CAPÍTULO 04

María molesta sale de la casa y va al jardín trasero, que era bastante grande casi de una hectárea, donde había un laberinto, un enorme jardín y algunos árboles, tres fuentes; el patio trasero de su casa era realmente hermoso, que tenía una pared de piedras de dos metros y medio. 

Ella corrió al laberinto, se metió hasta quedar en uno de sus pasillos, era tiempo de verano, hacia calor a pesar de que ya era noche; se sentó en el suelo donde se la pasó llorando por la impotencia que sentía, la luz de la luna hacía que la oscuridad no fuera intensa. 

Todo estaba en silencio, solo podía escuchar su respiración y algunos insectos haciendo ruidos, como el grillo y la rana; no supo cuánto tiempo duró ahí, pero sus pies se entumecieron de estar sentada sobre ellos, se quiso parar, pero no pudo, terminó estirándolos, espero un poco para que se desentumecieran. 

Miró al cielo y por un momento se le quedó mirando la luna, eso le dio algo de calma, hasta consuelo sintió, pero en ese momento se asusta al escuchar la voz de un hombre que le pareció conocido al momento que dijo. – Luz, mi amor, no puedes ir a ese lugar, me moriría si algo te llega a pasar; yo no pienso permitirlo, aunque eso signifique irme a la guerra con el rey de reyes.

María quiso reconocer la voz, pero casi habló en susurro, apenas pudo escuchar lo que dijo, se le hizo extraño que mencionara el nombre de su hermana Luz; pero más se sorprendió cuando escuchó la voz de su hermana decir. – Mi amor, no tienes que pensar así, jamás hables de morir, eso no te lo permito y mucho menos en la guerra, eso seria malos para todo el reino.

Tengo que hacerlo, mi familia me necesita y no dejaré que mi hermanita se sacrifique por mí, esa es mi obligación como la mayor; además nuestro amor nunca va a poder ser, jamás lastimaría con nuestro secreto, con nuestro amor a mi hermana María.

Nunca me imaginé que mi hermana estuviera enamorada de ti, no sería justo para ella romperle el corazón; ella nunca debe enterarse de que tú me amas, tienes que hacerla feliz, nunca dejes que derrame una sola lágrima por tu culpa, hazla feliz es lo único que te pido, solo así podre irme tranquila.

No pienses más en mí, por eso decidí irme con esos hombres, prefiero estar a mil kilómetros de ti, para no tener la tentación de traicionar a mi dulce hermanita; perdóname, Carlos, pero prefiero mil veces que mi hermana sea feliz, no importa si eso significa sacrificar nuestro amor. 

Carlos, por favor prométeme que harás todo para que ella sea feliz a tu lado, la ayudarás a ser una buena reina, serás su apoyo y sobre todo tienes que jurarme por mi vida, que me vas a olvidar, que nunca más pensarás en nuestro amor, los vas a enterrar en lo más profundo de tu corazón. 

María tapó su boca al escuchar lo que su hermana decía, realmente nunca se imaginó que ellos estuvieran enamorados y en ese momento entendió por qué siempre iba a visitarlos a su palacio, la razón siempre fue su hermana; eso le dolió, sintió un fuerte dolor en su pecho, sus ojos empezaron a derramar sus lágrimas de la tristeza que estaba sintiendo, por no poder tener el amor del hombre que ella ama, pero lo que era peor era que él amaba a su hermana. 

Quería salir corriendo, también sintió la necesidad de ir a reclamarles, pero sus pies no se querían mover, solo se quedó sentada donde estaba, con sus manos en su boca tapándola para que ellos no la escucharan, pero lo que siguió fue más doloroso para ella. 

Los escuchó darse un beso y no fue lo único; hubo más ruidos extraños que no entendía que eran, su hermana exclamaba un ruido que no sabía si era de dolor o si estaba llorando, la respiración de los dos se escuchaba tan agitados, pero no comprendía por qué era, pensaba que tal vez los dos estaban controlando su llanto. 

Fue mucho el tiempo el que duraron ahí, casi hasta que la luna empezaba a desaparecer del cielo y antes de que el sol saliera, por fin los escuchó despedirse; pudo escuchar un beso, como él le prometía que me haría feliz, que haría lo que ella le había pedido, hasta que pudo escuchar como los dos empezaron a caminar para salir del laberinto. 

María después de unos minutos, se puso de pie y limpió sus lágrimas, le estaba doliendo tanto saber que los dos se amaban de esa manera, pero lo que más le dolía era que se lo ocultaran, que iban a seguir escondiendo su amor, lo sentía como una traición, aunque lo hicieran porque ella fuera feliz. 

Empieza a caminar a la casa, se va directamente a su habitación, no sabía qué hacer con lo que había descubierto, pensó en ir a reclamarle, en confrontarlos, pero no quería pelear con su hermana, sabiendo que se iba a ir con esos hombres y corría el riesgo de no volverla a ver; se tiró en la cama, faltaba una hora para las 6 de la mañana, para que su hermana se fuera y ella no sabía que era lo que tenía que hacer. 

Se quedo pensando en lo que tenia que hacer, en como iba a mirar a Carlos a la cara sabiendo lo que escondía, sabiendo que no la amaba y eso si le estaba doliendo, pero lo que mas le preocupaba era en como iba a ir a despedirse de su hermana, se conocía muy bien y sabia que en el momento que la viera seguro terminaría reclamándole, diciéndole que ya lo sabía.

María se conocía muy bien, era una joven impulsiva, que siempre hablaba con la verdad, que no le gustaban las mentiras, ni las palabras a medias; ella sentía que no iba a poder quedarse callada, que no iba a poder controlarse y terminaría reclamándole, estaba sin saber que hacer, se quedo por un momento sentada en la orilla de la cama, pensando en lo que iba hacer.

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