Enredándome con las ventas

Hoy es otro día en el que tengo que levantarme temprano para ir a trabajar y subirme a mi vieja Zombie, una camioneta que ha sobrevivido a una guerra nuclear. Sé que hubo una época en la que fue de un hermoso verde, pero ahora la pobre tiene más óxido que pintura. Te juro que le faltan casi la mitad de las piezas, pero, milagrosamente, todavía funciona. Solo me queda reírme de las cosas que me hace pasar, porque si lloro... se oxida más.

En parte, es mi culpa. Desde que asumí el puesto de alfa de la manada GoldenFang, no he podido darle el mantenimiento que necesita. ¿El motivo? ¿Falta de tiempo? Pues sí. ¿Falta de dinero? Definitivamente, sí.

Ahora, si te preguntas cómo es esto posible siendo yo un alfa, alto, hermoso y fornido,de ojos irresistibles y cabello al viento, dueño de una empresa multimillonaria... ¡pff! Error.

Aunque de hecho soy alto, no tan musculoso como otros alfas. Tengo el cabello castaño oscuro, que por lo general llevo en una coleta,y ojos marrones de lo más normales. Supongo que tengo algún atractivo, pero ¿quién puede asegurarlo? La verdad es que no he tenido ningún romance. Ninguna chica se ha fijado en mí.

Bueno... cuando iba a la escuela, algunas sí me miraban y se emocionaban conmigo, pero tuve que dejarla antes de cumplir los 17 para ser alfa de la manada a tiempo completo y sin vacaciones.

El viaje desde la manada hasta el pueblo Goldwunder dura casi media hora en este trasto. Podría llegar antes si me transformara en lobo, pero eso llamaría demasiado la atención, ¿no crees?

Soy dueño de una ferretería, el único negocio de la manada que pudimos salvar. Antes, en el pueblo teníamos más de una docena de negocios, pero después de que el cobarde de mi padre —el anterior alfa— decidiera esfumarse con el dinero de toda la manada, todo cambió. ¿Y por qué hizo eso? Pues si lo ven, pregúntenle.

En realidad, la manada era de mi abuelo materno. Antes, las hijas, aunque fueran primogénitas o únicas, no podían asumir el liderazgo. Así que mi madre tuvo que emparejarse con mi padre, el tercer hijo de la manada GreedClaw. Con el tiempo llegaron a enamorarse y la manada prosperó más de lo que se esperaba. Tuvieron a su heredero alfa —o sea, yo—. En una reunión de alfas del consejo de manadas, mi madre conoció a su mate y se fue. Solo me dejó una nota con el beta.

Mi padre pasó un par de años hecho una furia. Estaba dolido, obvio, pero decidió desquitarse con la manada. Empezó a gastar más, y le importaban poco los problemas. Su beta le dijo algo como que no se deprimiera, que seguro él también encontraría a su mate. Y no tuvo mejor idea que llevarse todos nuestros recursos y emprender un viaje sin retorno en busca de su destino. ¡Ajá! También me dejó una nota con el beta.

El único que tuvo la decencia de despedirse fue Mark, el beta de mi padre. Intentó ayudarme durante algunos años a dirigir la manada y a enseñarme los asuntos de la ferretería, pero la manada le recordaba constantemente que era el beta del alfa ladrón, así que decidió irse con su mate e hijos.

Y hablando del beta, su hermano menor es mi mano derecha en la ferretería. Mattheo es un joven lobo que recién se ha transformado. Me agrada; es muy trabajador y respetuoso.

Llego a la ferretería y comienzo a acomodar las cosas para abrir. Intento mantenerla lo más surtida posible, ya que es la única del pueblo, pero se queda corta en comparación con las inmensas ferreterías de la ciudad cercana. Mientras acomodo los nuevos productos, entra Mattheo.

—Buenos días, Alfa —dijo Mattheo—. ¿Cómo estás hoy?

—Hola, Mattheo —respondí—. Estoy bien, gracias. Aquí soy Aksel o "el jefe".

—Disculpa, Aksel. ¿Necesitas ayuda para abrir la tienda?

—Casi termino. Pero puedes empezar a revisar el inventario.

—Claro, no hay problema.

Él comenzó a revisar el inventario mientras yo terminaba de acomodar algunas cosas. Al cabo de un rato, se acercó a preguntarme algo.

