En el corazón del viejo barrio colonial, donde las sombras se alargan al caer la tarde, una mujer de unos 65 años, con un conjunto rojo de alta costura, destacaba. Sus bordados dorados denotaban lujo y sofisticación.
Llevaba gafas de sol grandes, de color rojo, y pendientes llamativos, además de un collar fino; todos estos elementos que reforzaban una imagen poderosa y dominante.
Su expresión era segura, incluso desafiante, con una leve sonrisa que podía interpretarse como astuta o enigmática.
El entorno, con arquitectura clásica y colores cálidos, la envolvía como si fuera la reina de su propio imperio.
Si tuviera que imaginarla como una mujer "perversa", era el tipo que manipulaba con elegancia, que movía hilos desde las sombras.
El tipo de persona que sabía todos los secretos y cómo usarlos. Tenía el porte de alguien con influencia y dinero, acostumbrada a conseguir lo que quería sin pedir permiso.
Ella apareció, como cada jueves, descendiendo los escalones de mármol de su mansión escarlata.
Con sus tacones, como un reloj de sentencia, bajaba con elegancia y determinación.
Llevaba una blusa roja con flores bordadas en oro, como si quisieran aferrarse a su piel. Una falda de color negro, ajustada a su cuerpo. Su cabello plateado, perfectamente esculpido, contrastaba con los labios rojos como veneno bien dosificado.
Las gafas ocultaban sus ojos, pero todos sabían que, tras ellas, observaba, juzgaba y calculaba.
Al salir de la mansión, era observada desde dentro de la panadería. En el barrio, ella era tema de conversación. El cuchicheo constante entre los vecinos, indiscreto, surgía solo al verla salir.
Una de las chismosas del barrio afirmaba:
—Algunos dicen que fue esposa de un embajador, el cual desapareció en circunstancias misteriosas.
La panadera respondió con una sonrisa nerviosa:
—Otros dicen que no fue su primer esposo, ni su última víctima.
Todos le temían; la señora no hablaba mucho, no necesitaba hacerlo. Bastaba con una ceja alzada, con un gesto sutil, y la ciudad se movía a su voluntad.
Controlaba propiedades y muchos secretos.
Había algo en su presencia que hacía temblar a los hombres de negocio y derretir a los políticos.
Su poder era incalculable, según algunas lenguas.
Cuando sonreía, uno no sabía si sentirse halagado o condenado.
Su chófer, pulcro y muy pendiente de su seguridad, siempre estaba preparado. La esperaba como cada jueves, con la puerta abierta del auto.
Al verla, se acercó a ella, ofreciéndole su brazo para ayudarla a bajar el último escalón y conducirla al automóvil.
El portón, de rejas negras con finos encastres de color dorado, daba paso al vehículo. Desde dentro de este, se podía ver la panadería.
Ella observó que dentro de la panadería seguramente era tema de conversación.
Si todas supieran que con solo el gesto de su dedo, podría destruirles la vida, no se atreverían a hablar así de ella.
Era una costumbre que ella se dirigiera a la iglesia.
Su secretaria ya tenía compradas las flores que dejaría en el altar de la virgen.
Todos sabían que en un accidente aéreo, hacía veinte años, el avión donde volaban su hijo y nuera, cayó después de una gran explosión.
Ellos llegarían esa mañana de jueves, después de años de ausencia. Nadie sabía cuál fue el motivo por el que, después de casarse, jamás regresaron.
Al llegar a la iglesia, el chófer bajó del auto con el ramo de rosas. Se dirigió hasta la puerta, ayudando a la mujer a bajar.
Una vez que ella acomodaba su falda, tomó su bolso y le fue entregado el ramo de rosas.
Con una seña de mano, le dio a entender al chófer que debía esperarla.
Con la elegancia que la caracteriza, subió los cinco escalones y entró a la majestuosa iglesia. En la pila de agua bendita, mojó sus dedos, haciendo la señal de la cruz.
Caminó unos pasos, se arrodilló agarrándose de uno de los bancos. Una vez erguida, caminó por el largo pasillo que la llevaba a un lado del altar.
Ahí se encontraba la Virgen Milagrosa; besó sus pies, dejando el ramo de rosas en un jarrón de oro que ella donó, en honor a su hijo.
Se quedó unos instantes, rezando por él.
Mientras ella rezaba, se había dado cuenta de que en el segundo banco se encontraba quien debía entregarle una valiosa información.
Para no levantar sospechas, siguió unos segundos más y se sentó justo delante del hombre.
A los segundos, este hombre se arrodilló y con mucho disimulo le entregó un pendrive.
Este se persignó y desapareció como había aparecido.
Ella se levantó del asiento y, tomando otra vez el respaldo del banco, se puso de cuclillas, haciendo la señal de la cruz, y se retiró.
El chófer, al observar que salía, se acercó, ofreciéndole su brazo, repitiendo la misma situación que cuando la ayudó en la casa.
Ella, al entrar al auto, con una sonrisa sutil que esbozó, pidió ser llevada a su domicilio.
Ahora solo tocaba esperar y ver el contenido.
Sabía que muy pronto tendría noticias, las cuales esperaba con ansias.
Al llegar a la mansión, se dirigió a su habitación,
donde dejó su cartera, tomando de esta el pendrive.
Bajó de su habitación y se dirigió al despacho.
Encendió la computadora e insertó en ella el dispositivo. Abrió la carpeta, poniendo una clave porque, al estar encriptado, no podría descifrar su contenido.
Absorta leyendo el contenido, escuchó golpes en la puerta.
—Un momento, por favor.
Cerró la computadora y ordenó que pasaran.
Al abrirse la puerta, era la mucama, anunciando que la cena estaba lista.
Con frialdad, pidió que se retirara y que avisara que en unos segundos iría.
Una vez que la muchacha se retiró, tomó el pendrive y corrió un cuadro donde detrás había una caja fuerte. Abrió esta, puso en resguardo el aparato. La cerró, poniendo el cuadro con mucho cuidado.
Miró a su alrededor y se retiró satisfecha.
Se dirigió al comedor, y mientras le servían, pidió que le trajeran una de las mejores botellas de la cava.
Sería una ocasión especial y, como tal, debía prepararse. No dejaría pasar esta oportunidad.
Según lo informado, era a quien había estado esperando hacía años.
Aunque sabía que ponía mucho en riesgo,
el candidato era lo que faltaba.
Sería todo un reto.
¿Y quién en su sano juicio la rechazaría?
Continuará...
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Comments
.•°¤*(¯`★´¯)*¤° Luthien °¤*(¯´
la gente inventa cada cosa, 😔😔😔 pero aveces no sabe la realidad ni la historia real
2025-10-04
5
·.¸¸.·♩♪♫ 𝕰𝖗𝖓𝖊𝖘𝖙𝖎𝖓𝖆
Se ve que es una mujer que nadie sabe de su vida y las chusma solo ven que ella se vale sola. Hasta la creen peligrosa
2025-10-05
0
⛓️ David 🐾 Hernán🎸🎙️😭
Mucho misterio, me hizo perderme en la historia. buen inicio /Good//Good/
2025-10-02
1