CAPÍTULO I: El eco de la Suprema

— Synera —

El silencio del tiempo no guarda memorias, solo cicatrices. En un mundo que olvidó a sus dueños y se reinventó entre ruinas, hay existencias que jamás pidieron ser. Sombras que respiran porque alguien decidió que lo hicieran, condenadas a vagar entre lo humano y lo imposible. Una de esas sombras… soy yo.

No elegí vivir.

No crecí.

No nací como lo hacen los demás.

No hubo cuna ni destino, solo un vacío que me reclamó.

Soy la sombra que camina tras la vida, su reflejo roto, su piel desechada.

Un eco sin dueño.

Todo en mí… le pertenece.

Cada pensamiento robado, cada suspiro arrancado, incluso esta voz que tiembla al pronunciar mi verdad…

Ni siquiera eso me pertenece.

Porque yo no soy yo.

Soy lo que ella decidió que fuera.

¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar? ¿Qué hago aquí?

Floto.

Caigo.

Sueño.

Estoy atrapada en un abismo sin fondo, un océano de nada que me arrulla con su frío eterno.

Todo es gris. No hay arriba ni abajo. Solo el eco de una conciencia que ni siquiera me pertenece.

¿Quién soy? ¿Por qué yo?

¿Por qué a mí...?

Nunca entendí la soledad, pero tampoco supe lo que era estar acompañada.

No entiendo qué son los sentimientos… solo sé que todo lo que soy, y todo lo que seré, existe gracias a ella.

Aetherion.

Ella… es mi origen. Y quizás mi fin.

Me hundo en este sueño sin tiempo.

A veces, solo a veces, una chispa de pensamiento (que tal vez sea mío, o tal vez no) se enciende:

Entonces, sin aviso, el abismo me rechaza.

Me escupe hacia la luz como si nunca me hubiera pertenecido.

Un parpadeo.

Un glitch en una simulación rota.

Y despierto.

Han pasado mil quinientos años desde la guerra.

Brujas. Humanos. Demonios.

Un mundo quebrado, desangrado, escrito y reescrito con sangre y miedo.

Pero para mí…

fue solo un pestañeo.

—¿D-Don… dónde estoy? —susurro con una voz que no siento como mía, tumbada en un suelo extraño.

Todo huele distinto.

El aire… no canta como antes.

La energía de este mundo ya no baila, no respira como lo hacía la vieja magia.

Es como si Veydrath —la tierra que una vez conocí, la que alguna vez me soñó— hubiera muerto sin que nadie lo notara.

Y en su lugar... solo quedan ruinas disfrazadas de imperios.

Los humanos controlan ahora la magia que temían.

Crearon democracias, se erigieron como reyes de sus propias ruinas.

Pero siguen tan rotos como siempre:

codiciosos, crueles, en guerra eterna consigo mismos.

Solo cambiaron de máscaras. Nunca de alma.

Observo. Todo es ajeno. Todo es nuevo y, sin embargo, me duele con una nostalgia que no entiendo.

Desperté en una aldea pequeña, olvidada por el mundo.

Allí, los humanos sin magia vivían como parias.

Rechazados por su propio linaje, por la historia que los escupió.

Pero… eran humanos.

Y por primera vez, alguien me miró sin miedo.

No con adoración. No con odio.

Solo con una extraña curiosidad… como si yo también pudiera ser algo más.

Mientras el mundo había girado sin mí durante siglos, yo apenas comenzaba a abrir los ojos. Todo era nuevo. Todo era hostil. Pero yo seguía siendo la misma.

Mi nombre es Synera.

No soy humana.

No soy un demonio, ni algún otro engendro que arrastre cadenas en este mundo.

Y mucho menos una bruja real… aunque mi sangre y mi sombra griten lo contrario.

Soy algo distinto… algo que no debería existir por sí mismo.

Fui moldeada, no nacida.

Tallada por manos divinas, con hilos de magia y propósito.

La Suprema me creó.

No con amor, ni con ternura, sino con necesidad.

Con voluntad absoluta.

No poseo un alma.

Pero dentro de mí, late un fragmento de su conciencia.

Un eco eterno de su voz.

Fui su oráculo.

Su espejo.

Su sombra fiel en la luz del mundo.

Recuerdo la primera vez que me vi reflejada en el agua. Fue como mirar a un fantasma que aún no entendía su existencia.

A simple vista… parezco una joven de dieciocho años. Mi piel, pálida como la escarcha al amanecer, parecía desvanecerse bajo la luz.

