YUE (CAP. 03)

Esta mañana estoy cavilando, pensando si sería bueno buscar al más sexy de la universidad. Tal vez ese chico sea talentoso. Incluso pensando en mis clases y repasando mi lista de a quién golpearé hoy, soy perfectamente capaz de ser consciente de mi entorno. Es así cuando veo a un tipo acercarse y, sin mirarme, deja un pequeño papelito discreto encima de mi mesa. Realmente el tipo es bueno, porque casi ni movió la mano y ya estaba recibiendo el mensaje.

Ruedo los ojos, pensando que en mi siguiente cumpleaños tengo que decirle a Qiang que deje de mandarme mensajes de esa manera. Ahora hay teléfonos desechables, por amor al dios dragón. Con el mismo sigilo, tomo el papel y lo desdoblo encima de mi celular. Se ve una dirección y la hora. Una comisura de mis labios hace un amago de sonrisa.

- Bájale un poco al cariño, tantos corazones en una nota no me gustan.

Hago mi clase normal y saco una sonrisa coqueta cuando paso rozando al chico del momento. Me mira, le guiño el ojo y sigo mi camino. Seguro mañana me hablará. Desde niña he recibido halagos por mi aspecto (buenos, malos y horripilantes), así que el hacerme dura no solo es por la perdida de mi familia y la felicidad, sino también tenía que proteger lo único que tengo: mi integridad. Después de tantos golpes repartidos y huesos rotos, todos aprendieron a no acercarse a mi a no ser que sean llamados, como lo acabo de hacer.

Voy a la biblioteca y termino los trabajos pendientes, estoy adelantando muchos proyectos. Sin contar con mi oscuro e inaccesible exterior, soy la mejor estudiante de ingeniería mecánica y fisioterapia. Parece que las dos carreras no combinan, pero me decidí porque no solo trabajo en una empresa que mejora el rendimiento de los autos de carreras de fórmula 1, sino que también los pruebo. Para eso debo saber como cuidarme o cuidar a alguien que hace el deporte.

Verifico la hora y voy en camino. Tengo mi casaca de cuero favorita con la capucha puesta, para moverme por las calles. No quiero que las personas conozcan a su creador por coquetearme, por eso en la capucha se observa mi apodo bordado. Me gusta el poder que me da, ya que todos se abren como el río Nilo para dejarme pasar. Llego al puerto y hay un pequeño yate anclado. Frunzo el ceño y cuando suena el motor sale Qiang. Me hace señas y subo. No me da ni las buenas noches, antes de que ponga en marcha el yate. Por la velocidad, casi pierdo el equilibrio, pero me agarro fuerte de la baranda.

- Ahora, ¿qué rayos te pasa viejo?

No me contesta hasta que sé que estamos bien lejos.

^ Me traicionaron. Por mucho tiempo, muchos de los más antiguos han estado ideando una manera de sacarme del panorama. Está de moda la frase "sé tu propio jefe". Entre estos hay algunos que saben de ti. No saben cómo eres, ni te han visto, pero saben que estás viva.

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