El ultimátum que lo enreda todo

Entro a mi despacho a aburrirme con todo el papeleo. ¿Qué le voy a hacer? Soy el alfa de la manada y tengo que ocuparme de estas cosas. Facturas, reportes, notificaciones... todo muy divertido.

Veo que me ha llegado una notificación del consejo de manadas. Ay, no. Me dicen que tengo que conseguir más lobos o me van a quitar todo lo que tengo. Están locos. Me dan de plazo hasta fin de año, como si fuera tan fácil multiplicar lobos.

Estimado Aksel Klutzberg, alfa de la manada GoldenFang:

El consejo de manadas, en su función de velar por el equilibrio y la armonía entre las manadas, ha realizado una evaluación de la situación actual de tu manada. Hemos constatado que cuentas con muy pocos lobos que puedan transformarse, lo que pone en riesgo su supervivencia.

El consejo considera que una manada tan pequeña no puede garantizar la seguridad y el bienestar de sus miembros ni defender su territorio de amenazas externas. Por ello, te instamos a tomar las medidas necesarias para aumentar el número de miembros lo antes posible. Te recordamos que el mínimo de lobos transformables que debe tener una manada es 80. Tienes hasta fin de año para cumplir con este requisito. Si no lo haces, el consejo se verá obligado a intervenir y a distribuir tus miembros y terrenos entre Rick Barrett de SilverClaw, Darius Treason de CreedClaw y Jason Grimmer de BloodMoon.

El consejo espera que comprendas la gravedad de la situación y que actúes en consecuencia. Te invitamos a informarnos de tus avances y a solicitar cualquier ayuda o asesoramiento que consideres necesario.

Además, si encuentras a tu compañera, la luna de tu manada, el consejo podría otorgarte un plazo mayor, según los progresos logrados. Sabemos que encontrar a tu mate es una bendición y una responsabilidad, y que puede ayudarte a fortalecer tu manada.

Atentamente,
El consejo de manadas

Abro el libro de registro y veo que, efectivamente, somos muy pocos. Solo 36 machos, 20 hembras y unos cuantos críos. Ni siquiera llegamos al centenar, y no podemos contar a los humanos emparejados con algunos de nosotros. Podría pedirles a los cinco lobos que se fueron a estudiar que regresen, pero seguro que están muy ocupados con sus asignaturas... y no con fiestas. ¿O sí?

Mientras estoy sumido en mis pensamientos, aparece Rosa. Es como una madre para mí, la única que todavía no me abandona. Es una loba anciana que parece más joven de lo que es. Fue amiga de mis abuelos. Me dice que la cena está lista, y ya era hora, porque me estoy muriendo de hambre.

Bajo a cenar con Liam y otros seis que viven en la casa. Son los guardianes de la manada, los encargados de proteger el territorio y de pelear si hace falta. Son buenos lobos, pero muy jóvenes. Los mayores se fueron después de la traición de mi padre. Cada vez que pienso en él, me invade una furia incontrolable.

—¿Qué te ha dicho el consejo de manadas? —me pregunta Liam, que ya sabe que recibí la carta.

—Que tenemos que aumentar el número de miembros o nos quitarán el territorio y nos repartirán entre otras manadas —respondo, desganado.

—¿Y qué vamos a hacer?

—Aún no se me ocurre nada —digo, frustrado.

Estamos solos en esto. Nadie va a ayudarnos. Las otras manadas nos odian o nos envidian. Quieren nuestro territorio, nuestros recursos inexistentes, nuestros lobos.

Termino de cenar y subo a mi habitación. Necesito despejarme, así que decido salir a correr por el bosque. Me quito la ropa con cuidado y la dejo en un sitio seguro. No quiero romper mis jeans favoritos... los únicos que me quedan. Me transformo en mi forma de lobo: pelaje azabache y ojos marrones. Lo sé, hasta como lobo soy de lo más normalito.

