Juan llegó a casa y fue recibido por su esposa.
Hola, amor —dijo ella.
Hola, amor. ¿Cómo te fue hoy? ¿Y nuestra princesa? No la veo por aquí —respondió Juan.
Me fue muy bien, cariño, pero hay un pequeño inconveniente —replicó Ligia.
¿Qué inconveniente? —preguntó Juan, con curiosidad.
Quería comprarle unos zapatos nuevos a nuestra princesa y la tarjeta fue rechazada. ¿Podrías explicarme por qué?
Juan la miró, sorprendido.
¿Rechazada? —confirmó él.
Sí, amor, me pareció extraño —contestó Ligia.
Juan se dirigió al despacho, mientras Ligia se quedó parada, sorprendida por su reacción.
Juan comenzó a revisar su computadora, percatándose de que no le quedaba nada. Se encontraba sin dinero y ya no podía solicitar más ayuda económica. En ese momento, comprendió que tenía que entregar a Alana para poder salir adelante con su familia. Reflexionó sobre la situación y pensó que Ligia y Leila no podían vivir sin dinero. Fue entonces cuando decidió idear un plan para traicionar a Alana y así poder entregarla a quien sería su nuevo propietario.
Ligia entró en el despacho y le preguntó: ¿Sucede algo, amor? Me dejaste hablando sola. Juan, visiblemente nervioso, respondió: No, no, amor, no pasa nada. Es solo un problema con el banco.
Es necesario que lo resuelvas con urgencia, cariño, necesito algunas cosas, comenta Ligia.
Juan responde: Ya estoy trabajando en ello, mi amor. Te prometo que para el viernes este asunto estará solucionado.
Ligia replica: ¿El viernes? Cariño, no es un plazo muy lejano; apenas hoy es martes y necesito salir.
Juan responde: Lamentablemente, tendrás que esperar hasta el viernes, cariño. No puedo hacer más; el banco me ha dado ese plazo.
Ligia dice: No puedo esperar hasta el viernes.
En ese momento, llega Leila y pregunta si sucede algo.
Juan se acerca a ella y le dice: No, no pasa nada, mi princesa.
Juan abraza a Leila y le pregunta cómo ha sido su día en la preparatoria.
Leila los observa y responde: Muy bien, papá. ¿Y a ti cómo te fue hoy?
Juan le dice: Excelente, princesa.
Ligia comenta: Princesa, ¿por qué llegaste a esta hora?
Leila explica: Estaba con una amiga, mamá. Estábamos terminando una tarea.
Juan añade: Eso está muy bien, mi princesa.
Leila dice: Iré a mi habitación.
Ligia responde: Está bien, princesa. Ve a ducharte y luego baja a comer; te mande a preparar algo muy rico.
Leila asiente: Está bien.
Juan dice: Amor, yo también quiero algo delicioso, al igual que a ti.
Leila se ríe y se retira, mientras Ligia se acerca a Juan y le dice: Hasta que no resuelvas el problema del dinero, no me tendrás en la cama. Juan la mira y le responde: ¿Por qué eres así conmigo?. A lo que Ligia responde: Sabes perfectamente lo que debes hacer. Si no hay dinero, no hay nada. Juan replica: Amor, te necesito. Siempre has tenido todo lo que deseas; esto es solo un momento y la situación con el banco no es culpa mía. Ligia le contesta: Amor, resuélvelo si quieres tenerme en la cama. Juan, frustrado, dice: Estás conmigo solo por el dinero, amor.
Ligia lo mira y le dice: ¿Crees que puedo vivir sin dinero y solamente por amor? Sabes que necesito salir a comprar; no puedo quedarme aquí encerrada y vivir sólo de amor.
Juan responde: Lo entiendo, pero es la primera vez que sucede y el viernes todo estará solucionado. Por eso, no puedes dejar de estar conmigo.
Ella le dice: Estoy contigo, amor, pero en este momento no tengo ánimo para hacer el amor. Esta situación económica me ha desanimado, compréndeme, mi cielo.
Ligia finaliza la conversación con una expresión de frustración hacia Juan.
Se retira a la cocina, mientras Juan se dirige a su habitación, reflexionando sobre la situación económica y las acciones que debía tomar para llevar a Alana con Martín Fuente Utriago. De este modo, saldaría su deuda y obtendría mayores beneficios. Así que decidió que el jueves iría a buscarla, incluso si debía hacerlo por la fuerza.
Eran las 9 de la noche, y quedaba poco tiempo para que Alana finalizara su turno. Ella disfrutaba mucho de su trabajo; Celia se portaba muy bien con ella, explicándole todo con claridad, y Alana lo realizaba de manera excelente. Algunas personas incluso le daban propina.
Alana se encontraba realizando la limpieza de algunas mesas cuando, de repente, llegaron dos automóviles de lujo. Las personas descendieron de ellos y se dirigieron al restaurante. Ante esta situación, Alana decidió acelerar su labor para poder atenderlos, dado que Celia estaba ocupada en la cocina. El grupo estaba compuesto por cuatro personas: dos mujeres muy atractivas y dos hombres igualmente apuestos.
Alana se acercó a la mesa y les dijo: Buenas noches, aquí tienen el menú; regresaré en un momento para tomar su pedido. Una de las mujeres la miró y le respondió: No es necesario que te retires; ya sabemos lo que vamos a pedir.
La amiga llamada Daniela le dice: Caramba, amiga, ya sabes lo que vas a pedir y ni siquiera has mirado el menú. Sara la mira y responde: Sí, amiga, no es la primera vez que venimos a este restaurante. Mi querido novio a veces me trae aquí, ¿verdad, mi cielo?. Martín la observa y comenta: Por supuesto, cariño. Daniela, ella siempre quiere venir a este restaurante, a pesar de que hay opciones mejores. Sara añade: Me encanta el asado de aquí, y también te recomiendo las ensaladas, son muy buenas.
— Bien, entonces pediremos un asado y una de esas deliciosas ensaladas. ¿Qué te parece, cariño? —le comenta Daniela a su novio, Santiago.
— Claro que sí, cariño. Sara, ¿cuál ensalada nos recomiendas? —pregunta Santiago.
Sara, al mostrarles el menú, señala una ensalada César como acompañamiento del asado y añade: — Además, prueben esta; también es muy sabrosa.
Martín observa a Alana de arriba a abajo y le dice: — Por favor, tráenos esos platos.
Alana responde: — De acuerdo. ¿Y desean algo para beber?
Sara aclara: — Desde luego, no podemos comer sin algo para beber.
Alana: ¿Y qué desean ustedes?
Sara: Por lo que veo, eres nueva aquí. Qué inútil.
Alana se sintió incómoda por el comentario de Sara y respondió: Disculpe, señorita, soy nueva aquí y no comprendo por qué me llamaría inútil.
Sara la observa y se ríe. Martín le dice: Oye, cariño, no seas grosera. La joven no está haciendo nada malo. Mejor dile qué deseas beber; al menos yo quiero un vino y un poco de agua.
Sara: Ella debería saber eso, amor. Personas como nosotros pedimos vino y agua. No es la primera vez que venimos aquí.
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Comments
Gabriela Deisel
Ojala el papá de alana quede solo sin nadie que lo ayude tipo en silla de rueda para que sepa q es depender de otro y cambia alana y su madre han trabajado por años en cambio el las cambio por dos zorras gastadoras complusiva
2025-05-09
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