En Vorlon, el emperador Cristian estaba más que furioso. La ira le consumía desde hacía semanas, alimentada por una frustración que no lograba comprender. Él mismo había masacrado a toda la familia imperial de Ungalos, orquestando una brutal y despiadada campaña para tomar posesión de las legendarias minas de maná. Era un recurso tan poderoso como escaso, y dominarlo habría significado la consolidación absoluta de su imperio. Sin embargo, para su sorpresa y creciente desesperación, las minas seguían selladas.
Cada día que pasaba sin poder acceder al maná, su rabia aumentaba. Cristian estaba seguro de haber eliminado hasta el último descendiente de la familia real de Ungalos. Aun así, los sellos mágicos que protegían las minas seguían intactos, como si alguna voluntad superior se negara a permitirle acceder a ese poder. Incapaz de encontrar una solución entre sus propios magos —todos inferiores, cobardes y mediocres, según él—, decidió tomar una medida desesperada.
Vestido con su túnica imperial, acompañado solo por dos guardias, marchó hacia la torre mágica. Iba a hablar directamente con el mago supremo. Si alguien podía resolver su problema, era él.
Sin embargo, cuando Malik —el mago supremo— se enteró de que el emperador lo estaba buscando, no tardó en tomar precauciones. Ordenó que Marion fuera trasladada a un nivel oculto de la torre, uno al que ni siquiera los magos regulares podían acceder. Solo entonces se presentó ante el soberano.
El mago ingresó a la gran sala donde Cristian esperaba desde hacía más de media hora. Su andar era sereno, su rostro sereno, pero en sus ojos brillaba una chispa peligrosa.
—Majestad —saludó con una reverencia apenas inclinada.
Cristian lo miró con el ceño fruncido y respondió con tono molesto:
—¿Qué clase de falta de respeto es esta? ¡Llevo mucho esperando que me atiendas!
Malik se encogió de hombros con indiferencia.
—Si le molesta esperar, la próxima vez puede enviarme una carta con anticipación. Así estaré disponible a su llegada.
El mago se sentó tranquilamente en medio de la sala, desafiando la autoridad del emperador con una calma arrogante. Por un momento, Cristian se sintió intimidado, aunque no lo dejó notar.
—Vengo a proponerte un negocio —dijo el emperador, cruzando los brazos.
—¿Negocio? Le escucho.
—Como sabrás, me he apoderado de Ungalos. En ese imperio hay una grieta de piedra de maná, un acceso único a una fuente antigua. El problema es que está sellada. Mis magos no han podido romper el bloqueo. Si tú me ayudas a abrir la entrada, te daré el diez por ciento de lo adquirido.
Malik dejó escapar una risa baja y burlona.
—La torre no interfiere en los asuntos privados de los emperadores.
—Esto no es un asunto privado. Es un negocio —insistió Cristian, con un deje de impaciencia.
—Sería un negocio si yo me quedara con el sesenta por ciento y usted con el cuarenta —replicó Malik, entrecerrando los ojos—. Después de todo, yo haría todo el trabajo y usted solo miraría. Además, si el sello es tan fuerte, solo puede significar dos cosas: o fue sellado por un pacto de sangre o por un espíritu protector. En ambos casos, romperlo me debilitaría seriamente. Solo lo haría por una recompensa acorde, y diez por ciento no lo es.
Cristian se levantó bruscamente.
—¿Estás loco? Me habían dicho que eras razonable en los negocios, pero esto...
—Entonces siga intentando con sus propios magos —interrumpió Malik con desdén—. Como verá, no necesito lo que me ofrece.
—¿Sabes quién soy y lo que puedo hacerte a ti y a tu torre?
En ese instante, el aire pareció desaparecer de la sala. Cristian comenzó a jadear, llevándose una mano al cuello. Malik, sin moverse de su asiento, lo observó con una sonrisa helada.
—No, majestad. Quien vino a amenazarme sin saber con quién trata es usted. Será mejor que se marche y no intente nada contra la torre ni contra mis magos. Porque si me entero de que ha movido un solo dedo contra ellos, no tendré piedad. Acabaré con usted... y con toda su estirpe. ¿Ha quedado claro?
Los ojos de Malik brillaban con un fulgor psicópata, su rostro desprovisto de cualquier humanidad. El emperador, tembloroso, asintió con dificultad. Solo entonces el mago le permitió respirar con normalidad.