—Oye, Aksel, ¿qué te parece si le ponemos un logo a la ferretería? Sería más fácil de recordar para los clientes que solo el nombre "Martillo Dorado".

—¿Un logo? —respondí con sarcasmo—. ¿Y qué tal un martillo con una corona encima? Suena muy original.

Mattheo rió.

—No, no. Algo más creativo, o por último más clásico. Algo que llame la atención.

—Bueno, no sé —dije—. Nunca se me ocurrió ponerle un logo. ¿Tienes alguna idea?

Mattheo pensó un momento y luego propuso:

—¿Qué tal si ponemos un martillo y una llave cruzados? Es simple pero efectivo.

—Hmm... —reflexioné—. No está mal. Me gusta.

Durante el día entraron algunos clientes. Uno buscaba una sierra eléctrica, otros pinturas y algunos cosas pequeñas como clavos o lijas. Y bueno, otros solo estaban mirando.

De repente, un chico entró en la tienda y casi se llevó algo sin pagar. Fui a reclamarle, pero el muchacho se echó a llorar y dijo que sus compañeros de clase lo habían puesto a prueba para ingresar a su grupo. Lo dejé ir con una advertencia. Espero que haya aprendido la lección.

Ya por la tarde, mientras cuadraba la caja, sonó el teléfono de la tienda. Al contestar, escuché una voz masculina que preguntaba por mí.

—Sí, soy yo —respondí.

—Hola, Aksel. Soy el Sr. White. ¿Cómo estás, joven?

—¡Hola, Sr. White! Bien, gracias —respondí con entusiasmo. Este señor es un cliente de hace años.

—Me alegra escuchar eso, joven. Quería preguntarte si aún tienes la casa que está a las afueras del pueblo. Mi hijo, que es vendedor de propiedades, está buscando fotos de algunas casas en la zona para un posible comprador que viene de la ciudad.

—Sí, la casa sigue ahí, pero ha estado abandonada desde hace años —le respondí—. ¿Quiere que le tome unas fotos? No tengo problema.

—Eso sería genial, muchacho. Muchas gracias. Mi hijo te lo va a agradecer —dijo el Sr. White.

Al principio no estaba seguro de querer vender la propiedad. Era la casa de mi abuela materna, abandonada desde hace años. Pero decidí tomarle unas fotos para pasárselas al hijo del Sr. White. No perdía nada intentándolo.

Colgué el teléfono y me acerqué a Mattheo.

—Mattheo, cierra la tienda y vuelve con cuidado a la manada.

—¿Y usted, jefe? —me preguntó con curiosidad.

—Voy a tomar unas fotos a la vieja casa —le respondí con una sonrisa irónica.

Sí, esa va a ser mi nueva gran pasión: fotografiar casas viejas y abandonadas.

Me subí a mi Zombie y conduje hasta el borde del pueblo, donde se encuentra la vieja casa.

Es una enorme construcción de dos plantas, con un jardín descuidado y lleno de maleza. Algunas ventanas están rotas y la pintura se cae a pedazos. Es la casa más bonita que he visto en mi vida. No, en serio: es un desastre.

Saqué mi teléfono, el último modelo... de hace seis años, y tomé algunas fotos. No soy fotógrafo profesional, pero me las arreglo. Las fotos salieron un tanto borrosas y oscuras, pero es lo que hay.

Tras unos minutos, guardé el teléfono y volví a mi Zombie. Intenté arrancar el motor, pero solo conseguí que tosa y escupa una ardilla. Después de varios intentos, logré ponerlo en marcha y me dirigí de regreso a la manada.

Nuestra comunidad no está tan mal en general. Es un conjunto de casas amplias, pero la mayoría están vacías. No quedamos muchos en la manada. La mayoría se fue a buscar una vida mejor en otros lugares. Y no los culpo. Yo también me iría si pudiera. Pero alguien tiene que quedarse a cuidar de los que quedan. Y ese alguien soy yo.

En el centro están la clínica y la escuela para los cachorros. Son los únicos edificios que mantengo en buen estado, pues son los más importantes. Aunque, si les preguntas a los cachorros, seguro que preferirían el gimnasio.