Mi cabello, tan blanco que desafiaba la sombra, imposible de esconder, imposible de ignorar.

Y mis ojos…

Carmesíes.

Sin brillo, sin vida.

Iguales a los suyos, y sin embargo, profundamente distintos.

Vacíos. Silenciosos.

Mi figura era más alta, más adulta que la de ella.

Pero también más frágil.

Como si un simple suspiro del viento bastara para quebrarme.

Sin embargo, lo más pesado en mí… no se ve.

Es la carga invisible que me fue impuesta:

una misión grabada en lo más profundo de mi existencia.

Una promesa que me ata a este mundo,

que me sostiene aún de pie…

incluso ahora, después de siglos de silencio.

De pronto, en un parpadeo, el tiempo corrió para mí como un suspiro... pero para el mundo, cada segundo fue una herida lenta. Los años en aquella aldea fueron los primeros pasos de una eternidad que jamás pedí. Aprendí a ver sin intervenir, a existir sin pertenecer. Observé cómo el mundo cambiaba, y lo comprendí de formas que ojalá nunca hubiera entendido. La magia, antes sagrada, susurrante y viva, se volvió una herramienta fría, domesticada, útil solo para el poder. El continente se fragmentó, como un espejo roto que ya nadie quiso recomponer.

Donde una vez se alzaba el Reino de las Brujas, ahora florece el Capitolio. Decathis, lo llaman. Una joya artificial, brillante, erigida sobre las ruinas de una historia que prefieren olvidar. Sus torres rasgan el cielo, pero sus cimientos están hundidos en ceniza y sangre. La gobierna un Rey Mago que no heredó el poder, sino que lo robó, lo vistió de oro y lo proclamó suyo. Pero sé la verdad. En las sombras, más allá de los nombres y las coronas, él no es más que un títere. Porque la verdadera amenaza... es más antigua. Y más oscura.

El lugar de mi despertar fue el Distrito Diez, uno de los tantos fragmentos que conforman el extenso cuerpo de este nuevo imperio.

Cercanos entre sí, sí… pero jamás unidos.

Pedazos de un reino que finge sostenerse, mientras sus grietas se multiplican en silencio.

Territorios olvidados por el tiempo… y por los gobernantes que dictan órdenes desde una distancia cómoda.

Diez es una tierra de los olvidados.

Los que viven aquí no son ciudadanos. Son sobrevivientes.

Aquí, la magia no es un derecho. Es una condena.

Una cicatriz heredada.

Algo que se oculta, que se teme, que se castiga.

Y sin embargo, entre las ruinas y el polvo, oí algo.

Susurros.

Murmullos apagados que aún pronunciaban el nombre de la Suprema, no con poder, sino con nostalgia. Con una fe rota, fragmentada, que apenas se sostenía en pie... como un hilo de luz colgando en la oscuridad.

Fue entonces cuando comprendí: no todo se había desvanecido.

Aún quedaban chispas.

Pequeñas, temblorosas…

pero vivas.

Han pasado veintisiete años.

Veintisiete inviernos, primaveras, soles y lluvias…

y no los sentí.

Solo fragmentos.

Sombras de momentos.

Destellos de aprendizaje que se desvanecen apenas los intento recordar.

No solo llegué a comprender este mundo nuevo.

Comencé a preguntarme qué era yo dentro de él.

Porque no soy libre.

Nunca lo fui.

Fui creada para servir, para mirar sin intervenir, para cumplir sin preguntar.

Pero algo dentro de mí empezó a temblar.

Comencé a imitar.

No por juego. No por curiosidad.

Sino por una necesidad profunda, innombrable.

Vi sus lágrimas, y sentí una presión en el pecho que no entendí.

Vi su ira, y algo en mí ardió.

Vi sus sueños… y por primera vez, deseé tener uno.

Como si algo enterrado dentro de mí… quisiera ser.

Quisiera existir de verdad.

Ser algo más que una herramienta.

He caminado entre ruinas cubiertas por el silencio.

He cruzado ciudades cuyos nombres ya nadie recuerda.

He atravesado desiertos donde incluso el viento olvida.

Siempre buscando. Siempre observando.

No por compasión.

Sino porque busco al Caos.

Aquel que puede cambiar el destino.

Aquel que puede restaurar lo perdido…

o destruirlo por completo.

El tiempo siguió su curso.

Y ahora… han pasado doscientos años.

