VALERIA.
La casa del profesor es más modesta de lo que imaginaba.
Esperaba una fachada elegante, tal vez fría y pretenciosa, como él. Pero no.
Lo que tengo frente a mí es una estructura simple, discreta. Demasiado discreta.
Dejo el auto a una distancia prudente, apagando el motor con suavidad. No quiero llamar la atención. No todavía.
Bajo sin apuro, pero con la sangre hirviendo. Cada paso que doy es una mezcla peligrosa de rabia y curiosidad.
¿Qué clase de hombre se esconde detrás de una fachada tan sobria?
¿Un monstruo con modales? ¿Un cobarde bien educado?
¿O simplemente alguien con muchas capas que esconder?
Me acerco por el costado, lo suficiente como para observar sin ser vista.
Las ventanas están cerradas, las cortinas corridas. Ni un solo ruido dentro.
El jardín delantero está bien cuidado, pero no tiene alma.
Como si alguien lo mantuviera por obligación, no por gusto.
Camino un poco más, mi mirada repasando cada detalle.
No hay cámaras. Ni sensores. No es un paranoico.O tal vez lo es, pero sabe ocultarlo mejor que cualquiera.
Aprieto los puños al recordar el rostro de Eros, tan lleno de rabia e impotencia.
Este lugar… no me da respuestas. Pero tampoco me aleja.
Al contrario. Ahora quiero saberlo todo. Porque algo no cuadra, y yo soy muy buena en descubrir cosas que no cuadran.
Sin que pueda reaccionar, siento algo duro presionarse contra la parte trasera de mi cabeza.
Frío.
Metálico.
Un cañón.
La voz llega segundos después, grave, imponente, como un eco que no admite errores:
—Ni se te ocurra moverte.
Sonrío.No por valentía, por instinto.
—Dame una buena razón para no volarte la cabeza en este momento —escupe el desconocido, tan cerca que casi siento su respiración detrás de mi oreja.
No tiemblo.No me inmuto.
No tengo tiempo para jugar a la víctima.
—Pues... arruinarías tu maldita fachada con mis putos sesos —respondo, con el mismo tono que usaría si me preguntara qué hora es.
Silencio.
Uno pesado.
Uno que podría durar siglos.
—¿Quién eres? —dice finalmente pero yo mantengo el silencio— Te hice una pregunta ¿Quién carajos eres y que haces en mi casa? —repite él con la pistola aún firme contra mi cabeza.
—Mi identidad no debería tener ninguna relevancia —respondo sin pestañear—. A menos que tengas planeado matarme, claro está.
Giro lentamente.
Desafiando.
Provocando.
No con valentía, sino con desprecio. Como una bestia vieja que ya ha probado la muerte y no le teme.
Y entonces lo veo.Y algo dentro de mí… se revuelve.
Los ojos oscuros, fríos y profundos.
Como pozos llenos de algo que no sé si es dolor o furia.
Una punzada se clava justo debajo de mis costillas, inesperada, amarga.
No sé por qué.
No me gusta.
El rostro de él es más atractivo de lo que lo que imaginé. Y esa cicatriz… Una línea mal cerrada desde el lóbulo hasta la mandíbula.Lo oculta mal con esa barba rala, como si no pudiera decidir si quiere que la vean o no.
Y aún así, no dejo de mirarlo. No por miedo.Ni por sorpresa.Es algo más.
Es Dolor. Rabia ajena...Vieja.
Como si lo conociera.Como si su existencia me gritara un recuerdo que no logro atrapar del todo.
Y por primera vez en mucho tiempo, no sé qué hacer con lo que siento.
Él también me mira, con la misma intensidad, como si intentara arrancarme la verdad directamente del pecho.
—Eso deberia preguntarte ¿Quién mierda eres, "profesor"? —replico yo ahora, con la voz un poco más baja, pero igual de firme dejando entrever mi sarcasmo.
Porque hay algo en ese hombre... algo que no me convence.Sonrie de lado con cinismo y entonces se me acerca. Demasiado.
Pone el arma en mi mejilla, firme, metálica, y puedo sentir el frío del cañón mezclarse con el calor de su aliento. Me habla casi en un susurro, tan cerca que podría contarle las pestañas si quisiera.
—¿Acaso no sabes que es delito irrumpir en el terreno de alguien sin su autorización? Tendría todo el derecho de dispararte en este instante alegando defensa propia.
Mi cuerpo se estremece.
No por miedo.Por algo peor.
Por algo que no entiendo.
Algo que no quiero sentir.
La luna lo ilumina lo justo. Levemente. Lo suficiente para que pueda ver su rostro con más claridad. Y entonces me golpea.
Esa sensación. Esa mierda interna.Las tripas se me tuercen.La atracción se me mete bajo la piel y algo que no he sentido en años despierta como un animal salvaje que ha estado dormido demasiado tiempo.
Excitación...Deseo, Puro y crudo.
Tan bestial y primitivo que me obliga a cerrar las piernas, tensa, como si así pudiera contenerlo.
Él lo nota.
Vuelve a sonreir de lado. Maldito.
Como si sintiera lo mismo. Como si esa conexión extraña, jodida y brutal estuviera latiendo también en él.
Respiro hondo. Me obligo a mantenerme entera. A recordarme quién soy.
—No hay ningún lugar prohibido para mí y tus malditas amenazas me valen mierda, imbécil —le digo, imponente, sin una pizca de arrepentimiento.
Él ríe.
Y esa risa…No es la misma voz. No es el mismo tono. Pero es masculina.Y eso basta.
