Leonardo narrando...
Todos sabían lo loca que estaba Rebeca por mí, me di cuenta de eso hace años, cuando ocurrió aquella tragedia y ella iba a visitarme al hospital, percibí que estaba encantada conmigo, aunque yo era un poco mayor que ella, nunca la animé, pero siempre la traté con respeto, ella siempre hacía todo para complacerme y confieso que alimentaba mi ego masculino tener a una joven loca por mí, eso no me molestaba al principio, sentía lástima e incluso me parecía gracioso, porque nunca tuve interés en ella, mi amor era Fiorella, mi linda Fiorella, siempre frágil y enferma. Regresé al país después de una pelea nuestra, ella rompió conmigo; vivimos años así, terminando y volviendo, y viéndonos a escondidas porque mi abuela la odiaba. Un tiempo después de nuestra pelea, ella se comprometió con otro tipo, yo quedé destrozado, no salí de mi habitación durante semanas, entonces decidí regresar al país definitivamente y mi abuela vino con esta estúpida propuesta de casarme con Rebeca. No puedo decepcionar a mi abuela, está enferma y me imploró que me casara con ella, y terminé prometiendo que haría ese sacrificio, este matrimonio es un negocio, solo eso. Confieso que estoy harto de las adulaciones de Rebeca, más aún después de descubrir que acosaba a Fiorella, que la llamaba y le enviaba correos amenazantes para que me dejara, y por lo que oí decir de ella, que era una mentirosa, una farsante, así que me empezó a desagradar aún más. Ella consiguió lo que quería, manipuló muy bien a mi abuela para que yo me casara con ella, pero si piensa que seremos marido y mujer como ella sueña, está redondamente equivocada. Le di largas a la abuela y a Rebeca durante 2 años, siempre encontraba una forma de escabullirme del compromiso hasta que hace 4 meses mi abuela la metió aquí en casa y me dijo que tenía cuatro meses para convivir con ella, comprometerme para que la sociedad lo supiera y casarme pronto, o Pedro se quedaría al mando de la empresa. Yo quería ese puesto y sé que soy el más preparado para ello, así que acepté. Ya me habían pateado de todos modos, ¿qué más iba a hacer? Terminé aceptando aquella idiotez.
Más tarde ese día...
Leonardo esperaba a Rebeca en la sala de estar, tomando una copa.
Ella baja las escaleras con una amplia sonrisa, con un peinado bien elaborado y un vestido azul celeste sin tirantes; estaba muy guapa, pero a Leonardo ni le importó.
Él la mira con incredulidad.
Leonardo: —El mismo perfume de Fiorella, el vestido se parece a uno que ella usó hace poco.
Rebeca ignora lo que él dijo.
Rebeca: —¿No te gustó? No estoy tratando de imitar a nadie, Leonardo, me gusta esta ropa y este perfume, es solo eso, pero si te molesta, voy a...
Leonardo: —¡Basta de tonterías, chica! ¡Deja de hacerte la idiota! ¡De buenita! Conseguiste exactamente lo que querías, fuiste allí con la excusa de visitar a la abuela, ¿crees que no sé que vivías haciéndole la pelota? ¿Armaste todo esto para que me casara contigo, no es así? Eres una trepadora social, cuanto más dinero para ti, mejor, ¿verdad? Pues te digo una cosa: este matrimonio es un negocio, ¡no es nada más que eso! ¡Sácate esas ideas tontas de amor de la cabeza, nunca voy a ponerte un dedo encima! ¡Amo a Fiorella, nunca le llegarás ni a los talones! ¡Tendrás que nacer de nuevo! Y si dudas, ni así. Le di largas a mi abuela todo lo que pude para no casarme, pero ahora es inevitable, así que sé buena y terminemos con esta payasada.
Rebeca baja la cabeza y empieza a llorar. Leonardo sale en dirección al coche.