Ahora soy más antigua que las Supremas.

Más vieja que muchas leyendas.

Y sin embargo, sigo atada a ella.

Vivo mientras ella viva.

Si ella cae, yo me desvaneceré.

Somos dos reflejos en el mismo espejo.

Un lazo que ni el tiempo ha podido romper.

Recojo información. Me oculto. Resisto.

Una sombra entre muchas sombras.

Pero el Caos…

el que debe despertar…

aún duerme.

He buscado en cada rincón.

He preguntado sin palabras, observado sin ser vista.

Y nadie sabe.

Nadie entiende.

Quizás… ni siquiera yo.

El lugar donde abrí los ojos… ya no existe.

Se volvió polvo.

Arrasado por el tiempo, por la indiferencia, por el olvido.

He visto al mundo girar tantas veces que las estaciones ya no me dicen nada.

La nieve, la lluvia, el calor… son solo repeticiones vacías.

Ciclos sin alma.

He caminado entre vidas que se encienden y se apagan como velas al viento.

Ayudé a quienes lo necesitaban.

Destruí demonios con furia ciega.

A veces escucho que me llaman la Bruja Asesina de Demonios.

Un nombre que murmuran con miedo…

como si esas palabras fueran capaces de contener lo que realmente soy.

Pero no lo hice por bondad.

Nunca fue por bondad.

Lo hice por odio.

Un odio que no es mío…

pero que arde en mí como un veneno heredado de la Suprema.

Odio a los demonios.

Odio a los humanos.

Odio la forma en que destruyen, mienten, olvidan.

El odio es lo único que siempre ha estado conmigo.

Lo único que permanece cuando todo lo demás se desvanece.

Y, aun así…

ni siquiera ese odio me pertenece.

Sé que Aetherion aún vive.

Puedo sentirlo.

Su poder late, encerrado en algún rincón profundo del Capitolio.

Obligada a sostener el tejido mágico de esos seres repugnantes.

Alimentando con su esencia los cimientos podridos de este nuevo mundo.

Su magia…

aún respira.

Aún lucha.

Si se rompe, si colapsa… el mundo entero será arrastrado a la nada.

Pero yo no puedo salvarla.

No todavía.

Entrar en el Capitolio sería mi fin.

Y aunque el deseo de arrasar con todo me consume…

todavía tengo una tarea.

Un propósito que me ata, que me sostiene,

aunque a veces me pregunto si no es solo otra forma de condena.

Y sin embargo… sigo caminando.

Porque sé que, en algún rincón de este mundo quebrado,

el Caos aguarda.

Y cuando despierte…

mi historia, nuestra historia,

por fin comenzará.

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Comments

Beatriz Narváez campo

Beatriz Narváez campo

con quién comenzará esta nueva vida synera...al menos no estará sola!!

2025-05-08

3

Beatriz Narváez campo

Beatriz Narváez campo

muy interesante historia!!

2025-05-08

1

Total
Capítulos
1 Prólogo
2 CAPÍTULO I: El eco de la Suprema
3 CAPÍTULO II: El peso de la soledad
4 CAPÍTULO III: El despertar de la voluntad
5 CAPÍTULO IV: El zorro parlante y su amo dormilón
6 CAPÍTULO V: Kenja, el Eslabón del Caos
7 CAPÍTULO VI: El tiempo vuelve a fluir
8 CAPÍTULO VII: El Guardián del Nexus
9 CAPÍTULO VIII: En el Corazón del Nexus
10 CAPÍTULO IX: Brujas, Zorros y Citas Peligrosas
11 CAPÍTULO X: El Despertar del Caos
12 CAPÍTULO XI: Solo por Hoy… Ser Real
13 CAPÍTULO XII: El Legado de la Suprema
14 CAPÍTULO XIII: La sombra y la espada
15 CAPÍTULO XIV: Reflejo y Renacer
16 CAPÍTULO XV: El Orgullo Eterno
17 CAPÍTULO XVI: El Misterio de Sharksoul
18 CAPÍTULO XVII: Kurojin: El espíritu de la tormenta carmesí
19 CAPÍTULO XVIII: Surcando el Amanecer
20 CAPÍTULO XIX: El susurro de la tormenta
21 CAPÍTULO XX: Bajo la Tormenta
22 CAPÍTULO XXI: Cuando la reina danza
23 CAPÍTULO XXII: El Lamento de los Sobrevivientes
24 CAPÍTULO XXIII: El Infierno oculto
25 CAPÍTULO XXIV: El Umbral de la Doncella
26 CAPÍTULO XXV: Choque de Sangre y Magia
27 CAPÍTULO XXVI: La sacerdotisa del silencio
28 CAPÍTULO XXVII: El Juego de Eirenys
29 CAPÍTULO XXVIII: Velmora vs Synera
30 CAPÍTULO XXIX: Fin del Orgullo
31 CAPÍTULO XXX: Kenja vs Velgorath: El Rugido del Caos
32 CAPÍTULO XXXI: El Presagio de Eirenys
33 CAPÍTULO XXXII: Entre Hielo y Fuego
34 CAPÍTULO XXXIII: Una Flor en las Cenizas
35 CAPÍTULO XXXIV: Corazones que Renacen
36 CAPÍTULO XXXV: La Obsesión de Eirenys
37 CAPÍTULO XXXVI: Pesadilla Escarlata y la Clériga Incontenible
38 CAPÍTULO XXXVII: Un nuevo amanecer en Thérenval
39 CAPÍTULO XXXVIII: Sombras sobre Valara
40 CAPÍTULO XXXIX: Más Allá del Horizonte
41 CAPÍTULO XL: Pétalos de engaño
42 CAPÍTULO XLI: Cuando arde la esperanza
43 CAPÍTULO XLII: El Juramento de Vaelor
44 CAPÍTULO XLIII: Fragmentos de Ambición
Capítulos

