rafaela un poco incrédula y mandona, altanera y con superioridad sobre todas las demás personas. Anna interrumpe la cena con noticias para la Reina sobre una creciente enfermedad en el reino, Rafaela no podía creer lo que escuchaba, una de las cosas que más caracterizaba a Belmont era la limpieza y la pureza en su reino.

Adrián solo podía observar la cara pálida de la Reina… “¿Esta se supone que es la Reina?”... Pensaba para sí mismo. Solo podía ver cómo la Reina se levantaba y corría fuera del salón donde estaban cenando mientras que él permanecía en el mismo lugar, sentado y perplejo. Espero un poco para poder seguirle los pasos a la Reina pero cuando pensó que la había seguido, simplemente solo se encontraba con la nada misma... Como por arte de magia la Reina desapareció de los pasillos del palacio. Adrián busco por muchos lugares dentro del palacio donde podría estar la Reina hasta que desistió, suspirando solo pudo pensar que ella estaba en otra reunión donde iba a gritarles otra vez a sus consejeros.

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