Capítulo 2.

La cama se sentía rígida e inquietante. Ivonne ya se había acostumbrado a tener dificultades para dormir, pero esta vez era diferente. Se sentía emocionada, ansiosa. La imagen del lobo de ojos rojos y aura electrizante se repetía en su mente como un eco persistente. Algo en él la había inquietado, no solo por su presencia física, sino por la intensidad de su energía. Había visto auras de todos los tipos durante sus 24 años, pero nunca una como esa: densa, poderosa y llena de un secreto que la llamaba sin palabras.

Se removió en la cama, cubriéndose el rostro con la almohada. —Esto es una locura—, pensó, intentando convencerse de que todo era solo una coincidencia. Sin embargo, una extraña sensación de ser observada la hizo destaparse con un sobresalto. Miró en dirección a la ventana, pero no vio nada más allá de la oscuridad de la noche. Aun así, el peso invisible de una presencia la hizo estremecer.

Frotó su rostro con las manos, intentando calmarse. Desde que había llegado a esta ciudad, su don parecía haberse vuelto más fuerte, descontrolado incluso. Tomó su teléfono y envió un mensaje a Violeta.

—¿Estás despierta?

La respuesta no tardó en llegar.

—Siempre. ¿Por qué?

—No puedo dormir. 

—¿Quieres salir?

—Quizás mañana... —Con inquietud dejó el teléfono a un lado y trató de cerrar los ojos

A la mañana siguiente, Ivonne se preparó para su turno en la biblioteca. Trataba de cumplir con su rutina de todos los días y mantener su mente ocupada, pero seguía atrapada en los eventos de la noche anterior. Aquel lobo de pelaje negro volvía constantemente. Como el repicar de las manecillas de un reloj.

Desde el mostrador, sintió la mirada de Violeta clavada en ella. Su compañera de piso y colega de trabajo tenía esa habilidad de captar el más mínimo cambio en la gente, y ahora la observaba con curiosidad e intención. Violeta era una joven de piel pálida y cabello blanco como la nieve. Sus ojos eran de un azul muy claro, casi translúcido, y su mirada era penetrante y alegre. Se teñía las cejas de negro para enmarcar sus ojos y resaltar sus rasgos, y siempre llevaba las uñas pintadas de negro, un contraste que reflejaba su personalidad fuerte y enigmática.

—Oye, Bellarose —dijo Violeta, apoyando los codos en la madera con una sonrisita socarrona—. Tienes cara de haber visto un fantasma. O algo más interesante. —Su voz sonaba recelosa e Ivonne sabía que era porque quizás ella asumía que había usado sus poderes y no le había contado nada.

Ivonne suspiró.

—No es nada.

—A otro perro con ese hueso —Violeta entornó los ojos—. Llevas todo el día distraída. Vamos, dime. Si es algo turbio, prometo no contarle a nadie... a menos que sea demasiado jugoso. Sabes que me encantaría que algún día sientas el aura de un asesino y veas sus intenciones de destri...

—¡Oye, ya basta!— Dijo interrumpiendo a su albina amiga, la cual se movía evocando los movimientos de un asesino. —Primero, eso es desagradable y, segundo, deseo de verdad que tus sueños nunca se hagan realidad.— Mencionó lo último con una pequeña carcajada.

Ivonne negó con la cabeza, pero la insistencia de Violeta la hizo sonreír otra vez.

—Solo... ha sido una noche extraña. Nada importante.

Violeta ladeó la cabeza, analizándola como si pudiera descifrar sus pensamientos.

—Perfecto. Entonces vamos a un bar. Necesitas relajarte y un par de tragos siempre calma el cuerpo y la mente.

—No creo que sea...

—Ni lo intentes, Bellarose. No acepto un no por respuesta.

Y así, sin darle oportunidad de negarse, Violeta tomó la decisión por ambas. Emocionada, avisó a la señora Thompson que no estarían esta noche.

El horario durante el resto del día pasó siendo un agobio para Ivonne. Había muchos estudiantes y se sentía casi incapaz de controlar su poder para ver las auras, pero cada vez que se sentía mal, de la nada aparecía Violeta, casi como si la llamaran con el pensamiento.