Updated 44 Episodes

1
Prólogo
2
CAPÍTULO I: El eco de la Suprema
3
CAPÍTULO II: El peso de la soledad
4
CAPÍTULO III: El despertar de la voluntad
5
CAPÍTULO IV: El zorro parlante y su amo dormilón
6
CAPÍTULO V: Kenja, el Eslabón del Caos
7
CAPÍTULO VI: El tiempo vuelve a fluir
8
CAPÍTULO VII: El Guardián del Nexus
9
CAPÍTULO VIII: En el Corazón del Nexus
10
CAPÍTULO IX: Brujas, Zorros y Citas Peligrosas
11
CAPÍTULO X: El Despertar del Caos
12
CAPÍTULO XI: Solo por Hoy… Ser Real
13
CAPÍTULO XII: El Legado de la Suprema
14
CAPÍTULO XIII: La sombra y la espada
15
CAPÍTULO XIV: Reflejo y Renacer
16
CAPÍTULO XV: El Orgullo Eterno
17
CAPÍTULO XVI: El Misterio de Sharksoul
18
CAPÍTULO XVII: Kurojin: El espíritu de la tormenta carmesí
19
CAPÍTULO XVIII: Surcando el Amanecer
20
CAPÍTULO XIX: El susurro de la tormenta
21
CAPÍTULO XX: Bajo la Tormenta
22
CAPÍTULO XXI: Cuando la reina danza
23
CAPÍTULO XXII: El Lamento de los Sobrevivientes
24
CAPÍTULO XXIII: El Infierno oculto
25
CAPÍTULO XXIV: El Umbral de la Doncella
26
CAPÍTULO XXV: Choque de Sangre y Magia
27
CAPÍTULO XXVI: La sacerdotisa del silencio
28
CAPÍTULO XXVII: El Juego de Eirenys
29
CAPÍTULO XXVIII: Velmora vs Synera
30
CAPÍTULO XXIX: Fin del Orgullo
31
CAPÍTULO XXX: Kenja vs Velgorath: El Rugido del Caos
32
CAPÍTULO XXXI: El Presagio de Eirenys
33
CAPÍTULO XXXII: Entre Hielo y Fuego
34
CAPÍTULO XXXIII: Una Flor en las Cenizas
35
CAPÍTULO XXXIV: Corazones que Renacen
36
CAPÍTULO XXXV: La Obsesión de Eirenys
37
CAPÍTULO XXXVI: Pesadilla Escarlata y la Clériga Incontenible
38
CAPÍTULO XXXVII: Un nuevo amanecer en Thérenval
39
CAPÍTULO XXXVIII: Sombras sobre Valara
40
CAPÍTULO XXXIX: Más Allá del Horizonte
41
CAPÍTULO XL: Pétalos de engaño
42
CAPÍTULO XLI: Cuando arde la esperanza
43
CAPÍTULO XLII: El Juramento de Vaelor
44
CAPÍTULO XLIII: Fragmentos de Ambición

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