El Primer Secreto

El día siguiente amaneció con olor a café recién hecho y tostadas. La casa tenía ese silencio suave de las mañanas lentas, cuando nadie tiene prisa y todo parece flotar un poco más despacio. Bajé en pijama, con el cabello aún alborotado, y me encontré a Noah en la cocina, cantando bajito una canción que no reconocí mientras intentaba no quemar los huevos

—Buenos días dormilona —dijo sin mirarme, como si supiera que estaba ahí desde antes de que bajara el último escalón

—Buenos días chef de medio tiempo

—Ingrata esta obra maestra es cortesía de tus quemaduras solares favoritas

Sonreí, sentándome en una de las sillas altas del mesón. La luz entraba cálida por la ventana, y por un segundo pensé que todo era demasiado perfecto. Como si la realidad se hubiera puesto en pausa para dejarme respirar

Entonces lo vi. Liam, en el patio, con el pelo aún húmedo y una camiseta blanca que no ayudaba a mi paz mental. Estaba colgando unas toallas en el tendedero, distraído, como si fuera lo más natural del mundo. Como si anoche no hubiera pasado nada. Como si no hubiera dicho que le costaba no mirarme. Y sin embargo cuando levantó la vista y me vio, sonrió. Como si supiera exactamente en qué estaba pensando. Me levanté con la excusa de ayudar a Noah, aunque lo único que hice fue darle vueltas a una cuchara sin sentido. No podía evitar sentir que cada gesto entre nosotros —cada cruce de miradas, cada pausa al hablar— ahora tenía un doble fondo. Algo invisible pero intenso

Después del desayuno, todos nos dispersamos. Mi hermano se encerró a jugar videojuegos, Noah dijo que saldría a ver a su abuela, y Liam bueno, Liam y yo terminamos doblando las toallas juntos en la sala

—Gracias por la botella de agua que me dejaste en la playa mientras dormia —dije sin mirarlo

—No tienes pruebas —respondió pero su sonrisa lo delató

Nos sentamos en el suelo, espalda contra el sofá, las toallas hechas un desastre entre nosotros

—Dormiste bien —preguntó él

—Sí. Y soñé con un mapache que usaba chanclas. No sé si culparte a ti o al calor

Él rió esa risa suya que parecía hecha para calmar huracanes

—Tú dormiste bien

—Más de lo que debería —dijo y me miró—. Creo que fue por cómo terminó la noche.

Me atreví a sostenerle la mirada esta vez

—A mí también me gustó

El silencio volvió, pero no era incómodo. Era ese tipo de silencio que aparece cuando ya no hacen falta tantas palabras, cuando todo lo importante ya se está diciendo sin hablar

—Vamos a fingir que nada está cambiando —preguntó de pronto, bajito, como si no quisiera que las paredes lo escucharan

Me tomó por sorpresa. Quise decir muchas cosas, pero solo me salió una:

—No estoy fingiendo. Solo estoy esperando. Porque aún no sé a dónde nos lleva esto

Él asintió como si eso bastara. Como si por ahora, estuviera bien así

—Entonces esperemos. Pero no dejes de mirarme diferente —dijo, dejando una toalla doblada sobre mis piernas—. Me gusta. Y se fue. Como si no acabara de desordenarme todo el día. Me quedé ahí, en el suelo, mirando las toallas como si de pronto tuvieran todas las respuestas. Liam acababa de irse al pasillo, como si no acabara de lanzarme esa bomba en voz baja. No dejes de mirarme diferente. Cómo se suponía que una volvía a respirar normal después de algo así

El resto de la mañana fue tranquila. O al menos lo intenté. Me puse a ordenar mi cuarto, a reorganizar una estantería que no necesitaba ser reorganizada. Pero ni así. Cada canción que sonaba en mi celular me recordaba algo de ayer, o de él, o de nosotros. Después del almuerzo, la casa empezó a llenarse de voces otra vez. Mi hermano apareció de la nada con una idea brillante

—Vamos a salir esta tarde. podemos ir a caminar al viejo faro. Noah dijo que hay un lugar cerca para ver el atardecer