En fin. Sé que soy más pequeño y delgado comparado con otros alfas, pero espero ser el más rápido. Corro por el bosque, sintiendo el aire en mi pelaje y el aroma de la vida en mi nariz... hasta que casi me trago un bicho. Arruinó el momento. Quiero sentirme libre y feliz, por un ratito. Me olvido de todo: de mi manada, de mis problemas. Solo me enfoco en mi carrera, en mi lobo, en mi instinto.

Cuando ha pasado un buen rato, regreso a casa, recojo mi ropa y subo a mi cuarto. Me ducho y me acuesto, todavía con el cabello mojado. Mañana intentaré resolver los problemas, uno por uno. O tal vez no. Tal vez me quede en la cama todo el día. Poco probable, pero vale la pena soñar.

Al día siguiente me despierto con la misma sensación de angustia. Le he dado vueltas al asunto toda la mañana y no se me ocurre nada útil.

Decido que lo mejor es comunicarme con Rick, el alfa de los SilverClaw. Lo conozco de la escuela. Él iba varios años adelante y hace poco fue nombrado alfa.

—Rick al habla —responde, tras un par de timbrados.

—Alfa Rick, ¿cómo está? Le habla Aksel, el alfa de los GoldenFang. Me gustaría tratar con usted un asunto importante —intento sonar formal.

—Claro, espera un momento, voy a bajar a mi oficina —escucho una voz femenina decirle que no se demore. Creo que interrumpí algo.

—¡Listo, Aksy! ¿Qué sucede? ¿Los CreedClaw están molestando a tu manada? —odio que me llame así, como en la escuela, pero no puedo corregirlo si voy a pedirle ayuda.

—No es por ellos, Rick... Es que... bueno, el consejo de manadas me ha mandado otra de sus notificaciones.

—¡Rayos! Esos son peores que los chupasangre cuando se ponen insistentes. ¿Hasta cuándo te dieron plazo?

—Hasta fin de año. Y no creo lograrlo. Amigo, es una locura lo que te voy a pedir, pero si no consigo reunir más miembros antes de fin de año... ¿considerarías fusionar nuestras manadas?

—¿Estás loco? —Sí, hace rato.— Si lo hacemos, uno de los dos tendría que dejar el puesto.

—Créeme que lo sé. No es mi primera opción, pero sería el plan B. Prefiero que mi manada esté segura contigo que repartida entre las otras dos.

—Ya veo. Te entiendo... ¿pero qué sería de ti?

—Supongo que me convertiría en un lobo solitario. Tendría que vivir en el pueblo o no sé... —la verdad, no lo he pensado.

—OK, yo me encargo del documento y te lo envío. Una o dos semanas antes de que venza el plazo, lo firmas y lo mandas al consejo como última opción.

—Gracias, Rick. Espero no tener que usar el plan B. Pero de una u otra forma, tengo que protegerlos.

—Yo debería ser el plan C. El plan B sería que encuentres a tu compañera. El consejo sería más flexible si tuvieras una luna. Con eso aseguras un heredero, y a ellos eso les conmueve.

—Yo llamaría a encontrar a mi compañera el plan Z, o el plan imposible. Vamos, ¿qué loba querría emparejarse conmigo sabiendo la situación de mi manada? —Además, no tengo idea de cómo coquetear con una mujer.

—No te cierres a esa opción. Cuando la encuentres, vas a pensar distinto.

—Por eso la ignoro. Si no la miro, no la veo, y no me complico.

—¡Ay, qué lobo tan terco eres! Bueno, es tu decisión. Te dejo, voy a regresar con mi dulce compañera. En estos días, mi beta te hace llegar el documento.

Cuelgo el teléfono y suspiro. Rick es un buen amigo. Nuestras manadas son aliadas, aunque no sé si el consejo aprobaría que le cediera también todos los terrenos.

Me estiro en la cama y bostezo. Hoy es el día que más me gusta y más me fastidia a la vez: el día de entrenar a los jóvenes lobos de la manada. Son ocho en total, pero parecen más... o menos, según se mire. Algunos son distraídos, otros son flojos, y muy pocos se aplican. Llevo semanas intentando enseñarles técnicas básicas de combate, pero no hay manera. Siempre hay alguno que se distrae con una mariposa, otro que se queja del calor, y alguno que se pone a jugar con su compañero. A este paso, no van a estar preparados para defenderse de ningún enemigo. Y yo tampoco, si sigo perdiendo el tiempo con ellos.

