capítulo 15

Isabela Moreno

Apenas abrí la puerta de casa, sentí el cálido recibimiento de mis hijos. Mariana corrió hacia mí con una gran sonrisa y me abrazó con fuerza. Matías, más reservado, simplemente se acercó y me dio un beso en la mejilla.

—¡Mamá! ¿Cómo estuvo tu día? —preguntó Mariana emocionada.

—Largo, pero bien —respondí, acariciando su cabello.

Mi madre apareció desde la cocina con una taza de té en la mano y una sonrisa tranquila.

—Llegaste justo a tiempo. La cena está casi lista —dijo mientras me miraba con ese gesto que siempre me hacía sentir en casa.

Dejé mi bolso en el sofá y suspiré. Por muy agotador que fuera el trabajo, llegar a casa y ver a mi familia hacía que todo valiera la pena.

—Voy a darme un baño rápido y bajo a cenar —les dije.

—Te esperamos —respondió Matías, volviendo a su tarea escolar.

Subí a mi habitación, me quité los tacones y me quedé unos segundos en silencio. En momentos como ese, me daba cuenta de lo lejos que había llegado. Había construido una vida estable para mis hijos, les había dado lo mejor de mí, y aunque a veces la soledad pesaba, verlos felices me recordaba que había valido la pena.

Después de un baño caliente, bajé a la cocina, donde todos ya estaban sentados. La cena transcurrió entre risas y conversaciones sobre el colegio y el hospital. Me sentía en paz, y por primera vez en mucho tiempo, disfruté ese momento sin preocuparme por el pasado.

Leo Santamaría

Leo caminaba por el pasillo del hospital con pasos firmes, tratando de mantener la calma. Había llegado ese día y ya estaba en una discusión con su tío, el jefe de cirugía.

Leo apretó la mandíbula, tratando de mantener la compostura mientras su tío lo miraba con desaprobación.

—Ya es hora de que sientes cabeza, Leo —dijo su tío con firmeza—. No puedes seguir escapando de tus responsabilidades. Este hospital necesita un líder, y tú eres el indicado para tomar el lugar de tu padre..

Leo bufó, cruzando los brazos.

—No quiero ser director. Vine aquí a operar, no a encerrarme en una oficina firmando papeles.

Su tío lo observó con paciencia, como si ya hubiera esperado esa respuesta.

—No se trata de lo que quieres, sino de lo que debes hacer. Tienes el talento, la disciplina… Es hora de que dejes de huir.

Leo iba a responder cuando sintió una presencia en el pasillo. Se giró por instinto y, al hacerlo, su mirada se encontró con la de Isabela.

El tiempo pareció detenerse.

Ella estaba allí, tan imponente como siempre. Su expresión era seria, aunque en sus ojos se asomaba un leve destello de sorpresa. Llevaba su bata impecable y su cabello recogido en un moño perfecto. Se veía diferente, más madura, más fuerte… pero seguía siendo ella.

Leo sintió que el aire se volvía pesado. No la veía desde hacía años, pero en un solo segundo, el pasado le cayó encima con fuerza.

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Sam

Sam

ajá Leo que vas a hacer ahora

2025-04-08

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