UN SECRETO

Las lágrimas me cegaban, pero no había tiempo. Apenas la barrera cedió, corrimos hacia acá. Serena derrotó a la mayoría de sus enemigos, pero aún no era rival contra tantos magos, y mucho menos en ese estado.

Un mago oscuro lanzó contra mí una ráfaga brutal. Vexa se interpuso y recibió el golpe en mi lugar, quedando malherida. Y entonces lo peor… Serena cayó una luz salió de su cuerpo y entro en la bebé . La mataron frente a mis ojos. Quizá ese fue el vínculo que sentiste romperse, el vacío repentino que te hizo volver.No podía quedarme si encontraban a la bebé también nos matarían así que corrí.

Cuando llegué aquí con la bebé, descubrí otra barrera rodeando la casa. No sé si lo notaste. Te juro que no la levanté yo. Aún me estremece pensar de dónde vino.

Perdóname, amor. Si hubiera sido más fuerte… habría protegido a mi bebé. Y a mi hermana.

Seraphine terminó de hablar con un sollozo ahogado, hundiendo el rostro contra el pecho de su esposo. Él la abrazó con fuerza, como si quisiera sostenerla entera con sus brazos, mientras las lágrimas le corrían por el rostro de ambos el dolor de haber perdido a una hermana y una esposa no se comparaba con nada . Seraphine y Lincoln acariciaban a la bebé, aún dormida, como si temiera que también se desvaneciera en cualquier momento.—No te preocupes, vida mía… perdóname tú a mí, por no estar allí para protegerlas. Tu hermana nos ha dejado un regalo. Haremos lo mejor para que crezca sana, como ella quería —susurró él, con voz quebrada.

Un silencio pesado se extendió entre ambos, roto solo por la respiración tranquila de la niña. Entonces, él preguntó suavemente:

—¿Cómo quieres que se llame?

Seraphine acarició la mejilla de la pequeña y esbozó una débil sonrisa entre lágrimas.

—No lo sé… tal vez Clarisse, como mi abuela.

Desde lo alto de la viga, yo observaba a la pequeña criatura dormida. Su respiración era tranquila, y su cuerpecito apenas se movía bajo la manta. Fue entonces cuando ocurrió algo extraño… algo que me dejó perplejo.

La bebé comenzó a moverse justo en el instante en que su tía pronunció su nombre.Aquella que de ahora en adelante sería su mamá . Como si aquella palabra mágica —Clarisse— hubiera sido aceptada por su alma. Con un leve suspiro abrió sus ojos… y yo quedé petrificado.

Eran ámbar. Ojos de fuego líquido, profundos, brillantes como el atardecer sobre un río.

La niña de ojos ámbar, pensé. Por fin había llegado ella… aquella de la que yo, sería guardián.

Pero lo que me dejó atónito no fue el color de sus ojos, sino lo que hizo después. La niña no miró a su tía, tampoco a su padre. No. Levantó su mirada diminuta hacia mí, hacia la rendija en lo alto, donde mis ojos bicolores espiaban la escena. Me miró… y sonrió.

Mi corazón dio un vuelco. Yo, Salem, que había visto guerras, sangre, nacimientos y muertes, jamás en todos mis años de existencia me había sentido así. Fue como si un vínculo invisible se hubiera tejido entre nosotros en ese instante.

El tiempo pasó, como suele hacerlo, lento y veloz a la vez. La niña crecía día tras día. Su cabello negro como la medianoche caía rebelde sobre su frente, y sus ojos ámbar brillaban con una fuerza que desafiaba a cualquiera que la mirara. Clarisse… cada día se volvía más hermosa, más viva,.

Seraphine solía decir que, con cada amanecer, Clarisse se parecía más a su hermana muerta . Yo veía en sus palabras un matiz de nostalgia, como si mirar a la niña fuera contemplar un fantasma que se negaba a desaparecer.

Recuerdo que siempre andaba rescatando animales como olvidar su sonrisa cuando trajo a casa un tigre blanco bebé

esa vez recuerdo que la madre de pequeño tigre se plantó en la puerta de la casa quería a su hijo de vuelta, también la vez que trajo un zorrito herido, un ave etc. Su mamá estaba cansada, pero se había dado cuenta de que ella se entendía con ellos.

El padre, Lincom —asi se llamaba—, era un mago. Pasaba poco tiempo en casa, siempre ocupado, siempre persiguiendo amenazas invisibles. Los magos oscuros crecían en número y poder, y la tierra entera se estremecía bajo sus sombras. Muchos seres del bosque desaparecían, y otros tantos aparecían heridos en los caminos, pero nunca había pruebas suficientes para culpar a alguien. La oscuridad se extendía como un veneno lento, difícil de atrapar.

Cuando Lincoln volvía, la niña corría hacia él con una sonrisa luminosa y se lanzaba a sus brazos. Yo, desde mi lugar, veía cómo los ojos del mago se encendían por un instante, cómo la carga de sus batallas parecía aligerarse cuando la abrazaba. Seraphine también sonreía, aunque en sus ojos se escondía un dolor que solo yo, desde las sombras, podía advertir.

Algunas noches, la escuchaba llorar en silencio. Su deseo era claro: anhelaba tener un hijo propio.El dolor de haber perdido a su primer bebé aún le pesaba en el alma . Aunque amaba a Clarisse con todo su ser, el vacío de su pérdida nunca se cerraba. Y sin embargo, no por eso dejaba de cuidar, de amar y de proteger a la niña como si fuera suya.

Seraphine era una bruja. Pero no cualquier bruja. Su hermana había sido una de las más poderosas de la Tierra, destinada a ser reina y yo presentía que Clarisse seguiría sus mismos pasos ella era la verdadera reina de las brujas . Por eso Seraphine era estricta con ella, a veces dura, en los entrenamientos. No lo hacía por crueldad, sino porque sabía lo que venía.

Ella entendía algo que yo también comprendía en mi instinto felino: si los magos oscuros llegaban hasta aquí… Clarisse tendría que luchar,y si no lo hacía los magos se la llevarían por su poder o la matarían para que no destronara a la usurpadora , porque si, esa pequeña niña era poderosa .

Y yo, Salem, el gato que ella eligió con la mirada y una sonrisa cuando apenas respiraba en este mundo… juraba en silencio que estaría allí, entre sombras, para cuidar de ella, aunque me costara todas mis vidas.

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