Horas después, Ivonne se encontró en las calles iluminadas por faroles parpadeantes. El aire nocturno era fresco y la brisa llevaba consigo el aroma de la lluvia reciente. Al doblar la esquina, vio a Violeta esperándola junto a la entrada de un bar. Su largo cabello blanco relucía bajo la luz tenue, y su expresión despreocupada contrastaba con la ansiedad que Ivonne sentía.

—Pareces un fantasma —comentó Violeta con una media sonrisa.

—Mira quien habla.—Ambas soltaron una carcajada y entraron.

Violeta se movía con soltura entre la reducida multitud, saludando aquí y allá con su carisma natural, mientras Ivonne la seguía con más mesura. Se sentaron en una mesa cerca del ventanal, y Violeta no tardó en pedir las primeras copas.

Justo cuando Ivonne comenzaba a relajarse, sintió un cambio en el ambiente. Una energía densa, imponente. Miró hacia la entrada y no había nadie, pero podía sentirlo, algo se removía en su interior con ansiedad. Volteó al lateral del bar y, de una habitación que parecía una sala de reuniones VIP, vio salir a dos.

Eran imponentes. El primero tenía el cabello negro y corto, muy bien peinado hacia atrás, y caminaba con la confianza de alguien que sabía que dominaba el lugar. Sus ojos eran afilados, y la energía a su alrededor vibraba con intensidad. Su mirada era fría. El segundo, un poco más alto y de facciones más suaves, llevaba una presencia igualmente fuerte, aunque más contenida. Su cabello caía en ondas marrones sobre sus hombros y tenía una mirada pacífica, pero muy segura.

Ivonne sintió que su corazón se aceleraba. Reconoció la energía de inmediato. El aura del hombre de cabello negro era igual o mucho más intensa que la criatura del día de ayer.

—Wow —murmuró Violeta, tamborileando los dedos sobre la mesa—. Esos dos... no están nada mal. —Dio un trago a su copa y suspiró pesadamente, como si le doliera ver a esos chicos.

Ivonne despegó la vista de ellos.

—No los conozco.

—Yo tampoco, pero están buenísimos. Aunque... —Violeta le dio otro sorbo a su copa—. No quiero involucrarme en cosas complicadas.

El ceño fruncido de Violeta, quien ahora dejaba caer parte de su larga cabellera blanca sobre la mesa, hizo que Ivonne olvidara por un momento el tema de los hombres.

Ivonne asintió. —Tienes razón. Involucrarse solo causará problemas y que tenga que estar viendo auras, tú haciendo magia y todas esas cosas aburridas.— Ambas soltaron una carcajada, volviendo a su atmósfera de disfrute y soltura, sin notar que, desde la distancia, los dos hombres también parecían observarlas con interés.

Las horas pasaron, y Violeta, en su entusiasmo, bebió más de la cuenta. Primero fueron charlas animadas sobre libros y trabajo, pero poco a poco, la conversación se tornó más personal.

—Sabes, Bellarose... —balbuceó Violeta—. Eres muy... misteriosa. Como que te guardas todo. Eso no es sano.

—Y tú hablas demasiado cuando bebes.

Violeta soltó una carcajada y se tambaleó en su asiento. Ivonne suspiró y la ayudó a levantarse.

—Hora de irnos, antes de que termines durmiendo en la mesa.

Luego de pagar las bebidas de las dos, salió de la mano de su amiga mientras aun podia mantenerse en pie. El aire frio las golpeo a las dos mientras con esfuerzos trataban de caminar. 

—Sabes, los hombres pueden llegar a ser unos miserables a veces —dijo Violeta después de un rato, con la voz más calmada. Se apoyaba en Ivonne mientras avanzaban lentamente por la calle oscura, el aire fresco de la noche movía suavemente su cabello plateado.

—¿Por qué lo dices? —preguntó Ivonne, ajustando el agarre sobre su amiga—. Hablas como si tuvieras muchísima experiencia. —Su tono llevaba un matiz de sarcasmo, pero también de curiosidad.

