CAPITULO 2

CAPITULO 2.

Salí de la comisaría con la vergüenza cubriéndome como un abrigo maldito. El escándalo había crecido rápidamente como fuego: los periódicos amarillos llenaban sus portadas con frases como “La esposa celosa que trató de deshacerse de su rival embarazada” o “Desenlace lamentable por celos: empresaria detenida”. Mi nombre, que antes evocaba admiración en los grupos sociales y de negocios, ahora era motivo de burla y desdén.

El trayecto hacia la mansión se sintió interminable. Mis padres, a mi lado, mantenían un silencio pesado, casi insoportable. Podía sentir su desilusión atravesándome el pecho como si fueran cuchillos invisibles. Deseaba gritar que era inocente, que todo había sido un malentendido… pero no podía. Las palabras se atoraban en mi garganta, ahogadas por la vergüenza y el sufrimiento.

Al llegar, una sensación de inquietud me recorrió como un escalofrío. Algo en la mansión se había modificado. Se sentía. . . extraña. El jardín, que antes era mi refugio, parecía estar en decadencia. La puerta estaba completamente abierta, las luces encendidas, y el personal evitaba cruzar miradas conmigo. Todo indicaba que ya no tenía cabida allí.

Entré con la cabeza erguida, esforzándome por no desmoronarme. Solo anhelaba recoger mis cosas y marcharme antes de perder el poco orgullo que me quedaba, pero Dreiner no lo permitiría.

Me estaba esperando en la sala principal, sentado en su sillón predilecto como un rey cruel en su trono. Al lado, Paloma, pálida y frágil, envuelta en vendajes y con un brazo enyesado, ocupaba una silla de ruedas. Un médico particular y dos abogados los acompañaban, como buitres dispuestos a devorar lo que quedaba de mí.

—Te has tardado —dijo Dreiner, con esa voz fría que utilizaba para cerrar negocios turbios—. Tus cosas están ya recogidas. No quiero escándalos ni problemas innecesarios.

Mis padres se tensaron, pero yo avancé, sin dejar que me quebrantaran.

—¿Así es como terminaras nuestro matrimonio? ¿Con engaños y traiciones? —mi voz resonó más fuerte de lo que esperaban en ellos.

Dreiner se levantó y se acercó. En sus ojos ya no había amor… solo desprecio.

—Esa fue tu elección, Antonella. Cuando empujaste a Paloma, sellaste tu destino.

—¡Fue un accidente y lo sabes! —grité, sintiendo cómo las lágrimas intentaban salir.

Paloma gimió de forma exagerada desde su silla, llevándose las manos al abdomen como si recordara el impacto. Pero sus ojos… brillaban con burla.

—Antonella… —susurró con una voz apenas audible, como si fuera la víctima ideal—. Yo nunca quise quitarte nada. Solo anhelaba amor…

—¡Farsante! —grité, y la rabia emergió de mí como lava.

El abogado de Dreiner tosió con falsa cortesía.

—Señora Bernal, le aconsejamos que acepte el acuerdo que le proponemos. Si no lo hace, podría enfrentarse a una demanda civil por daños, sumado a los cargos penales.

Me dio un sobre grueso.

Con manos temblorosas, lo cogí.  Al abrirlo, sentí el contenido como un balde de agua fría:

Renuncio completamente a mi participación en la empresa constructora, a mis derechos sobre la mansión, y acepto un divorcio rápido sin beneficios económicos. A cambio, los cargos por intento de asesinato serán retirados.

Un trato humillante: mi dignidad a cambio de mi libertad.

Mis padres me observaban en silencio, aguardando mi respuesta. Todo lo que había construido, todo lo que alguna vez anhelé. . .  reducido a un maldito papel.

—Tómate tu tiempo —dijo Dreiner, con esa sonrisa arrogante que ya me parecía insoportable—. Pero no te demores. Mañana no seré tan comprensivo.

Fue en ese momento cuando algo se rompió dentro de mí para siempre.

Ya no era la mujer que pedía amor. No era la esposa sumisa que esperaba en silencio. Era Antonella Bernal. Y nadie, absolutamente nadie, me quitaría todo sin enfrentar las consecuencias.

Rompí el documento en mil pedazos y los lancé al suelo.

—No voy a firmar nada. Prepárate, Dreiner. Si buscas guerra. . .  la tendrás.

Me di la vuelta, ignorando los gritos de ira, las súplicas de mis padres para que me tranquilizara. Ese lugar ya no era mi hogar. . .  ahora era el campo de batalla donde iba a renacer.

Mientras me alejaba, con el maquillaje corrido por las lágrimas y el corazón hecho pedazos, sentí por primera vez en mucho tiempo una chispa encenderse dentro de mí:

La venganza apenas comenzaba.

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Comments

Luna_Jago

Luna_Jago

💜💖💜💖

2025-05-30

0

Emperatriz Reales

Emperatriz Reales

Te tardaste mujer, ese miserable marido , espero lo hagas comer caca

2025-05-13

1

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