Punto de vista de Laura
Resignada a mi destino, suspendida entre el miedo y el vacío, cerré los ojos. Ya no quería rogar. Sentía que mi vida se terminaba y, en ese momento, una extraña calma me invadió. Pero el destino, con su ironía macabra, tenía una broma más preparada para mí.
—¡Papi! —La voz dulce y clara me hizo abrir los ojos de golpe. Giré la cabeza y vi a una niña, un ángel de cabello rubio y ojos azules, parada en la puerta.
El hombre que segundos antes me había llenado de terror se petrificó. Su fachada de dureza se rompió por un instante. —¡Zoé! —exclamó, su voz suavizada por la sorpresa y el pánico. —¿Qué haces aquí, pequeña? —Miró a sus hombres, furioso.
—Quería verte y Alice no quería dejarme venir, así que me escapé.
La ternura de la pequeña me desarmó por completo. Por un segundo, olvidé dónde estaba y la amenaza que se cernía sobre mí. Su voz adorable me hizo olvidar que tenía las manos atadas.
—Sabes que no puedes venir a este lado de la casa. Carlos, llévala con su tía.
—¿Quién es ella? —preguntó Zoé, señalándome. Sus ojos infantiles bajaron a mis manos. —¿Por qué tiene sus manitas atadas?
Un silencio incómodo se apoderó de la sala. Nadie sabía qué responder.
—Hola, pequeña —intervine, y mi voz, que esperaba que temblara, salió sorprendentemente firme—. Soy una amiga de tu papá y solo estábamos jugando a ver cuánto tiempo tardaba en desatarme. Él dice que es más rápido que yo... Y creo que tiene razón, ya perdí. —Hice un puchero, actuando la inocencia que ya no tenía.
—¡Ja, ja, ja! ¡Qué divertido! ¡Yo también quiero jugar! —dijo la niña, con una risa genuina que resonó en el tenso ambiente.
—Es un juego de adultos. Ahora ve con Alice mientras tu papi y yo terminamos de hablar.
Sabía que estaba desaprovechando la única oportunidad de escapar, pero no sería tan cruel como para usar a ese ángel para descubrir al demonio que tenía como padre. La niña se acercó, y me rodeó con un abrazo. Todos los hombres se quedaron sin palabras, atónitos ante la escena.
—Me caes bien. Me gustaría que vinieras a visitarme otro día —susurró, y luego se fue, dejando un vacío en la habitación.
El aire se volvió a llenar de tensión. Respire hondo, esperando mi final.
—Salgan de la habitación —ordenó el jefe. Su voz era un trueno que resonó en la gran sala.
Los hombres obedecieron sin dudarlo. El jefe me miró con sus ojos oscuros, fijos en los míos, como si intentara leer mi alma. Luego, se acercó. Mi instinto de supervivencia se activó, y retrocedí un paso.
—Estás de suerte. Pensé en deshacerme de ti, pero mi hija, por una extraña razón, habló contigo.
Me tendió la mano y, con un movimiento rápido, desató mis manos. El alivio fue inmenso.
—¿Entonces me dejará ir? —La esperanza regresó, una chispa que se negaba a extinguirse.
—No tienes tanta suerte. Te quedarás en esta casa hasta que decida qué haré contigo.
La mirada de sus ojos oscuros me sostuvo, y su voz, que había sido fría y distante, se tornó en una extraña mezcla de seriedad y sarcasmo.
—Mi nombre es Damián. Y sí, te quedarás en esta casa. Pero no como mi prisionera, sino como la niñera de mi hija. A Zoé le gustaste, y desde que su madre murió, nadie ha logrado sacarle una sonrisa tan genuina como la que le vi cuando hablaste con ella.
Mi mente luchaba por procesar sus palabras. ¿De un secuestro a una niñera? Era un cambio de roles tan drástico que me resultaba imposible de entender. Sin embargo, mi corazón se sintió aliviado por un segundo. De una muerte casi segura a una vida con la oportunidad de ayudar a una niña. Quizá este no era mi fin.
—¿Y qué pasará con mi familia? Con mi madre. Ella me está buscando. —mi voz temblaba.
Él se acercó a la ventana, dándome la espalda.
—No te preocupes. Tu madre pronto recibirá una llamada informándole que estás con una vieja amiga, la cual te ha ofrecido consuelo y refugio durante tu crisis de divorcio.
—¿Y Felipe?
—Él no te buscará. Si lo hace, tendrá que enfrentarse a mí, y te aseguro que no le gustará el resultado.
—¿Por qué hace esto? —pregunté sin poder evitar la curiosidad.
—Digamos que Felipe me debe un favor. Y creo que tú eres el mejor pago que puede ofrecerme.
El aire de la habitación se llenó de una tensión insoportable. Por más que intentaba encontrarle el lado bueno a la situación, sentía que estaba metida en un juego peligroso. Mi vida no me pertenecía, me había convertido en una simple pieza de ajedrez en el tablero de este hombre.
—Por cierto, si se te ocurre escapar, no solo pagarás tú las consecuencias. También lo hará tu familia.
Me quedé helada. En ese instante, supe que no había salida. Estaba atrapada. No por las ataduras en mis muñecas, sino por la amenaza en mis espaldas. La mirada de Damián era una promesa fría, y la había entendido. No era una niñera, era una prisionera con una nueva misión.
Los días siguientes se convirtieron en un borrón. Damián mantuvo su distancia, sin interactuar conmigo, mientras me adaptaba a mi nueva realidad. Me presentaron a Alice, una mujer mayor y de carácter duro que parecía ser la mano derecha de Damián. Ella me enseñó las reglas de la casa y me explicó mis deberes con Zoé.
Poco a poco, la vida de esta extraña familia se fue revelando ante mí. Zoé era un rayo de sol, una niña llena de energía y risas que, a pesar de su corta edad, tenía un espíritu fuerte. Pasábamos horas jugando, pintando, y en esos momentos, olvidaba que estaba en una jaula de oro, que mi vida estaba en pausa.
Una noche, mientras Zoé dormía, el sonido de la televisión me hizo salir de la habitación. Vi a Damián sentado en la sala, con una expresión de profunda soledad. Me quedé observándolo por unos segundos, y me di cuenta de que a pesar de ser un hombre peligroso, también estaba roto por dentro.
Él sintió mi presencia y me miró con sus ojos penetrantes.
—¿Qué haces despierta?
—Solo estaba caminando un poco —respondí.
—¿Has hablado con tu madre? —preguntó.
Me quedé en silencio, sabiendo que si él había cumplido con su palabra, mi madre ya no estaría preocupada por mí.
—No te preocupes, ella está bien. Se creyó la historia. — continuo, despreocupado.
—¿Por qué haces esto? Digo yo no soy nadie en la vida de Felipe —pregunté en voz baja.
—Ya te lo dije, esto es un favor que me debe Felipe. Y tú... eres el mejor pago que podría haber recibido.
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Comments
Martha Ordoñez
está intrigante la novela bendiciones
2025-09-17
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