Él entra en el coche y empieza a tocar la bocina. Rebeca sale corriendo de la casa y entra en el coche; se seca las lágrimas mientras Leonardo arranca el coche.
Leonardo: —¡Deja de llorar, tu fingimiento me irrita!
Rebeca se seca las lágrimas y se retoca el maquillaje; no dice una palabra y Leonardo también se calla y solo presta atención al tráfico.
Mientras tanto, ya en el club de la ciudad donde tendría lugar la fiesta, doña Violeta conversaba feliz con los invitados.
Eugenio: —¿Violeta, de verdad crees que esto va a funcionar?
Violeta: —Eugenio, mi querido amigo, estoy haciendo lo mejor para los dos.
Eugenio: —Violeta, Leonardo no ama a Rebeca, ama a Fiorella.
Violeta: —Terminaron, y así será más fácil. Rebeca me dijo que se están llevando muy bien, ¿no viste que están en todas las fiestas juntos?
Eugenio: —¿Y si te está engañando para dejarte tranquila?
Violeta: —No creo, los dos parecen felices.
El lugar estaba abarrotado, la alta sociedad de aquel lugar estaba allí en pleno; finalmente Rebeca y Leonardo llegan del brazo, él odiando todo aquello y ella fingiendo una felicidad que ya no sentía.
En cuanto entran en el salón son saludados por mucha gente.
Los dos se separan y Brandon y María se acercan.
Brandon: —¿Ya sola, hermanita? ¿Dónde está el novio enamorado?
María: —Brandon, no molestes a tu hermana. No le hagas caso, cariño, ¡estás preciosa!
Rebeca: —Gracias, María.
María: —Espero que no olvides tu promesa de pasarle la empresa a tu hermano.
Rebeca: —Pero yo no prometí nada, dije que lo pensaría.
Brandon pone los ojos en blanco.
María: —Cariño, te vas a casar, tener hijos, y estoy segura de que Leonardo no querrá una esposa empresaria, y tú, mi bien (le pasa la mano por el rostro), eres una mujer delicada, ¿cómo vas a dirigir una empresa?
Rebeca: —María, soy muy competente y sé que podría encargarme de todo. Prometo pensarlo y te daré una respuesta antes de mi boda, ¿de acuerdo?
Brandon: —Claro, solo no pienses demasiado, hermanita.
María: —¡Basta ya! Bueno, querida, vamos a dar una vuelta por ahí.
Ella toma del brazo a Brandon y se va andando.
Marcela: —¡Amiga! ¡Finalmente te vas a casar! ¡Estoy muy feliz por ti!
Marcela llega abrazando a Rebeca.
Marcela Ferrari (Esposa de Pedro Ferrari, primo de Leonardo)
Rebeca: —Gracias, sabes que valoro mucho tu amistad.
Marcela: —Oye, ¿por qué estás así? ¿Peleaste con él?
Rebeca: —No pasó nada, solo estoy nerviosa.
Marcela: —¿Rebeca, estás segura de lo que vas a hacer? Sé que siempre has amado a este hombre, pero todavía tienes tiempo para desistir. Rebeca, sé que es tu sueño, pero no quiero que sufras.
Rebeca: —¿Cómo está Pedro?
Marcela: —La vieja táctica de cambiar de tema.
Las dos ríen.
Marcela: —Está bien, anda por ahí hablando con esos empresarios aburridos.
Las dos ríen de nuevo. Violeta se acerca a ellas.
Violeta: —Con permiso, chicas.
Marcela: —Bueno, voy a buscar a mi marido, con permiso.
Marcela sonríe a ambas y se va.
Rebeca: —Abuela.
Violeta: —¡Finalmente el gran día! ¿Estás feliz?
Rebeca: —Mucho, abuela, tu nieto me hace muy feliz.
Rebeca pensando...
Perdóname por mentir, abuela, pero estoy segura de que después de la boda él me amará, me esforzaré mucho más. No puedo fracasar.
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