Respiro hondo y me dirijo al campo de entrenamiento, donde me esperan los ocho cachorros más adorables del mundo.

Llegan formaditos, con esas caritas de inocencia y ojos de cachorro. Dan ganas de comérselos... pero sé que son unos diablillos disfrazados de ángeles. Me acerco y les saludo con voz firme:

—Buenos días, jóvenes lobos. Hoy vamos a repasar lo que hemos aprendido. Espero que hayan practicado y estén atentos. No quiero distracciones ni excusas. ¿Están listos?

—¡Sí, alfa! —responden al unísono, con entusiasmo fingido.

—Muy bien. Empezamos con el ejercicio de esquivar. En parejas, golpes suaves al cuerpo. El objetivo es esquivar, no golpear. Agilidad, reflejos. ¿Entendido?

—¡Sí, alfa! —repiten, con menos ánimo.

—Pues adelante.

Todo empieza bien. Se mueven con soltura, esquivan, se felicitan... Hasta que el más fuerte le mete un puñetazo a su pareja, que cae al suelo con la nariz sangrando.

—¡Oye! ¿Qué haces? —le digo, molesto—. ¿No te dije que no se trata de hacer daño?

—Lo siento, alfa, se me escapó —balbucea.

—¿Qué pasó? —sé que ese chico no es violento.

—¡Duncan insultó a mi hermana! —dice, llorando.

—No es un insulto, es la verdad —responde Duncan con desprecio—. Tu hermana es una traidora. Se fue con un lobo de otra manada. No merece respeto.

—¡Cállate, mentiroso! —exclama el otro y se le lanza encima.

Me meto entre los dos. Los separo del cuello, sin herirlos. Les gruño para dejar claro quién manda.

—¡Ya está bien! Esto no es una pelea de patio de colegio. Me da igual lo que piensen de la hermana de nadie, aquí solo importa cómo se comportan como lobos. ¿Así quieren defender a su manada? ¿Peleándose entre ustedes? Solo están haciéndole el juego al enemigo.

Los dos bajan la cabeza, avergonzados. Sé que no son malos, solo están dolidos. La hermana de uno se fue con su mate a otra manada. Algunos la consideran una traidora. Yo no opino. Es su vida. Pero eso no debe interferir en el entrenamiento.

—Escuchen —les digo—. No voy a tolerar faltas de respeto ni de disciplina. Si quieren ser parte de esta manada, deben trabajar en equipo, confiar entre ustedes y obedecer a su alfa. Eso los hará fuertes. ¿Entendido?

—Sí, alfa —responden en voz baja.

—Bien. Pero antes de continuar, hagan las paces.

Se miran, con recelo. Luego se dan la mano, apenas. Se dicen algo que ni yo oigo. Estos cachorros tercos...

El resto del entrenamiento transcurre sin incidentes. Termino con mi típico discurso motivador:
"Bien, muchachos. Y no se metan en problemas."
¿Qué? Me perdí el curso de coach motivacional.

Miro el sol bajando en el cielo. Siento el cansancio en mis huesos y el peso de la responsabilidad en mis hombros.
¡Ay, si ya hasta pienso como un abuelo!

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Comments

Alondra Roblero

Alondra Roblero

este alfa es un cómico me encanta

2025-05-28

2

✨✨Esmeralda Guzman✨✨

✨✨Esmeralda Guzman✨✨

jajajaja se parecen a mi hija los distrae hasta el viento que sopla a su alrededor jajaja

2025-05-21

1

✨✨Esmeralda Guzman✨✨

✨✨Esmeralda Guzman✨✨

jajajaja como si los lobos los entregarán por Amazon ho mercado libre en serio se pasan con su exigencia

2025-05-21

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