cap 9

El grupo había dejado atrás las ruinas. Pero la atmósfera no era más ligera… al contrario. El aire se sentía más denso, más espeso, como si algo invisible caminara con ellos.

Lyra cabalgaba en silencio, con la marca aún ardiendo en su palma. Theryn no dejaba de lanzar miradas hacia los árboles. Y Kael… no se había separado de ella ni por un segundo.

—¿Qué piensas hacer si el consejo se entera? —preguntó ella de pronto, rompiendo el silencio.

—No lo harán —respondió Kael con voz seca—. Nadie sabrá lo que viste… aún.

—Pero si algo me controla… si me pierdo otra vez…

Kael detuvo su caballo y la miró con esa intensidad que siempre la dejaba sin aliento.

—Entonces iré a buscarte. Una y mil veces. Hasta que vuelvas a mí.

Antes de que pudiera responder, una flecha silbó entre ellos. Theryn gritó:

—¡Emboscada!

Desde los árboles, figuras encapuchadas salieron disparando. No eran bandidos comunes. Sus movimientos eran precisos, sus ropas negras llevaban bordado un ojo rojo.

—¡Los mismos de la visión! —gritó Lyra, reconociendo el símbolo.

Kael desmontó con un salto, su espada envuelta en energía oscura. Theryn clavó su lanza en el suelo y activó un escudo de luz. Lyra alzó las manos y el fuego estalló… pero algo la detuvo.

Su cuerpo no respondió.

Una figura encapuchada se acercó caminando entre el caos, ilesa entre hechizos y acero. Se quitó la capucha.

Un rostro familiar.

—No puede ser… —susurró Lyra.

Era Elarion, uno de los guardianes del reino. Uno que había jurado protegerla… uno que había desaparecido años atrás.

—Hola, Lyra —dijo con una sonrisa torcida—. ¿Recuerdas quién me traicionó primero?

Kael corrió hacia él con furia, pero Elarion se desvaneció en sombras justo antes de ser alcanzado.

—¡Cobarde! —rugió Kael.

Pero la batalla ya estaba cediendo. Los atacantes, al ver fallido su intento, se retiraban entre la niebla, dejando atrás cuerpos… y un mensaje grabado en piedra:

“Tu reina caerá una vez más. Esta vez, sin redención.”

Lyra lo leyó con el corazón encogido.

Porque la voz en su cabeza… no lo negaba.

El Bastión de Aeloria los recibió con puertas abiertas, pero los ojos que los esperaban detrás eran fríos. Kael había convocado al Consejo de Nobles esa misma noche. Había heridas, sangre seca en sus ropas, y sin embargo, no podían perder tiempo.

Theryn custodiaba la sala como un lobo al acecho. Kael se mantenía en pie, imponente. Y Lyra… Lyra se sentía más sola que nunca, aun con la sala llena.

—Nos atacaron en las ruinas del Ojo —comenzó Kael sin rodeos—. No fueron bandidos. Fueron los marcados.

Un murmullo cruzó la sala. Uno de los consejeros —el más anciano, Lord Vaener— frunció el ceño.

—¿Insinúas que los seguidores del Ojo han vuelto? Eso es imposible. Fueron erradicados hace generaciones.

—No. Solo durmieron —intervino Lyra, con la voz firme—. Y yo… yo los desperté sin querer.

Todos la miraron como si fuera una llama a punto de desatarse.

—¿Qué estás diciendo, bruja? —gruñó otro consejero—. ¿Nos trajiste el desastre a casa?

Kael golpeó la mesa con fuerza.

—¡Ella salvó nuestras vidas! ¡Y si no lo entienden, pueden irse de mi reino!

La tensión se podía cortar con un cuchillo. Pero Lord Vaener sonrió de forma casi imperceptible.

—Nadie cuestiona tu poder, rey Kael. Pero el pueblo empieza a murmurar… dicen que ella llegó con fuego en las manos y muerte en los ojos.

Lyra se levantó lentamente, dejando que su energía palpitara en el aire.

—Tal vez tengan razón. Pero si el enemigo ya está dentro, oculto con máscaras… ¿a quién creen que va a atacar primero?

Silencio.

Kael hizo un gesto, y los guardias se acercaron a cerrar las puertas.

—A partir de hoy, se investigará a todos. Consejeros, capitanes, sirvientes. Quien oculte marcas, será juzgado.

Cuando todos se retiraron, Kael se quedó solo con Lyra. Se sentó en su trono y la miró con cansancio.

—Uno de ellos está con ellos. Lo sentí.

—Yo también —dijo Lyra—. Pero no era solo uno… eran tres.

Kael alzó la mirada.

—Entonces esta guerra ya empezó… y aún no sabemos quién dispara la primera flecha.

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