—La verdad, sí... —respondió Violeta entre sollozos—. Fue terrible.

Ivonne suspiró, sin saber bien qué decir. Con un movimiento torpe, sacó un pañuelo de su abrigo y lo pasó a su amiga. Mientras seguían caminando, sintió por primera vez que alguien realmente la entendía.

—No sé mucho del amor y esas cosas —se encogió de hombros—, pero sé cómo los hombres pueden llegar a ser unos desgraciados.

Sus manos apretaron ligeramente el brazo de Violeta mientras su mente se llenaba de recuerdos. Una infancia rota, marcada por golpes y abusos, la invadió por un instante. Pero, así como llegaron, los desterró con un suspiro. No era el momento para pensar en ello.

El camino hasta el departamento fue más largo de lo que esperaba. Violeta apenas podía mantenerse en pie, por lo que Ivonne terminó cargándola a cuestas. Su amiga reía de vez en cuando en un murmullo adormilado, sin dejar de apoyarse en ella.

—Eres más pesada de lo que pareces —bromeó Ivonne cuando por fin llegaron al edificio.

—Mmm... gracias —murmuró Violeta con una sonrisa somnolienta.

Fueron por unas escaleras laterales en el edificio, las cuales estaban en un callejón que daba directamente al apartamento de las chicas. 

Subieron las escaleras con esfuerzo hasta que finalmente Ivonne logró abrir la puerta de la habitación de Violeta. Al entrar, el olor a incienso y libros viejos la envolvió de inmediato. Las paredes oscuras, iluminadas por la luz parpadeante de múltiples velas, le daban un aire místico al lugar.

Sin embargo, lo que captó su atención no fue la decoración, sino la figura de un ser pequeño junto al balcón.

Sus escamas negras brillaban bajo la luz artificial, y su larga cola terminaba en una punta afilada. Dos grandes alas de murciélago se plegaban suavemente a su espalda. Cuando giró la cabeza, Ivonne se encontró con unos ojos serenos de un azul profundo, similares a los de Violeta. Su hocico alargado y sus garras afiladas le dieron la certeza de que no era una ilusión. Él era del tamaño de un perro grande, pero con la calma y los movimientos delicados de un gato. 

Un dragón.

Aquel ser resopló con cierto fastidio y avanzó con paso tranquilo hacia Ivonne, como si intentara relevarla de la carga de Violeta.

—No... Tranquilo, yo puedo con ella —dijo Ivonne de inmediato, aunque su voz sonó más baja de lo que esperaba.

El dragón la observó fijamente. No gruñó ni hizo ningún movimiento amenazante, pero su mirada era intensa. Una extraña sensación recorrió el cuerpo de Ivonne, como si algo en su interior reaccionara a su presencia.

—Erasmos, no seas grosero —murmuró Violeta con una risa suave—. Los presentaré. Ivonne, él es Erasmos, mi familiar. Erasmos, ella es Ivonne... —Señaló a ambos con un movimiento torpe de la mano—. Aunque creo que eso ya lo sabes.

El dragón inclinó levemente la cabeza en señal de saludo.

Ivonne lo miró con recelo, pero también con una inesperada calma. Sí, era un dragón, pero no parecía una amenaza.

Decidió dejar a Violeta en la cama, acomodándola con cuidado mientras Erasmos la observaba con la misma cautela. Cuando terminó, se enderezó y le dedicó una última mirada al pequeño ser antes de salir de la habitación y cerrar la puerta con suavidad.

El silencio del departamento la envolvió. Por primera vez en mucho tiempo, no se sintió completamente sola.

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Hola florecitas.

Gracias por leer el capítulo 2.

Jarlen Blade Darkwolf.

Claus Northam Darkwolf

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Y bueno... Gracias por darle apoyo a este libro.

Besitos en el miocardio.

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Comments

Ashley Alcántara

Ashley Alcántara

Capítulo largo, como me lo recomendó el doctor, grr 😏✨


PDT: Gracias por la actu

2025-03-21

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