Me detengo en mi casa, que es la más grande y la que debería ser la mejor, pero el paso de los años la ha deteriorado bastante. Es la casa principal de la manada y del alfa, o sea, la mía. A mí me importa poco el lujo o la comodidad. Lo único importante es el bienestar de mi manada. Y el mío, claro. Pero eso es secundario.

Cuando entro, me recibe Liam, mi mejor amigo. Pero el muy cabrón se sigue negando a ser mi beta.

—¿Qué tal el día, Aksel? —me pregunta con una sonrisa.

—Aburrido, para variar —respondo con un suspiro.

—Te tengo malas noticias. —Malas noticias, para variar, pienso.

—La clínica está sin medicamentos y Eleonore se va a quedar con su mate en otra manada —dice con seriedad.

—¿Qué? ¿Cómo que se queda? —me sorprendo. Eleonore es la joven loba que se fue a estudiar medicina con el dinero que yo le di. Era la única que sabía cómo tratar a los lobos. Sin ella, estamos perdidos.

—Así es, Aksel. Su mate no quiere vivir aquí y prefiere que se queden en su manada. Dice que está muy apenada —explica Liam.

—Bueno, le deseo suerte —respondo resignado.

No puedo obligarla a quedarse si no quiere. Encontrar a nuestro mate es lo más importante. Bueno, para la mayoría de los lobos. Para mí... no sé si sea buena idea. Tal vez sea mejor estar solo que mal acompañado. Y en este caso, yo sería la mala compañía.

—¿Le deseas suerte? ¿Así de fácil? —se molesta Liam—. ¿No te das cuenta de que nos ha dejado tirados? ¿De que prácticamente te ha robado el dinero que le diste? ¿De que nos ha traicionado?

—No seas tan duro, Liam. Ella hizo lo que creyó mejor para su familia. No le guardo rencor —digo lo más calmado posible.

—Pues deberías, Aksel. Ella te debe mucho. Por lo menos deberías cobrarle lo que gastaste apoyándola con sus estudios —sugiere.

—No, Liam. No soy así.

—Eres demasiado bueno, Aksel. A veces creo que eres demasiado bueno para ser el alfa —me dice con una mezcla de admiración y frustración.

Yo solo puedo alzar los hombros. Son pocos los que creen que soy un buen alfa, o un alfa confiable. La mayoría todavía me ve como al cachorro de 17 años abandonado por sus padres. Y no les falta razón. No sé cómo llegué a ser el alfa de esta manada.

—Bueno, ¿y qué vamos a hacer ahora? ¿Cómo nos vamos a curar? —pregunta preocupado Liam.

—No te preocupes, Liam —le digo con confianza—. Voy a enviar a alguno de los jóvenes para que Eleonore les enseñe lo básico para tratar a los lobos. Ella va a aceptar porque nos tiene cariño y es su culpa que su compañero no quiera venir a este oasis. Además, voy a tener que contratar a un médico de otra manada. Si logramos vender la vieja casa, podremos solventar eso por un tiempo.

—¿Vender la vieja casa? ¿Estás seguro? —pregunta sorprendido.

—Sí, estoy seguro.

Es la única forma de conseguir dinero para la manada. Aunque no sé quién querría comprar esa casa. Tal vez algún loco al que le guste vivir entre ratas y telarañas. Ojalá.

—Está bien, Aksel. Si tú lo dices, te creo.

En ese momento, escuché la voz de mi lobo, River, en mi cabeza.

—¿Crees que te sobre algo de dinero?

—Eso espero. ¿Por?

—¿Y será lo suficiente para enterrar al Zombie?

—¡Hey! Todavía respira... creo.

—Sí, claro. Por lo menos le pondré unas flores antes de que se deshaga —se rió.

—Está bien, creo que me alcanzará para arreglarle algo. Por lo menos para que aguante un poco más.

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Comments

Greiselyn lisbeth

Greiselyn lisbeth

😂😂😂😂😂😂😂 solo le falta decir que le da miedo lavarla para que no se siga oxidando 😂😂😂😂 me gusta ese alfa😁

2025-05-21

2

Alondra Roblero

Alondra Roblero

jaja me gusta este alfa este es diferente a todas las k e leído donde el alfa lo tiene todo

2025-05-27

1

Rosa Diaz

Rosa Diaz

hola autora me encanta lu escritura partcipas con nosotros con el dialogo /Heart//Heart//Heart/

2025-05-28

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