El bus se detuvo en la terminal central de Ciudad Luz con un leve chirrido de frenos y el murmullo de los pasajeros que empezaban a moverse con desgano. Gia bajó con su mochila al hombro, respirando hondo, intentando asimilar lo que sentía: libertad, sí... pero también un vértigo que le sacudía el pecho como si el suelo pudiera deshacerse bajo sus pies.
Saco las instrucciones que Maleni le había escrito, tomó un taxi como estaba indicado. Con la dirección que estaba escrita en la hoja, con tinta negra y la letra clara de su amiga.
—Calle Olivo, número 221. Departamento 3A —leyó para sí en voz baja.
Durante el trayecto, observó desde la ventana cómo la ciudad se desplegaba ante ella: moderna, vibrante, con un cielo claro y edificios de arquitectura elegante. Un nuevo mundo. Un nuevo inicio.
El taxista la dejó frente a un edificio de fachada blanca, con detalles de madera clara y balcones llenos de plantas. No era lujoso, pero tenía un aire acogedor, casi protector. Como si ese lugar hubiera estado esperándola.
Maleni le había explicado todo: el departamento pertenecía a los hermanos Bianchi, Roció Bianchi era una compañera de trabajo que había conocido en Ciudad Esmeralda. Al enterarse por el pedido de ayuda que le había hecho Maleni, de lo que Gia vivía y de lo que huía, Rocío no dudó ni un segundo en ofrecerle el lugar. Ella vivía en Ciudad Esmeralda y su hermano Vivía viajando por negocios así que el departamento llevaba meses vacío.
📱Tómalo como tu refugio por el tiempo que necesites —le había pasado el mensaje de Rocío a Gia por mensaje, esa noche que Gia iba en el bus, cuando le coloco el chip al teléfono descartable que le había dado Maleni, entro ese mensaje que le dio otro aliento de esperanza.
Gia entro al vestíbulo del edificio, se presentó con el guardia de seguridad y este al corroborar la información le entrego la llave del departamento, la miraba en su mano: una llave de bronce con una cinta roja amarrada al aro. Sentía los latidos de su corazón, sentía como si abriera la puerta a la tranquilidad y libertad.
Gia la sostuvo en la mano, temblorosa. Y pensó “Era real”.
Subió al tercer piso por las escaleras, evitando el ascensor por instinto. Su corazón latía con fuerza, como si temiera que algo la detuviera en cualquier momento. Pero no. Nadie la seguía. Nadie gritaba su nombre.
Llego al departamento, introdujo la llave en la puerta y la giro, al entrar y ver el interior del departamento se quedó sin aliento. Era hermoso, amplio, y lleno de luz. Pisos de madera clara, una sala con ventanales que dejaban entrar el sol de la tarde, paredes blancas con detalles minimalistas. En el aire flotaba un suave aroma a madera antigua y lavanda. Cerró la puerta y se quedó quieta por un instante.
Estaba sola. Estaba a salvo. Estaba libre.
Caminó hacia la gran ventana del salón y corrió la cortina. Desde allí se veía la ciudad extendiéndose como un mapa luminoso. La brisa le acarició el rostro y por primera vez en años... sonrió sin miedo.
—Lo logré... —susurró para sí, apenas audiblemente. Mientras colocaba sus manos en el pecho como si temiera que su corazón saltará del pecho.
Estaba agotada, dejo caer su bolso al lado del sofá se recostó un momento, su cuerpo se rindió al descanso y al sueño.
Pasaron un par de horas cuando el momento de paz se rompió de golpe cuando escuchó una voz masculina pidiéndole que despertara.
Ella abrió los ojos y al ver ese rostro desconocido dio un grito y salto del sofá.
—Cálmate, no te hare daño, solo quiero saber ¿Quién eres… y qué haces en mi departamento?
Gia respiro y trato de mantener el control, enfoco bien la vista vio un hombre alto, de complexión fuerte, cabello oscuro, ojos tan azules como el cielo, lucia un elegante traje negro.
El corazón de Gia se paralizó.
—¡Oh, por Dios! ¡Yo…! ¡Esto es un error! —balbuceó, con los ojos abiertos como platos.
—¿Un error? —repitió él, dando un paso hacia ella con el ceño fruncido—. ¿Cómo entraste aquí?
—Tenía una llave. ¡Me dijeron que estaba vacío! ¡Que los dueños vivían fuera del país!
—¿Quién te dijo eso?
—Maleni. Maleni Romano. Amiga de Rocío… —dijo, la voz temblando, el cuerpo tensándose como si esperara ser atacada.
Él se detuvo. Frunció más el entrecejo. Luego soltó un suspiro y pasó la mano su cabello, aún confundido.
—Maleni… Rocío… —murmuró, recordando de a poco—. Ah… espera… ¿tú eres la amiga que necesitaba un lugar?
Gia asintió, aún sin poder respirar del todo. Su espalda estaba pegada al vidrio de la ventana.
El hombre se quedó en silencio un segundo más… y luego sonrió con incredulidad.
—Vaya forma de conocernos —dijo con tono irónico—. Me llamo Noa. Noa Bianchi. Soy el hermano menor de Rocío… y al parecer, el okupa inesperado de tu refugio.
...Noa Bianchi...
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Comments
Martha Mena Wong
Muy buena historia lo que tantas mujeres sufren
2025-09-10
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