cap 8

Lyra retrocedió, con la respiración entrecortada. Su yo del pasado bajó la daga lentamente del pecho de Kael… y sonrió.

—¿Por qué…? —susurró Lyra, viendo al Kael de la visión caer de rodillas.

—Porque incluso los dioses mueren por amor —dijo la antigua Lyra, con una voz más profunda, más cruel—. Y tú… tú lo olvidaste.

El tiempo no fluía normal ahí. Todo estaba congelado en una belleza terrible: las llamas del templo danzaban sin consumir, el Kael del pasado sangraba sin morir, y su otra versión caminaba lentamente hacia ella.

—No eres real —dijo Lyra, temblando.

—Soy más real que tus recuerdos prestados. Yo fui tú… cuando decidiste destruirlo todo. Cuando entregaste las puertas del reino a cambio de poder.

La antigua Lyra levantó una mano y un círculo de fuego flotó entre ellas.

Dentro de él, se veían momentos rotos:

— Lyra sellando una ciudad con un solo gesto.

— Kael suplicándole que se detuviera.

— Un niño de ojos verdes huyendo entre ruinas.

— Un pacto… con una sombra sin rostro.

—Todo eso… ¿lo hice yo? —preguntó Lyra, con lágrimas cayendo.

—Aún no. Pero cada vez estás más cerca —respondió su reflejo oscuro—. ¿No lo sientes? Cada vez que usas tu poder, yo despierto un poco más.

Lyra cayó al suelo, presionándose la cabeza. La magia dentro de ella ardía como una serpiente retorciéndose.

—Quiero cambiar… —susurró.

—Entonces recuerda —gruñó su otra yo—. Recuerda lo que fuiste… y por qué Kael te perdonó, incluso después de morir.

Todo empezó a temblar. El fuego se volvió negro. El suelo se abrió bajo sus pies. Y cuando Lyra cerró los ojos, escuchó una sola voz más, una voz infantil… familiar:

—Mamá…

Lyra abrió los ojos.

Estaba otra vez en las ruinas. Tendida en el suelo, con Kael sosteniéndola.

—¡Estás aquí! —exclamó él—. Estuviste ida por horas.

Ella lo abrazó con fuerza, temblando.

—Vi todo. Kael… yo te maté.

Él se quedó inmóvil. Y luego, en voz baja:

—Ya lo sabía.

El silencio entre ellos pesaba como una tormenta contenida. Kael no dijo nada al principio. Solo la abrazó, como si su calor pudiera alejarle los recuerdos de otra vida.

—¿Desde cuándo lo sabes? —preguntó Lyra con la voz rota.

—Desde la primera vez que tus ojos brillaron como los del pasado —respondió Kael, sin apartarse—. En la guerra, cuando perdí mi alma, sentí tu magia… sentí tu traición. Y aun así, cuando te vi renacer… supe que volvería a elegirte.

Lyra quiso hablar, pero algo se rompió en la tierra bajo sus pies. Un temblor, luego otro. Las piedras antiguas empezaron a moverse solas. Y desde el centro del círculo, surgió una figura.

Un cuerpo hecho de cenizas, ojos ardientes… y voz milenaria.

—Has despertado el pacto incompleto —dijo la criatura—. Y donde hubo traición… habrá juicio.

Kael se interpuso de inmediato, con la espada en alto.

—¡Atrás!

Pero la criatura no lo atacó. Solo miró a Lyra.

—Fuiste elegida. Marcada. Reina de las Ruinas… ¿Vienes a sellar lo que dejaste abierto?

Lyra dio un paso al frente. Su poder palpitaba bajo su piel. No sabía si lo controlaba ella… o si algo más lo estaba guiando.

—No quiero destruir nada. Solo quiero saber quién soy… y cómo detener lo que se acerca.

La criatura pareció reír, aunque no tenía boca.

—Entonces mira.

Y con un solo gesto, el suelo se partió. Una llama blanca se alzó y en su centro… una visión.

Un ejército en movimiento. Banderas negras. Dragones de hueso. Y al frente… una figura con su rostro.