—Todos vamos —pregunté como quien no quiere

—Sí todos —respondió él, y sin saber por qué, sentí mariposas

Horas más tarde, estábamos subiendo por un sendero lleno de piedras y hojas secas. Noah y mi hermano iban más adelante, hablando sobre una película que querían ver. Yo iba con Liam. A unos pasos detrás. El sol comenzaba a caer despacio, tiñendo todo de oro. Cuando llegamos al punto más alto, el mar se extendía como una sábana infinita y tranquila. Era el tipo de vista que no se podía guardar con una cámara

—No entiendo cómo no venimos aquí más seguido —dijo Noah, con los brazos cruzados mientras miraba el horizonte

—Es porque nunca terminamos de buscar lugares nuevos —respondí sin pensar

Liam estaba a mi lado, otra vez en silencio. Pero ahora ese silencio estaba lleno de todo lo que no podíamos decir con los demás cerca. Sentí que su brazo se rozaba con el mío, igual que en el carro la noche anterior. Lo miré. Y él me miró. Solo un segundo. Pero bastó. Nos quedamos un poco atrás cuando los otros empezaron a bajar. No fue planeado. Solo pasó

—Y si algún día quiero que sea en voz alta—susurró Liam como si retomara la conversación de anoche

—Ya llegó ese día —pregunté bajito

—No. Pero se está acercando

No supe qué contestar. Solo asentí. No necesitábamos correr. No todavía. El viento olía a sal, y el cielo ardía en colores. Me hubiera gustado quedarme ahí para siempre

—Por ahora te alcanzo abajo —dije, señalando el sendero. Necesitaba respirar

Liam me miró por un segundo más y luego empezó a bajar

Cuando estuve sola, dejé caer los hombros, como si llevara algo encima todo el día. Me senté en una piedra y miré el mar. Me sentía viva. Enredada. Inquieta. Y feliz. Era la primera vez que reconocía todo eso junto. Decidi bajar junto a los chicos nuevamente , quienes ya me estaban esperando en el estacionamiento , el cielo ya era un lienzo de tonos morados. El aire se habia vuelto mas fresco y el cansancio del dia empezaba a sentirse en las piernas . nos subimos al carro rapidamente riendo por una historia de noah que ya habia contado antes pero que por alguna razon siempre hacia reir a mi hermano como si fuera nueva y eso me daba vida

Cuando regresamos a casa me metí rápido a mi cuarto. Quería estar sola un rato, ordenar todo lo que sentía antes de que alguien me sacara a rastras para otra aventura improvisada. Abrí el clóset sin saber muy bien qué buscaba. Algo cómodo pero no demasiado. Algo que no dijera me arreglé por ti, pero tampoco me puse lo primero que encontré. Después de unos minutos de indecisión, me decidí por unos pantalones cortos color crema sueltos y una blusa sin mangas color verde oliva que me dejaba los hombros al descubierto. Ligera. Como el aire de esa tarde

Me miré al espejo. El cabello aún un opaco por el agua salada del día anterior , la piel dorada por el sol. Me veía distinta. Pero no por la ropa. Por otra cosa. Algo que brillaba desde adentro

Liam

Desde la cocina la escuché reír. Esa risa suave que solo soltaba cuando se sentía cómoda. No era la risa que usaba en público ni la de las bromas fuertes. Era la otra. La real. La que me gustaba más. Cuando bajó la vi cruzar el pasillo y no pude dejar de mirarla. La blusa dejaba ver sus hombros y juro que por un momento se me olvidó lo que estaba diciendo. Noah tuvo que darme un codazo para que reaccionara

—Qué te pasa, langosta —me dijo en voz baja, con una sonrisa sabiendo más de lo que debería No le respondí. No podía

Sarah se sentó cerca de la ventana. La luz del atardecer entraba justo detrás de ella y todo en mi cabeza se redujo a eso ella riendo con los ojos cerrados el cabello desordenado la luz acariciándole la cara. Había algo en ella que me jalaba como si fuera imposible mirar a otro lado