Mi corazón se estruja.El recuerdo de Santori me golpea con fuerza haciendo sangrar nuevamente la herida …
Esa risa me lo trae como un recuerdo doloroso. Me quema. Me hiere. Me llena de ira.
Lo miro con furia.
—No vuelvas a meterte con mi hijo —le escupo—. Eros es un gran muchacho. El mejor en su clase. Si te atreves a lastimarlo, volveré a esta casa. Y te juro hijo de puta, que no será para conversar.
Él sonríe, maldito bastardo. Como si mi amenaza le hiciera gracia.
Y antes de que pueda apartarme… me besa la mejilla.
Un roce seco. Ardiente. Demasiado íntimo.
Luego, sin apartarse del todo, me susurra al oído:
—Vuelve cuando quieras, cariño. Estaré esperándote con ansias.
Me alejo de un tirón.
Las lágrimas me queman los ojos, pero no las dejo caer.
No por él, no por esto.Es por mí.
Porque me siento culpable.
Por sentir algo, aunque sea leve, por ese hombre.
Mi vida, mi alma y mi cuerpo… le pertenecen a Lucas Santori.
Y aunque esté muerto, aunque jamás vuelva a verlo, siempre será así.
Yo aún lo amo.Y no habrá espacio para nadie más. Nunca.
Esto que siento es una traición, una grieta.Un accidente químico que no significa nada.
Debe ser eso.
Falta de sexo, joder.
Nadie me ha tocado desde que él murió.Nadie ha vuelto a poner un solo dedo sobre mí. Ni lo permití. Ni quise. Ni pude.
Solo yo, en silencio, en la oscuridad.Pensando en él. Tocándome con su nombre temblando en mi garganta.
Porque Lucas... aún vive, en mi memoria, en mi carne y este maldito Marconni no es más que un error del sistema.
Camino rápidamente y me subo al auto y apretando el volante con fuerza.
Mis nudillos se tornan blancos, mis labios apretados, mi respiración agitada.
Ese hombre… ese maldito hombre…
No pienso. Solo acelero.
Como si pudiera dejar atrás esta mierda. Como si pudiera arrancarme esta sensación con la velocidad.
Pero no.
No se va.
No se apaga.
Y cuando me doy cuenta, estoy yendo al único lugar que todavía me da paz.
El único lugar donde puedo soltar todo sin que nadie me mire. Sin que nadie me juzgue.
Soborno al vigilante. Es fácil.Nada que unos billetes y una mirada de hielo no consigan.
No me importa la hora, ni el lugar, ni si estoy rompiendo una docena de reglas.
Camino hasta su tumba con pasos firmes, pero el alma rota.
Y cuando llego frente a su nombre tallado en piedra… Me quiebro.
—Te extraño, Lucas… —susurro con la voz hecha cenizas—. Joder, te extraño tanto…
Las lágrimas me arden, no por débiles, sino por contenidas.
Me arrodillo frente a la lápida como si fuera un altar, como si me postrara ante el único dios que alguna vez tuvo sentido para mí.
Y entonces… como siempre el dolor se transforma en rabia.
La puta furia que me envenena el alma.
—¿Por qué me dejaste sola, maldito? —le grito, golpeando el mármol con la palma abierta—. ¿Por qué, carajo? ¡No me diste opción, Santori! ¡No me diste ni una puta oportunidad!
Mis dedos tiemblan. Mis labios también.
—Yo era capaz de matar por ti… lo sabes. Y tambien...¡Habría muerto por ti! Pero tú decidiste por los dos. Me borraste. Me dejaste atrás. Como si no importara, como si yo no mereciera ir contigo…Hijo de puta...
Bajo la cabeza, jadeando, entre gemidos que se pierden en la soledad del cementerio.
La tierra no responde.
Ni el viento.
Ni él.
—Te llevaste todo, Santori...Te llevaste mi paz… mi risa… mi cuerpo…me dejaste sin nada... me dejaste sin ti—mi voz vuelve a quebrarse—. Y ahora no soy más que un fantasma que respira por inercia.
Pongo una mano sobre la lápida, esta vez con ternura.
—No entiendes que no hay nadie más. Nunca lo hubo. Nunca lo habrá. Y hoy…—cierro los ojos con fuerza—. Hoy me sentí una traidora, porque un desconocido me hizo sentir algo que no era tuyo. Y eso me duele más que cualquier bala. Porque quería que fueras tu, porque te amo y te amaré hasta que estos malditos pulmones dejen de funcionar.
Me quedo ahí.
En silencio.
Sintiendo la piedra fría bajo mi mano y el hueco caliente en mi pecho.
No sé cuánto tiempo pasa.
Pero sé que mañana seguiré respirando.
Por Eros.
Por todo lo que queda.
Aunque por dentro… ya no quede nada.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 30 Episodes
Comments
Alejandra 🩷
es Lucas por eso el no tiene pasado por qué empezó una nueva identidad, para estar cerca de ellos ! a lo mejor perdió la conciencia por el disparo en la cabeza ! y por eso no se encontró su cuerpo más que la tumba !
2025-06-03
1
🤎 Lisseth 🤎
Será que el profesor puede ser santori a lo mejor le cambiaron la cara por eso Valeria siente esa atracción hacia él ese deseo que solo lucas la hacía sentir 🧐🧐🧐🧐
2025-06-03
1
Nancy RoMo
necesito mas capitulos, esta buenisima, tengo la esperanza q sea santory 🥹
2025-06-03
1