Al recuperar el aliento, Cristian dio unos pasos hacia atrás. Malik, con una sonrisa ahora casi dulce, agregó:
—Qué bueno que nos entendamos, majestad. Ahora puede irse. Vuelva cuando quiera... con una mejor oferta.
Sin decir una palabra más, el emperador salió apresurado de la torre. En cuanto la puerta se cerró, la sonrisa de Malik desapareció. Caminó hacia la ventana y murmuró:
—Odio a los abusivos... ¿Diez por ciento? Ja.
***
Diez años después…
En el campo de entrenamiento de la torre, una joven de cabellos negro como como la noche y ojos rojos como el rubí se movía con agilidad sobrehumana. Su nombre era Lara, y era un torbellino imparable en combate. Siete magos intentaban enfrentarla al mismo tiempo, pero ninguno lograba ni tocarla.
Desde la ventana de su oficina, Malik la observaba con orgullo. Había crecido. Había sobrevivido. Y estaba lista.
—Ve a buscarla, dile que venga a verme —ordenó al discípulo que lo asistía.
—De acuerdo, maestro —respondió Lion, quien salió inmediatamente.
En el campo, Lara reía mientras apuntaba su espada de entrenamiento a uno de los magos que yacía en el suelo.
—¿Alguien más quiere probar suerte?
—Lara… —llamó Lion, acercándose con cautela.
—¿Lion? ¿Vienes por otra paliza?
—¿Qué? No, vine a buscarte. El maestro quiere hablar contigo. Además nunca me has ganado.
—¿Cuándo te he ganado? ¿Quieres que te lo recuerde?
—Cállate y sígueme —dijo él, medio sonrojado.
Lara soltó una carcajada y le dio una palmada en el hombro antes de seguirlo.
—Está bien, solo bromeaba.
Al llegar a la oficina, Malik levantó la mirada.
—Retírate, Lion. Hablaré solo con ella.
El joven salió, desconcertado. Lara se sentó con gesto relajado, aunque su instinto le decía que algo no estaba bien.
—¿Qué sucede? ¿Por qué tan serio?
—Es momento de que te vayas —dijo Malik sin rodeos.
Lara dejó de sonreír. Hubo un largo silencio.
—¿Por qué?
—¿Ya olvidaste nuestro trato? Te protegería hasta que dejaras de estar en peligro. Ese momento ha llegado. Te he entrenado, te he enseñado a defenderte. Ahora tienes algo que hacer. Es momento de que tomes el lugar que te corresponde.
Lara bajó la mirada, y en sus ojos apareció la sombra de otra alma. La promesa que le había hecho a la verdadera dueña de ese cuerpo aún vivía en su corazón.
—Tienes razón —dijo en voz baja—. Olvidé por un momento mi promesa.
—¿Tomarás venganza por lo que pasó con tu familia?
—Eso haré. Gracias por...
Malik se acercó a ella, puso una mano en su mejilla y dijo con voz suave:
—La torre no puede interferir en los asuntos de los emperadores... pero tú no eres un asunto. Eres mi amiga. Si me pides ayuda, iré por ti hasta el fin del mundo.
Lara sonrió con tristeza, apoyó su mano sobre la de él y murmuró:
—Jamás te pediría algo así. Ya te debo demasiado. Es más importante que sigas cuidando de todos ellos.
Iba a soltar su mano, pero Malik la sostuvo con firmeza. Sus ojos se encontraron. Él preguntó:
—¿Si pruebo tus labios, te enojarás?
Lara lo miró en silencio y respondió:
—No lo sé. Primero deberías probarlos.
Malik no dudó. La besó con suavidad, pero con una profundidad que hablaba de todo lo no dicho entre ellos. Cuando se separaron, ella acarició su rostro con ternura.
—Recogeré mis cosas y me iré. No soy capaz de despedirme... así que hazlo por mí.
Se levantó y salió sin mirar atrás.
Malik la siguió con la mirada, sin decir palabra. Una vez que la puerta se cerró, murmuró:
—Buena suerte… princesa de Ungalos.
Luego se volvió hacia su escritorio, con el corazón apretado, y volvió al trabajo. Pero sabía que nada volvería a ser igual.
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Updated 26 Episodes
Comments
Arely Castañeda
quede
/Applaud/
2025-05-23
2
Yoba OG
se enamoraron 😍❤️
2025-05-22
3