Sarah

La tarde fue extrañamente tranquila. Jugamos cartas vimos media película sin terminarla y luego todos salimos al patio con mantas y bebidas frías cuando el cielo empezó a oscurecer

Me senté en una esquina con los pies en alto, y Liam se acomodó cerca, pero no tanto. La tensión era distinta ahora. Más pesada. Más dulce. Como si los dos supiéramos que algo había cambiado. Noah propuso jugar a Verdad o reto c omo si tuviéramos doce años. Y por alguna razón, todos dijimos que sí

Cuando le tocó a Liam lo miré sin querer. Y fue justo en ese momento que dijo

—Verdad

—Te gusta alguien —preguntó mi hermano con una risa tonta

Liam dudó. Por primera vez lo vi dudar de verdad. Pero luego sonrió como si no pasara nada

—Tal vez

Hubo silbidos y burlas pero nadie insistió. Y yo solo traté de respirar

Liam

Dije tal vez porque no podía decir lo otro. Porque la tenía a dos metros y el hermano al lado. Porque no era el momento, pero era imposible no sentirlo. Vi cómo bajaba la mirada como si supiera. Como si sintiera lo mismo. Y eso me bastó

Sarah

Más tarde todos comenzaron a entrar poco a poco. Yo fui la última, como siempre. Me gustaba quedarme un poco más viendo el cielo. Cuando por fin apagué las luces del pasillo y subí a mi cuarto, algo me hizo detenerme. Mi celular vibró. Era un mensaje. De Liam

Liam: Ven a la cocina. Solo un minuto. Tengo algo que darte

Bajé con el corazón latiendo raro. En silencio. Él estaba ahí con algo detrás de la espalda

— Qué haces —susurré sonriendo

—Me encontré esto en la playa y olvidé dártelo antes —dijo, y sacó una pequeña concha blanca. Perfecta. Lisa casi brillante bajo la luz cálida de la cocina

— Para mí

—Sí. No sé. Me hizo pensar en ti

Lo miré. Algo en su expresión había cambiado. No era una broma. No era una excusa. Era de verdad

Tomé la concha y por instinto nuestras manos se tocaron. Esta vez no fue un roce. Fue un contacto firme suave sostenido. Me quedé mirándolo y él me miró también con esa expresión que últimamente me dejaba sin aire. Como si ya no supiera cómo disimular lo que sentía

—Sarah —susurró

No contesté no podía el corazón me latía tan fuerte que me costaba incluso respirar. Y entonces simplemente pasó. Sin planearlo. Sin pensarlo. Sus labios rozaron los míos con una suavidad que parecía miedo. Miedo de que fuera un error. Miedo de que no lo fuera. Yo respondí. Porque no había nada más que quisiera hacer en ese momento. Fue un beso corto. Cálido. El tipo de beso que se guarda en la memoria como un secreto perfecto. Nos separamos apenas un segundo antes de que se escucharan pasos en el segundo piso

Saltamos hacia lados opuestos como si nos hubieran lanzado agua fría. Guardé la concha rápido en el bolsillo de mi pantalón justo cuando se encendió una luz en el pasillo. Era mi hermano

—No han apagado todavía—preguntó desde arriba, adormilado

Liam fue directo al refrigerador como si nada

—Solo yo. Tenía sed —dijo sacando una botella de agua

—Pues apaga cuando subas —respondió mi hermano antes de volver a meterse a su cuarto

Cuando se cerró la puerta, nos miramos otra vez. Liam sonrió de lado ese gesto suyo que me desarma

—Casi nos pillan —susurró

—Pero no lo hizo —contesté apenas en un hilo de voz

Él se acercó una vez más y con la yema de los dedos, tocó el borde de mi bolsillo

—Guárdala bien —dijo

—Lo haré

—Buenas noches tortuga

—Buenas noches langosta

Me fui con las mejillas calientes y los labios aún temblando. Sabía que ese beso lo cambiaba todo aunque no dijéramos nada. Aunque todavía fuéramos un secreto

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play