El sol de la mañana pinta con su luz las ventanas de los edificios de Milán. Aurora Rossetti sale del hospital acompañada de sus padres, que tienen cara de alivio por tener a su hija de vuelta. En los ojos de la joven hay decisión, pero no la arrogancia con que trataba a los demás por consejo de Sabrina. Un recuerdo de la antigua Aurora invade su mente: «Una joven tan importante como tú no puede hablar con la servidumbre, eso te quita clase». Los puños de ella se aprietan; esa joven había sido manipulada por esa arpía. En su antigua vida lidió con alimañas como esa, solo que en aquel tiempo eran hombres astutos.
Siente cierta vergüenza al ver la ropa que lleva puesta; su vestimenta es la misma de siempre: un conjunto de lentejuelas brillantes, una blusa fucsia que llama demasiado la atención y unos pantalones ceñidos con estampado fluorescente de cuero. Su estilo es excesivo y ridículo. Pero no le importa, porque pronto demostrará qué tanto sabe de clase y moda. Debe dejar claro que no es ese disfraz maleducado que han mostrado al mundo.
Cuando llega al coche, un chofer que ha conocido desde niña le abre la puerta. Él la observa por un momento, preguntándose si debe decir algo. Pero Aurora lo sorprende con una expresión distinta. En lugar de su habitual desdén hacia el hombre, le sonríe con amabilidad y, con voz serena, le dice:
—Buonasera, Giuseppe —saluda con una leve inclinación de cabeza. Gracias por esperarnos.
El hombre parpadea. ¿La señorita Aurora... saludando? Con respeto. Sin órdenes, sin arrogancia. Asiente, algo confundido.
—Buonasera, signorina. El coche está listo.
La joven se sienta en el asiento trasero, sin dejar de mirarse las manos, como si en ellas pudiera encontrar la respuesta a las preguntas que se forman en su mente.
Durante el trayecto, sus padres, aún procesando los eventos recientes, no hablan. El silencio es tenso, casi palpable. Aurora se limita a mirar por la ventana, observando una ciudad que parece tan diferente a lo que una vez conoció y, sin embargo, tan igual. Le parecen vulgares los anuncios electrónicos, las pantallas brillantes, los sonidos del tráfico. Y al mismo tiempo, siente en sus dedos el ritmo de esta nueva época, como si cada vibración del coche le hablara en un idioma que apenas comienza a entender.
Al llegar, los portones de la propiedad se abren con su acostumbrado rechinido metálico. La mansión se alza imponente, majestuosa, rodeada de jardines que huelen a lavanda y romero. Cuando baja del auto, saluda a los guardias con una leve inclinación de cabeza.
—Buenos días. Os agradezco vuestra labor.
Uno de ellos abre los ojos, sin poder ocultar su sorpresa. Aurora jamás les había dirigido la palabra, y mucho menos con respeto ni con esa manera de hablar, como si fuera una aristócrata.
La casa parece la misma que en los recuerdos del cuerpo que ahora habita, pero algo en su interior ha cambiado. Al cruzar el umbral, la recibe Bianca, la ama de llaves, con la cabeza gacha.
—Señorita Aurora, bienvenida...
—Bianca —interrumpe con dulzura—, grazie. ¿Me acompañaríais a mi habitación?
La mujer levanta la vista, visiblemente confundida, pero asiente. Mientras suben por las escaleras, Aurora la mira de reojo.
—¿Cuánto tiempo lleváis aquí?
—Desde que usted tenía ocho años, señorita.
—Entonces me conocéis bien.
—Sí, señorita.
—Pues me temo que habréis de conocerme de nuevo —dice con una sonrisa suave. La mujer la observa, y está muy de acuerdo con ella; esta es muy parecida a la niña que fue una vez, antes de entrar a la preparatoria.
Una vez en su habitación, Aurora se sienta frente al espejo. Observa su reflejo: un escote grosero, tacones inadecuados, restos de maquillaje chillón. Se alisa el cabello con las manos y murmura:
—Esto no soy yo... esto no puede seguir así.
Se levanta con molestia y abre el armario. Todo lo que hay son prendas llamativas, algunas incluso ofensivas al buen gusto. A pesar de no estar actualizada con la época, sabe que parecen disfraces de mujer alegre. Cierra la puerta de golpe, exasperada.
—Aurora, hija, ¿cómo te sientes? —pregunta su madre, entrando a la habitación con una mirada llena de preocupación.
Aurora la mira, y por un momento, siente una mezcla de nostalgia y arrepentimiento por cómo esa madre dedicada fue tratada por una hija ingrata. Ya no puede seguir hablando con ese tono despectivo, con ese aire de superioridad que la hacía ver como una niña insoportable.
—Madre… —comienza, con voz suave—. Estoy bien. De hecho, estoy mejor. He estado pensando mucho, y hay cosas que necesito decirles. Cosas que nunca me atreví a decir.
Su madre la observa, sorprendida por el tono y la calma de su hija, algo que nunca había escuchado antes.
—No sé qué ha pasado contigo, pero parece que has cambiado. ¿Qué te ocurre, hija? —pregunta con cautela.
—He estado pensando mucho sobre lo que hice. Y… —Un leve suspiro escapa de sus labios—. Estoy arrepentida. Les he fallado a ustedes, a mí misma y a todos los que me rodean. Nunca me di cuenta de cómo me comportaba. Fui egoísta, desconsiderada. Me dejé llevar por el vacío. Pero eso cambiará, madre. Voy a cambiar.
