Yendo por ella.

Preguntas incómodas.

—Debes pedir disculpas sinceras— dijo el abuelo.

—No entiendes… —intentó argumentar, aunque su voz se quebró.

—Lo entiendo todo —replicó Ulises, aproximándose con firmeza—. Entiendo que tu orgullo te está devorando, y que si no haces algo, vas a perder a la única mujer que de verdad podría curar tus heridas—

Leoncio sintió un estremecimiento. El orgullo le susurraba que él no debía rebajarse, que Gara debía entenderlo, aceptarlo con sus errores. Pero otra voz, más profunda, le recordaba cómo ella lo había tratado esa primera vez, sin reproches, con ternura pura. Esa memoria le dolía más que cualquier castigo.

—Abuelo… yo… —su respiración se agitó—. No sé si podré pedirle perdón. No sé cómo hablarle después de lo que dije, no sé cómo tratar a una mujer—

—Entonces aprende —dictó Ulises, con esa severidad que mezclaba amor y dureza—. Porque el amor verdadero exige humildad. No basta con querer, Leoncio, hay que cuidar lo que se quiere—

El joven apretó los dientes, y por primera vez sintió que el peso de sus actos lo hundía más que sus propias dudas. —La he herido… y tal vez no vuelva— .Un vacío lo atravesó. Se odiaba por haber abierto la boca, por haber dejado que su carácter destruyera lo que con tanto esfuerzo ella había edificado entre ambos.

—¿Y si ya no me escucha? —preguntó al fin, con la voz de un hombre desarmado.

—Entonces la buscarás una y otra vez —sentenció Ulises—. La seguirás con la verdad en el alma y la humildad en los labios, hasta que entienda que tu arrepentimiento es real—

El silencio volvió, pero esta vez era distinto: no de reproche, sino de desafío. Leoncio se sentó, tomó su rostro entre las manos y dejó escapar un suspiro pesado. Dentro de sí libraba una batalla entre dos fuerzas irreconciliables: el orgullo que lo había hecho fuerte frente al mundo, y el amor que lo hacía vulnerable ante Gara.

Su ternura… su risa… su mano sobre la mía. ¿Cómo pude perderme en mi soberbia?, pensó, y por primera vez reconoció su fragilidad.

Ulises lo observaba en silencio. Sabía que la semilla del arrepentimiento ya estaba germinando, y aunque el camino sería duro, confiaba en que el amor por Gara terminaría doblegando el orgullo de su nieto.

—Recuerda, muchacho —dijo al fin, con tono más sereno—: un hombre puede equivocarse, pero el verdadero valor está en reconocerlo. No dejes que el silencio sea más largo que tu disculpa—

—Abuelo, llévame con ella— la petición cayó como un balde de agua fría sobre Ulises, Leoncio no era una joven de salir de casa, odiaba que las personas murmuraran sobre su discapacidad.

Por esa razón se escondió en la mansión por años, ahora tenía una ilusión, saber si ella de verdad podría aceptarlo aún con su defecto.

Ulises lo miro concentrado, —¿Estás seguro de que quieres salir?—

Leoncio dentro de su oscuridad se imaginó un mundo en donde la voz de Gara lo guiara en cada momento.

—Si abuelo, estoy seguro de salir, ayúdame a rasurarme, no quiero presentarme así delante de ella— tocó sus bellos gruesos y no sería agradable.

Ulises dio una carcajada, —Mi pulso no es el mismo de años atrás, no sería capaz de hacerlo— temeroso de cortar el rostro de su nieto.

Leoncio buscó el hombro de su abuelo, lo toco y le dijo: —Confió en ti, ayúdame, me quiero ver presentable para ella—

Ulises no tenía más opción que ayudar a su nieto, ellos eran el uno para él otro, Leoncio era la luz de la vida del abuelo, cuando se enterde queue había quedado ciego por una fuerte fiebre, busco los mejores médicos del país, pero ninguno se arriesgó a someterlo a una operación, la ciencia no estaba tan avanzada, así que el abuelo a dedicado parte de su fortuna para conseguir una solución a la visión de su nieto.

Se armó de valor y empezó a rasurar el rostro de Leoncio, dejando el trabajo mal echo, además de un par de cortes, —Te dije que no podía hacerlo— aseguro el hombre al ver el rostro maltratado de su nieto.

—No importa, sé que me has dejado bien, solo coloca una par de parchos y vayamos por ella—

El abuelo había hecho un mal trabajo con doble intensión, así que ayudó a que Leoncio se terminara de alistar y justos salieron de la mansión.

Irene desde lejos estaba presenciando todo, enojada, se había enterado del encuentro entre la enfermera y su hijo, Leoncio estaba saliendo, eso solo significa que esa mujer era importante en su corazón.

Ulises lo ayudó a subir en el carro y ambos emprendieron el viaje.

—¿Debería llevarle un detalle?— la inocencia en ese tema era un obstáculo para Leoncio, quería dar lo mejor de él, pero como le era imposible.

—¿Quieres llevarle algo?—

—Si, ¿podría ser un vestido?— dijo Leoncio sin pensarlo bien.

Ulises no pudo evitar frenar de golpe y empezar a reírse muy fuerte, Leoncio se ruborizó sin saber que había hecho mal.

—¿Por qué te burlas?—

—¿Quién te dijo que puedes regalar un vestido para unas disculpas?— Ulises se estaba burlando de él.

Leoncio frunció el ceño, —Mi padre siempre le regaló vestidos a mi madre — dijo el su defensa.

Ulises dejó de reírse y su voz salió enojada —No compares a tu madre con Gara, no hay punto de comparación— A sus ojos Gara era la definición de una mujer trabajadora y luchadora, de esas que estudian y buscan dejar una huella en el mundo, no como su hija que solo busca dejar una raya nueva en la tarjeta de crédito.

Leoncio lo sabía, su abuelo amaba el espíritu de Gara —Lo que tú digas abuelo, recibiré tus consejos, al final del día solo soy un novato— Se colocó sus lentes oscuros y dejó caer sus hombros.

El abuelo sintió que algo no estaba bien —Leoncio ¿Aún no has estado con una mujer?—

Leoncio guardo silencio, no contestó y eso fue suficiente para su abuelo.

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Comments

patry

patry

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2025-08-30

6

patry

patry

califiquen cada capítulo con las 5 estrella ⭐⭐⭐⭐⭐

2025-08-30

1

ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS

ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS

Ya la ciencia está muy avanzada,.que recupere su visión porfis autora

2025-08-31

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