La madre no puede creer lo que escucha. La joven, que antes había sido tan distante y malhumorada, ahora parece otra persona. No sabe si alegrarse o sentir miedo, pero algo en sus palabras le inspira confianza. Aurora, en un gesto inesperado, la abraza con una ternura que hacía mucho no mostraba.
—Gracias por no rendirte conmigo —murmura Aurora. Su madre asiente.
—Descansa, cariño, y en un rato nos sentamos a comer, ¿te parece?
Aurora asiente y se acuesta. Su madre sale del cuarto, confundida pero feliz por el gran cambio.
La joven camina hacia su enorme baño. Aun en su época pensaba que tenía lujos, pero esto le parece de ensueño. Se desprende de todo y entra en la tina. El agua relaja su cuerpo. Se permite respirar y pensar en todo lo ocurrido. No entiende cómo es que está viva luego de haberse quitado la vida.
Cuando sale del baño y toma algunas prendas, baja al comedor. La cena está servida. Es una mesa larga, de caoba, pulida con esmero. Tres cubiertos, como en las noches en que la familia finge normalidad. Aurora se sienta sin hacer ruido, dejando que el vestido chillón hable por ella.
Su madre la observa como si intentara leerle el alma. El padre, en cambio, parece más inclinado a no romper el silencio. De hecho, no es común que coman todos juntos.
Aurora toma una cucharada de sopa. Huele a albahaca y tomate. Cálida. Simple.
—Esto... me recuerda al mediodía en la Toscana. Cuando el viento empuja el aroma de los huertos a través de las ventanas.
Su madre parpadea, confundida.
—¿Has estado en la Toscana?
Aurora sonríe. No, ella no. Pero Giuseppa de 1762, sí.
—Digamos que he leído lo suficiente como para sentirme parte del paisaje —responde, tratando de salir del paso con una sonrisa.
El padre suelta los cubiertos y por fin habla.
—Aurora, esto es... extraño. Te vemos distinta. Más... ¿madura? Tu forma de hablar es diferente. ¿De verdad te sientes bien?
—He cometido errores, padre. Muchos. Y los he pagado. Pero no todos los que caen se rompen. Algunos nos reformamos. Me avergüenza la forma en que los traté. A ustedes, al personal, incluso a mí misma. Y sí, estoy bien.
La madre baja la vista. Aurora nota cómo se le humedecen los ojos.
—¿Quieres decir que… que estás dispuesta a cambiar?
Su padre la observa, atento.
—Quiero recuperar el honor del apellido que porto, papá. No por obligación, sino porque he descubierto que me pertenece más de lo que pensé. Ustedes lo han llevado con dignidad. Yo solo añadí escándalo y vergüenza.
Su padre se acerca a ella.
—No digas eso, bebé. Sé que ya no tenemos la mejor de las relaciones, pero te amo, y me duele que hables así.
Ella sonríe; le encanta ese momento. Por fin tiene el amor de padre que anheló en su otra vida.
—Sé que puedes cambiar. Todos debemos hacerlo. Estamos aquí.
Después de ese emotivo momento, la cena continúa con más fluidez. Ya no se siente el ambiente pesado. Al terminar, Aurora ayuda a llevar los platos a la cocina, pese a las protestas del personal. Pide una tabla de madera y cebollas para aprender a picarlas. Tiziana le enseña cómo sostener el cuchillo. Se ríe cuando llora por el olor. Por primera vez, el personal la escucha reír sin sarcasmo.
—Señorita, creo que es suficiente por hoy; igual todavía falta para cocinar la cena —dice una de las cocineras con una sonrisa. Aurora asiente, también sonriendo.
Camina hasta donde está su padre y le dice, sonriendo:
—Mañana podríamos ir por vestuario nuevo.
Su madre se carcajea.
—¿Vestuarios nuevos?
Aurora se da cuenta de que debe organizar mejor sus recuerdos del pasado con los del presente.
—Bueno, madre, necesito cambiar mi guardarropa. ¿Cómo pueden dejarme vestir así?
Sus padres niegan con la cabeza, riendo.
—Hemos intentado de todo, pero veo que tu amnesia no te deja recordarlo —dice su madre y saca su móvil para buscar en la página de la empresa.
—Ven, vamos a ver las cosas que te gusten de la colección actual de la marca, y mañana vamos a una de nuestras tiendas a recoger todo.
Entre las dos buscan clase, elegancia, estructura. Pantalones de corte recto, blusas de seda, colores tierra, también vivos pero no extravagantes, joyería discreta. Ya sabe qué quiere. Sabe cómo debe verse una Rossetti. Una dama, no una caricatura.
Regresa a su habitación lista para dormir y apaga la luz. Se sienta en la ventana. El cielo está estrellado. Respira hondo.
—Gracias, Aurora —le susurra al reflejo del cristal—. Por enseñarme que la nobleza no viene con la cuna, sino con las decisiones. Mañana... comienza el verdadero cambio.
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Comments
Rossana🥰
q hermoso momento, el pedir perdón a sus padres, y las personas q le rodean, y formarte de nuevo, valorar todo lo q tienes, y acabar con una arpía q x envidia quería acabar con lo q la vida te ofrecía,
2025-05-04
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Carolina Veronica
Si ahora se empiezan los cambios, sobretodo la vestimenta de Aurora, ya que la forma de ser ya se está mostrando va a demostrar lo que es la elegancia y el estilo
2025-05-05
1
Isabel Balbuena
mi querida marines... yo suelo no leer estás historias de reencarnación pero contigo se que me va a encantar y ya estoy a trapada en ellos... disculpa la ausencia pero ya estamos aquí!!! 😊😘😘
2025-05-19
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